Ella lo que carga es pasión
Capítulo I
"Una chica linda como tú"
Taichi suspiró por quinta vez en la noche dejando caer un recibo sin pagar en un montón de hojas que resultaban ser otros recibos sin pagar y se recargó en su acolchada silla reclinable frente al escritorio de su habitación, la cual daba una extraña impresión, pues de no ser por la cama pegada a la esquina del cuarto bajo la ventana aquel sitió parecería una oficina: las repisas estaban llenas de cajas de cartón que contenían montones de papeles, un calendario colgaba de la puerta con varias fechas señaladas, un pizarrón de madera al lado de la cama, en la pared a la que se pegaba la cabecera de la misma estaba saturado de post-its con recordatorios, direcciones, listas de precios y números telefónicos, y además el único mueble además de la cama en toda la habitación era el escritorio del chico sobre el cual había una taza de color blanco llena de bolígrafos y lápices, un par de libretas, un anticuado teléfono y el montón de recibos por pagar.
El chico se frotó las cienes tratando de relajarse, debía encontrar solución a sus problemas financieros o todo el trabajo de los últimos dos años habría sido para nada. Salió de su cuarto sabiendo que necesitaba con urgencia despejarse. Abrió la puerta de su cuarto cuidando no hacer mucho ruido y se deslizó por el pasillo hasta llegar a la amplia sala del departamento y de ahí se dirigió a la cocina. Reviso el refrigerador en busca de una cerveza pero no encontró ninguna, parecía más frustrado que antes hasta que recordó un detalle interesante y se dirigió a la alacena, de la cual sacó casi todo antes de dar con lo que buscaba: una botella de vino tinto a la mitad. Sintió una punzada al recordar la última vez que había visto esa botella pero no quiso darle muchas vueltas a eso.
Se acercó al gabinete donde guardaban las copas pero no había ninguna, y debajo de ese gabinete, en el fregadero había una pila bastante grande de trastes por lavar. Suspiró con cansancio y busco con la mirada algo más. Tomó una taza en las que solía servirse el café cada mañana antes de ir a trabajar y la llenó de vino. Bebió un buen trago mientras caminaba hasta la barra que dividía la cocina de la sala y se sentó en un banquillo alto contemplando el ventanal que daba a la parte de afuera del departamento, un modesto balcón desde el cual se podía ver buena parte de la ciudad de Odaiba, su ciudad natal, los tendederos estaban repletos de ropa, lo que le hizo saber que Hikari, su hermana, había hecho su parte de las labores domésticas, lo que a su pesar significaba que le tocaba hacer lo que menos disfrutaba de las mismas: lavar trastes. Suspiró mientras veía fijamente la taza entre sus manos, y luego las prendas tendidas siendo mecidas ligeramente por el viento.
-¿No puedes dormir? –escuchó una voz suave. El chico miró al frente y se topó con su hermana menor, cubriéndose del frio con una bata, con los pies descalzos y los ojos clavados en él. Tai sonrió con pesar.
-Trataba de hacer cuentas, ¿tu porque estas levantada? ¿No debes estar en el trabajo temprano?
-Es sábado Tai –le recordó la chica de unos veinticuatro años.
-Ah, cierto, no hay clases los sábados –comprendió. La chica trabajaba como cuidadora en una pequeña estancia infantil cerca del edificio donde vivían, la paga no era muy buena, pero la chica estaba más interesada en ganar experiencia laboral que luego le permitiera pelear un buen trabajo en alguna buena escuela. Desde adolecente su gran ilusión había sido ser maestra, y Taichi lo sabía.
La joven tomó asiento frente al castaño.
-¿Esto es por las cuentas? –preguntó. Entre los dos no había secretos, era la regla, y Tai en ningún momento le ocultó que desde que solo eran dos habitantes en el departamento las cosas eran más complicadas-, escucha, ya te dije que si el dinero es el problema puedo conseguir un trabajo después de la estancia, o conseguir algo con mejor sueldo, hablé con un par de amigas y pueden conseguirme trabajo en…
-No, Hikari, tú usas las tardes para estudiar, asistir a cursos, diplomados y cosas que te sirven para ser mejor en lo que te gusta, y no voy a quitarte eso.
-Pero…
-Pero nada -la calló el chico-, yo soy el mayor, yo soy quien debe procurarte a ti, ¿está bien? –la chica no parecía muy convencida pero no siguió debatiendo, sabía que era inútil tratándose de su testarudo y orgulloso hermano.
-Bien –dijo arrebatándole la taza con el vino y dando un sorbo ella-. La otra opción es que…ya sabes… -Tai miró a la chica extrañado hasta que comprendió el significado de sus palabras.
-No –dijo con firmeza.
-Es eso o perder la casa de nuestra infancia Tai.
-No, Hikari –el muchacho se levantó del banquillo-, ya sabes que no me agrada la idea de traer a un desconocido a vivir a aquí.
