Bueno, después de ver la versión de Tim Burton de Alicia en el País de las Maravillas no podía quedarme sin escribir un fic. La película me gustó bastante más que la versión de Walt Disney, empezando porque Alicia deja de ser una niña repelente y mimada y Burton la transforma en alguien atípico y soñador, que no deja de imaginar un mundo de maravillas (en vez de querer escapar de él ¬¬u). Por otro lado, se desarrolla una situación de empatía hacia los personajes, cosa que no ocurría ni en la peli de Disney ni en los libros de Carroll. Si bien el humor de este último es insuperable, el guión de Burton tiene varios puntos en el que se acerca bastante. Además, esta nueva versión de Alicia nos ofrece una visión más profunda de los «malos», que no son malos porque sí y punto. Los personajes están locos, pero es una locura tierna y admirable. Son esperpénticos, pero ¿quién no lo es? Me encantan.

Como puntos negativos tendría que irme al gato de Cheshire (básicamente fui a ver la peli por él e.e). No me gusta nada cómo han plasmado su personalidad burlona, su razonamiento lógico hasta extremos absurdos. Básicamente porque, excepto en dos escenas, no lo han plasmado en absoluto. A los gemelos Tweedle les falta vida, en la versión de Disney y en la de Carroll son más… no sabría describirlos XDD impertinentes (prácticamente no dejan hablar a Alicia XD). Aunque casi me gustan más así. Y bueno, la película en general me parece que se detiene poco en los detalles: sencillamente van pasando cosas y cosas, le falta algo que las demás películas de Tim Burton sí tienen. En ese sentido me decepcionó un poco. El final es demasiado precipitado (y en lo que respecta a la decisión de ella… hmmmm, me quedo bastante disconforme XD).

Los mejores puntazos: que la Reina Roja acoja en su corte a gente con deformidades XDDDD me encanta. Y que el Magnapresa encuentre el biencamino (sí, qué pasa, se me ha pegado el humor del Wonderland XDDD).

Bueno, ya acabo con esta crítica (me ha quedado un poco larga, pero no podía resistirme XD). Ningún personaje me pertenece, sólo la historia. AVISO: Spoilers de la película de Burton, de la de Disney y de los libros.

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El cuervo y el escritorio

—Ha sido vuestra culpa.

—¿¡Qué!? Ha sido tu culpa.

—No fui yo el que decidió jugárselo todo a una sola carta, Majestad. ¡Ya sabíais que Alicia…!

—¡No me nombres a Am!

—¡…que Alicia mataría al Galimatazo!

—¡¡Que no me nombres a Am!! ¡Que…Que le cooooooorten la cabeza!

La Reina Roja mira a su alrededor, frustrada. La oscuridad cae sobre el desierto como un velo oscuro. El viento sopla con suavidad creando suspiros extraños en la noche, arrastrando la arena como si una mano se estuviera deslizando por las dunas. A lo lejos se recorta el perfil irregular de un castillo en ruinas. Una media luna brilla en el cielo como una sonrisa torcida.

Al ver que están solos y que a su alrededor no hay un solo súbdito dispuesto a cumplir sus órdenes, la emprende a patadas contra la Sota de Corazones.

—¡Ay, ay! ¡AY! ¡Maldita sea, esto es insoportable! —dice él tratando de alejarse. Los grilletes no se lo permiten.

Una suave risa interrumpe la escena. Ante ellos aparece una sonrisa flotando en la oscuridad.

—¿Alguna vez habíais visto una sonrisa sin gato?

El gato de Cheshire se materializa entre espirales de humo. Sus rayas azuladas brillan en la oscuridad, les mira con ojos divertidos. Y sonríe.

Stayne resopla y se cruza de brazos, observándolo altivamente.

—No es tan impresionante. Nada comparado con cierta cabeza. ¡Qué exageración! —comenta con voz susurrante.

Chessur mueve la cola lentamente y piensa que, de todos modos, la Sota de Corazones siempre le ha parecido un personaje muy desgarbado.

La Reina mira dolida a Stayne antes de abalanzarse sobre él y empezar a golpearlo salvajemente. El gato se ríe con suavidad.

