Siempre fui una chica muy tímida. Esa que siempre que la profesora le pedía hablar, enrrojecía hasta las orejas, e intentaba responder entre tartamudeos y frases mezcladas. Porque me ponía nerviosa, mucho, exagerademante. No me gustaba ser así, quería cambiar, ser distinta, ser otra… ser alguien que no sea yo.
Me odiaba.
Me consideraba bonita, porque también me lo decían, y a veces intentaba construir un autoestima con esa base. Y eso no se puede, es superficial, y me hacía sentir vacía. Al final, terminaba haciendome daño.
Además, tenía otro problema: no podía relacionarme con chicos.
Puedo pretender hacerme la desentedida, pero sé exactamente la razón.
Tenía miedo.
Tengo miedo. No quiero terminar con alguien como mi padre, no quiero ser una mujer estúpida como lo es mi madre. Quizás estoy siendo injusta, porque ahora él intenta darnos todo, quizás compensarse por errores de pasado. Pero en el fondo no cambió, yo lo sé. Machista, soberbio, cruel. A veces siento lástima por él, porque sé que mendiga por un poco de mi cariño, y yo hago un pequeño esfuerzo por "dárselo", por lástima. Pero aunque mis sentimientos hacia él sean entre el odio y el querer obligado, para mi sigue siendo la peor persona. Él tiene todos los defectos del mundo.
Y cada vez que sale a flote uno solo, yo repito esa frase en mi mente.
Yo los llegué a odiar a los dos. Para mi ellos tenían la culpa de todo.
Mi madre, por dejarse pisotear por alguien como él, porque ella lo permitía. ¿Porqué nunca lo dejó? ¿porqué no lo hace?
Por sus hijos, decía.
Pero mamá, no nos estás dando nada así. Vos te merecés algo mejor que eso, la soledad es mejor que eso.
No me mientas mamá, no lo hagas. Podrás mentirte a ti misma, pero a mi no. Lo que pasa es que vos también tenés miedo. Miedo de quedarte sola. Yo te amo… mamá.
Lo peor, es que me siento culpable por pensar así de él. Me siento culpable por desear su separación. Me siento culpable por no tener los ovarios para defenderte.
La semana pasada escuché como discutían, él te reclamaba por unos recibos de pago de algún electrodoméstico que se le ocurrió comprar. Había estado esa tarde deshaciendo los muebles para encontrar la carpeta dónde las guardas. Luego, a la noche, cuando estabas mirando tele de lo más tranquila, aparece por la puerta a gritarte.
- ¿¡a ver, dónde están todos los recibos de la computadora!
- Ahí en la carpeta, Hiashi.
- ¡YA SÉ! ¡ESTÁN TODOS DESORDENADOS!
- Pero están todos ahí.
Te pegó una cachetada. Por eso. Solo por eso.
Mi sangre hirvió. Y mis ojos se cristalizaron.
¿Un cuchillo se hundirá hasta el fondo en esa barriga llena de grasa? Espero que no salga mucha sangre, no quiero mancharme las manos.