-Trajiste a Yui, estuvo viviendo aquí dos años –Tai hizo una mueca de molestia y Hikari se cubrió la boca, arrepintiéndose de haber pronunciado el nombre de la exnovia de su hermano. Sabía que el rompimiento de esa relación había sido lo mejor, todos lo decían, hasta el mismo chico castaño, pero eso no quitaba que al joven le generara dolor-, lo siento –dijo con timidez.
-Descuida, ya pasaron seis meses, ya es hora de que me haga a la idea –dijo mientras volvía a coger la botella de vino mirándola con tristeza, aquel vino era el que el muchacho compró para celebrar su cuarto aniversario con Yui, pero la chica le tenía una mejor sorpresa: lo terminó apenas acabaron de cenar en el departamento, se marchó llevándose consigo una maleta que quien sabe en qué momento preparo, y unos empleados de una agencia de mudanzas llegaron dos días después a cargar con el resto de las cosas, razón por la que no había más que un viejo sofá individual, un librero pequeño lleno de libros y una mesa con un viejo televisor sobre ella en la sala.
-Volviendo a lo importante –dijo la chica castaña para llamar la atención de su hermano-, se lo que sientes por este lugar, yo siento lo mismo, pero piensa las cosas un poco hermano; no podemos costear los gastos del departamento sin que afecte o mis planes a futuro, o tu proyecto y el de los chicos –Tai se sintió más tenso al recordar el proyecto que se supone, mejoraría la situación en que se encontraba financieramente en esos momentos, pero que por la misma cuestión de los gastos se había forzado a descuidar y hasta a afectar desde el día en que Yui se marchó-, lo que nos quedaría seria, o irnos de este departamento –el muchacho parecía a punto de protestar-, O, aprovechamos que hay tres habitaciones, y rentamos esa tercera –Tai pareció tensarse un poco más al pensar en esa posibilidad. La tercera habitación de la casa llevaba deshabitada casi diez años, y era así porque los hermanos así lo habían dispuesto, y ni cuando Yui vivía ahí la habitación se usó para nada.
Tai dirigió su mirada al pasillo que daba a la puerta de las tres habitaciones, aquella que estaba del lado derecho, justo al lado del baño, era el cuarto que en efecto, podía sacarlos de problemas.
-No me gusta la idea de meter a un desconocido al departamento –dijo con un tono muy similar al de un niño haciendo berrinche. Hikari sonrió por eso.
-No meteremos a cualquier persona, mira, podemos realizar entrevistas, y así descartamos a los locos y a los peculiares, estoy segura que encontraremos un inquilino con quien sea sencillo convivir –el castaño parecía seguir insatisfecho con la propuesta.
-No lo sé…
-Escucha –le dijo la chica llamando su atención-, hagamos el intento, lo peor que puede pasar es que no encontremos inquilino, y para entonces seguro que se nos ocurre algo más –Tai vio la mirada suplicante de su hermana y como siempre ese gesto le derretía el corazón terminó por acceder.
-De acuerdo -accedió sintiéndose derrotado-, solo espero que a quien encontremos para ocupar la habitación se alguien no muy conflictivo.
Miyako se encontraba revisando un par de fechas en su agenda cuando escuchó el timbre del departamento seguido de unos impacientes golpes en la puerta. La joven se levantó de su silla en el comedor algo extrañada, pues no esperaba visitas esa noche, y Sora tenía sus propias llaves del departamento. Sin embargo sus dudas se desvanecieron al abrir la puerta y ver frente a ella a una chica de ojos color miel, larga cabellera castaña que caía sobre una chaqueta de cuero negro abierta dejando ver la blusa color vino debajo, y que conjuntaba con una falda negra corta y zapatos de tacón.
-Mimi –dijo Miyako sorprendida al ver a aquella castaña frente a ella.
-¡Miyako! –exclamó con emoción la chica llamada Mimi antes de lanzarse sobre la otra chica de pelo morado y anteojos que la estrecho aun algo confundida. Mientras la tenía abrazada vio que detrás de la castaña había unas cuantas maletas.
-Mimi, tu…
-¡Tengo tantas cosas que platicarte! –La interrumpió la chica mientras tomaba un par de maletas -¿quieres ayudarme con esa? Gracias –dijo pasando al interior de la vivienda. Miyako se quedó boquiabierta, sin embargo suspiró resignándose y metió la última maleta de la chica antes de cerrar la puerta.
Mimi recorrió con la mirada el departamento entero y después se dirigió a la cocina, seguida por una no muy tranquila Miyako que esperaba alguna explicación de parte de la castaña que hasta el momento se había limitado únicamente a entrar en su hogar y ahora, saqueaba su refrigerador.
-Mimi… -trató de llamarla la chica.
-¡Wow! Esta es una buena marca, buen gusto amiga –dijo al tomar una cerveza del refrigerador y destapándola.