—¡Eres un cerdo! ¡Un cerdo! ¡¡Que le corten la cabeza!! ¡Un cerdo!

—¡Ay, basta! ¡Basta! ¡Que alguien la pare! —Las cicatrices se contraen bajo el parche.

—A mí me parece que es, literalmente, una sonrisa de oreja a oreja —interviene Chessur, risueño, tocándose con una pata la comisura de la boca (que le llega hasta la sien).

—¡Un maldito cerdo!

«Cada loco con su tema», piensa el gato. Se ríe. Aquí todos están locos.

—¡Ay, ay!

—¿Es mejor ser temida que amada? ¡Maldita sea! ¡Eso es porque tu corazón nunca fue mío! ¡Eres como uno de esos pelotas de mi corte! ¡Pero es verdad! ¿¡Quién los necesita!? ¿¡Quién te necesita!? ¡QUE LES COOOOORTEN LA CABEZA!

La Reina deja de pegar por un momento a la Sota, roja como un tomate, jadeando. Le mira airada. Lleva las botas y el bajo del vestido manchados de polvo, el pelo rojo despeinado. No está pasando por su mejor momento.

—En realidad creo que eso es una fábula —comenta Chess, girando hasta quedar panza arriba—. La fábula de la zorra y las uvas, ¿no es así?

—Espero que me estés comparando con las uvas —advierte la Reina con las cejas alzadas, amenazante.

El gato ronronea con fuerza y esboza una sonrisa risueña.

—Con la zorra, de hecho.

—¡JÁ! —exclama la Sota.

—¿QUÉ? ¡Que… Que… QUE LE…!

Ella intenta lanzarse sobre el gato, pero sus manos sólo aferran el humo. Chessur aparece muy cerca de ella, sobre su hombro. Sigue sonriente.

La Sota de Corazones se echa a reír. La Reina lo golpea con rabia.

—¡Tú te callas!

—¡Ay!

—La zorra quería conseguir las uvas, pero estaban demasiado alto. Así que las despreció diciendo que estaban verdes —dice el gato de Cheshire.

Ella mira sobre su hombro, pero el animal ha desaparecido. Aparece en frente de ellos, enroscando la cola en espiral. Mueve los bigotes y sonríe.

—¿Qué estás insinuando? —pregunta la Reina entrecerrando los ojos.

—No sé —responde el gato—, ¿qué estás interpretando tú?

—Tú… —La cara de ella enrojece por momentos. Parece que está a punto de explotar de rabia.

—Piensa que si lo que has interpretado te ofende, es porque a lo mejor es la verdad. La verdad suele ofender. Es curioso, ¿no?

—A ella le ofende todo —dice la Sota.

—¡¡¡Stayne!!!

—Supongo que eso también es curioso. Qué capacidad más extraordinaria para ofenderse. Nunca había visto nada igual —comenta Chess regocijándose.

—Bueno, es innato —contesta la Reina con satisfacción mal disimulada, repentinamente calmada.

—Yo lo que no había visto nunca es a un gato que sonriera así. Que sonriera, de hecho.

—Eso es porque es de Cheshire, ¡idiota! —le regaña ella.

—Por fin —suspira Chessur, viendo que su paciencia se ve recompensada. Se mira las uñas—. Por algún motivo, el hecho de que pueda desvanecerme en el aire, aparecer donde yo quiera y transformarme en lo que desee suele pasar desapercibido ante mi sonrisa. No es lógico, ¿no? ¿Vosotros habíais visto a un gato que hiciera todas esas cosas?

—A ninguna criatura, en realidad —admite Stayne.

—Pues fue lo primero que le sorprendió a Alicia cuando…

—¡Que no me nombréis a Am!

—¿A ti? Yo he nombrado a Alicia —dice el animal.

—¡No! ¡A Am!

—¿Am? ¿A quién? —replica el gato de Cheshire con una sonrisa.

—¡¡A Am!!

—¿Am? Su majestad no parece muy elocuente esta noche —comenta Chess burlonamente.

—¡Am de Ambridge! ¡Es una quién!

