I. GUERRA EN LA MADRIGUERA
31 de julio. Mayor de edad. Harry se sentía extraño. Muchas veces se había preguntado cómo sería este momento. Cómo, legalmente, pasaría de ser un chico a ser un hombre. Sí que era verdad que sentía algo distinto, pero no más hombre; simplemente, más solo, y sobre todo más indefenso. Con el baúl a cuestas y la jaula vacía de Hedwig en una mano, miraba a un lado y a otro de Privet Drive, cosa que había hecho miles de veces a lo largo de su vida; pero ahora le parecía completamente distinta. Ya no se sentía seguro allí. Ya nada ni nadie le protegía de su destino. Harry suspiró y empezó a andar.
Apareció en la Madriguera pocos minutos después. Habría tardado menos si las vecinas de Privet Drive tuvieran otras cosas que hacer que mirar por las ventanas. Le había costado encontrar un sitio apartado, y una vez hecho, le resultó difícil concentrarse lo suficiente. Pero lo importante era que había llegado a la primera parada de su largo viaje final.
Una cara llena de pecas rodeada de una preciosa melena de fuego le observaba aplastada en el cristal de la ventana. Al verle Aparecer, una enorme sonrisa se dibujó en sus labios y se apartó de la ventana.
- ¡Harry¡Mamá, Harry ha llegado ya!
Molly Weasley dio un respingo de sorpresa y se dirigió hacia la ventana desde donde su hija había estado mirando.
- ¡Cielo santo, es verdad!- dijo eufórica, e ignorando las precauciones que su marido no dejaba de recordarle día tras día, abrió la puerta de golpe y salió corriendo a recibir al chico, seguida por Ginny.
Harry no vio venir a la buena mujer que se acercaba corriendo, nada más notó que unos brazos le abrazaban con fuerza (el tipo de abrazos a los que Ron llamaba chistosamente "quebrantahuesos") y que alguien le llenaba la cara de besos.
- Buenos días, señora Weasley…- dijo Harry algo aturdido. No esperaba un recibimiento así.
- Buenos días, querido¡y feliz cumpleaños! Cuanto me alegro de que vuelvas a estar aquí… Venga, entremos enseguida. Yo llevo las maletas…
Y con un suave golpecito de su varita hizo flotar el equipaje de Harry delante de ella y se dirigió a la casa.
- Muchas… gracias…- dijo, pero Molly ya se encontraba bastante lejos de él. Harry se sintió libre por poco tiempo, porque finalmente Ginny le alcanzó y se lanzó a su cuello. Con lágrimas de alegría en los ojos le dijo lo mucho que lo había echado de menos. Y cogidos de la mano entraron también a la destartalada cocina.
Molly ya había subido el equipaje al cuarto de su hijo Ron y había despertado a todos. Ron bajaba las escaleras bostezando y frotándose los ojos con los puños, y casi se cae al pasar por su lado Hermione, al trote.
- ¡Harry¡Por fin llegaste¡Feliz cumpleaños!- y se lanzó también a su cuello. Ron se acercó, malhumorado.
- Déjale respirar, Hermione¿no ves que le estás agobiando?- Hermione le fulminó con la mirada e hizo caso omiso de sus palabras, pero Ron la apartó para saludar también a Harry.
- Feliz cumpleaños, Harry- dijo, y volvió a bostezar y se sentó para desayunar, dormitando con la cabeza apoyada en los brazos cruzados, encima de la mesa.
- Gracias- dijo Harry. Y dirigiéndose a Hermione- ¿ya os habéis peleado otra vez?
- Es que es idiota- respondió simplemente, y se sentó también para desayunar, tan lejos de Ron como le fue posible.
- Será posible…- suspiró contrariada Ginny, como si la escena de esta mañana fuera ya tan conocida para ella que hubiera llegado a hastiarle. A Harry se le escapó una sonrisa. "No tienen remedio", pensó. Y se sentó al lado de Ron.
Al poco rato Bill y Fleur también bajaban por las escaleras, cogidos de la mano, susurrándose vete a saber tú qué piropos y soltando risitas. Detrás de ellos, Fred y George les tomaban el pelo imitándoles y riéndose descaradamente. En cuanto vieron a Harry, al llegar a la cocina, ambos alzaron la mano idénticamente, a modo de saludo.
- Buenos días- dijeron al unísono- ¡Feliz cumpleaños, Harry!
- Gracias- contestó con una sonrisa. Cuando Bill y Fleur, finalmente, se dieron cuenta de que Harry ya había llegado, también le saludaron: Bill le dio unos golpecitos en el hombro ("golpecitos" que de poco le dislocan el hombro) y Fleur se le abrazó y le dio un sonoro beso en la mejilla.
- Felis cumpleaños, 'Aggy.
- Gracias- respondió Harry, sonrojado. La expresión risueña de hacía un momento de Ginny cambió, y se aproximó peligrosamente a la de Ron, que ya despierto miraba de reojo a Hermione, enfurruñado. Hermione se giró contrariada y empezó a hablar con Ginny.
