Capítulo 1: El llanto
Ryan Wolfe se encontraba en el parking de la policía, con el bebé en brazos. Las pequeñas manitas jugaban con los botones del cuello de la camisa, mientras Ryan le susurraba tonterías para hacerlo reír. Un coche aparcó enfrente de ellos, y la madre, sonriente, bajó de él.
Pamela volvía a casa después del trabajo. Se detuvo en un semáforo en rojo y apoyó la cabeza en la palma de la mano. Estaba cansada, no por el trabajo, si no por su jefa. La pobre Bethany, con lo pequeña que era… y crecería sin el amor de sus padres. La madre era una mujer superficial y snob que sólo sabía preocuparse de su manicura y su ropero, de ir de compras con las amigas y aparecer guapa en las fiestas junto a su maridito. Pamela casi nunca veía al padre de Bethany, a veces hasta dudaba de que el señor Seaborn supiera de la existencia de su hija; nunca le había visto acercarse a la cuna. Para colmo la pobre niña no paraba de llorar, no de la forma en que lo hacen los bebes, si no todo el rato. Le partía el corazón verla así, pero había intentado hablar con la madre y ésta había soltado una carcajada diciendo que eso eran tonterías.
Un coche pitó, el semáforo llevaba un rato en verde y ella no se había percatado.
Al día siguiente, al llegar a la casa de los Seaborn, la niñera de noche le tendió a una llorosa Bethany, ya vestida y desayunada. Pamela se dirigió con la niña a la habitación de juego e intentó calmarla y animarla, pero el llanto no cesaba. Como todos los días, pero ya empezaba a preocuparla. En el hospital universitario había estado destinada un semestre entero a maternidad, y sabía que un llanto tan prolongado no podía ser nada bueno. Sin embargo, sabía que comentárselo a la madre sería inútil, no le daría la menor importancia. Tomó una decisión en ese momento, precipitadamente y sin pensarlo dos veces. Metió lo imprescindible en la bolsa de los pañales, cogió a la pequeña de la cuna y con la mantita le tapó la boca, para que nadie oyera los llantos. Salieron por la puerta de la cocina sin ser vistas, y cogieron un taxi hacia el Dade Memorial.
La sala de urgencias estaba abarrotada, y mientras esperaban su turno iba llegando cada vez más gente. Una camilla con una mujer sangrando y varios médicos alrededor pasó por delante suyo, hacia una de las camas. En la de al lado, un hombre pedía atención a una enfermera, pero nadie le escuchaba. Pamela mecía e intentaba calmar el llanto de Bethany, pero el barullo alrededor no ayudaba.
Un disparo. A Pamela se le heló la sangre, e instintivamente apretó a la pequeña Bethany contra su pecho, protegiéndola. Más disparos. Se agachó tras una camilla. No sabía quien disparaba, quién era disparado, sólo que tenía miedo, más por la niña que por sí misma. Y tan rápido como había empezado, el tiroteo acabó.
Lo sé, es un capítulo muy cortito, es más bien una introducción. ¡¡A partir del tercer capítulo se pone más interesante!!
