Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo

Hola, gracias por entrar aquí n.n

Hacía muuuuucho tiempo que no escribía un ichiruki, otros proyectos y retos personales me mantuvieron bastante atareada. Pero eso no significa que haya dejado de militar XD

Hace poco escuché en alguna serie de televisión que uno debería escribir sobre aquello que conoce, y tal idea se imprimió tan hondo que últimamente no he hecho más que respetarla, lo cual es una forma de respetar también a la escritura misma y a los lectores. Por eso debo, en principio, confesarle al mundo que sí, soy muy buena analizando oraciones XD Simplemente lo tomé como excusa para que Ichigo y Rukia vuelvan a interactuar en mi imaginación de la forma que más me gusta. Espero que a ustedes les resulte entretenido.

Los que ya me han leído saben que soy bastante responsable, por lo que lo más seguro es que la historia finalice dentro de un tiempo prudencial. De hecho, ya decidí que serán diez capítulos, y tengo adelantados la mayoría. La demora que pueda ofrecerse durante la publicación tendrá que ver sobre todo con cuestiones de edición.

Gracias a todos por darme la oportunidad una vez más de compartir el cariño por el manga/animé, el fanfiction y por esta hermosa pareja.

Disculpen por los posibles fallos y gracias por leer :D


Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente.

Ludwig Wittgenstein.


Lección N°1: De las oraciones


Sus nuevas obligaciones en la Sociedad de Almas la retuvieron más tiempo de lo habitual, por lo que Rukia se reincorporó a la vida humana a los apurones y con descuido. Para peor, en la escuela era época de exámenes y no había alcanzado a estudiar lo suficiente.

Lisa y llanamente, se trató de una semana para el olvido. No hubo un solo examen que haya podido aprobar. Las notas que se destacaban obscenamente en la cima de sus garrapateadas hojas lo delataban cual categórica cuenta regresiva: cinco, cuatro, tres, dos… Era humillante.

Se dijo que podía soportarlo, al fin y al cabo era una shinigami de más de ciento cincuenta años de edad, ¡claro que podía! Pero Rukia, al igual que la mayoría de los estudiantes, se autoengañaba.

-Esto no se ve bien, one-san –comentó Kon, preocupado.

-Es sólo un ligero traspié, estoy segura de que lo superaré –murmuró ella.

-Necesitarás tomar clases de apoyo.

-¿Clases de apoyo? –La sentencia había sido pronunciada. La joven demoró algunos segundos en digerirlo, algunos más en aceptarlo y otros tantos en autoflagelarse. Luego, buscó asistencia moral en el cuello de su pequeño amigo-. ¿Tú podrías orientarme? –Rukia se aferró al león de peluche como el náufrago trastornado a la balsa salvadora, asfixiándolo sin querer-. Me ayudarás en esto, ¿verdad, Kon?

La pobre alma modificada casi no podía respirar. Sacudió torpemente sus patitas para zafarse, pero la desesperación de la shinigami parecía ser más pujante que sus intentos de sobrevivir. Por fortuna ella de pronto regresó a sus sentidos y lo soltó, sopesando sus alternativas sin atender al sofoco ajeno.

-Sólo tengo dos semanas antes de los exámenes recuperatorios –musitó. Entrecerró los ojos y se concentró, evaluando sus posibilidades-. Biología está cubierta, Isane me ayudará. En matemática podré contar con Renji, él no me fallará. –Kon, algo más repuesto, la miró con incredulidad, pero no dijo nada-. Ni-sama sabe de historia… Veamos quién más…

Rukia caminó de un lado a otro por la habitación hasta confeccionar una pulcra lista mental de profesores tutores o de "socorristas para estudiantes en apuros", como se burlaría Kon. Tenía mucho trabajo por delante, pues lo primero que debía hacer era reunirse con cada uno de ellos para persuadirlos. De todas formas confió en que ninguno se negaría.

Sólo una de las áreas había quedado sin cobertura. Acertadamente, Kon señaló que la peor nota relucía en la evaluación de gramática, que en ese período escolar estaba centrada en el estudio del maravilloso y nunca bien ponderado mundo de la sintaxis. Aquí Rukia titubeó.