- No la soporto, Harry- susurró Ron en cuanto Fleur se hubo sentado al lado de Bill, en la otra punta de la mesa, junto a los gemelos. Harry miró extrañado a Fleur, y luego a Ron.
- ¿Pero que te ha hecho la pobre Fleur?
- ¿Eh¡No! Fleur no, Harry… ¡Hermione!- Harry suspiró y apoyó el codo en la mesa y la cara en la mano, con expresión de aburrimiento.
- ¿Qué le pasa ahoooora?- Ron lanzó una mirada furtiva a Hermione, que en aquellos momentos estaba entablando una conversación de lo más divertida con los gemelos y Ginny.
- ¿La ves¡Ya lo está haciendo otra vez!- Harry miró a Hermione extrañado.
- ¿El qué¿Hablar?
- ¡No! Ya está flirteando otra vez… Se ha pasado, desde que llegó, todos los días flirteando con mis hermanos. Más bien con todo bicho viviente… Me tiene harto- Harry volvió a echar un vistazo a Hermione, por si la primera vez que la había mirado se había perdido algo.
- A mí no me parece que esté flirteando, Ron. Simplemente está hablando con los gemelos.
- Ya, claro.
Harry pensó en replicar y salir en defensa de Hermione. Pero al final decidió que mejor se callaba y no se entrometía. Ya se las apañarían. Así que intentó desviar el tema varias veces, aunque siempre acababan volviendo allí mismo. Al final, empezaron a hablar de Quidditch, y Ron pareció olvidarse finalmente de Hermione.
- ¡Oh¿Te has fijado en cómo le coge del brazo a Fred?- soltó Ron de repente, con un bollo en cada mano y el plato lleno de huevos revueltos y bacon. Harry levantó la vista de su plato de cereales.
- ¿Eh?
- ¡Hermione!
- Ron, déjame comer tranquilo, por favor. Si tanto te molesta, se lo dices, pero a mí déjame en paz, ya me estás rallando.
- Oh, vaya, usted perdone señor Potter. Yo creía que usted era mi amigo…
- Y soy tu amigo, Ron, pero Hermione también, y si el problema lo tienes con ella¡pues háblalo con ella, no conmigo!
- Es que ya lo he hecho, listo. ¿Por qué te crees que no nos hablamos? Se puso hecha una fiera- Ron se tragó los dos bollos casi enteros, uno después de otro, con aire de mal humor, y empezó a atacar los huevos revueltos de su plato. Harry intentó dejar el tema por zanjado y seguir comiendo, pero las miradas fulminantes, tanto de Ron como de Hermione, le quitaron el apetito.
- Vamos a ver, porque de delicado tienes lo que yo de astronauta…
- ¿De qué?
- Nada, déjalo. A ver¿cómo se lo dijiste exactamente?
- Sólo le dije que dejara de flirtear con mis hermanos.
- Bien¿y ella qué dijo?
- Que no flirteaba con ellos, que sólo mantenía conversaciones amenas y civilizadas, que al fin y al cabo era normal hablarles pues coexistía con ellos y que no esperara que sólo hablara conmigo en una casa llena de gente, puesto que conmigo siempre acababa peleándose.
- ¿Y bien?
- ¿Cómo que y bien¿Tú te crees que me puede decir eso? Le dije que no era tonto y que se notaba de lejos que flirteaba con ellos porque sabía que me molestaba, y ella me respondió que lo que se notaba de lejos era que yo era idiota- Harry sintió unas ganas terribles de reírse, pero pensó que no era el momento oportuno.
- ¿Tú te crees que soy tonta o sorda, no?- gritó Hermione, levantándose de repente, furiosa-. ¿No tienes suficiente de hacer el ridículo una vez que además tienes que hincharle a Harry la cabeza con tus tonterías¿No ves que él tiene cosas más importantes en las que pensar que en tus estúpidos celos?
- ¿Celos¿Yo¡Pero de qué celos hablas, niña¡A mí me da lo mismo con quién hables o dejes de hablar, pero no soporto que vayas pavoneándote por ahí como si fueras la reina del Mambo!
- ¿Pero qué narices estás diciendo¡No soy yo quien se pavonea, eres tú que no haces más que decir estupideces!- Hermione dejó su plato en la mesa y se dirigió a las escaleras-. ¡Yo creía que había logrado caerte bien, pero si tanto me odias no te preocupes, que me iré en seguida y no tendrás que aguantarme!- soltó, y subió corriendo las escaleras, llorando a moco tendido.
- ¡Eres idiota del culo!- gritó Ginny a Ron, y se fue detrás de Hermione. Los gemelos miraron mal a Ron y farfullaron no se qué de un mal de ojo, y la pareja de enamorados apartó unos segundos la vista el uno de la otra para mirar lo que estaba pasando.
Molly acudió de repente a la cocina, desde el jardín, donde estaba pateando a un gnomo que le robaba la comida.
- ¿Se puede saber qué es todo este escándalo?
- Nada- farfulló Ron de mala gana, pero dejó de comer y se levantó también de la mesa para subir las escaleras.
- Tu hijo pequeño…- dijo Fred.
- … que, con perdón…- añadió George.
- … es tonto del c…
- Ya lo he entendido- sentenció Molly.
