Es mi primer FanFic, así que espero sus REVIEWS, porfa.
CAPITULO I: LA MEDALLA
Habían pasado ya cuatro años desde que Helga terminó la primaria. Para secundaria se tuvo que cambiar de escuela y así alejarse de sus "amigos".
Había tratado, pero no podía, estaba segura de que jamás se sacaría a Arnold de la cabeza, y lo más triste para ella era no poder ordenar a su mente que borre ese último momento en el que lo vio por última vez.
-FLASH BACK
Todos sentados en semicírculo, esperando su turno para la entrega del anuario y una medalla con el nombre del estudiante, el año en el que ingresó a la escuela y el año en el que se graduaban de la primaria, todo esto grabado en la parte posterior. Todos los que la recibían se la ponían inmediatamente, hasta Harold lo hizo, todos...menos Helga, que la tenía en la mano, y se negaba a llevarla en el cuello.
Terminada la entrega, hubo una pequeña fiesta a la que Helga no se quería quedar. Ella había tratado de ser menos ruda con todos, en ocasiones se lograba controlar, pero sus sentimientos hacia Arnold crecían día a día,y con eso también su deseo de no revelarlo a nadie. Creía que burlándose cruelmente de él, lo lograría.
Helga se acercó a Phoebe y le dijo:
-Ya me voy.
-¡Oh, Helga!- respondió Phoebe- por favor, ya no nos volveremos a ver más, en serio te voy a extrañar en la secundaria y...
-¡¿Quieres hacer el favor de bajar la voz?
-Sí, claro-respondió Phoebe en un susurro y con el mismo gesto de indignación; y continuó- pero Helga, si te vas, ¿a quién me uniré, quién será mi "acompañante"?
-No sé, Pheebs, ya encontrarás a alguien.
-No, no, Helga, recuerdas cuando en cuarto grado me cambiaron de salón y tu no encontrabas con quien estar hasta que regresé… y bueno, dado que las dos somos muy parecidas...
-¿Parecidas, Pheebs? ¡Creo que tanto ponche se te subió al cerebro!
-No, Helga. Hablo enserio.
-¡Yo también!- y después de un largo y triste silencio, agregó- Mira, Phoebe, sé que hemos sido amigas o lo que sea, desde siempre, pero bueno, eres buena persona ¡cielos, NO PUEDO CREER QUE ESTE DICIENDO ESTO!, ya encontrarás a alguien mejor que Helga G. Pataki, créeme.
A Phoebe se le nublaron los ojos y Helga añadió:
-¡Vamos, Phoebe! No te pongas a chillar ahora. ¿Ves? Sabía que no tenía que decir eso, además esa cosa negra que tienes alrededor de los ojos comienza a correr por tus mejillas, ve al tocador.
Pheebs suspiró y dijo con voz entrecortada por el llanto:
-Sí, Helga.
A Phoebe no le pasaba nada con el maquillaje, Helga lo inventó para que la despedida no fuera tan larga y penosa. Observó a su amiga caminando, con sus cortos pasos, apresuradamente hacia el tocador, y fue la última vez que la vio.
Helga caminaba hacia la puerta, ya no quería seguir más tiempo allí, pero en el corredor vio a Lila, llorando.
-Ja, ja, ja, miren, miren, la "señorita perfección" con los ojos rojos, hinchados y llorosos, tal parece que es el mejor día de mi vida.
-Ho...hola, Helga- Lila lucía un vestido verde (esta vez sin cuadros), el cabello recogido en un moño alto, pendientes largos y el rostro perfectamente maquillado.
-¿Y por qué chillas tu?
-Oh, es que...Oh, Helga- y se acercó a abrazarla.
-¿Eh? Ya, suficiente. Sería mejor que te apartes un poco ¿sabes? verás, tengo alergia al color verde.
-¡Oh! ¿en serio Helga? Lo siento mucho, ¡no lo sabía!
-Sí, sí, claro, lo que sea.
-Helga, dime ¿es cierto que tu padre tiene un nuevo local para sus localizadores, que está en una ciudad al este de ésta, y que por eso te mudas?
-¿EHHH?...y tu como lo sabes, quiero decir...quién te mintió, Lila, por favor. No, no me voy, me quedo, qué tontería…¡por Dios!