-Mimi, no me malentiendas, pero, ¿Qué haces aquí? –preguntó algo nerviosa la chica. Mimi bebió un buen sorbo de la cerveza y miró a su confundida amiga sonriendo.
-Disculpa, soy algo descuidada –dijo mientras volvían juntas al salón del hogar y se sentaban en el comedor-. Decidí que ya estaba cansada de Estados Unidos y quise volver a mi hogar, tú sabes, reencontrar mis raíces, así que empaque mis cosas y volví a Odaiba, recordando que mi buena amiga de la infancia Miyako me había dicho que si un día decidía volver podía vivir con ella –dijo con buen ánimo.
Miyako le devolvió la sonrisa algo incomoda mientras se adueñaba de la cerveza de la castaña dándole un gran trago. Su expresión no pasó desapercibida para Mimi cambio su sonrisa alegre por una expresión que denotaba su intriga.
-¿Pasa algo? –la chica de lentes volvió a dar un buen trago a la cerveza antes de que Mimi se la arrebatara para que comenzara a hablar de una vez.
-Bueno Mimi, veras… -trataba de decir con dificultad la chica-, hace un año que me mude de casa de mis padres te dije que podías venir a vivir conmigo, pero hace un mes yo…
-¡Buenas noches! –escucharon ambas chicas la voz de otra joven que acababa de ingresar al departamento. Mimi miró a una completa desconocida para ella, de pelo rojizo hasta los hombros, vestida con un traje ejecutivo de chaqueta y falda, sosteniendo un portafolios que igualmente la miró con curiosidad.
-Oh, no sabía que tenías compañía –le dijo a la chica de lentes que se levantó de su silla al igual que Mimi.
-Sora, te presento a una vieja y muy querida amiga, Mimi Tachikawa, Mimi, ella es Sora Takenouchi, la conocí en el trabajo y hace un mes que estamos juntas –Mimi y Sora se estrecharon las manos con formalidad después de la presentación por parte de Miyako.
-Ya veo –dijo la chica con una gran sonrisa. Luego miró a su amiga directamente-, no sabía que tu… -dijo pero se detuvo como considerando que no era correcto lo que estaba a punto de decir-, quiero decir, siempre pensé que tu interés estaba puesto en otro género.
Sora y Miyako fruncieron el ceño desconcertadas hasta que comprendieron lo que aquella afirmación quería decir y ambas enrojecieron bastante.
-No…no me refiero a eso Mimi –dijo Miyako algo nerviosa mientras Sora dejaba salir algunas carcajadas.
-Las dejare solas, tengo que preparar un par de cosas para la oficina –dijo la pelirroja mientras se retiraba-, te espero en la alcoba –dijo a Miyako con tono sugerente la chica, antes de entrar en su habitación haciendo que las dos chicas rieran con ganas.
Volvieron a tomar asiento y un silencio se formó entre ambas. La chica de cabello morado miró a su amiga que sostenía con ambas manos su cerveza y la miraba fijamente con una sonrisa algo triste en el rostro, supuso que ya había comprendido lo que intentaba decirle momentos antes, y eso la hizo sentir mal.
-Sora se mudó hace un mes, y ocupó la habitación libre –confirmó Miyako y la chica castaña asintió sin dejar de sonreír.
-Comprendo –le contestó con simpleza.
-De verdad lo siento Mimi –le dijo con sinceridad la chica de lentes. Mimi negó con la cabeza.
-No es tu culpa, yo siempre hago las cosas de manera impulsiva, debí llamarte antes de venir pero…tenia tantas ganas de irme lo más rápido posible de Nueva York que solo me di tiempo de empacar y comprar mi boleto de ida –la chica era consciente de que su amiga siempre había sido una mujer caprichosa e impulsiva, pero aquella acción aprecia demasiado incluso para ella. Solo largarse sin saber en qué condiciones llegaría a su destino no sonaba a la Mimi Tachikawa que conocía, eso más la mirada turbia que tenía le hizo pensar que algo le sucedía a la chica.
-Mimi –la llamó y espero a que la castaña levantara la vista para continuar hablando-, ¿Qué pasó? –le preguntó. La castaña resopló con fastidio.
-Michael…es un imbécil… -dijo algo enfadada. Miyako recordó al novio de su amiga, al cual había conocido un par de años atrás cuando visitó en Estados Unidos a la castaña, el chico no le había agradado en lo más mínimo pero limitó sus comentarios respetando la decisión de su amiga con respecto a aquel chico.
-¿Qué hizo el idiota? –Preguntó y vio como Mimi volvía a mostrar una mirada enfadada al recordar al muchacho-, no me digas que el muy infeliz te engaño –le dijo pero Mimi negó de inmediato.
-No…peor…me propuso matrimonio –dijo la chica dándole otro trago a la cerveza. Miyako la miró algo desconcertada sin decir nada.
-Ah… ¡que imbécil! ¿Cómo se atreve a querer pasar el resto de su vida contigo? –dijo en tono de burla y Mimi resopló nuevamente.
