Angel: Dawn of the Dead

(Escrito por Federico H. Bravo)

El mundo ha entrado en el caos. Los muertos abandonaron la paz de sus sepulturas para perseguir a los vivos y alimentarse de su carne. La civilización como la conocemos cae al borde del colapso; en ese ambiente tan hostil, ¿podrían Ángel y sus amigos sobrevivir? ¿Cómo seria sus vidas en un mundo donde las reglas de la vida y la muerte se han desplomado? Esta es la historia sobre ese hecho… una historia de luchas y tragedias humanas, pero por sobre todas las cosas, una historia de supervivencia…


1

Rescate en Los Ángeles

Los Ángeles. California.

Un par de meses después de que los muertos se alzaran de sus tumbas.

La mujer corría por la calle aterrorizada. El hambre la había impulsado a salir del escondite precario que ocupara en estos meses en los que el mundo se sumergió en el caos y había tenido la mala suerte que su excursión por la desolada ciudad californiana atrajera la inmediata atención de aquellas cosas, las que por casualidad, la encontraron entre las ruinas de un supermercado, buscando alimento.

Mientras corría por su vida, recordaba el aullido animal que aquellos espectros pegaron al verla y en como se habían abalanzado sobre ella, sin dudarlo, ansiando su carne.

Con asco y horror, escapó de sus garras, pero no era tonta. Sabía que aquellos monstruos venían tras ella y que si no corría todo lo que podía, las criaturas le darían caza.

-Dios… Dios – decía, mientras doblaba en una esquina y entonces se daba de bruces contra un callejón sin salida. Gritó e intentó retroceder, pero los monstruos que tanto temía, la alcanzaron…

Eran cuatro. Todos con sendas marcas de descomposición en sus cuerpos, vistiendo ropas raídas y oliendo a putrefacción y a muerte. A uno de ellos, incluso, le faltaba un brazo y el hueso salía limpiamente del muñón del hombro.

La mujer, al borde del espanto, pegó su espalda contra el frío ladrillo del paredón trasero del callejón y esperó su inevitable y tremendo final. Los cuatro zombis, cuyos ojos eran blancos como la nieve, se dispusieron a atacarla pero cuando el primero de ellos se lanzó hacia delante, una flecha cruzó veloz el aire y se incrustó en su cabeza.

La criatura se desplomó liquidada. La mujer miró en dirección de donde la flecha había venido, sin entender nada. Cerca, en una ventana abierta de un edificio vecino, una figura se movió velozmente echándose de un salto hacia el callejón. Aterrizó delante de ella, interponiéndose entre sus atacantes y levantando una filosa espada…

-¿Qué…? – dijo la mujer.

-Quédese detrás de mí – le pidió Ángel, serio. No le quitaba los ojos de encima a los zombis – No se aleje por nada del mundo.

Solo quedaban tres muertos vivientes. La figura erguida del vampiro, intimidante y soberbia, no causo ninguna reacción en ellos salvo furia. Sin temor ni medir las consecuencias, los zombis se lanzaron a la carrera contra él, chascando los dientes, expectantes por probar su carne.

Ángel esquivó a uno de ellos ágilmente y haciendo girar la espada, la incrustó en la parte trasera de su cabeza. Luego, se volvió hacia los dos que quedaban e hizo desfilar la filosa hoja del arma contra sus cuerpos, cercenándolos en mitad de la cintura.

Desprovistos de extremidades inferiores, los monstruos se desplomaron en el piso. Gruñían y refunfuñaban, frustrados.

Ángel se dedicó un minuto a mirar sus patéticos esfuerzos por ponerse de pie y continuar sus ataques y sin mediar ni una sola palabra, hizo descender la espada un vez mas. En esta ocasión, sobre sus cabezas.

Ambas rodaron, cortadas de cuajo, hacia un rincón.

Ángel suspiró. Se volvió hacia la mujer, preocupado.

-¿Está bien? – le preguntó. De tan sorprendida que estaba, ella no atinó a decir nada. Solo miraba a su salvador con mudo agradecimiento - ¿Está sola? ¿Cómo se llama?

-Kate… Kate Frost.

-Kate. ¿Estas sola? – Ángel se le acercó. Le colocó una mano en el hombro para tranquilizarla. Temblaba bajo la amistosa presión de sus dedos como una hoja - ¿No hay nadie mas contigo?

-Yo… Yo... – Kate se llevó una mano a la boca y lloró. Meneó la cabeza y buscó los ojos del vampiro - ¡Por Dios! ¡Gracias, gracias! – dijo, atropelladamente.

Ángel esbozó una tímida sonrisa. La presión de su mano en el hombro de ella le confirió a la mujer un contacto calido, como un bálsamo en mitad de ese océano de muerte en que el mundo se había convertido.

-No podemos permanecer aquí – dijo Ángel, luego de un momento. Su rostro volvía a ser serio – Hay que marcharse. Estamos muy expuestos a…

Un grito desgarrador interrumpió sus palabras. Se volvió, justo para ver aparecer por una esquina una legión de espectros salvajes, que corrían en masa hacia ellos.

