Mentas debajo de la almohada
Si el día empieza con una maldición…
Por vigésima cuarta vez maldijo la niebla que cubría la ciudad, tal vez, probablemente en otra ocasión, hubiera sonreído, al contemplar como la niebla engullía aquellos molestos rascacielos, o ante la falta del ruido de aquellos endiablados helicópteros y aviones, e incluso hubiese reído ante la cara maravillada de los niños que contemplaban toda la ciudad.
Claro que lo hubiese hecho, en cualquier otra ocasión, pero no en esta ocasión; no cuando la maldita niebla la obligaba a alentar el paso, ya que no podía ver más allá de su maldita nariz.
A la trigésimo sexta maldición, ya se encontraba en la avenida principal, la cual, como siempre, estaba congestionada; después de haberse encomendado a toda fuerza superior divina, se dispuso a cruzar.
Tres recordatorios hacia su madre, dos quemones de llanta y un cuello lastimado después, Neria se encontró en el lado opuesto enfrente de un gran edificio.
Retuvo cualquier gesto de desagrado, era un rascacielos con la ultima moda; las paredes del exterior cubiertas por aceros cromados y plantas colgantes.
Dirigió su mirada hacia el acero cromado para observar su reflejo.
Una joven de 17 años le devolvió la mirada, la piel morena contrastaba con lo azul y blanco de su uniforme, el cabello negro y ligeramente ondulado estaba recogido en un moño que permitía visualizar sus facciones; unos pómulos marcados, una boca gruesa; los ojos negros enmarcados por sus gruesas y largas pestañas y a pequeña nariz. Esa era Neria, la mucama del famoso hotel Belaware.
El Hotel Belaware es famoso por sus cómodas camas, almohadas de pluma de cisne, amplias habitaciones, grandes piscinas en el techo, salones deportivos interiores; cuenta también en su spa con los milenarios secretos de relajación, belleza y juventud de la cultura china/hispo americana. Famoso por la mucamas que sonreían coquetamente a los huéspedes, sus exclusivas bebidas, restaurantes e inodoros.
Y claro, famoso por ser uno de los más caros hoteles y tener la más estricta y amargada supervisora que haya existido. Bueno, lo último no era famoso, pero era algo que Neria sabía.
La supervisora Mcready (Capitán Creepy entre las mucamas) era una mujer de 30 años, con la mentalidad de una amargada de 60. No tolera la impuntualidad, goma de mascar, manchas de mugre en las esquinas de las puertas, Neria, niños, alguna muestra de felicidad no relacionada con el trabajo, música, Neria, zapatos sin lustrar, baños sin pastillas de olor y jabones blancos, y Neria.
Así que después de constatar que su uniforme estuviera impecable, se dirigió hacia la entrada de los empleados, abarrotes, hierbas, lodo e inodoros; en el lateral del edificio.
En completo silencio camino hacia el reloj para poder marcar su tarjeta de entrada, pero un toquecillo en el hombro la sobresalto.
-"Cuarta vez que llegas tarde en lo que va del mes."
Neria no tenía que ser adivina o tener ojos en la nuca para saber a quien pertenecía aquella irritante voz y desagradable perfume.
Colocando una sonrisa, por la cual el hotel Belaware era famoso, volteo para encontrarse con el tenso y amargado rostro de su supervisora.
-"No quiero excusas"- dijo, apenas vio que Neria se disponía a abrir la boca -"Estarás suspendida una semana, tal vez así valoraras la puntualidad."
Se retiro –sin antes darle una mirada de desden- con su caminar que rayaba en lo militar.
Neria suspiro y soltó la trigésima sexta maldición.
A pesar de sus esfuerzos en el hotel, el salario que recibía no alcanzaba para mantenerse y pagar sus gastos; la mayor de las veces lo solucionaba con algún trabajo extra, aun que siempre había ocasiones en las que se veía obligada a empeñar alguna posesión.
-La niña exclamo "Deseo que los goblins te lleven ahora mismo" y ante su…
-¡Katie, ya ven!
Neria sonrió ante la niña que se despedía alegremente; su segundo empleo, por hoy, era en una biblioteca pública. En la mayoría de las ocasiones ella leía los cuentos a los niños, algo que disfrutaba; aun que no sabía que le gustaba más, los niños o las historias que les leía.
Aún que adoraba los libros, detestaba tener que cerrar la biblioteca, por varias razones; quien cierra, tiene que recorrer toda la biblioteca para evitar dejar a alguien encerrado, es quien usualmente acaba de ordenar los libros y es quien se retira más tarde.
Eran las 11:00 p.m. cuando cerró la biblioteca.
Eran las 11:02 p.m. cuando escucho gritos y vio luces en el callejón a lado de esta.
Eran las 11:03 p.m. cuando vio a una mujer de cabello largo y negro atacar a un hombre blanco y con una nariz ganchuda, con un…palo.
Eran las 11:04 p.m. cuando observó como aquel hombre acababa expelido hacia la pared, golpeándose con un contenedor de basura, quedando así inconciente.
Eran las 11:04 p.m. cuando observo a la pálida mujer sacar una daga y dirigirse hacia aquel desgraciado.
A las 11:05 p.m., Neria soltó la trigésimo séptima maldición, mientras se metía corriendo al callejón.
¡Hola¿Qué tal?. Este fic, surgió de un elevado consumo de azúcar, espero que les haya gustado, no quiero sonar odiosa ni nada, pero colgare el segundo cap si veo reviews. Digo, no es agradable saber que estas desperdiciando web. Pero ante todo, gracias por leer. :)
Cualquier comentario, sugerencia, critica, maldición o amenaza, por favor enviarlo en un review :).
Gracias.