-Es que...déjame explicarte –dijo y se inclinó un poco como queriendo acercarse más a la chica-, hace dos meses me pidió matrimonio y yo acepte.
-¡¿Hace dos meses y apenas me entero?! –dijo la chica visiblemente molesta.
-¡Eso es a lo que me refiero! –Respondió la castaña-, siempre pensé que cuando me comprometiera seria la mujer más feliz sobre la faz de la tierra, y que querría compartir la noticia con todo mundo, pero no sentí emoción alguna ni cuando vi la sortija, desde ahí tuve un mal presentimiento así que casi no hablé de eso con nadie –Miyako comprendió, o al menos intentó comprender lo que la castaña sentía-, después fue peor, mientras planeábamos la boda me molestaba más y más.
-¿Michael no te dejaba tomar decisiones? –le preguntó la chica. Mimi negó con la cabeza.
-No, en realidad no me limitaba en nada, ¡pero por que no le interesaba elegir nada! –Dijo algo alterada-, todo el asunto de la boda parecía tenerlo sin cuidado, ¡Pero eso sí!, todo aspecto de mi vida quería controlarlo, me dijo que dejara de trabajar, accedí, luego me dijo que tenía que estar presente en todos sus compromisos sociales dado que ahora era su prometida y la prensa siempre está siguiéndolo por los negocios de su padre, pero el colmo fue cuando me dijo que me retirara del baile, que por que no se sentía a gusto de que su novia anduviera por ahí, "contoneándose como una zorra" –dijo imitando la voz grave del chico. Miyako parecía entre indignada y divertida.
-Que imbécil –dijo la chica y Mimi asintió enérgicamente.
-En ese momento me di cuenta de que no podía imaginar mi vida con alguien tan muerto por dentro como él, tan arrogante y que se fijara tanto en las apariencias, necesito libertad, así que termine con él, pero ahí iniciaron problemas nuevos, pues mis padres insistían en que cometía un error y que era mejor que rectificara, que casándome con él tendría la vida resuelta, y que no valía la pena tirar eso a la basura por mi "absurdo gusto por el baile" –Mimi volvió a suspirar para liberarse del coraje que le producía recordar aquellas discusiones-, en ese momento me di cuenta de que tampoco podía contar con ellos, así que pensé que ya nada había para mí en Estados Unidos, hice mis maletas y aquí estoy.
-Vaya aventura –dijo Miyako después de escuchar a la chica que aunque le pareciera raro, se veía más enérgica y alegre que cuando había comenzado a hablar.
-Si…aunque ahora no sé que hacer –dijo volviendo a mostrar un ánimo decaído-, contaba con que podría pasar una temporada aquí contigo, tengo algo de dinero, pero no durara mucho si tengo que pagar una renta completa –Miyako parecía triste por su amiga.
-Lo siento –dijo y la castaña le sonrió con resignación-. Escucha, puedo hablar con Sora, estoy segura de que no le incomodara que te quedes aquí.
-No, no es necesario –dijo la chica volviendo a enderezarse-, además tres personas y dos habitaciones seria incomodo, escucha, te agradecería si me dejaras quedarme un par de días, mientras encuentro algo, un trabajo y un departamento con renta barata, no será mucho tiempo, espero –dijo entre recobrando su buen ánimo y sopesando las nuevas preocupaciones a las que debía enfrentarse.
Miyako sonrió, sabía lo determinada que era su amiga, y sabía que eso sería su mejor arma para enfrentarse a una nueva vida.
Tras un rato más de charla y una ligera cena cortesía de la recién llegada, Miyako se retiró a dormir, dado que estaba bastante agotada. Le dejó a la castaña una manta y un par de almohadas para que durmiera en el sofá, el problema es que ella había dormido prácticamente todo el vuelo y eran las diez y media de la noche, comprendía que las dos chicas estuvieran exhaustas por sus trabajos y eso, pero ella no tenía ni pisca de sueño, por lo que después de dar vueltas en el sofá un buen rato se levantó de este, se volvió a vestir y salió del departamento cuidando no hacer ruido y asegurándose de cargar consigo la llave del departamento que Miyako le había concedido aunque su estadía fuera solo por unos cuantos días.
Salió a caminar sin tener muy en claro a donde dirigirse, conocía la ciudad por supuesto, había vivido ahí durante años y luego de haberse ido a Estados Unidos con sus padres, había ido a visitar a Miyako en varias oportunidades que aprovechaban también para salir a divertirse por la noche. Pero ese día domingo por la noche no se sentía con especial ánimo de festejos, y parecía que la ciudad tenía ese mismo ánimo. Finalmente llegó hasta la estación del metro y lo abordo para ir al centro, ahí paseó por calles algo concurridas escuchando fuertes melodías, viendo letreros luminosos, rostros serios y algunos con grandes sonrisas. Durante el tiempo que estuvo caminando se topó con dos o tres parejas felices que le hicieron sentir miserable, si bien ella misma había decidido terminar con su relación como se lo había relatado a su amiga, de todas formas le dolía el haber cortado con una pareja con la que vaya que si pensó que pasaría el resto de su vida.
