Magi! The Labyrinth of Magic le pertenece a Shinobu Ohtaka. Yo solo escribo por diversion.

Advertencia, lemmon. Yaoi. Sino te gusta, por favor, no lo leas.


No entendía por qué, pero el corazón golpeaba su pecho con tal fuerza como si pensara que pronto dejaría de latir. Le sudaban las manos, pese a que el clima no era lo suficientemente caluroso, y había comenzado a notar que le costaba un poco tragar. Y eso no era debido al clima templado, ni mucho menos.

Allí, de pie en la mitad de aquella callejuela árida, Ren Hakuryuu tuvo problemas para discernir realmente qué era lo que iba a hacer a continuación. Y se había enfrentado a situaciones mucho más complicadas y difíciles de sobrellevar que aquella.

Pero, como alguna vez el mismo Judal le había comentado muy al pasar, a él tampoco nadie le había enseñado qué hacer o decir en una situación así.

Apretó las manos, y acto seguido se limpió las palmas sudadas nerviosamente contra los pantalones negros. Carraspeó, miró hacia los costados. A unos metros de distancia, unos niños jugaban inocentemente con algo que Hakuryuu no alcanzaba a ver, y más allá, una mujer muy anciana arrastraba los pies en dirección contraria a la suya.

Miró hacia delante una vez más.

La pequeña construcción que se le presentaba no era ni por lejos lujosa, moderna o exuberante en ningún aspecto; hubiese pasado desapercibida para el príncipe, con sus paredes claras opacas y levemente erosionadas por el viento de aquella zona desértica, con sus ventanas ni demasiado pequeñas ni demasiado grandes, y con su puerta blanca entreabierta, de no ser porque por debajo de ella pequeñas lianas de Netsumegusa se asomaban, danzantes y contentas, como saludándolo.

Y dándole a entender que aquel a quien buscaba se encontraba allí dentro.

Soltó el aire retenido. Se quedó mirando fijo aquellos brotes en movimiento, como si pudiesen darle el valor o la respuesta que su mente necesitaba en aquellos momentos...en los cuales la duda, la inseguridad, la ansiedad y un dejo de resentimiento se mezclaban en su interior, desorientándolo.

Hakuryuu había dejado la comodidad de su Imperio, en aquellos momentos gobernado por su prima Kougyoku, la compañía de sus amigos, y la también la seguridad que aquello le brindaba porque sencillamente la situación lo había sobrepasado en cierta medida. Frunció el ceño al recordar cuando Ali baba se había unido a ellos tiempo atrás - mucho tiempo atrás- y como él había esperado pacientemente - con la duda y la ansiedad creciendo paulatinamente en su interior.- a que Judal llegase a él tal como el rubio lo había hecho con Aladdin.

Pero aquello no había sucedido, pese a saber a ciencia cierta que el Magi ya se encontraba entre ellos en aquel mundo. Y conforme la ansiedad y aquella duda punzante de si Judal realmente aún querría volver a su lado después de tantos años crecían, un resentimiento ya demasiado conocido y decepcionante comenzó a instalarse en su mente, primero como una pequeña semilla, luego como un brote...y ya después como un frondoso árbol que amenazó con nublarle el juicio, momento en el que decidió era hora de aclarar la mente, las dudas, y ponerle un fin a todo aquello.

O un comienzo, por qué no.

Al menos le reconfortó comprobar que Judal aún conservaba las semillas de su Djinn consigo después de tanto tiempo; ni bien había abandonado Kou, captó la señal. Muy, muy lejos de donde se encontraba, pero allí estaba.

Y hacia allí había partido.

Y allí se encontraba ahora, como un estúpido que no sabía qué hacer ni que decir.

¿Y si Judal había olvidado todo por cuanto habían luchado, todo lo que le había prometido, y el sacrificio que él mismo había hecho por Hakuryuu, que lo había alejado de él por más de 4 años? O peor, ¿ya habría encontrado a alguien que no le decepcionara como él?

Porque aquella cuestión era la piedra angular de su inseguridad. Judal seguramente ya sabría por todo lo que había pasado luego de su desaparición, y de cómo él había perdido el Imperio en tan poco tiempo...al final, no habían logrado acabar con Arba, ni él había conseguido hacerse con el Imperio.

