¡Hola, hola! No soy muy de hacer notas de autor antes del fic, pero como es un crossover cuanto menos extraño, he de hacer algunas aclaraciones que creo necesarias.

Sobre el crossover: los personajes son los de Free!, así como la localización. De Tokyo Ghoul sólo he cogido la existencia de los ghouls.

Para quien no ha visto Tokyo Ghoul, decir que los ghouls son personas que sólo pueden comer carne humana (de personas normales y también de ghouls), y la CCG es la división de la policía que se encarga de los ghouls. A los ghouls tampoco les dañan las cuchillas humanas (cuchillos, dagas, etc), porque su piel es mucho más resistente.

Spoilers: es un AU, por lo que habrá pocos spoilers de Free!, pero no descarto alguna mención sobre la primaria y la secundaria (sobre todo) y algunos acontecimientos de la preparatoria. No hay spoilers de Tokyo Ghoul más que el que podría darte el mismo opening de la serie.

Aclaraciones: Sé que, realmente, Rin vive en Samezuka, pero en este AU no. Ya se verá por qué.


Capítulo I

Si, por el bien del argumento, fueras a escribir una historia conmigo en el papel principal, sería sin duda una tragedia

A Rin no le gustaban los días encapotados en los que los cristales de las tiendas reflejaban las grandes nubes grises que se alzaban sobre Iwatobi. No era que, en sí, los apagados tonos del día disminuyesen su ánimo, sino que había razones algo más personales por las que quería que, a partir de cierta fecha, el sol brillase con toda su fuerzas sobre el mar cada día, sin faltar uno.

—Hoy no nadarás con Nanase, ¿no? —La voz de Sousuke sonaba aburrida incluso a sus oídos, para los cuales las clases de inglés eran poco más que un insulto. Todavía no comprendía que no le hubiesen convalidado la asignatura.

—Hm.

Se encogió de hombros sin dar una respuesta concreta, pues era obvio que el día no se presentaba para ir a la playa a partir de la hora de salida del club. El viento comenzaba a levantarse y hacía remolinos con los pétalos de cerezo en el patio de Samezuka, y a lo lejos las olas rompían contra la playa ganando fuerza. Sousuke seguía llamándolo "nadar con Nanase", y a pesar de los casi dos años de relación —desde poco después de comenzar el segundo curso de preparatoria— que mantenía con Haruka, su mejor amigo parecía rechazar la idea de que Rin pudiese hacer algo más que nadar con el que antaño fuese únicamente compañero, amigo y rival.

Estaban a punto de terminar su último año allí y Australia y Haru ocupaban toda su mente. La manera de conjugar ambas, en concreto. Haru había decidido qué hacer —al fin, después de que Rin removiese cielo y tierra y se tragase un par de veces los nada usuales gritos de Haruka— y lo iba a hacer en Japón.

—Te quiero —recordaba que le había dicho, y la escasez con la que las palabras directas salían de su boca compensó la apatía con la que fueron pronunciadas—. Pero no iré a Australia.

Rin lo había entendido; tampoco esperaba otra cosa. Haru iría a estudiar, más que posiblemente, a Tokio, cerca de Makoto, y estaría bien. Y Rin esperaría el momento en que volviesen a verse, en vacaciones o quizás en algún torneo, para abrazarlo y besarlo de nuevo. No le importaba, y a Haru tampoco, y aquello era lo único que debía recordar.

Cuando los días amenazaban lluvia y mal tiempo, Rin y Haru sustituían su cita diaria en la playa por una en casa de Haru. No era tan íntimo ni tan personal —pese a lo extraño que aquello sonaba para todo el mundo— como nadar juntos, pero al menos se veían alrededor de una hora antes de regresar la nariz a los libros para seguir estudiando ante la amenaza inminente de los exámenes.

Rin golpeó su escritorio distraídamente con un bolígrafo olvidado falto de tinta. Tras la ventana de su habitación el cielo había oscurecido y las nubes negras cubrían las estrellas que por norma adornaban el cielo marítimo de Iwatobi. Desde su casa no se veía la playa, como desde la de Haru, y la única vista bonita que tenía a través del cristal eran los setos mal cuidados de la calle de abajo. Se abandonó a no poder concentrarse en su trabajo y estiró los brazos, dejando caer la cabeza entre ellos, llevándose a la nariz el olor del libro. La puerta principal se abrió y Rin casi pudo distinguir los pasos suaves de su hermana abajo.

—¡Ya estoy en casa! —anunció Gou.