Su mente divago un rato, y cuando regreso se encontraba frente a la entrada de un establecimiento que parecía menos concurrido que el resto. Abrió la puerta contenidos para asomarse encontrándose con una larga barra con varios banquillos y algunas personas conversando, y el resto del establecimiento lleno de mesas, de las cuales solo algunas estaban ocupadas. Pensó que para ser domingo y ser la hora que era (casi media noche) era ya bastante bueno para el negocio tener unos cuantos clientes, y además el ánimo más relajado y simple era lo que ella de verdad necesitaba en esos momentos. Así pues, decidió entrar, se dirigió hasta el extremo del fondo de la barra y tomó asiento, echando otro vistazo rápido a la gente del bar. Había varias parejas en las mesas, grupos de amigos, y en la barra personas que platicaban en voz baja como si lo que se contaban fuera el más valioso secreto del mundo y un par de ebrios que parecían haber tenido un muy mal día por como bebían.
Mimi miró con algo de desconfianza a uno en especial que estaba a dos asientos de distancia y se veía en un muy mal estado. Sostenía un pequeño vaso de vidrio y frente a él había una botella de coñac a la mitad. Mimi parecía algo temerosa, no acostumbraba ir a un bar sola, de hecho no recordaba en ese momento que alguna vez hubiera ido a un bar sin compañía de un varón o alguna amiga.
-Descuida, es inofensivo –escuchó una voz agradable decirle y volteó al frente para encontrarse con el bartender que secaba algunos vasos recién lavados. El muchacho miró al hombre en cuestión y dejando el vaso junto a otros limpios se inclinó hacia la chica-. Viene de vez en cuando, se compra una botella y se emborracha sin causar problemas –le explicó-, ¡Oye Takumi! –El hombre volteó a ver al muchacho-, vete a casa, tu botella está vacía –dijo mientras seguía con su labor de secar vasos. El hombre asintió, sacó de su bolsillo un par de billetes y los dejó sobre la barra antes de salir del bar. El muchacho tomó la botella y la guardó junto a otras que estaban detrás de él después de pasarle el trapo sobre su hombro para dejarla reluciente-. ¿Qué te sirvo?
-¿No te sientes mala por estafar a ese pobre hombre? –le preguntó la castaña algo indignada.
-A veces no le cobro la botella, llevo las cuentas de cuanto es lo que paga y cuanto lo que consume –le dijo el chico guiñándole un ojo, mientras recargaba sus manos sobre la barra frente a la chica esperando que ordenara. Mimi sonrió divertida.
-Un bloody mary por favor –dijo. El muchacho pareció sorprendido.
-No es muy común que lo pidan –le respondió.
-Si no sabes prepararlo te digo como –le contestó la chica pero el joven negó con la cabeza mientras se daba la vuelta.
-Jamás dije eso, solo que en el tiempo que llevo trabajando aquí creo que solo he preparado dos o tres, por lo regular los clientes de aquí vienen a emborracharse, no a disfrutar mientras lo hacen –decía mientras continuaba con la preparación del coctel, sirviendo Vodka y jugo de tomate en un vaso. La chica miró la maestría con que el chico preparaba el trago reconociendo que poseía habilidad-, aquí tienes, disfrútalo –dijo mientras se dirigía al otro extremo de la barra a atender a otros clientes.
Mimi dio un sorbo a la bebida disfrutando del sabor de la misma, y mirando al bartender que atendía al resto de los clientes en la barra. Estaba solo en ese puesto, pero no parecía presionado, no al menos por eso, pues la chica notó que además de llevar la cuenta de los clientes, de su bolsillo trasero extraía una libreta en la que parecía anotar cosas y hacer cuentas, se veía algo intranquilo, y a veces se perdía en sus pensamientos tanto que un par de clientes lo llamaron con insistencia para que los atendiera.
El trabajo del muchacho de tez morena se fue aligerando hasta que solo quedaba la castaña ojimiel y un cliente que parecía algo triste. Mientras el muchacho le dejaba las cervezas en frente, Mimi se percató de que el hombre intentaba iniciar una conversación con él, pero el muchacho se alejaba restándole importancia.
-No quiero llegar hoy a casa y ver a mi esposa sabiendo que se acuesta con mi hermano –decía el hombre arrastrando las palabras.
-Aja –contestó el chico alejándose de el para revisar las botellas sobre los estantes a su espalda.
Mimi lo vio acercándose a ella mientras seguía revisando el contenido de cada botella, cuando ya lo tenía en frente decidió hablarle.
-¿Qué no los cantineros acostumbran hablar con los clientes sobre los problemas de estos? –el muchacho.