Conociendo a Judal, decepción era lo que menos sentiría por él. A esas alturas, seguramente sentiría asco o, en el mejor de los casos, lástima…

Y la inseguridad lo atacó otra vez. Más fuerte que nunca, más…

La puerta blanca entreabierta se abrió de par en par de repente.

Cortándole la respiración a Hakuryuu.

Y a Judal, que se había quedado de pie en el umbral, petrificado al verlo.

El príncipe abrió y cerró la boca varias veces; de no ser porque no podía respirar ni moverse, y porque el cerebro no le estaba funcionando al ritmo habitual, la situación le hubiese resultado hasta graciosa, porque Judal parecía estar padeciendo su mismo sufrimiento interno. Se había quedado, igual a como le recordaba, de pie inmóvil, con los ojos carmesí tan intensos como los tenía aún en sus recuerdos abiertos de par en par, con la barbilla levemente temblorosa porque también estaba intentando comunicarse con palabras que, como a él, no le salían.

- ¿Q-Qué...qué se supone que haces aquí?.- escupió Judal atropelladamente, mucho más nervioso de lo que Hakuryuu lo había visto alguna vez.

- ¿Ocultas algo acaso?

Se apuñaló mentalmente ni bien terminó de decir aquello. ¿Es que jamás podrían tener algún tipo de conversación que no incluyera la búsqueda de conflicto? ¿Por qué carajos había respondido con otra pregunta, y para colmo, agresiva y desconfiada?

- ¿Eh? Nada. Absolutamente nada.

- Claro.

Otra vez el silencio.

Iba a tener que avanzar él, porque Judal claramente se habìa cerrado completamente tras su revelación indirecta de que si, efectivamente, estaba ocultando algo.

- Te estuve esperando.- dijo el príncipe al pasar, restándole toda la importancia que le había dado todo ese tiempo a su ausencia.- Como no te presentabas, decidí buscarte.

- Ah.- Hakuryuu notó como los músculos de Judal, antes tensos contra la puerta, se relajaban paulatinamente, y como el Magi adquiría un aire más despreocupado.- Tuve asuntos que atender. No sabía si aún seguías en Kou.

- Ya veo.

¿Qué demonios había sido más importante que él? No es que se creyera el centro del universo, mucho menos después de todo lo que había vivido y experimentado, pero...había creído que él era la única persona con la cual Judal se sentía identificado y la única con la que se llevaba. Él mismo se lo había dicho, de eso estaba seguro.

- ¿Has podido resolver esos asuntos tan urgentes?.- maldición, lo había dicho con demasiado resentimiento en la voz, y estaba seguro de que se le había notado. Judal frunció el ceño, confundido y sorprendentemente dolido por segundos.

- En parte, sí. Es...más complicado de lo que parece.

- ¿Es algo tan confidencial que no puedes comentármelo?

Ahí estaba. Ya había clavado el puñal.

Si Judal había dejado de confiar en èl...Oh, Dios...maldita inseguridad…

Lo oyó suspirar. Judal miró hacia atrás, al interior de aquella casa pequeña, para luego salir y cerrar la puerta. Se quedó allì parado, observándola, como si él también albergara la esperanza de que aquel pedazo de mobiliario le diera la respuesta que necesitaba.

Los segundos pasaron lentamente, y el silencio demostró que aquella puerta blanca no tenía los atributos que ellos esperaban.

Finalmente, Judal atravesó a ojos de Hakuryuu la lucha interna más feroz que le habìa visto librar, y como, increíblemente, un sutil rubor cubría sus mejillas.

No. No podía ser que…

- Qué va. No es ni confidencial ni nada por el estilo.- lo dijo tan bajito que al príncipe le había costado captar el sentido de sus palabras, porque parecía decirlas más para sí mismo que para él, como una autoafirmación.- Es...complicado...joder, tengo un lío en la cabeza…

- Podrías comenzar por decirme dónde estamos. No conozco tan al Norte.