-No sé quién podría darme clases de análisis sintáctico –reconoció, meditándolo.

Kon carraspeó con disimulo. Al advertir su repentina circunspección y su poco creíble desinterés, Rukia sospechó. Ese muñeco tenía un nombre en la mente, el nombre mesiánico. Se irguió frente al león hasta cubrirlo por completo con su sombra amenazante.

-Dilo, Kon.

El interpelado, temeroso, dio un paso atrás, y otro, y otro, sin bajar la guardia. Tragó saliva con dificultad pero se mantuvo estoico, inconmovible. Jamás mencionaría el nombre de esa persona, aunque se le fuera la vida en ello. Nunca entregaría a su adorada one-san, ¡nunca!

Rukia se le acercaba, lo encerraba poco a poco contra la pared. Su actitud parecía paciente, pero Kon sabía que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para sonsacarle la preciosa información. Sin embargo él no cedería, ¡él no era un simple osito de máquina expendedora débil y sin voluntad!

-Kon… -la voz de la shinigami tronó con advertencia aterradora.

El león retrocedió hasta el sólido límite de la pared. Trémulo de pavor, sus ojillos buscaron una abertura, pero ella era demasiado astuta y no le dejó brecha por donde escapar. Mortificado, ofendido, celoso hasta lo inimaginable, desvió la ceñuda vista para no claudicar.

-¡Jamás te lo diré!

Entonces su oponente fue implacable.

-Kon: siempre quise verte con la forma de esta cerdita de felpa.

Eso era injusto, sucio, Rukia esgrimía su espeluznante arma de peluche delante de él, en su cara, refregándole aquella bochornosa nariz sonrosada en el hocico. A Kon le temblaban las patitas.

-¡Jamás! –porfió, sudoroso e insobornable.

Rukia compuso una macabra sonrisa.

-Si así lo quieres…

Su mano se acercó lentamente hasta él cual garra al acecho. Cuando sus dedos se cerraron sin piedad sobre su frágil cuerpecito, Kon, humillado, vencido, dispuesto a cualquier cosa menos a que se lo trasplante a una corporeidad más vergonzosa que la que ya toleraba, terminó por escupir el nombre infame.

-¡Kurosaki Ichigo! –gritó.

El análisis sintáctico es una rama de la Lingüística que se dedica al estudio de las funciones de las palabras dentro de la oración. Así como los números constituyen la abstracción de la cantidad, la sintaxis constituye la abstracción del lenguaje.

Sin embargo, es bien sabido que para un estudiante del nivel secundario este tipo de referencias son insuficientes para describir el fenómeno. Para él, el análisis sintáctico es mucho más que el simple estudio de las palabras o de su combinación, mucho más que la mera interpretación de la ordenación sintagmática de nuestro lenguaje. El análisis sintáctico es toda una experiencia vital.

Un alumno inclinado cándidamente sobre su libreta escolar, donde asoma una lista de oraciones de diversos tipos y tamaños, es una escena fundacional: allí empieza el itinerario fatal de su futura desdicha educativa. Así, el adolescente que sufra esta inevitable calamidad se verá sometido a aciagos tormentos, librará terribles combates sanguinarios y soportará numerosos intercambios hostiles con el discernimiento sintáctico.

De este modo, lleno de encono, enfrentado hasta la muerte con unos nefastos conocimientos que constantemente pondrán a prueba su equilibrio emocional, tendrá que sobrellevar los sobresaltos típicos que provocan los resultados de los exámenes correspondientes. Para mantener a salvo la susceptibilidad de los lectores, nos ahorraremos los detalles al respecto.

Aquí inician las desventuras, los colapsos nerviosos, las indignas patadas a muebles inocentes y el afiebrado trazado de planes vergonzosos para la evasiva estrepitosa ante padres indolentes e incomprensivos profesores. Y luego tendrá que resistir también la risa maquiavélica de los dos o tres compañeros de clase que, por alguna extraña razón, entienden el tema, más las fulminantes calificaciones indicadoras de su desgracia.