Estaba bien, como Rin comprobó en cuanto bajó, y le sonrió a la mirada exasperada de su hermana pequeña. Al principio, a Gou le había parecido gracioso y mono que se preocupase por ella con tanta intensidad, siempre pendiente de que volviese más o menos a la misma hora, nunca demasiado entrada la noche, por las calles más seguras y sin un rasguño. Poco había tardado en comenzar a parecerle excesiva la sobreprotección de Rin.

Y, sin embargo, lo agradecía. Las calles de Iwatobi estaban agitadas desde hacía meses, las noticias pobladas de ataques de ghouls, y los investigadores patrullaban por la pequeña ciudad como si, de repente, se hubiese convertido en el centro de la actividad demoníaca.

—Hoy me he cruzado dos investigadores —contó, mientras dejaba su mochila al lado de la mesa y se dejaba caer en uno de los cojines—. No sé exactamente cómo lo hacen, sólo patrullan. ¿Pretenden que los ghouls actúen delante de ellos?

—Quizás esperan que los desafíen —divagó Rin—. ¿Quieres café?

—Vale. Pero para eso habría que ser muy idiota, ¿no? —siguió, alzando la voz para que Rin la escuchase desde la cocina, por encima del ruido de la cafetera—. Van en patrullas de dos, llevan todas las de perder contra sus quinques.

—Quizás. Pero muchos sólo quieren demostrar que son mejores que los humanos.

Rin no escuchó que su hermana respondiese a aquello. Volvió al salón con dos humeantes tazas de café y dejó la de ella en la mesa.

—Yo voy a seguir estudiando —suspiró. Gou le sonrió débilmente—. Buenas noches.

El día siguiente amaneció aún más nublado y con las primeras gotas de lo que tenía toda la pinta de ser una tormenta primaveral repiqueteando en su ventana. De mal humor desde una hora demasiado temprana, Rin se embutió los pantalones y dejó las botas por fuera para evitar que el bajo se mojase por el camino. Se echó la capucha sobre la cabeza y, tras despedirse de Gou en el segundo cruce, comenzó a correr hacia Samezuka. Llegó con la chaqueta más mojada de lo que había esperado y el frío se filtraba en sus calcetines húmedos.

Sousuke ya estaba en la clase, sentado en su sitio habitual, mirando por la ventana. Se ausentaba con el paisaje tanto como Haru, y no se percató de la presencia de su amigo hasta que lo tuvo arrastrando ruidosamente la silla que estaba delante de la suya.

—Pasarán pronto. Sólo con lluvias primaverales —intentó animar, sin emoción en la voz—. El verano está cerca.

—Lo sé. —Rin dejó escapar un suspiro de cansancio y se volvió hacia Sousuke—. Esta tarde iré a la piscina contigo, creo que Haru nadará en el Club.

—Bien. —Sousuke apenas nadaba; el cabestrillo que aguantaba su hombro lesionado era visible bajo la camiseta de manga corta—. No creo que nade.

—No importa. Yo lo haré por los dos.

Los afilados dientes de Rin rechinaron cuando sonrió de oreja a oreja y Sousuke compuso una mueca de desagrado que fue contestada con una queja ofendida. El resto de alumnos fueron llenando el aula con un estallido de risas y conversaciones que comenzaron a apabullar la cabeza de Rin. Optó por imitar a Sousuke y mirar por la ventana hacia el pálido paisaje que se le presentaba.

En una semana haría dos años justos que había besado a Haruka por primera vez. No tenían aniversario, Haru lo consideraba una pérdida de tiempo y Rin, entre las variantes románticas de celebrar el amor todos los días o hacerlo uno solo, prefería la primera pero, de alguna forma, el año anterior se las había ingeniado para organizar una cita algo más decente. En algún momento hacia el final de la tarde, Haruka le había hecho saber que conocía la fecha en la que estaban.

Quizás ese año podían ir al acuario. Los delfines acababan de tener crías y seguro que Haru podía pasar horas mirándolos aprender a nadar, como si se viese a sí mismo reflejado en esas pequeñas criaturas.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la entrada del profesor y el comienzo de la clase, que terminó dos horas más tarde entre quejidos por el temario nuevo que el profesor acababa de incorporar al examen.

—Me muero de hambre —bostezó Sousuke, mirándolo significativamente—, ¿vamos a comer algo?

—Claro.

Salieron de Samezuka hasta la cafetería que hacía esquina y se sentaron en la mesa del final. Sousuke pidió varios dulces que a Rin le hicieron pensar en el profundo estómago de Nagisa; él apenas tuvo delante unas pequeñas bolas de arroz y pollo. Cogió una de ellas mientras le contaba a Sousuke sus dudas sobre la cita a la que planeaba llevar a Haru y su amigo mascullaba que él "no sabía de esas cosas".

—No hace falta que seas gay para saber cómo funciona una cita —bufó Rin, metiéndose una bola en la boca y tragando sin apenas masticar.