Harry también se levantó y fue detrás de Ron.
Hermione estaba en el cuarto de Ginny, llorando. Desde el otro lado de la puerta cerrada, Harry y Ron podían oír perfectamente sus sollozos y los vanos esfuerzos de Ginny para consolarla.
- No le hagas caso- le decía Ginny-. Ron es un idiota acabado, pero no le caes mal, mujer…
- Ya estamos- farfulló Ron a Harry-. ¿Lo ves? Siempre hablando mal de mí a mis espaldas…
- Ron, es que te has pasado un huevo- dijo Harry, con un tono un poco duro. Ron enrojeció hasta las orejas.
- Ya, puede…
Cabizbajo, subió el tramo de escaleras que le faltaba para llegar a su cuarto, donde se encerró. Harry se quedó un rato de pie, delante de puerta, sin saber qué hacer. Hasta que decidió ir a hablar con Ron, puesto que Hermione ya tenía quién la consolara.
Cuando entró en el cuarto de Ron le vio sentado en el alféizar de la ventana, mirando al jardín, con Pigwidgeon revoloteando nervioso a su alrededor.
- Ron- el chico miró a Harry distraídamente.
- Desde aquí se oye cómo llora- sentenció.
- ¿Sigue llorando aún?
- Sí- Ron se levantó y fue a tumbarse a la cama, tapándose la cara con un brazo. Harry también se fue a la cama y se sentó a su lado. Se quedaron mucho rato en silencio, cada uno pensando en sus cosas. Harry no sabía cómo decirle a Ron que creía saber cuál era la raíz de todos sus problemas con Hermione, y Ron no sabía cómo decirle a Harry que no entendía por qué siempre acababa peleándose con Hermione, si lo único que quería era tener una buena relación con ella.
Al final fue Harry quién rompió el silencio.
- Ron¿por qué no hablas con ella, le pides perdón, y le dices la verdad?- Ron le miró extrañado, como si de repente se hubiera puesto a hablar en pársel.
- ¿La verdad sobre qué?
- Venga, Ron, por favor, como si no lo supieras. Que te crees que soy tonto- Ron seguía mirándole como a un bicho raro-. Dile lo que sientes por ella de una vez y acaba con esto.
- ¿Lo que siento por ella¿A qué te refieres?- Ron no era el rey de captar las indirectas, pero aquella pareció que empezaba a entenderla.
- Dile que te gusta y que por eso te pones celoso cuando habla con otros chicos. Cuéntale que empezaste a salir con Lavender como un pique porque ella salió con Krum, y que te molestaste porque creías que se habían besado y quisiste desquitarte.
- ¿Pero qué tonterías dices?- exclamó Ron alarmado, casi escandalizado, con la cara del mismo rojo intenso que el pelo. Ron negaba enérgicamente con la cabeza, pero Harry supo que había dado en el clavo.
- Digo lo que pienso.
- ¡Pues estás mal de la cabeza¿Cómo quieres que yo… de ella…¡Pero qué dices, Harry!- Harry lo miraba fijamente, con expresión escéptica, y Ron se puso más nervioso aún… al borde del colapso-. ¡No me mires así, Harry¿Cómo quieres que me guste esa… esa…. esa empollona sabelotodo, pesada, neurótica y absolutamente…?
- ¡Insoportable!- en un principio Ron asintió, pero al darse cuenta de que la voz que había hablado no era la de Harry, y que el propio Harry miraba atónito hacia la puerta, pasó del sonrojado al blanco papel.
- Herm… ¡Hermione!
Hermione estaba de pie frente a la puerta abierta de su cuarto, con el rostro casi morado de rabia, y cubierto de lágrimas. Sus ojos, pura llama, se clavaban en Ron como puñales que le atravesaron el corazón.
- Hermione…- dijo Ron en un tono más suave, como de disculpa, pero la chica le ignoró por completo.
- Es eso lo que realmente piensas de mí¿no? Creo que es la primera vez que eres tan sincero, Ron.
- Hermione…- aunque sabía que probablemente saldría malparado, Harry intentó ayudar a suavizar la situación; sin muchas esperanzas-. Hermione, escucha… ha sido culpa mía, Ron no piensa que tú…
- ¡No intentes defenderle, Harry! Sé muy bien lo que piensa de mí, y ¿sabes qué, Ron¡Me importa una… un pepino!- por un momento un sollozo le rompió la voz, pero se recuperó pronto, incluso antes de que Ron, atónito, pudiera mediar palabra-. ¡Y pensar que vine a tu cuarto para hacer las paces contigo…¡Qué estúpida soy!- dos inmensas lágrimas corrieron por sus mejillas al pronunciar las que ella pensaba que serían las últimas palabras que dijera a Ron-. Te odio, Ronald Weasley. ¡Te odio¡Y no quiero que me dirijas nunca, nunca más, la palabra¿Me has entendido?
Y dicho esto se giró y bajó corriendo las escaleras. Ron se quedó perplejo, como una estatua de mármol. Cuando reaccionó por fin, se lanzó hacia la puerta.
- ¡Hermione¡Hermione, espera!
Pero ya era tarde.
