Las hojas de los árboles caían lentamente formando una gran alfombra rojiza y anaranjada. Los álamos y robles del bosque prohibido, junto con las montañas de hojas, hacían que el paisaje tenga un toque encantado.

Una niña, con su kimono y su expresión triste me miraba desde la superficie plana y oscura del lago. Si, era yo. Siempre me gustó el otoño. Pero esta vez había algo que me hacía sentir incomoda… No sé muy bien que era.

Me encaminé directo al bosque por un sendero conocido. Las hadas me saludaban desde los arbustos y los unicornios me invitaban a seguir adelante. Llegué a un claro en donde había solo un árbol. Era un limonero. Una lágrima rodó por mi mejilla. Me traía tantos buenos recuerdos… Tantos sueños…

Aquel limonero estaba rodeado por una gran enredadera. Me apresuré a quitarla, ya que tapaba mi objetivo.

Apareció el tronco, con un corazón tallado en el. Dentro de la figura, vi mi nombre y el suyo. Otra lágrima rodó.

Repasé con mi mano aquel recuerdo. Allí solo éramos Ginny y Draco. Era nuestro secreto. Nadie lo sabía. Hasta ayer…

Me humilló. Todo el colegio estaba allí, y el me dejó, tratándome como un objeto. Un pequeño pasatiempos.

¿Cómo pude pensar que el me amaba?

Todo este tiempo, fue como si estuviese dormida y recién ahora me despertara. Fue solo un sueño…

Tomé mi cuchillo y me propuse tachar aquel recuerdo.

En eso estaba cuando empezó a llover. Y el apareció. Creí que me moriría al verlo llegar con su vestimenta negra y sus guantes de cuero del mismo color. Su pelo rubio me cautivó.

El solo se acercó y se agachó a mi lado. Tomó mi mano y tachamos juntos nuestros nombres. Me miró fríamente.

-- Entonces… ¿Todo acabó?—le pregunté llorando.

-- No. Nunca comenzó.

Se fue. Y me dejó en aquel bosque, que ahora, me parecía horriblemente oscuro.