Estuvo a punto de atragantarse con la comida cuando, por la puerta, la figura de Haru se perfiló y sus ojos azules lo enfocaron al instante. Se dirigió hacia ellos como si no estuviese en la cafetería que quedaba más lejos de su preparatoria y se sentó al lado de Rin sin preguntar.

—Buenos días.

—¿Qué haces aquí? —replicó Rin casi al unísono.

—La profesora Amakata está enferma y tenemos el resto del día libre —respondió Haruka, sin muestras de haberse molestado por no haber sido correspondido en el saludo—. He venido a verte.

Sousuke rodó los ojos y se levantó, murmurando algo que sonó a "os dejo solos"; abandonó la cafetería pasando junto a la ventana ante la que se sentaban, devorando los últimos rastros de sus dulces. Rin miró a Haru con una sonrisa que no fue correspondida y jugueteó con otra de las bolas de carne, empujándola a lo largo de todo el plato.

—Hoy iré a nadar al Club de Natación —habló al fin Haru.

—Yo me quedaré en Samezuka. Quizás vaya después.

—Sí. —Haru suspiró—. Ya queda poco para que llegue el verano.

—Podremos nadar.

—Todos los días —apuntó Haru, y Rin notó el tono amargo en su voz y sonrió. Alargó un brazo y atrajo a Haruka hacia él por el cuello, hundiendo el rostro en su pelo. Olía a agua de mar, incluso cuando hacía dos días que no iba a la playa. El olor del agua parecía estar siempre con él.

—Tengo que volver a clase —anunció, dándole un beso en la frente y levantándose. Haru asintió con un sonido gutural y Rin lo vio terminarse su plato mientras él salía de la cafetería, a pesar de que Haruka no era ningún entusiasta de la carne.

Alcanzó a Sousuke en la entrada hablando con Momo y Ai, o al menos soportando las charlas de los otros dos. Los cuatro juntos enfilaron el pasillo a las clases, pero Rin se detuvo en la puerta de los baños.

—Un momento —pidió rápidamente.

Momotorou hizo alguna broma sobre que siempre iba a cagar después del almuerzo. En cuanto los hubo perdido de vista dentro de los servicios, Rin corrió a la cabina más lejana, abrió la tapa, se arrodilló al lado y vomitó lo poco que su estómago había logrado retener hasta el momento. El vómito era ácido y amargo, pero casi le supo mejor que la única bola de pollo que había tragado sin apenas masticar. Otra sacudida lo hizo poner la boca de nuevo sobre el retrete, pero ya no había nada más que expulsar. Inspiró con fuerza, calmando las náuseas, y se lavó el sudado rostro, enjuagándose después la boca a conciencia. Como cada día, cogería un café de la máquina por el camino para disimular el olor que pudiera quedar.

—Llegamos tarde —anunció Sousuke.

—Tampoco tan tarde. —Rin retiró su café y se lo tomó de un trago. Arrugó el vaso y lo lanzó a la papelera, encestando desde lejos—. Vamos.

Cuando entraron en el aula el profesor ya estaba sentado en su mesa. Les dirigió una mirada afilada, quizás por haber llegado tarde, pero Rin sintió que algo en su interior se agitaba intranquilo. Lo achacó a la comida humana que todavía parecía hacer estragos en su interior y tomó su habitual asiento junto a la ventana, delante de Sousuke. El profesor se aclaró la garganta, pidiendo atención.

—Como iba diciendo —continuó, molesto por la interrupción—, y ahora que estamos todos aquí, en esta clase tendremos una intervención especial. —La puerta se abrió de nuevo y una fila de hombres vestidos con traje negro y armados con maletines comenzaron a entrar. Rin se tensó en su asiento—. Como sabéis, la actividad demoníaca en la ciudad ha ido en aumento en los últimos meses. Los señores de la CCG han venido para mantenernos a salvo.

—Son muchos sólo para protegernos, ¿no? —musitó Sousuke detrás de él, a lo que Rin asintió con los hombros rígidos. Su estómago dio un vuelco desagradable que nada tenía que ver con el reciente almuerzo y trató de respirar con normalidad, sin conseguirlo.

—¿Van a rondar por aquí? —preguntó un alumno, mirando con una mezcla de respeto y miedo a los hombres trajeados.

—No —respondió el que parecía el jefe del grupo. Tenía el pelo muy corto y muy negro y unos ojos del mismo color enmarcados por oscuras ojeras amoratadas. Varias cicatrices recientes eran visibles en el borde de su cuello, allí donde la camisa se ensanchaba—. ¿Quién es Rin Matsuoka?