—¿Quién es quién? —El gato parece a punto de explotar de risa. La Sota se tapa la boca con las manos, intentando disimular una risa que suena como el silbido de una serpiente.

—¡Am!

Chessur se echa a reír entre ronroneos y da un par de vueltas en el aire.

—¡Maldito gato! ¡QUIERO SU CABEZA!

—A sus órdenes —dice el animal.

Flota hasta el suelo y arranca una extraña flor amarilla de entre unas cuantas con formas estrambóticas y colores chillones. Ni la Sota ni la Reina recuerdan que estuvieran ahí antes.

—Aquí tienes —dice el gato.

—No es una rosa roja —replica la Reina, mirándola indecisa—. Y aunque la pintara de rojo no sería una rosa.

—Aunque la pintaras de rojo no sería una rosa roja —puntualiza Chessur—. Pero no es nada de eso, es lo que me habéis pedido: una cabeza.

La Sota, que hasta hace unos momentos estaba intentando sacar la mano de las esposas, mira la flor, interesado.

—¿Cómo es posible?

—¿¡Intentas tomarme el pelo!? —se enfurece la Reina

—Bueno, lo he conseguido durante un buen rato —replica el gato.

—¿¡QUÉ!?

—No sé de qué te ofendes: tú estás intentando tomar mi cabeza —se queja ofreciéndole la flor.

—¡ESA NO ES TU CABEZA!

—Pues claro que sí: la he plantado esta mañana. ¿De quién va a ser si no?

—¡Quiero decir que eso NO es una cabeza!

—Es una cabeza de la familia de las Corpóreas —explica Chess—. Es por el pétalo superior, ¿veis? Parece un sombrero de copa. Así que alguien decidió que se llamaría cabeza. Particularmente, creo que habría sido más lógico llamarla sombrero. Al fin y al cabo lo que hay debajo de un sombrero no siempre es una cabeza.

—Eso no tiene sentido —murmura Stayne, confundido.

El gato piensa que parece una serpiente, porque es alargado y habla como en susurros. Se echa a reír.

—Pero ¿aquí hay algo que lo tenga? De todos modos sí que tiene sentido, demasiado. Lo que pasa es que los extremos se tocan, es por eso.

—¡Eres un lunático! —le espeta la Sota.

—Obviamente. Si no, no estaría aquí, y eso quiere decir que tú también lo eres. Es un razonamiento lógico sencillo, ¿no?

—¡JÁ! —exclama la Reina, triunfante. Parece no darse cuenta de que las premisas del gato implican que ella también está loca—. ¡Nunca me había divertido tanto! —«Ya somos dos», piensa el gato, sonriendo—. Si supiera cómo salir de aquí, te llevaría a mi corte para que te rieras de Stayne. Luego haría que os cortaran la cabeza a los dos.

—Salir de aquí es muy fácil.

La Reina mira al gato panza arriba sin saber si lo dice en serio o no.

—¿De verdad?

—Claro.

—¿Y eso? —pregunta Stayne, ansioso, frotándose las manos.

—Eso es un pie —dice Chessur mirando una flor rosada con un pétalo larguísimo en la parte inferior y cinco diminutos pétalos en la parte superior.

—¡No! Digo… ¿Cómo es posible?

—Porque es obvio —responde el gato encogiéndose de hombros.

—¡No me refiero a eso! ¿Cómo es posible salir de aquí?

—Andando lo suficiente. Entonces uno acaba por llegar a un sitio nuevo y en consecuencia sale del anterior.

—¡AAAAAAAAGH! ¡QUE LE COOOOOORTEN LA CABEZA! —chilla la Reina Roja perdiendo la paciencia. Se apresura en puntualizar—: ¡LA QUE TIENE SOBRE EL CUELLO!

Pero Chess se eleva por los aires y ya no la escucha. Puede dejar la diversión para más tarde. «O no», piensa sonriendo aún más pronunciadamente. Acaba de llegar un visitante al submundo.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo

No ha pasado tanto tiempo, ¿no? Un par de cumpleaños, a lo sumo. Incontables no cumpleaños, se lamenta Alicia.

