N/T: Nada de esto me pertenece. Los Juegos del Hambre son propiedad de Suzanne Collins y esta historia es propiedad de iam97, quien me permitió hacer la traducción de su historia.
N/A: Esta es una de las historias de que hubiera pasado si Peeta y Katniss no hubieran sido elegidos en la cosecha.
He tenido esto en mi cabeza por un tiempo, y finalmente decidí escribirlo, porque no podía soportar que estuviera en mi cabeza todo el tiempo.
No será perfecto, ya que soy Alemana y el inglés no es mi lengua materna, así que habrá errores ortográficos y gramaticales, por favor díganme si los encuentran. Y también mezclare ingles británico y americano, así que por favor no se enojen conmigo.
Por favor lean y comenten, y yo leeré y comentare sus historias.
Editado: para todos los que ya han leído esta historia: me ha llamado la atención el que no puedo usar texto del libro, así que reescribí esta parte. Eso es todo lo que cambio, aparte de eso no hay nada nuevo.
Disclaimer: Los Juegos del Hambre NO me pertenecen, y obviamente, la historia con el pan tampoco.
Capítulo 1:
Levante la mirada cuando sentí dos ojos perforando agujeros en mi espalda. No sé por qué, pero lo siento. Instintos de cazadora, supongo. Me doy la vuelta para encontrar a un par de ojos azules mirando directamente los míos grises. Las mejillas de su dueño se vuelven rosas cuando se da cuenta de que lo miro y él aparta la mirada.
Eso no es nuevo. He atrapado a este chico mirándome varias veces. Si solo supiera porque. Ni siquiera lo conozco. Solo se algunas cosas sobre él. El nombre del chico es Peeta Mellark y es el hijo del panadero. Está en mi año, también.
Pero más importante, lo que me hace recordarlo, es que este chico es el chico del pan.
Era principios de primavera, normalmente mi estación favorita del año, la primera vez que lo conocí. Abril. Por lo general, eso no seria los principios de la estación, pero el invierno había sido frío, largo y despiadado.
No era lo que se había llevado todo; la vida que conocía, mi felicidad y por encima de todo, a mi padre. Fue un accidente en las minas. Él había sido… prácticamente todo para mí. Ahora, todo lo que me quedaba era mi pequeña hermana de siete años, Primrose, que no sería de ayuda, que era dulce, joven y frágil, que lloraría cuando yo lo hiciera, y mi madre.
Uno pensaría que una madre estaría ahí para sus hijos después de lo ocurrido, pero la mía no. Habíamos conseguido dinero del estado para un mes, un mes en el cual ella tendría que llorar por su perdida y encontrar un trabajo, así ella sería capaz de alimentarnos. Pero no lo hizo. Ella se sentó ahí, en el sofá y se quedo mirando. A que, no lo sé. Había estado en un mundo oscuro, donde ni Prim ni yo éramos capaces de alcanzarla. Me había rendido después de haber estado intentando durante una semana, pero Prim seguía rogándole que nos ayudara, que volviera. En vano.
No fui capaz de tolerar esta imagen de miseria que se presentaba en mi hogar, así que decidí ir al mercado, y hasta hace algunos minutos, trate de vender algunas de las viejas ropas de bebe de Prim, sin éxito. Sujetándome el estomago, tratando de disminuir el dolor que el hambre había causado en mi, se me cayeron. Estaba lloviendo y se cayeron a un charco lleno de lodo, pero no me importó. No quería agacharme y recogerlas porque temía que, si me agachaba, no podría volver a levantarme.
La muerte me estaba esperando, con sus largos dedos, justo por encima de mí, esperando por el momento adecuado para llevarme. Estaba cerca, y yo lo sabía. Comería cualquier cosa que encontrara. Podrido. Enmohecido. Desecado. No me importaba. Cualquier cosa era mejor que el hambre desgarradora.
Robaría. Robar está prohibido en el Distrito 12, se castigaba con la muerte, pero como yo prácticamente estaba muerta, y si ellos no me atrapaban… sobreviviríamos un poco más, tal vez hasta el 8 de Mayo, hasta que fuera lo suficientemente mayor para solicitar una tesela.