Aunque hubiese querido negar que era él, las miradas que todos sus compañeros le dirigieron no lo hubiesen dejado. Rin apretó la mesa de madera entre sus dedos, sintió los nudillos volverse blancos de la presión y las uñas rojas de la sangre que se le acumulaba. Un zumbido en los oídos lo despistó momentáneamente, mientras veía al jefe de la CCG colocarse a la cabeza de la columna de alumnos en la que él estaba.

—No te resistas.

Todas las opciones que tenía pasaron por la cabeza de Rin. Podía fingir que se equivocaban, pero entonces le harían pruebas y su piel no se rompería bajo un cuchillo. Además, si lo habían localizado a él, también lo habrían hecho con Gou. El miedo por su hermana se sumó al que sentía por sí mismo; si revelaba su condición y trataba de huir podía dañar a alguien por el camino. Estuvo seguro de que habrían cerrado la puerta al entrar y entre él y ella había tres filas más de alumnos.

—Se están equivocando —escuchó que decía Sousuke, levantándose de su asiento. Las miradas lo dejaron unos segundos y lo miraron a él—. Rin no puede ser un ghoul, hoy ha estado almorzando conmigo.

—Y seguro que después ha ido oportunamente al baño —rió el jefe de la CCG, y la cara desconcertada de Sousuke le dio la razón. Su amigo lo miró, pero Rin era incapaz de apartar la vista del hombre que lo amenazaba mientras elaboraba un plan de huida que le permitiese ir a por Gou y no dañar a nadie.

Sus reflejos actuaron antes de que siquiera él se diese cuenta de lo que pasaba. La mano que apretaba la mesa le sirvió de apoyo para alzar los pies y se quedó de cuclillas en ella a la vez que un largo quinque azotaba su silla y la partía por la mitad, enviando astillas en todas direcciones. El jefe de la CCG lo miró con una sonrisa de superioridad, habiéndolo descubierto, y Rin no quiso ver la cara que debía tener Sousuke. Una alumna gritó.

—¡Silencio! —mandó el profesor—. No queremos que toda la escuela se entere de que tenemos a este monstruo.

Rin lamentó en parte que aquello fuese a ser inevitable. Esquivando con algo más de gracia el siguiente ataque del lento quinque, se colgó de las barras de calefacción que discurrían por el techo de la clase y se impulsó hacia la ventana. Los gritos entonces fueron incontrolables: alumnos que largaban a voces que un ghoul andaba suelto por la escuela, chicas chillando histéricas con miedo a que se las comiesen y Sousuke, gritando su nombre mientras abría otra ventana y miraba hacia abajo. Rin estaba colgado de una cornisa saliente y calculaba la distancia al suelo y la forma de caer. Tres plantas con un buen pie no deberían causarle problemas.

—¡Rin! —El jefe de la CCG se asomó al lado de su amigo y lo miró con odio—. Rin, ¿qué...?

Rin quiso disculparse, pero todo lo que emitió fue un sonoro suspiro. Miró a Sousuke con la disculpa en los ojos y, acto seguido, se descolgó. Sousuke volvió a gritar su nombre y escuchó cómo los miembros de la CCG empezaban a gritar para salir tras él y el quinque restallar contra la pared de la que acababa de soltarse, enviándole pequeños restos de cemento y ladrillo a la cara.

Aterrizó con fuerza, sin hacerse daño. En las ventanas de todas las clases los alumnos se congregaban, mirándolo a él y a los hombres que se habían quedado en la ventana preparando las pistolas, uniendo cabos demasiado deprisa para el gusto de Rin. Empezó a correr. Había conseguido una cierta ventaja, pero él tenía que llegar a la Preparatoria Iwatobi antes que ellos, que iban en coche, y evitar que lo siguiesen. Sus piernas no se cansaron, pensando en Gou y en todo lo que podían hacerle, y sólo lo hicieron correr cada vez más rápido. No podía perderla a ella también.

Agradeció que Haruka no tuviese clase en ese momento; encontrarse con él lo despistaría y sólo añadiría otra preocupación. No se molestó en dar importancia a los pocos profesores que le llamaron la atención cuando corría hacia la clase de su hermana y abrió al puerta de un golpe sordo. Los alumnos soltaron una exclamación ahogada y giraron en su dirección.

—Gou —musitó, lo suficientemente alto como para que su hermana lo escuchase. La profesora que les estaba dando clase comenzó a renegar, pero Gou simplemente cogió la mochila con rapidez, dejando parte de sus cuadernos en la mesa, y corrió hacia su hermano.

—¡Matsuoka-san! —escucharon cuando ya enfilaban el pasillo.

—¡Rin-chan, Gou-chan!