El cielo es gris, una aurora triste que contagia al mar y a las lánguidas trazas de espuma que lo surcan. El barco está entrando en el puerto y, aunque piensa que no ha sido tanto tiempo, en el fondo le parece una eternidad. ¿Cómo estarán todos? ¿Cómo estará él?

Cuando prometió que volvería al Submundo se olvidaron de decirle si había otra manera de llegar que siendo guiada por McTwisp, y no sabe si él va a estar esperándola, señalando su reloj de bolsillo con mirada acusatoria porque otra vez, de nuevo, llega tarde.

Llegas tarde, traviesa.

Probablemente no sea buena idea pensar en eso. El País de las Maravillas es tan distinto a su propio mundo… Un lugar donde no se siente un bicho raro imaginándose a las mujeres con pantalones y a los hombres con faldas. Seguro que él se reiría. Le tiemblan las manos. Definitivamente no es buena idea pensar en eso.

Los negocios de su familia se sostienen, van viento en popa, como el Polar llegando al puerto. Lowell parece haber mantenido las manos quietas desde que ella lo amenazó en el cenador de los Ascot y Margaret está embarazada. Su madre es feliz.

Pero Alicia sigue sintiéndose atrapada en un mundo de medias y corsés que aplastan sus sueños. Piensa que ya es hora de volar. Quiere volver.

Criatura de otro mundo, quieres volver a ver las maravillas de un mundo que te hace enloquecer… ¿Lo he rimado?

Alicia se frota los ojos y parpadea confundida al escuchar esa voz tan conocida y lejana en su cabeza. Debe de ser el cansancio: al fin y al cabo, lleva casi toda la noche en vela.

Desciende la escalerilla hasta el puerto apretando fuertemente la maleta entre sus manos, mirando a su alrededor como si se encontrara en otro mundo. Casi no reconoce Londres.

Detiene un carruaje y le ordena al cochero dirigirse hacia la casa de su hermana que, después de todo, es la que se encuentra más cerca. A la vez, está lo suficientemente cerca del bosque para que Alicia se sienta segura y sueñe con que el conejo blanco viene a buscarla.

El viaje dura unas horas, y ella no puede dejar de moverse impaciente en su asiento. Le falta ya tan poco… Ya ha dejado todo aclarado con Lord Ascot para que su familia siga recibiendo parte de los beneficios de su empresa en caso de que a ella le pase algo. Ahora sólo le queda despedirse y encontrar el camino. Por Dios, está tan nerviosa.

El recibimiento es menos caluroso de lo que esperaba. Ha amanecido del todo, pero el día sigue siendo gris y triste, como si se respirara una especie de tragedia en el aire. Margaret sale a recibirla acompañada por su marido, al que Alicia mira fríamente. Su madre también se encuentra allí, y también el hermano, la cuñada y el sobrino de Lowell.

Es un último día para estar con los suyos, y Alicia deshace su maleta y desenvuelve regalos para su madre y su hermana, para el bebé e incluso para Lowell.

Helen Kingsley la detiene un momento en el pasillo, después de comer.

—Alicia, no tenías que haberlo hecho.

—¿Qué quieres decir?

—Ha sido una completa falta de educación sacar los regalos delante de la familia de Lowell, sobre todo cuando no habías traído nada para ellos —la regaña, mirándola reprobatoriamente—. Y sigues sin llevar medias ni corsé.

—No ha sido culpa mía, no sabía que ellos iban a estar aquí —replica Alicia ignorando las últimas palabras de su madre.

—Podrías habernos dado los regalos en otro momento —insiste.

—¿Qué te hace pensar que voy a quedarme tanto tiempo?

—¿Te marchas otra vez? ¿Adónde en esta ocasión, Alicia?

—Digamos que me he preocupado por dejar todos los cabos bien atados. Ahora voy a buscar mi propia felicidad.

Su madre la mira enarcando una ceja, como si pudiera ver a través de ella y llegar a todos sus motivos ocultos.

—¿Vas a casarte?

—¿Por qué no?

—Espero que esto no tenga nada que ver con conejos con chaleco y… gatos que desaparecen.

Alicia sonríe ampliamente y no dice que es todo eso y mucho más.