Lila suspiró aliviada.
-Ah, bueno, Helga, entonces nos veremos en poco tiempo. ¡Qué emocionante será la secundaria!
Helga la miró con cara de asco y siguió caminando hacia la puerta, el trayecto se hacía más largo y los recuerdos más difíciles de ignorar.
-¿Helga? ¿Helga, eres tu?
Ella volteó enseguida, reconocía esa voz, esa amable y dulce voz, como ella la describía, era Arnold.
-¿Que deseas cabeza de...-suspiró- Arnold?
-Escuché que te mudas- dijo, acercándose más, ya que estaban muy alejados.
-¿Qué acaso toda la escuela lo sabe!
-...Entonces, es verdad.
Helga sabía que a Arnold, que a SU Arnold no se le podía engañar tan fácilmente como a Lila o Phoebe, así que dijo:
-Sí, cabeza de balón, me voy, me marcho, adiós, bye…¿Comprendes?
-¿Es cerca?
-No, no tanto… ¿Por qué tantas preguntas?
-No, yo...solo quería saber.
-Bueno, ya lo sabes.
-Sí, creo. Adiós Helga.
-Claro, claro, adiós- Helga abrió la puerta y salió, pero no se percató que la medalla se le cayó de las manos al hacerlo.
-Después de terminada la fiesta, todos se fueron retirando, uno por uno. Arnold fue el cuarto en salir, abrió la puerta, la cerró, la volvió a abrir ya que el saco le quedaba demasiado grande y una de las mangas se atoró. Antes de volverla a cerrar, vio que algo brillaba en el suelo. Lo recogió. Era una medalla, la volteó y enseguida dijo en voz muy baja:
Helga...
Helga caminaba viendo por última vez esas calles en las que pasó toda su infancia y parte de su pubertad. Veía todo y cada paso que daba era un recuerdo y una lágrima. Se fue calmando poco a poco, ya no soportaba los tacones, se los quitó y caminó descalza, el "peinado" que se hizo se destrozó con la lluvia que había empezado, tanto en la ciudad como en su cabeza.
Un auto pasó y la embarró, sin embargo ella siguió su camino hasta que llegó a una esquina que se le hizo muy familiar. Era esa, "la esquina sagrada" en la que siempre se topaba con su amado. Sí, era la misma en la que -cuando aún iban a jardín de infantes y estaba lloviendo igual que en ese día, Arnold apareció y amablemente abrió su pequeño paraguas para protegerla. Pero ya no estaba allí, ya no la podía cobijar. Se moría de frío, no faltaba mucho para llegar a la que pronto se convertiría en su ex-casa. Sus pies estaban ahora congelados, ya no podía más, se paró cerca de la casa de huéspedes del abuelo de Arnold, y se sentó abrazando sus rodillas, y recostando su cabeza sobre ellas, pronto se quedó dormida.
Al amanecer la despertó una voz gruesa diciendo:
-¡OLGA, OLGA! Vamos, levántate, niña, no es hora de que tomes la siesta. En realidad, no sé si tomas siesta, pero bueno, vamos Olga, ¡levántate! –gritaba Big Bob.
-De acuerdo, de acuerdo-dijo Helga- ¿Ya nos vamos, y Miriam?
-Aquí estoy, hija...¿Qué te pasó Helga, querida?
-Nada, probaba dormir en otro lugar.
-Hablo de tu aspecto, hija, ¡mírate!
-¡Bah! como si me importara! Miriam, ¿nos vamos ya?
La relación con sus padres no había mejorado para nada. Lo cierto era que Helga no se podía ver peor. Tenía ojeras grandes, los ojos hinchados y rojos por todo lo que había llorado, el poco maquillaje que tenía estaba totalmente corrido por toda su cara, y el cabello ¡ni hablar! Mojado, maltratado, sucio y enmarañado.
Helga días antes había hecho sus maletas, así que ya las habían metido al auto Miriam y Bob, hasta que se acordaron de Helga y la buscaron, encontrándola, como ya sabemos, dormida en la calle, con la ropa sucia...y un pequeño relicario en forma de corazón entre sus manos.
-FIN DEL FLASHBACK
FIN DEL CAPITULO.
