Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenece. Si así fuera, Alice y yo estaríamos en su Porsche camino a Disneylandia

Prefacio

―¡Ya llegué! ―escuché que decía Alice, entrando por la puerta de nuestro apartamento. Aún con los ojos cerrados podía escuchar como ella se chocaba con sus millones de bolsas al caminar―. ¿A que no saben lo que les traje? ―nos gritó a Rose y a mí con un cantito, desde la misma habitación.

―¿Qué, Alice? ―respondí monótonamente, teniendo una idea de que era lo que se avecinaba.

―¡Algo súper genial! ―dijo mientras se sentaba en nuestra alfombra, y nosotras nos uníamos a ella. Perfecto. Vestidos.

―¡Por favor Alice, no más ropa! ―le grité entrando en pánico.

―Ay, Bella, no es ropa. Aunque ahora que lo dices…

―No. Claro que no. No más compras. Te estás volviendo adicta.

―¡Oye! ¡Yo no tengo adicciones! Pero ahora que dices lo de las compras…

―¡Ya, Alice, deja de dar vueltas! ¿Qué es? ―Rose dejó el libro que leía y se sentó a mi lado.

―Eeeeees…―Revolvió en una de sus bolsas, hasta sacar un cuaderno rectangular ―¡Esto! ¡Ta-tan!

Miré detenidamente lo que nos mostraba. No era un cuaderno. Y no había que ser muy inteligente para darse cuenta: tenía en dorado grabadas las letras "Mi diario", con unos arabescos extraños, pero aún así delicados. El fondo de la tapa era de un azul profundo, oscuro, que contrastaba con el título. Ladeé mi cabeza. ¿Un diario?

―¿Qué es eso? ―preguntó Rose.

―¿Cómo que "qué es eso"? ―respondió mi amiga indignada―. ¿Es que no lo ves? ―movió su mano insistentemente por la tapa del libro.

―Es… es un diario… Espera, ¿un diario? ―lo tomé de sus manos y lo abrí, hojeando sus páginas en blanco.

―No, Bella, no es un diario, es "El Diario". Con mayúsculas. ―Alice me lo quitó bruscamente, ofendida. Rose levantó una ceja. ―Vaya, Rose, no te emociones tanto.

―En serio, Alice, ¿para qué demonios compraste un diario?

―¡Me ofendes, Rose! ¡Es para todas nosotras! ―alzó los brazos con una gran sonrisa―. Estaba en el centro comercial paseando, cuando un escaparate me llamó la atención… Y, claro, me detuve a mirar ¡y no se imaginan mi emoción al ver este diario! Me puse a pensar, ¿cómo sería que nosotras pusiéramos nuestros mejores recuerdos y memorias, para guardarlos y verlos en un futuro? ¿No sería genial? ¡Porque para mí, no hay nada más importante en este mundo que ustedes! ¡Nada!

―Pero… espera un momento Alice. Hay algo que no cuadra― entrecerré los ojos. ―El diario es azul.

Vi como inclinaba su cuerpo hacia atrás, mirándome con desconfianza. ―¿Y?

―Tú nunca compras nada que sea sólo azul, todo lo que tienes es rosa, de marca y con brillitos.

―¡No exageres! ¡Tengo un montón de cosas que no son así!

―¿Ah, sí? ¿Cómo cuáles?

Abrió y cerró la boca, en silencio.

―¿De dónde sacaste el diario, Alice? ―preguntó Rose, temiendo lo peor.

Alice levantó ambos brazos. ―De acuerdo, de acuerdo, les diré. ¡Me vino de regalo con este maravilloso bolso! ―Nos mostró de entre sus compras una cartera casi diminuta… rosada.

―¿Nos estás regalando algo que te regalaron? ―dijo mi amiga, algo indignada.

―Bueno, si lo ves así…

―¿Pero cómo…?

―¡Ya lo sé! ¡Es azul, y feo, y no lo podía devolver!... ¡Pero se pude arreglar! Compramos brillantina y…

―¡Alice! ¿Para qué vamos a usar un diario?

―¿Cómo que "para qué"? Pues para poner nuestros recuerdos, alegrías y esas cosas, ¿no? Además, podemos pegar un montón de imágenes para que nos quede súper-cool y decorar todo con colores.

―¿Y eso en qué nos va a servir?

―¡Bella! ―me contestó quejándose― ¡Tú te vas a casar, y un día, cuando llegues de tu trabajo, después de darle de comer a tu hijo…!

―¿Voy a tener un hij-…?

Un hijo, Bella. Cuando estés libre, ese día, sin querer, al revisar tu armario, vas a encontrar una caja bien al fondo. ¡En esa caja, vas a ver un montón de libros, y entre ellos, con un poco de polvo, vas a toparte con "El Diario"! ¡Y ese día! ¡Ese! ―me señaló con el dedo. ―Vas a sonreír.

―¡Oye! Si es de todas, ¿por qué se lo va a quedar ella? ―se quejó Rose―. Tú siempre te quedas con todo. ¿Por qué?

―Porque voy a tener un hijo.

―¡No es justo!

―Chicas, chicas… ―nos interrumpió calmadamente Alice―. Haremos copias.

―…De acuerdo ―respondió Rose aplacada, mientras se recostaba entre los almohadones.

―¡Sí! ―dijo ahora Alice, con renovadas energías―. ¡Ahora mismo estoy yendo a comprar brillantinas! ¡Ya vuelvo! ―nos gritó mientras su voz se perdía por el corredor y escuchábamos sus pasos alejarse. Cuando vi la punta de su abrigo desaparecer tras la puerta, suspiré aliviada.

Un diario… Genial.