-¿Mm? –emitió un sonido que le hizo entender a la chica que no le había puesto atención. Ella, lejos de molestarse sonrió divertida.
-Digo que estás haciendo un muy mal trabajo como cantinero –el muchacho pareció desconcertado por tal acusación. Mimi señaló al hombre sobre la barra que parecía estar charlando en voz baja con su cerveza-, no deberías acercarte y decirle algo como; ¿Qué pasa amigo? –dijo fingiendo la voz de un hombre.
-Lo haría, y ya lo he hecho en realidad, pero cada vez que viene es el mismo asunto, mi esposa me engaña con mi hermano, con mi mejor amigo, con el hombre que reparó la secadora –dijo fingiendo la voz de ebrio-, es un celoso empedernido y sospecho que solo viene a recibir algo de atención, no sé cómo su mujer lo aguanta.
-Pero ese es tu trabajo –dijo la chica bastante divertida con la plática-, atender al su sufrimiento de tus clientes y darles frases de ánimo y consuelo es ser un buen cantinero, no basta con saber hacer exquisitos bloody mary's, por cierto, sírveme otro –dijo con tono burlón apurando su vaso. El muchacho sonrió mientras comenzaba a preparar la bebida.
-Bueno, pues cuando decida cambiar de tema a algo que no me haya contado antes, atenderé su sufrimiento con frases de ánimo y consuelo –le dijo fingiendo enfado.
-¡Los estoy escuchando! –dijo desde el otro extremo el hombre solitario a lo que Mimi y el muchacho rieron con discreción.
El joven dejó la bebida frente a la chica que alzó su vaso a modo de brindis antes de dar el primer sorbo. El chico seguía sonriendo, sintiéndose relajado después de tanta tensión, y con ganas de continuar la plática con la chica.
-¿Y usted señorita? –Preguntó llamando la atención de la chica que bajó su vaso y lo miró interrogándolo-, ¿Cuál es el sufrimiento que la trae aquí? –pregunto recargando los codos sobre la barra.
-¿Qué? ¿No puedo venir a un bar solo a beber un trago y relajarme? –lo cuestionó burlona.
-¿Una chica linda como usted, que pide bloody mary's, en un bar como este, y además sin compañía? –La interrogó el muchacho-, si, supongo que es posible, extraño, pero posible –dijo dándose la vuelta recogiendo el vaso de la primer bebida de la chica y otros cuantos repartidos por la barra que luego llevo a una tarja para comenzar a lavarlos.
Mimi sonrió sin que el muchacho la viera, dando otro sorbo al trago.
-Acabo de romper con mi novio –le dijo. El chico la miro por encima del hombro sin dejar de lavar los vasos.
-Qué pena –dijo continuando con su labor.
-Ni tanto, la verdad es que era necesario, creo que lo triste en todo caso más bien era que tardara tanto en darme cuenta de que no era feliz con él.
El chico terminó su tarea y se dio la vuelta mientras se secaba las manos con el trapo. Se recargó en el mueble detrás de él mirando a la castaña.
-Supongo que sí, siempre es para bien terminar una relación que ya no va a ningún lado y con la que no te sientes cómodo, aunque duela al principio.
-¿Lo dices por experiencia? Suena a que tiene experiencia –dijo la chica y el muchacho bajo la mirada algo dolido. Mimi se reprendió mentalmente por haber dicho eso-, lo siento, no debí…no es mi asunto, perdona –el chico levantó la mirada con una sonrisa triste en el rostro.
-No, descuida, creo que es mejor hablarlo –dijo, como alentándose a sí mismo. Mimi no dijo ni preguntó nada pero se inclinó sobre la barra como para prestarle más atención al muchacho, y este lo notó-. Mi última relación terminó hace seis meses, justo el día de nuestro aniversario –confeso el muchacho sin mucho ánimo.
-Lo lamento, debió ser especial si aún te duele –le comentó la chica.
-Algo si, fue mi primer noviazgo…no lo sé, formal, e incluso llegue a sentir que duraría mucho tiempo, y luego así, de la nada todo se acabó.
-Pero como dices, siempre es para bien terminar una relación que ya no va a ningún lado –el muchacho sonrió ante el comentario cálido de la chica y está también le sonrió a él.
-Y dime –retomó la palabra el muchacho-, ¿Cuánto tiempo estuviste saliendo con tu ex?
-Cuatro años –dijo ella y el muchacho rio con su respuesta-, ¿Qué es tan gracioso? –lo interrogó.
-Es que es el tiempo que yo estuve con mi antigua novia –contesto aun entre risas. La castaña lo acompañó con su risa agradable a oídos del muchacho.
-Fue mucho tiempo, ¿sería muy indiscreto de mi parte preguntarte si había algún plan con respecto al matrimonio? –inquirió ella.
-No es muy indiscreto, y no, no había planes de matrimonio, pero vivimos juntos durante dos años.
-¡Vaya! Igualmente eso es bastante serio –aseguro la chica.