Este es el incordio, el verdadero archirrequetecontra enemigo del estudiante secundario, su némesis. Bienaventurados los que, contra todas las leyes del sentido común juvenil, soportan su aprendizaje con estoica dignidad, porque de ellos será el Reino de la Gramática Oracional.

Aquella fría tarde, en una casa de la ciudad de Karakura…

-Ni lo pienses, enana.

-Ichigo…

-Maldita sea, ¡no lo haré!

-¡Entonces te congelaré el trasero!

-¡Inténtalo!

Un par de horas después, Ichigo entró en su habitación con una libreta en blanco y otra llena de ejercicios de sintaxis, echando chispas por los ojos. Maldito sea por comportarse tan debilucho con ella.

De todas formas muchas excusas para negarse no tenía, ya que por alguna misteriosa razón siempre fue muy bueno para el análisis de oraciones. Cada chico tenía su habilidad particular en el estudio, o su área favorita, y ésa era una de las suyas. Si le pedían ayuda, no le quedaba más remedio que otorgarla.

Mascullando maldiciones que Rukia fingió no escuchar, dejó los cuadernos sobre su escritorio y se sentó a su lado casi con bronca. Después tomó un lápiz y, ceñudo, comenzó a indagar.

-¿Sabes lo que es una oración?

Rukia sonrió con suficiencia.

-Claro que lo sé: es una unidad de sentido que comienza con mayúscula y termina con un punto –recitó de memoria.

A Ichigo le pareció que era una definición muy de manual, pero con eso bastaría.

-Bien. Debes saber además que las oraciones suelen clasificarse en dos grandes grupos: las bimembres y las unimembres.

-Algo de eso oí –admitió Rukia con severidad.

Esta vez, al improvisado tutor casi se le escapó la risa a causa de tal combinación de seriedad con una afirmación coloquial. Se obligó a recordar que estaba enojado por tener que destinar parte de sus tardes para impartirle clases de apoyo y se contuvo a tiempo.

Todos los shinigamis del Seireitei y alrededores sabían cuánto deseaba él cargar con una tarea como esa. Pero también sabían -y él lo había sufrido en carne propia- cuán persuasiva podía llegar a ser aquella testaruda muchachita. Por centésima vez en el día se preguntó por qué diablos había condescendido a ejercer ese rol, y por milésima vez, por qué siempre terminaba haciendo lo que ella quería.

Mientras explicaba, trazaba el mapa conceptual de lo que decía en una hoja de la libreta.

-Las oraciones bimembres –"OB", escribió- son aquellas que poseen un verbo conjugado. Por ejemplo: "Las rosas florecen en primavera" –y así lo escribió-. ¿Cuál es el verbo?

-Gran oración –ironizó su amiga.

-Limítate a contestar.

Entonces Rukia, sintiéndose en el ápice del conocimiento lexical, dictaminó a viva voz:

-"Florecen".

Ichigo la miró con una ceja levantada.

-No era para tanto –señaló.

-Sólo contestaba a la pregunta.

-Exageraste.

-Te dije lo que querías, ¿no?

-¿Por qué dramatizas la situación? –se quejó él.

-¡Porque me estás mirando con cara de idiota! –replicó ella sin recular.

El chico gruñó. ¡Malditos sean todos los estudiosos del análisis sintáctico! Haciendo acopio de paciencia, decidió ponerle punto final a la reyerta y retomó la explicación, aunque su equilibrio mental ya había sido alterado.

-Las oraciones unimembres –masculló mientras escribía "OU" debajo de "OB"-, se dividen a su vez en dos grupos –y sacó dos flechas-: las que no tienen verbo y las que tienen determinados verbos. Un ejemplo del primer grupo son los títulos. Dime uno.

Rukia lo pensó.

-"Las aventuras del increíble hombre-pulpo".

Ichigo alzó los ojos al cielo.

-¿Todavía lees esas historietas infantiles?

-Al menos es una oración más creativa que la de tus "rosas florecientes" –dijo, irritada-. ¿Y es o no es una oración unimembre?

-No puedo creerlo…

-¿Es o no es?

-Si llego a encontrar una sola de esas revistas…

-¿Es o no es?