—Supongo que el sentimiento es como de otro mundo —responde, evasiva.

En ese momento, Margaret irrumpe en el pasillo desde el salón y camina hacia ellas.

—¿De qué habláis? —pregunta esbozando una sonrisa que desparece al ver el ceño fruncido de tu madre.

—Alicia está otra vez con sus excentricidades.

—Oh.

—Deberías haberte casado con Hamish.

Pero ella sabe que no es así. Con el hijo de Lord ascot se habría aburrido muchísimo.

—Y también tendría que llevar medias y corsé, siempre me lo dices, pero sería igual de aburrido y…

Agobiante.

Helen la mira negando con la cabeza y Alicia suspira. En realidad siempre ha sabido que no estaba hecha para este mundo.

—Escucha, Alicia —interviene Margaret, tratando de quitarle hierro al asunto. Aunque, con lo que tiene que decir no sabe si lo conseguirá—. ¿Por qué no le cuentas una de tus historias a mi sobrino? Está deseando oírlas.

—Quizás después de cenar. Ahora voy a echarme un rato.

La habitación que le ha preparado su hermana es, por definirlo en pocas palabras (y en palabras del País de las Maravillas), azulgada. Azul y recargada. Las paredes son de color celeste, la colcha de la cama, añil. La alfombra, azul desvaído. Hay un espejo con el marco azul marino junto al aseo, en frente de la puerta que da al pasillo. Y cada rincón del cuarto está lleno hasta el último milímetro de adornos, jarrones de flores, figuritas de porcelana, óleos, recuerdos de viajes, lámparas, candelabros, geodas, joyeros de madera, libros y una tetera.

Después de tenderse en la cama mira el último objeto y sueña que pronto estará celebrando su fiesta de no cumpleaños. Ojalá.

/…/

—¿Y entonces qué ocurrió?

La verdad es que para eso habría preferido quedarse durmiendo, pero lo hecho, hecho está.

—El gato de Cheshire desapareció en el aire.

—¿Por qué no fue él el paladín? Habría sido más fácil: si aparece y desaparece podría haber matado rápidamente al Galimatazo.

A pesar de que el misterioso felino puede hacer muchas cosas, Alicia no está muy segura de que pudiera sujetar la espada Vorpalina. Se encoge de hombros.

—¿Entonces tú mataste al monstruo? —insiste Orry, el sobrino de Margaret.

—Sí —En realidad, tiene ganas de volver a su habitación, por muy azulgada que sea—. Creo que me voy a dormir.

Orry asiente con el ceño fruncido, como si aún siguiera pensando, y Alice se levanta en silencio. Quizás pueda salir luego a buscar al conejo, aunque duda que por la noche pueda verlo bien.

Es posible que su familia ya haya decidido acostarse, no tiene ni idea. En cualquier caso, lo más probable es que tenga que esperar hasta mañana para marcharse.

Alicia abre la puerta, está a punto de entrar en su habitación cuando una sombra aparece tras ella.

—¿Sabes lo que creo? Que estás loca.

Tropieza del susto al oír la voz del sobrino de Margaret y se precipita trastabillando dentro de su cuarto, donde choca con la silla del escritorio y rueda hacia el espejo.

Lo último que oye es la risa de Orry, que huye corriendo por el pasillo.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo

Maldita sea.

Probablemente haya acabado en el aseo, pero está demasiado oscuro como para que pueda comprobarlo. De todos modos, ¿dónde va a estar si no?

Se frota las rodillas, golpeadas, siseando en voz baja.

—Y encima dice que estoy loca —murmura.

—Bueno, es que estás loca: te lo dije yo la primera vez que viniste aquí.

Alicia levanta la cabeza, entrecerrando los ojos, pero no es necesario: frente a ella las rayas, los ojos y la desmesurada sonrisa de Chessur brillan en la oscuridad.

—¡Chess! ¡Hola! Esto quiere decir que estoy… No, no tengo tiempo para esto.

—Por supuesto —asiente el gato—. Tarrant lo mató mientras esperaba a que vinieras aquí por segunda vez. ¿No te lo dijo? Debo decir que en esta ocasión has tardado menos en volver. Aunque supongo que sigue siendo tarde.