-¿Y tú, tenías planes de matrimonio? –Mimi casi escupe la bebida al escuchar al muchacho, y este lo notó por supuesto-, creo que eso es un sí, y tal vez deba dejar de preguntar –dijo el castaño mientras serbia un tercer trago que había empezado a preparar sin que la chica se percatara-, este lo invito yo, que lo disfrute señorita –dijo girándose mientras Mimi recuperaba el aliento.
-¡Espera! –lo detuvo la chica. El muchacho se giró para verla-. Tú ya me contaste sobre tu exnovia, y se supone que como cantinero solo debías escuchar, es justo entonces que yo te cuente sobre eso…claro, a menos que no estés interesado –el chico parecía estar meditándolo, al mismo tiempo que lanzaba una larga mirada a todo el bar. Convencido de que no era imprescindible su intervención volvió a recargarse en la barra frente a la chica.
-Soy todo oídos –dijo sonriéndole. Ella le devolvió la sonrisa.
-Primero que nada, me doy cuenta de que no me he presentado, mi nombre es Mimi Tachikawa, soy de esta ciudad, aunque estuve fuera por un largo tiempo.
-Encantado de conocerte Mimi, me llamo Taichi Yagami, también soy originario de esta ciudad, pero yo jamás he salido salvo por cortos periodos de tiempo –ambos se estrecharon las manos con formalidad, además de que el chico hizo una pequeña reverencia que le sacó otra risa a la chica.
-Salud –dijo alzando su copa y manteniéndola arriba como esperando a que el muchacho brindara. Él lo dudo por un momento, pero al ver que solo quedaban unos pocos clientes que estaban siendo atendidos por los meseros se giró, tomo un vaso y la botella de coñac que había guardado poco después de que llego la castaña, se sirvió un trago y brindo con la chica.
-Salud –dijo él.
-Muy bien, ahora, veras Taichi, después de cuatro años mi novio me propuso matrimonio, y fue hasta entonces que me di cuenta de que en realidad no quería pasar el resto de mi vida con él, terminé la relación y volví a aquí, a esta ciudad, para alejarme de lo que había sido mi vida los últimos años
-Parece algo extremo, ¿todo eso solo para alejarte de un exnovio? –comentó Taichi.
-No era solo por Michael, no sé explicarlo, creo que pensarme como una mujer casada me hizo darme cuenta de que los últimos años había dejado que mi vida cogiera el rumbo que los demás me decían, me deje arrastrar por la corriente y no me gustó a donde me llevó, así que decidí que era tiempo de que yo fuera la que dirigiera este viaje.
-Ya que lo pones así, creo que entiendo –dijo el chico dando otro trago discreto a su bebida.
-Ahora, ¿tu relación no funcionó por qué? ¿Querían cosas diferentes, estaban en momentos de su vida distintos? –Preguntó la chica con curiosidad-, ¿ella quería casarse y tú no? –Tai sonrió con desgano.
-Más bien creo que pudo ser al revés –Mimi abrió los ojos como platos.
-Así que, ¿el cantinero quería casarse? –dijo cruzando los brazos y mirándolo con una sonrisa divertida. Tai dejo salir una risa al ver a la joven.
-No exactamente… digamos que yo también me deje arrastrar por las circunstancias los últimos años, quizá desde que la conocí, a decir verdad no sé si realmente estuve enamorado de ella, pero era algo, ¿entiendes? Era tener a alguien, hablar con alguien, pero hasta ahí. Supongo que de haber pasado más tiempo, habría creído correcto el que nos casáramos, se lo habría propuesto y de haber aceptado estaríamos comprometidos, pero lo pienso y… creo que no…
-No te genera especial ilusión, ¿verdad? –le dijo la chica mirándolo con seriedad, como si supiera lo que él pensaba. Tai la miró y percibió en su mirada justo eso, una comprensión que iba más allá de las palabras.
-Creo que entonces lo correcto fue que terminara contigo –Tai asintió- ¿Cuándo fue la última vez Taichi? –le preguntó ella y él la miró interrogándola.
-¿Cuándo fue la última vez que sentiste esa especial ilusión con alguien? –el castaño sonrió, parecía algo apenado.
-No lo diré –dijo.
-¡Vamos cantinero! Eso no se vale, dilo.
-No, es vergonzoso.
-Por favor Taichi, apenas nos conocemos –dijo para tratar de animarlo. Taichi sonreía un poco ruborizado, y al voltear a ver los ojos suplicantes de la chica se rindió ante estos.
-Ok… fue…con –dijo resoplando-, una amiga, mi mejor amiga –explicó-, fue cuando éramos niños…adolecentes, pasábamos el tiempo juntos y comencé a sentir algo por ella cuando tenía como doce años, pero ella era una chica linda, de esas a las que nunca les faltan pretendientes, y nunca sentí que tenía una verdadera oportunidad. Comencé a salir con chicas a los quince, pero con ninguna llegue a sentir eso que con ella.