-Sí, sí, ¡sí! ¡Es una maldita oración unimembre!

-¡Lo sabía! –celebró Rukia.

Ichigo se pasó la mano por la frente en un intento por dominarse. Lo único que le faltaba era tener que pasar por este tipo de experiencia. ¿Acaso no era la shinigami la que tenía que explicar cosas en esa relación? Siempre había sido ella la de los extraños dibujos aclaratorios sobre los estamentos espirituales y él su maldito aprendiz, ¿por qué tenía que cambiar la situación?

Le suplicó al cielo que le otorgase aunque sea un poco de paciencia. Pero para ese entonces esta virtud se cotizaba en bolsa y el chico no estaba seguro ni de poder adquirir más, ni de arreglárselas con la poca que le quedaba.

Suspirando, anotó un ejemplo de oración unimembre algo más serio que el sugerido. A Rukia no le importó demasiado, nada podría opacar el dulce sabor de la primera victoria sintáctica. Después la lección prosiguió.

-Las del segundo grupo, entonces, poseen el verbo "haber" conjugado, o llevan verbos referidos a fenómenos meteorológicos o climáticos, y por último están las que indican diversas franjas horarias del día. –Y luego de anotarlo, confiado, agregó-: Dime una oración con el verbo "haber".

Rukia volvió a concentrarse.

-"Esta mañana no había galletas en la alacena".

-Muy bien. Ahora dime un ejemp…

-No, de verdad, no había más.

Ichigo creyó que como broma era realmente mala. Pero cuando observó con más detenimiento el rostro de su amiga, comprendió que le hablaba en serio.

-Me importa un comino –declaró.

Rukia lo encaró con indignación.

-¿Un profesor debería hablar de esa manera? –reclamó.

-Si voy a ser tu profesor hablaré como se me dé la gana.

-Te diré un par de oraciones unimembres si te atreves –lo amenazó ella, que aunque le fuera mal en los exámenes era muy rápida para aprender las lecciones y para llevar la teoría a la práctica.

Ichigo no se amilanó.

-¡Pero si no sabes distinguir una oración compleja de una simple! –exclamó, indignado.

-Te diré una simple: ¡No molestes a tus alumnos con tus estupideces!

Ichigo la señaló con el dedo índice aparatosamente. Con sonrisa deformada por el supuesto triunfo, la acusó:

-¡Ja! ¡Esa no es una oración unimembre, enana!

Entonces Rukia, inspirada por vaya a saber qué clase de divinidad, comenzó una retahíla de ejemplos que ni el más afamado profesor de gramática oracional podría igualar. Esto último no por falta de preparación, claro, sino por una cuestión de respeto y ubicación.

-¡Inmaduro!

-¡Lunática! –Lógicamente, Ichigo no se quedaría atrás.

-¡Cabeza hueca!

-¡Enana endiablada!

-¡Estúpido sin cerebro!

-¡Otaku de los conejos!

-¡Bruto con katana!

Mientras contraatacaba, Ichigo tuvo que admitirlo: todos y cada uno de esos agraviantes enunciados correspondían al tipo de oraciones que le había estado enseñando. Brotaron de su boca sin filtro, sin decoro y sin remordimientos, pero también con corrección, adecuación y variedad. Que el diablo se lo lleve…

Unos minutos después, el absurdo duelo sintáctico finalizó con naturalidad. Durante unos momentos ninguno volvió a pronunciar palabra, pues cada cual rumiaba los resultados de la contienda. Era evidente que la victoria aún estaba por definirse.

Sin embargo, inesperadamente, Rukia depuso las armas. Miró su reloj, hizo un gesto de sorpresa y se dispuso a reunir sus materiales escolares con apresuramiento, como si nada hubiese pasado.

Ichigo la miró con perplejidad. Todavía tenía una oración unimembre atragantada y hubiese querido lanzársela cual as bajo la manga, pero era evidente que quedaría fuera de tiempo. Por dentro maldijo una vez más que la otra siempre lo dejara con la palabra en la boca.

-¿Y ahora qué? –preguntó.

-Clase de matemática –informó Rukia con tranquilidad.

Ichigo la miró con enfado.

-No hemos terminado.