—¿Dónde están todos?

—¿Dónde se te ocurre? —pregunta él, girando en el aire, sonrientemente sorprendido—. Están durmiendo.

—Oh, claro —susurra Alicia, decepcionada.

—Creo que lo más conveniente sería que nos acercáramos a Marmoreal. No creo que a la Reina Blanca le importe tanto ser despertada cuando vea que su paladín ha vuelto.

—¿Por qué? ¿Hay problemas en el Submundo? ¿Es la Reina Roja de nuevo?

—No. De hecho vengo de verla. Está dando vueltas por el desierto con Stayne. Es tan divertida…

—¡Has estado burlándote de ella! —lo acusa Alicia, señalándolo con el dedo índice.

—¿Yo? —El gato la mira con ojos inocentes—. Por supuesto, ¿para qué otra cosa iba a querer verla?

Alicia finalmente sonríe.

—Supongo que no tienes remedio.

El gato cierra los ojos y ronronea.

—Supongo que no. Por cierto, toma.

Alicia recibe de sus zarpas una extraña flor amarilla con forma de sombrero de copa.

—Es… Se parece a él.

—Sí, él… Bueno, no ha llevado muy bien esta espera. Parece seguir convencido de que volverás, pero eso no lo hace más fácil —explica Chessur encogiéndose de hombros.

—Yo… Vaya, imagino que debe de pensar que he perdido toda mi muchedad. O que no lo recuerdo.

El gato se acerca a la cara de Alicia y sonríe.

—En realidad creo que demostraste mucha, muchísima muchedad marchándote. No todo el mundo podría haberlo hecho. Seguramente yo no habría podido. Escogiste el camino difícil: volver y enfrentar tus problemas en vez de huir de ellos.

—Bueno, pero aún así el Sombrerero…

—Si no hay más cabos sueltos, pertenecerás al País de las Maravillas para siempre. Tu corazón no pertenece al mundo de arriba, Alicia. Creí que ya lo sabías.

—Gracias, Chess.

—No hay de qué —replica el gato—. Será mejor que nos pongamos en camino.

Alicia sigue a Chessur en la oscuridad. Avanza despacio, tanteando el terreno. Le duelen las rodillas y sospecha que se las ha raspado al tropezar en su habitación.

—¿De verdad es buena idea ir a ver primero a la Reina Blanca? Es decir —se corrige al ver que él se gira para mirarla—, como dices que él lo está llevando tan mal… Quizás debería ser el primero en enterarse de que estoy aquí.

—Bueno, yo si fuera tú no me preocuparía. Él ya no tiene cabeza que perder…

—Respecto a eso… Creo que el Sombrerero está menos loco de lo que aparenta.

—No deberías subestimar la locura de Tarrant —contesta Chess sonriendo aún más pronunciadamente—. Ya te dije una vez que todos aquí estamos locos…

—Sí, lo sé. Mi padre decía que las mejores personas lo están.

—Un tipo positivo, tu padre.

—Sí —asiente Alicia—. Lo que yo quiero decir es que, por ejemplo, está menos loco que la Liebre de Marzo.

—Ya, supongo. Thackery es un tema aparte —Chessur se ríe suavemente.

—Tengo ganas de verlo.

El gato de Chesire la mira sonriente, sabe que no se refiere a la Liebre. Hay algunas cosas que no cambian, y aquí todos están locos.

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Bueno, he decidido cortar esto porque me estaba quedando una cosa monstruosamente larga XDD este capítulo iba dedicado al gato de Cheshire (por si no era muy obvio y tal XD) en el siguiente me dedicaré a nuestro Mad Hatter favorito *-*

Venga, dejad un review y levantad el pie derecho los que queráis llevar el sombrero de copa de Tarrant en la cabeza o la sonrisa de Chess en el hombro!!! (O el sombrero en el hombro y la sonrisa en la cabeza, como más os guste! XDD).

El que no deje review se marca una deliranza con la Liebre de Marzo (el que avisa no es traidor u.u)!

XDDD