Rin se había despreocupado de Haru y Makoto, pero Nagisa y Rei acababan de salir por la misma puerta que Gou e intentaban alcanzarlos en el pasillo, con la voz de la profesora por detrás. Rin tiró del brazo de su hermana, acelerando el paso.

—¡No me sigáis! —gritó ella a Nagisa y a Rei. El segundo se paró, pero Nagisa siguió corriendo hasta que su compañero lo enganchó.

Todavía con los estridentes gritos de Nagisa quejándose a Rei, Rin y Gou bajaron las escaleras, con las mismas miradas que él solo había recibido al entrar multiplicadas por dos en nivel de desagrado. Con el aliento en sus últimas, ganas de vomitar lo que ya no le quedaba en el estómago y el sonido de los llaveros de la mochila de Gou rebotando conforme corrían, Rin llegó exhausto al patio de la Preparatoria Iwatobi y se quedó paralizado.

El lugar estaba rodeado de enormes coches negros con los cristales tintados y matrículas claramente gubernamentales. Muchas de sus puertas estaban abiertas y por encima se distinguían las cabezas de casi cincuenta policías con los ojos puestos en las miras de sus fusiles y un dedo en el gatillo, listos para disparar. Los gritos comenzaron también en aquella escuela, y Rin vio a Sousuke aparecer corriendo, sin aliento, por la calle por la que él mismo había llegado.

—¡Rendíos! —gritó algún policía por megáfono.

Rin sabía que aquella no era una opción. La rendición era la muerte para un ghoul, era algo que sabía de primera mano. Pasó un brazo por la espalda de Gou y siguió corriendo, directamente hacia el edificio.

—¡Fuego!

—¡Hermano!

Rin cubrió a Gou con todo su cuerpo y dejó libre su kagune. Algo similar a dos aletas enormes hizo de barrera escarlata entre él y las balas que se empezaron a disparar. Moviéndose con algo más de dificultad debido a ello, Rin apretó el agarre sobre su hermana y, aún con las balas lloviéndole, siguieron corriendo hacia la fachada, a la que saltaron a la vez. Su kagune tembló por la cantidad de disparos parados, pero se forzó a no hacerlo retroceder. Había comido por última vez hacía tres semanas, por lo que no estaba todo lo fuerte que podría, pero en compensación hacía tiempo que no liberaba el kagune, por lo que tenía bastante energía para, al menos, llegar arriba a salvo.

Cayeron en la azotea rodando, con la respiración agitada y una mano en el pecho. Se levantaron apenas unos segundos después, sabiendo que no tenían segundos que perder. Saltaron desde el borde aún a riesgo de hacerse daño, pero aterrizaron sin problemas y corrieron a toda prisa hacia su casa, con las sirenas de la CCG resonando tras ellos. Rin descolgó la puerta de sus goznes al abrirla y se dirigió inmediatamente a su habitación.

—Coge lo básico —ordenó a Gou.

De un cajón con doble fondo de su escritorio sacó pasaportes y carnets de identidad falsos. Se caló una gorra hasta las orejas y metió sin ningún orden algo de ropa en una bolsa grande de deporte. Corrió hasta la habitación de Gou y le dio sus papeles, tomando una de las manos de su hermana pequeña entre las suyas.

—Ya sabes a dónde tienes que ir. Asegúrate de salir del país antes de que nos busquen.

—Rin...

—Corre.

Por un momento creyó que Gou iba a replicarle, pero le había dicho muchas veces que era imprescindible que le hiciese caso en situaciones extremas y el recuerdo de la muerte de sus padres aún era demasiado reciente como para que ella se rebelase.

—Te quiero —murmuró, abrazándolo deprisa y luego saliendo por la puerta de atrás.

Rin recorrió la casa a toda velocidad, retirando las fotos personales que quedaban por allí. Se guardó en el bolsillo la del relevo de primaria que había compartido con Haru, Makoto y Nagisa y otra de él y Haru, el verano anterior en Australia. Luego se lanzó a la calle, esquivando aquellas más concurridas y deslizándose por oscuros callejones en los que los coches de la CCG ni siquiera cabrían. A mitad de trayecto de su destino sacó el móvil y marcó un número de sobra conocido.

"El número al que llama se encuentra apagado o fuera de cobertura. Por favor, deje su mensaje después de la señal".

—Haru —empezó, después del correspondiente pitido. Las palabras que había pensado se le atragantaron y suspiró, frustrado—. Lo siento.

Colgó inmediatamente después y tiró el móvil al suelo, pisándolo con fuerza hasta que la pantalla y la batería crujieron bajo sus pies. Luego le sacó la pequeña tarjeta y la partió por la mitad sin dificultad, lanzándola por encima de su hombro ya mojado por las lágrimas.