Le vio apretar los labios. Y la inseguridad de Hakuryuu creció aún más, sus sospechas a punto de confirmarse, enterrándose contra el corazón que no paraba de golpear su pecho sin piedad…¿Acaso Judal había encontrado a...alguien? ¿A alguien especial, como…? El último recuerdo de lo vivido en Kou, de las sonrisas radiantes de Ali baba y Morgiana, se pasó fugaz ante sus ojos, acabando con el poco juicio crítico que estaba pudiendo mantener sin caer en la incoherencia.

¿Acaso él también iba a abandonarlo? ¿Justo él?

- Tú…¿sabes cómo y cuándo llegué a Kou, Hakuryuu?

La pregunta lo descolocó. Frunció el ceño, intentando ordenar sus ideas caóticas y haciendo un esfuerzo sobrehumano por desbloquear los recuerdos de su infancia. A decir verdad, sólo recordaba haberlo conocido al pasar, cómo su madre - quien en esos momentos ya era Arba.- se lo había presentado como un nuevo amigo...pero nada más.

- No, sólo sé que ya estabas con la Organización.

- Ellos mataron a mis padres y me secuestraron apenas tenía días de vida.- lo dijo tan atropelladamente que Hakuryuu pensó que habìa oído mal, porque Judal no podía parar de hablar, de repente, como si pensara que era ese momento, o callar para siempre.- Me enteré hace muy poco, gracias a los poderes de ese enano.

- ¿De Aladdin? ¿Cómo? No me habías comentado nada de esto.

- No quería hacerlo porque ni yo mismo podía aceptarlo. Le resté importancia, incluso luché contra el recuerdo. Pero...heme aquí, como un idiota.

- ¿Aquí? No te sigo.

- Nací aquí. En esta misma maldita casa.

Las palabras de Judal golpearon y afectaron a Hakuryuu mucho más de lo que él mismo quería reconocer.

Lo vio allí, como lo estuvo viendo todos esos minutos, pero ahora de una manera diferente. Se le aflojó la mandíbula, sin temor a parecer un idiota, mientras una revelación tras otra iba cobrando sentido y uniéndose a la anterior. Judal había descubierto que sus padres no habían tenido la posibilidad de criarlo y amarlo, que lo habìan arrancado cruelmente de su seno familiar, que básicamente toda su vida había sido una mentira...y que por fin había llegado hasta allì, luchando seguramente consigo mismo.

Y él...él...había sido tan egoísta…

- No es para que llores, estúpido. No conviertas esto en un drama porque juro que te mataré.- la amenaza explícita ocultaba lo que Hakuryuu ya sabía. Un poco más y los sentimientos también lo sobrepasarían al Magi.- ¡De qué demonios te ríes!

- De ti. De mi. De todo.- siguió riendose quedamente mientras se enjugaba algunas lágrimas rebeldes que habían logrado huir de sus ojos.- Soy un idiota.

- Dime algo que no sepa.- ambos rieron, aún nerviosos.- Así que...ya ves. Yo...tenía que resolver esto.

- Entiendo.

Y le hubiese gustado agregar que hubiese querido ser partícipe, hubiese querido que confiara en él en un principio y que aunque sea le hubiese contado lo que había descubierto años atrás...pero supuso que había sido, como Judal había expresado, algo demasiado chocante. No podía culparlo...él mismo había acumulado rencor por años y jamás había hablado con su hermana, ¿qué podía pedirle a Judal con algo tan delicado y en tan poco tiempo? Aún así, no podía dejar de pensar en lo bien que se hubiese sentido que, por primera vez, él hubiese sido la única persona que lo supiera.

- Hay...hay algo más.- Hakuryuu salió rápidamente de su mente atribulada, confuso.- He...descubierto otras cosas.

- ¿Cómo cuales?

- Como que…-se rió, otra vez nervioso.- Mierda, aún no puedo creerlo. He vivido una jodida mentira toda mi vida, y no quiero ser una niña llorona por eso, pero...Ni siquiera Judal es mi verdadero nombre.

- ¿L-Lo dices en serio? ¿Cómo te has enterado? ¿Cómo te llamas?

- Sí. Espera, de a poco, Hakuryuu. Y puedo jurarte, ahora sí, que te destruiré si alguien se entera. Porque aún hay más.

Pese a la amenaza, sonrió. Y sintió un suave calor en las mejillas que nada tenía que ver con el calor que comenzaba a levantarse.