Kate se pegó a su espalda, aterrorizada. Ángel maldijo en voz alta y levantó su arma, calculando las posibilidades de salir con vida de aquello.

…Eran prácticamente nulas…

El ejército de muertos hambrientos ya estaba encima de ellos cuando se produjo un estruendo ensordecedor por la calle. Unas luces se encendieron y un camión militar blindado se abrió paso hacia el callejón. Frenó, chirriando sus ruedas contra el asfalto y su puerta trasera se abrió.

Un numeroso grupo de hombres vestidos de soldados bajaron, portando armas de fuego entre sus manos. No dudaron ni un instante en usarlas contra los zombis, haciendo llover sobre ellos una calculada lluvia de balas.

Los muertos se sacudieron, las cabezas reventadas como frutas podridas, y en un par de segundos tan solo quedó de ellos un tendal de brazos y piernas enroscados, bañados en sangre.

Ángel apretó los puños, enojado. Durante la balacera había protegido a la mujer con su cuerpo preternatural, plantado ante la masacre como una estatua de mármol. Al terminar el ataque, los soldados bajaron las armas y uno de ellos se adelantó, pasando por encima de los zombis abatidos con manifiesta indiferencia.

-Todo despejado, señor – dijo, cuadrándose de hombros.

-¿En que diablos pensabas, Parker? – le espetó Ángel, encarándose con él - ¿Es que no viste que hay una persona inocente en tu línea de fuego? ¡Esas balas casi nos dan!

Parker enarcó una ceja. Miró de soslayo a Kate. La mujer temblaba a espaldas del vampiro.

-Perdone, señor, pero creo justo decir (y hablo por todos mis chicos y por mí) que les salvamos el culo de una muerte segura.

Los soldados rieron, burlones. Su líder esbozó una semi-sonrisa picara. Se había anotado un tanto particular al hacerle aquel comentario al "Gran Hombre", como lo llamaban socarronamente sus tropas cuando hablaban de Ángel.

Como toda respuesta, el vampiro le dio la espalda, volviéndose hacia Kate.

-¿Estas bien? – le preguntó, por segunda vez aquella noche.

-Si… si – respondió ella.

-Oigan, yo he visto a esa mujer antes – saltó uno de los soldados - ¿No es esa actriz porno?

-¡Si, si! ¡Kate Frost! ¡La recuerdo! – dijo otro. Todos rieron, irónicos, como si compartieran un chiste secreto.

Kate se sonrojó. Se retrotrajo en si misma, todavía temblando. Ángel se sacó la gabardina negra que llevaba puesta y se la colocó, a modo de abrigo, sobre su menudo cuerpo.

-Tranquila – le susurró al oído – Nadie te hará nada. Estas a salvo.

Su mirada transmitía seguridad y paz. Kate la aceptó sin más, pegándose a él. Los soldados en tanto, seguían riéndose, comentando en voz baja barbaridades sobre ella.

-¡A ver, señores, abran paso! ¡Abran paso! – pidió una voz chillona.

Un hombrecito vestido de traje de oficina, portando un maletín, se abrió camino entre los soldados. Se acercó a Ángel y a Kate…

-Señorita Frost, mi nombre es John Novak – se presentó, estirando una mano hacia ella. Ángel lo miró fríamente mientras la actriz se la estrechaba, tan sorprendida con aquel gesto cotidiano que no pensaba volver a ver, en un mundo que lo había perdido – Represento a la Firma de abogados de Wolfram & Hart, la cual tiene la gracia de salvar su vida. Ahora, como primer requisito para formar parte del selecto grupo de sobrevivientes al cual pertenecemos, necesito que coloque su firma aquí – dijo, sacando de su maletín un contrato – Es, meramente, una formalidad legal. Solo indicamos que, mediante este acuerdo, usted entrega a cambio de alojamiento y comida en nuestras instalaciones, su alma inmortal – Novak sacó una lapicera – Firme aquí, por favor.

-¡Es suficiente! – intervino Ángel, increpando a Novak - ¡Es el colmo! ¿Pretenden poner por contrato una vida rescatada? ¡Me dan asco!

-¡Yo no inventé las reglas, señor Ángel – retrucó el abogado, ofuscado – y el hecho de que los Socios Mayores le hicieran Director Principal de la rama de la Firma en Los Ángeles, no le da derecho pleno de interrumpir procesos legales cuando le venga la gana. ¡Wolfram & Hart existía antes de que usted llegara!

Rugidos roncos se dejaron oír en la distancia. Los soldados levantaron sus armas, expectantes. Los zombis se acercaban…

-¡No tenemos tiempo para estas tonterías, Novak! – Ángel extendió una mano sobre Kate, protector. Comenzaron a caminar hacia el camión militar – Parker, alista a tus hombres. ¡Nos marchamos!

Novak protestó, pero cuando los muertos rugieron mas cerca, se lo pensó mejor y guardándose su contrato, corrió detrás de ellos a toda prisa.

-¡Esto es irregular! – decía - ¡La señorita Eve tendrá que saberlo!

-Puedes decírselo cuando lleguemos – Ángel entró en el vehículo, seguido por Kate - ¡Vamonos!