·

Haruka escuchó los gritos de Nagisa incluso mientras nadaba de vuelta al inicio, pero, por supuesto, no por ello paró. Se preguntó cómo era posible que hubiesen pasado tantas horas sin que apenas se diese cuenta y por qué Makoto no lo había llamado para que comiesen algo en la cafetería del club. Cuando sus manos tocaron la pared posó los pies en el fondo y se levantó las gafas, llevándose con ellas el gorro. Frente a su carril estaba ya Nagisa acuclillado, mirándolo con una expresión completamente opuesta a la habitual en él. En sus ojos se fusionaban preocupación, miedo y confusión, y Haru se sorprendió un poco al comprobar que Rei estaba en las mismas condiciones.

—¡Haru-chan, sal del agua!

Haruka arrugó el ceño ante aquella primera orden imperiosa y negó brevemente con la cabeza.

—¿Qué pasa?

—Es Rin-chan. —Makoto se acercó un poco más para poder escuchar la conversación, con su amable expresión algo emborronada—. Es... no sé qué pasa, yo...

—Di algo claro —bufó Haru—. ¿Qué pasa con Rin? Lo he visto a la hora del almuerzo.

—¡De eso no hace ni una hora! —exclamó Nagisa, dejándose caer del todo, y las cejas de Haruka se inclinaron aún más. Si eso era cierto, ellos deberían estar en clase.

—Lo que ha pasado —Rei tomó la palabra, consciente de que Nagisa estaba demasiado fuera de sí para explicar nada—, es que Rin-san es un ghoul.

No se molestó en adornarlo o suavizarlo, y el hecho cayó a peso sobre Haru y Makoto, que se miraron con duda. Haru sacudió la cabeza, salpicando agua a los pantalones del uniforme de Nagisa y Rei, y salió del agua impulsándose con los brazos. Miles de imágenes de Rin pasaron ante sus ojos: Rin comiendo caballa en su casa, Rin mordiéndole el cuello mientras sus cuerpos se enredaban sudados en la cama.

—Imposible —dijo con sequedad.

—Estábamos en clase. —Rei hablaba con serenidad, pero en ocasiones su voz flaqueaba y tartamudeaba—. Rin-san ha llegado corriendo y se ha llevado a Gou-san. Luego han salido y...

—La CCG estaba allí, había coches por todas partes —continuó Nagisa. Sus ojos se habían llenado de lágrimas y temblaba por los sollozos que agudizaban su voz—. Rin-chan y Gou-chan han empezado a correr y ellos a disparar —los ojos de Haru se abrieron horrorizados y se salió del agua de inmediato—, pero Rin-chan ha sacado... eso y han huido. Han escalado el edificio como si saltasen una valla. La CCG los ha seguido, creo. No sé que les ha pasado...

Antes de poder continuar sollozó de nuevo, más fuerte, y rompió finalmente a llorar. Makoto lo abrazó con fuerza, con su habitual sonrisa amable fuera de su rostro y la mirada llena de temor en Haruka, cuya apariencia no había variado un ápice.

—Han establecido un perímetro más allá de la escuela y no se podía pasar —acabó Rei.

Con un movimiento resuelto, Haru giró sobre sus talones y se encaminó a los vestuarios, seguido de cerca por los otros tres, que no se atrevían a decirle nada. Rebuscó en su mochila el teléfono móvil que casi no utilizaba y el cartel que le indicaba que tenía un único mensaje nuevo saltó ante sus ojos. Lo puso en marcha con el altavoz y esperó.

—Haru. —La voz de Rin sonó metálica y distorsionada por el teléfono, pero claramente reconocible. Por primera vez la mano de Haruka tembló. Un suspiro y un pequeño silencio—. Lo siento.

El mensaje se cortó sin más y cuando Haru trató de llamar a Rin el número no estaba disponible. Maldijo por lo bajo y tiró el móvil sin ningún cuidado dentro de la mochila, sentándose en el banco y enterrando la cabeza en las manos. Sentía el nudo en la garganta y el escozor en los ojos que precedían unas lágrimas que nunca llegaron.

—Haru. —Makoto se sentó a su lado, apoyando una mano en su espalda que le transmitió calor—. Seguro... seguro que todo esto se soluciona. —Ni siquiera sonaba convencido, pero Haru no dijo nada—. Todo va a estar bien.

—No —desmintió finalmente. Makoto se estremeció ante la veracidad de aquella afirmación—. Rin se ha ido; nada va a estar bien.

Haru era lo suficientemente inteligente como para saber por qué Rin no se lo había contado, y sus sospechas sólo se confirmaron cuando, diez minutos más tarde, tres agentes de la CCG entraron en los vestuarios del club con las maletines negros en una mano y unas pistolas pequeñas en los cinturones, con la mano libre sobre la funda, dispuestos a abrirla en cualquier momento.