-¿Ni con tu ultima novia? –preguntó intrigada la castaña.
-No –respondió el castaño- ni con Yui –Mimi miró al muchacho enternecida, conmovida por tan linda historia de amor. Tai notó esa mirada con la que solían verlo aquellos que sabían sobre sus viejos sentimientos por Sora, su mejor amiga, y que por supuesto, lo fastidiaba bastante-. Pero eso ya hace muchos años, antes de conocer a Yui ya no sentía por mi amiga lo que alguna vez sentí, actualmente aun somos amigos y todo está tranquilo.
-¿Y alguna vez le dijiste lo que sentías? –Taichi negó con la cabeza.
-No es importante…ya no –dijo. Mimi lo miró con una sonrisa inconforme y negando con la cabeza-, ¿y qué me dices tú Mimi? ¿Jamás has sentido algo por alguien y te lo callaste? –La chica meditó un poco las cosas.
-Una vez, era el novio de una amiga, de hecho fue justo antes de irme de Odaiba, no me quedó de otra que quedarme callada, pero a diferencia de ti, cuando estaba lejos, y sabiendo que él y mi amiga ya habían terminado, lo contacte para decirle lo que sentía, sabiendo que no nos volveríamos a ver.
-¿Por qué hacerlo entonces? -la cuestiono el chico.
-Para no dejar ningún pendiente –le contesto ella. Él sonrió como dándole la razón.
Siguieron platicando de antiguas citas, fracasos amorosos y vergüenzas que tenían que ver con el corazón. Reían y bromeaban como dos amigos que se ponen al día después de un largo tiempo sin verse, y así pasaron las horas hasta que llegó el momento de cerrar, cuando la chica tenía ya cinco de aquellas bebidas en el cuerpo y se sentía algo mareada. Taichi se encargó de pedirle un Taxi de confianza, la ayudó a salir del establecimiento después de que la chica pagó su cuenta y le dejó al castaño una muy generosa propina.
Se encontraban ya a un lado del Taxi, Taichi aún tenía que regresar a terminar de limpiar para después cerrar y Mimi le estaba dando indicaciones al taxista para que la esperara.
-Bueno, fue un gusto el haberte conocido –le dijo el chico castaño.
-Lo mismo digo, cantinero Taichi Yagami –ambos sonrieron. Mimi se dio la vuelta y abordó el Taxi. Antes de que el vehículo se alejara Mimi le mando un beso desde el interior del vehículo al muchacho que sonrió por tal gesto viendo como el taxi se ponía en marcha.
Suspiro metiendo sus manos en los bolsillos, manteniendo su atención en el taxi hasta que le fue imposible seguir viéndolo.
-Idiota –escuchó que le decían y volteó a su lado para ver al ebrio que había estado quejándose de las supuestas infidelidades de su esposa, el hombre sostenía una botella de cerveza y miraba en la dirección que el taxi se había marchado, mientras se tambaleaba.
-¿Por qué lo dices? –dijo el muchacho.
-Debiste pedirle su número telefónico –dijo arrastrando las palabras. Taichi miró la cara enrojecida por el alcohol del hombre y se rio mientras volvía a entrar al bar.
-Anda, te pediré un taxi a ti también –le dijo indicándole que volviera a entrar, y el hombre lo siguió.
Por un instante Tai pensó que aquella idea no era tan descabellada, pero de inmediato descartó eso. Aquella joven era encantadora, hermosa e interesante, pero seguramente también una mujer difícil de complacer, y que no se fijaría en un simple cantinero. Además, por el momento tenía algo más importante que hacer, debía buscar un inquilino para el departamento, no una chica para él, aunque aquella castaña tuviera algo, algo difícil de describir.
Como hay muy pocas historias de Tai y Mimi, y dado que son mi pareja favorita de Digimon, decidí escribir esta historia, cuya idea surgió (curiosamente) mientras escuchaba reggae.
Aunque la pareja principal es Tai y Mimi, no pienso hacer un fic únicamente centrado en ellos, o centrado en su relación de pareja, cada uno tendrá su desarrollo individual, así como también planeo que haya historia que no tenga que ver con ellos, al menos no directamente. Otra cosa que sigo barajando como una posibilidad es incluir personajes ademas de los de adventure y 02, como los de Tamers que quien me conoce sabe que me encantan, e incluso de otras temporadas, digo, puede ser, o puede ser que no, no lo he decidido aun.
Una cosa más, de cierto modo este fic lo escribo también como un descanso de "Digimon: Dark Souls", otra de mis historias, la cual si es bastante pesada de ir escribiendo, por lo que puede que las actualizaciones de este fic tarden.
Ojalá que hayan disfrutado la lectura, nos veremos pronto, eso creo, y me gustaría leer sus comentarios, paz, amor y dulces para todos, pórtense mal y aquí seguiremos pues.