Entonces un cubo de basura atravesó mi vista. Tenía la vía libre. Tenía permitido tomar cualquier comida humillante que pudiera tener, y yo estaba bien con ello. Estábamos lo suficientemente desesperadas; mejor comer comida que ya no estaba buena a que morirnos de hambre. Así que levanté la tapa, solo para encontrar mi esperanza hecha trizas. Estaba vacío. Lo acababan de vaciar.
Mientras miraba el cubo vacio, preguntándome cuan despiadada la vida podía ser, olí el pan recién hecho, el aroma venia de la ventana de la panadería. Era como una droga para mí. Automáticamente mi mano dejo de moverse, mi nariz empezó a tomar el rico olor de algo que necesitaba desesperadamente. Con solo pensar en aquellas hogazas doradas, la sensación de estomago lleno que podría sentir con ellas, se me hace agua la boca.
Justo en ese momento la puerta se abrió y salió la mujer del panadero y comenzó a gritarme. Feas, mordaces palabras. Me pregunto si quería que llamara a los agentes de la paz para que se encargaran de mí, o si debería hacerlo ella misma; gritaba sobre lo mucho que odiaba a los mocosos de la veta. No tenia defensa, me sentía peor y más pequeña que nunca.
Estaba poniendo la tapa de nuevo en el cubo cuando lo vi; un chico de cabello rubio y ojos azules. Estaba asomado detrás de su madre y me miraba. No sabía su nombre, aunque lo reconocí como un chico de mi curso. Sus amigos eran todos chicos de la ciudad, así que, por qué tendría que saberlo?
Su madre debió haber decidido que no valía su atención, así que se volvió, todavía bufando. Por supuesto que no lo sé, pero ahora creo que el debió haberme visto mientras me encaminaba al manzano detrás de la pocilga del cerdo.
Ahí fue cuando me derrumbe, cuando supe que no volvería a casa. No podría enfrentar a mi familia con sus mejillas hundidas y sus labios agrietados, no sin comida. Estábamos condenadas, y todo lo que podía hacer era esperar a que la muerte llegara y me liberara del cruel agarre que la vida tenía sobre mí.
La voz, la mujer del panadero, estaba gritando nuevamente y fue seguido por un golpe, aunque no sabía a quién fue dirigido. Cuando escuche pisadas, pensé que ella estaba practicando, así no fallaría cuando viniera a echarme. Estaba equivocada.
No era ella, pero era su hijo, a quien le estaba gritando. Obviamente, él había hecho algo, porque su madre le estaba gritando, le estaba maldiciendo. Rápidamente vi porque. El tenía dos hogazas de pan quemado en sus brazos. El golpe había sido dirigido a su mejilla, un gran, rojo verdugón lo mostraba.
La puerta se cerró y el chico se acerco a la pocilga. Se volteó, asegurándose de que su madre no estuviera mirando, y entonces las tiro en mi dirección. Las hogazas. Entonces él volvió a su casa, sin mirarme.
Las apreté contra mi pecho y corrí a casa. Era el primer día en meses en el que teníamos suficiente para comer, la primera vez en meses en que pude ver algo de vida en los ojos de mi madre y algo de felicidad en Prim.
El día siguiente, en la escuela, quería agradecerle. Espere todo el día por una oportunidad. Pero cuando, al final del día, nuestros ojos se encontraron, yo baje la mirada avergonzada y no lo hice. Porque mi mirada cayó en un diente de león. El primer diente de león en primavera. Y fue ahí cuando recordé todas las cosas que me dijo mi padre sobre la supervivencia.
Hasta el día de hoy, no he sido capaz de romper la conexión entre este chico, Peeta Mellark, el pan que me dio esperanza y el diente de león que me recordó que no estaba condenada.
(~The Hunger Games, pg 32, Suzanne Collins)
Eso es lo primero que me viene a la mente cuando lo veo. Y me llena de culpa. Porque, cada vez que pienso en el, también pienso en aquel día.
No, no puedo romper la conexión. Pero ni siquiera le he agradecido aún. Siempre me gusta pensar en ese aún, porque suena a que lo voy a hacer algún día. Decirle gracias por su amabilidad. Nos habríamos muerto de hambre sin el. Sin el pan. A veces pienso que podría ir hacia él y decirle gracias. Pero entonces pienso que puede ser que él lo haya olvidado y haya avanzado a cosas más importantes. Como cazar para mi familia.