—¿Haruka Nanase? —preguntó dubitativo uno de ellos. Haru advirtió que debían haber ido antes a los vestuarios femeninos.

—Soy yo.

—Acompáñenos.

Los agentes restantes se encargaron de escoltar también a Makoto, Nagisa y Rei, aunque en cuanto pisaron el cuartel de la CCG él fue conducido a una sala aparte que, estaba seguro, debía ser más oscura que aquella a la que habían ido a parar los demás. El agente que lo acompañaba se retiró tras sentarlo en una silla de madera dura. El que lo sustituyó era el doble de ancho, de alto y tenía tres veces más pelo en la cara y menos en la cabeza.

—Haruka Nanase. —Lo miró por encima de lo que Haru imaginó que debía ser su expediente académico, médico o algo similar—. Creí que eras una chica. —Ni se molestó en responder; era obvio que no era una mujer—. Qué importa, imagino que también hay monstruos maricones. —Quizás el hombre esperaba que aquello le molestase, pero no lo hizo y, aunque así hubiese sido, no lo habría mostrado—. ¿Sabías que tu novio era un ghoul, chico?

—No.

—¿Pretendes que te crea así? —El hombre bufó, claramente molesto.

—Rin siempre se comportaba con normalidad delante de mí. Comía carne y pescado cuando venía a cenar a mi casa y nunca me mordió. —Al menos, no con intención de comérselo.

El agente —Agente Nakagawa, por lo que pudo leer en la placa de su camisa— lo miró con los ojos entrecerrados y volvió la vista a la carpeta que tenía entre las manos. La examinó durante unos minutos antes de sentarse delante de Haruka.

—¿Sabes la suerte que has tenido, chico? —Haru no respondió y el hombre chasqueó la lengua—. ¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Rin Matsuoka?

—Casi dos años —contestó automáticamente.

—Estaba esperando el momento para ir a por ti —dijo el hombre muy convencido. Haru frunció el ceño, furioso—. Si no lo hubiésemos encontrado seguramente se habría convertido en algo así como el "Conquistador", un monstruo que empieza relaciones para luego...

Haruka se levantó de repente, arrastrando la silla y atrayendo la atención del agente Nakagawa, que lo miró sorprendido.

—¿Ha terminado? —preguntó con la mandíbula apretada.

—Sí. —La respuesta del hombre fue más un bufido molesto—. Ten cuidado, aún podría querer matarte.

Salió de la habitación antes de oír nada que le diese más ganas de ser él quien se comiese al agente. Makoto, Nagisa y Rei ya lo esperaban en la puerta custodiada por dos agentes más. ¿Cuántos había? ¿Podría Rin matarlos a todos?

Sacudió la cabeza para apartar aquellos pensamientos y pasó de largo a sus amigos, que lo siguieron al exterior. Haruka nunca había sabido exactamente qué sentimientos le provocaba la existencia de los ghouls. Nunca había tenido problemas con ellos y apenas veía las noticias como para saber de los ataques. Rin había sido su amigo y era su pareja —aún lo era, quería pensar Haru—. Había estado con él desde hacía años y, desde luego, nunca había intentado matarlo. Le importaba muy poco lo monstruo que lo considerasen, para él era simplemente Rin.

"Y me lo han quitado", pensó con resentimiento, "me lo han quitado por algo que ni siquiera él escogió".

Había estado más cerca de Rin que nadie. Había compartido con él piscina y cama. Cada centímetro de su cuerpo conocía la boca de Rin y no recordaba nada malo, y Haru no estaba dispuesto a que unos desconocidos cambiasen la visión de la única persona que había atravesado todas sus defensas y lo había amado como era.

—Han desaparecido. —Makoto se dio por vencido, dejándose caer en el sofá con el móvil en la mano—. Supongo que es lógico, ¿no?

—¿Habéis llamado a Sousuke? —preguntó Haru.

—¿Alguien tiene su número? —rebatió Makoto, sin obtener respuesta—. Entonces...

Haruka se levantó en medio de la frase de su amigo, descolgó su chaqueta del perchero de al lado de la puerta y enfiló el camino a Samezuka sin ver si lo seguían. El instituto estaba en silencio a aquellas horas, pero los cristales que Rin había roto al tirarse por la ventana aún eran visibles en algunos puntos donde no se habían recogido. La noticia había salido en todos los canales, llegando incluso a conseguir más de un especial. Las fotos de Rin, Gou y su característico pelo rojo habían rodado por todos los medios de comunicación. No había más imágenes de la huida que una borrosa grabación que aseguraba mostrar a ambos escalando el edificio de Iwatobi, pero que parecía falsa. Más nítida era la de Haru entrando en el cuartel de la CCG sobre el rótulo "Interrogado el novio del ghoul". Haru nunca había odiado tanto la televisión.