-Renji me espera.

Por la mente del joven desfilaron una serie de escenas posibles donde el pobre de Renji terminaba vapuleado por atreverse a explicar el modo de resolver una inofensiva ecuación. Ichigo se estremeció. Sólo pudo sentir piedad por él.

Cuando Rukia terminó de juntar sus cosas, apenas le dirigió una adusta mirada antes de irse.

-Mañana a la misma hora –lo citó con voz cargada de advertencia-. Tengo otras clases de apoyo que tomar y cada una está perfectamente programada, no puedo perder tiempo.

Mientras ella cruzaba la puerta, Ichigo masticó la respuesta que se hubiese merecido por tal insinuación. ¿Era él el que perdía el tiempo? ¡Cuánto descaro!

-Oye, tú…

Rukia apenas se volteó, lo miró con aires de inocencia y se alzó de hombros.

-Deja que "las rosas florezcan en primavera", Ichigo –se burló lacónicamente. Y se marchó.

Ichigo se dio por vencido. Más que rosas, podía apostar que florecerían callos.

Sacudiéndose de encima esos sobresaltos, suspiró con alivio una vez que se vio solo y tranquilo en su habitación. Discutir con Rukia equivalía a montarse en la montaña rusa más desatinada del parque, por lo que ese repentino sosiego le pareció celestial.

Sin embargo, después de unos momentos de silencio, se sintió algo extraño, incómodo. El cuarto, su refugio más sagrado, de pronto le pareció grande y carente… ¿pero carente de qué?

Al diablo con eso, ¡al fin podría descansar! Ichigo se estiró para desentumecerse y para deshacerse de esas inquietantes sensaciones, y luego se arrojó cuan largo era sobre la cama, lleno de satisfacción. Era glorioso.

A los pocos segundos se le cruzó la imagen de Rukia amenazándolo de muerte si no le daba clases de análisis sintáctico. Molesto por ese incauto recuerdo, se removió y cambió de posición para poder relajarse. Después pensó en la libreta y en lo poco que había anotado, y que olvidó hacerle ejercitar. Gruñó y volvió a girarse.

Más tarde exhaló una larga bocanada de aire, irritado. ¿Acaso habían hecho algo con su colchón que se sentía tan incómodo? Entonces recordó que tampoco había alcanzado a darle ejemplos de los demás tipos de oraciones.

Maldita sea… Ichigo odió, realmente odió al destino por ponerlo en esa situación. Furibundo con Rukia, con los shinigamis que se habían cruzado en su vida, con la sintaxis, con los exámenes y consigo mismo, se levantó de la cama y se dirigió al escritorio.

Hasta que el sueño lo venció, se dedicó a completar la página escrita con los datos básicos que faltaban y redactó oraciones de diversos tipos para que Rukia pudiese practicar identificándolas. También anotó una consigna para que ella misma se diera a la "liberadora" tarea de descargar sus emociones por medio de la redacción de determinadas estructuras oracionales, tal y como hizo durante esa vergonzosa jornada.

No sabía si sentirse un tonto o sentirse satisfecho por ayudar a una amiga. Además, comenzó a sospechar del futuro de esas clases, de cómo se desenvolverían y de la conservación de su propia integridad. Con Rukia podía pasar cualquier cosa.

Y por cierto, ¿habría regresado ya de la Sociedad de Almas? ¿Se quedaría a pasar la noche allá o regresaría para la cena? ¿Se habrá llevado el abrigo? El invierno en Karakura podía llegar a ser muy rudo y desapacible.

¿Y Renji? ¿Habrá sobrevivido a su primera y forzosa misión de profesor, o habría sucumbido estrepitosamente? ¿Acaso el teniente entendía de matemática? ¿Desde cuándo?

Un rato después, cayó rendido en la cama. Ichigo intentó convencerse de que sólo le había dado tarea por rabia, para desquitarse, para hacerle el asunto más difícil y de ninguna manera por haber asumido la responsabilidad. Al fin y al cabo llenó tres páginas completas de oraciones de todos los tamaños y colores para clasificar. Si esa no era la revancha perfecta, ¿entones cuál sería?