Dos agentes de la CCG vigilaban la puerta con los maletines en el suelo y sus rifles cruzados sobre el pecho. Los dejaron pasar sólo cuando uno de los profesores los reconoció como miembros del club de natación de Iwatobi y se dirigieron a la habitación que fuese de Rin.

Sus cosas seguían en el escritorio del fondo y las sábanas de la cama no habían sido estiradas. Sousuke estaba sentado en la cama de arriba, con las largas piernas colgando. Tenía una pelota de baloncesto en las manos y la miraba como si en ella pudiese ver todo lo que estaba pasando.

—Rin me contó que jugaste al baloncesto en la secundaria —dijo, pasándole el balón a Haru, que lo recogió sin problemas contra el pecho—. Cuando dejaste de nadar.

—Rin habla demasiado.

—No siempre.

Sousuke tampoco había sabido nada, no era difícil deducirlo. Saltó de su colchón, cayendo con agilidad en el suelo, y lo miró a los ojos. No parecía haber llorado, pero Haru supo que tenía tantas ganas y tanta incapacidad como él.

—Los agentes vinieron por sorpresa —empezó, sin necesidad de que Haru le preguntase—. Preguntaron por Rin y luego lo atacaron. Él lo esquivó, era muy rápido, mucho más de lo que cualquier persona normal podría serlo. —Inspiró, controlando su propia voz—. Y luego se lanzó por la ventana. Se tiró desde una altura de tres pisos y siguió corriendo como si nada. Maldita sea. —El puño de Sousuke se estampó contra la litera haciendo un ruido metálico—. Debería habérmelo dicho, podría...

—Sólo te habría puesto en peligro —cortó Haru, sentándose en la cama de Rin. Aún olía a su colonia—. Él lo sabía; a mí tampoco me dijo nada, y apuesto a que Gou tampoco habló del tema con Hanamura.

—Lo disimulaban bien —apoyó Rei—. Nunca lo hubiese imaginado, Rin comía tanto como nosotros...

—Siempre almorzábamos juntos —apoyó Sousuke—, y luego siempre iba al baño. Tampoco lo veía tan raro.

—No era tan raro —dijo Makoto—, y Rin lo sabía. Hacía todo con la mayor normalidad posible.

—Y aún así quieren matarlo. —La ira en la voz de Haruka alcanzó a todos, que se miraron entre sí consternados—. No lo entiendo. Él no le ha hecho nada a nadie.

—Bueno... —Todas las miradas se dirigieron a Rei, tintadas de advertencia y enfado—. Es posible que, técnicamente, Rin-san haya matado a alguien... para comer.

—¡Pero eso no lo sabemos! ¡Rin-chan no es malo!

Un silencio tenso cayó sobre el grupo, incapaz de discernir si lo que decía Rei era verdad o mentira.

—No volveremos a ver a Rin-san, ¿verdad?

La pregunta la respondió el silencio.


Y hasta aquí esto. Por el momento.

Antes que nada, por si alguien no ha visto Tokyo Ghoul y quiere más aclaraciones que le ayudarán a entender la historia:

Kagune: es el arma natural de los ghouls. Ellos tienen un órgano extra, el kakohou, que es básicamente una bolsa que almacena células RC (estas células no existen en la realidad). Estas células las proporciona la carne, y las poseen humanos y ghouls. Los últimos pueden materializarlas y utilizarlas, que es lo que se conoce como kagune. En principio tienen la consistencia de músculo, de ahí que sean de color rojo, pero pueden solidificarse y liquarse a voluntad.

Quinque: los quinques son el arma de los agentes de la CCG. Cuando un ghoul muere y la CCG lo atrapa, le extraen el kakohou y de ahí crean los quinques, que son básicamente el kagune del ghoul encerrado en un maletín. Se activa y controla con impulsos nerviosos y pueden tener varias formas.

Otras aclaraciones:

-Los ghouls no toleran la comida humana. Les sabe asquerosa y lo único que pueden tomar de forma normal es café; además, si llegan a digerir comida humana, ésta les debilita. Es por eso que vomitan la vomitan.

-La razón por la que el agente que interroga a Haru apoda a Rin "el Conquistador" es porque en el manga de Tokyo Ghoul a los ghoul con métodos de caza extraños y particulares se les dan nombres. Quien lo haya visto/leído lo sabrá.

Siento de verdad toda la parafernalia, pero creo que está bien aclarar cosas. A partir de ahora -imagino- no habrá nada que decir, así que las notas serán mucho más cortas.

En fin, ¿os ha gustado? ¿Algo que decir?