Hasta ahora, no se me había ocurrido que esta pudiera ser la razón de que él me mirara. Lo hace bastante seguido. Pero nunca lo hizo antes de aquel día. Tal vez todavía está esperando por aquel gracias.
Pero de nuevo, por qué debería? Por qué debería importarle eso después de tantos años? Por qué debería siquiera recordarlo? Por qué tendría que importarle? Él solo ayudo a una chica entre cientos. La salvo. Me salvo. Pero no nos conocemos! Él no se preocupa por mí. Cierto?
Sin embargo, siento que le debo algo. Por salvar mi vida, y más importante, la vida de Prim. Y nunca podre pagárselo. Odio deberle a la gente.
Sacudo mi cabeza para aclarar mis pensamientos. Se dirigían a Peeta Mellark muy seguido en los últimos días. No conozco la razón. Debe ser que todavía le debo. Y él… él solo debe estar mirando a la ruda, extraña, conocida cazadora del distrito. Si, tiene que ser eso! Nada más!
Sacudo la cabeza nuevamente mientras me encamino a mi lugar de encuentro con Prim, debajo del sauce en el patio escolar. El sauce. Lo mire todo el día mientras estaba sentada en clase y no le ponía atención al profesor que nos decía lo maravilloso que es el Capitolio. O lo importante e interesante que es el carbón. En mi opinión, el sauce es la cosa más hermosa en esta escuela. El único tipo de belleza, a decir verdad. Todo lo demás es como el resto del Distrito 12. Gris. El edificio escolar es viejo, frágil y cubierto de polvo. Lo odio. Por el carbón, mi padre murió. Carbón y el Capitolio. Las dos cosas que más odio. No es de extrañar que no ponga atención en clases.
Prim aparece, charlando casualmente con su mejor amigo, Rory Hawthrone. Eso me hace sonreír. Algo raro en mí, pero encaja demasiado. Mi mejor amigo es Gale Hawthrone. El mejor amigo de mi hermana pequeña es el hermano de Gale, Rory.
Prim sonríe cuando me ve y me da un abrazo. "Hay, Katniss, cómo estuvo la escuela?" "Como siempre, patito" digo, refiriéndome a la blusa que se le había salido de los pantalones. "Cómo estuvo el tuyo?" sus ojos se iluminaron "Oh, estuvo genial! Hice un dibujo de ti! Quieres verlo?" me sonríe y no puedo evitar regresarle la sonrisa. Prim es demasiado adorable. "Por supuesto!"
Ella me muestra un dibujo de una chica con cabello oscuro y ojos grises. Su cabello esta trenzado, sus ojos son los de una luchadora. Está usando pantalones oscuros y botas de caza hechas de cuero. Y una chaqueta de caza, un poco grande para ella. En una mano un arco, en la otra una flecha, lista para cargar el arco y disparar.
Se ve fuerte. Fuerte y, me atrevo a decir hermosa? Y se supone que esta soy yo?
Antes de que pueda decir algo escucho un "Wow" a mi lado y me doy la vuelta. Tan pronto como lo hago veo a nadie más que a Peeta Mellark, pero él no me está mirando a mí. Sus ojos están pegados en el hermoso dibujo de Prim. Prim también se da vuelta y le sonríe ampliamente. "Ralamente lo crees?" él le sonríe. "Si, es muy bueno. Solo…puedo?" pregunta y saca un lápiz.
No sé lo que quiere hacer, pero parece que Prim sí. "Ok…" dice y le da el dibujo. Antes de que siquiera pueda reaccionar, él ya lo agarro y está perfeccionando el dibujo. Una sombra aquí, una arruga en la ropa por allá y después de medio minuto es perfecto.
Se lo devuelve a Prim, que lo está mirando con la boca abierta. No puedo culparla. El dibujo, incluso desde antes muy hermoso, ahora parece tener vida. Casi puedes sentir el viendo soplando a través de su cabello, casi sentir el frio y no estarías sorprendido si la chica, yo, empezara a moverse y te disparara un flecha, así de real se ve.
"Dónde aprendiste eso?" pregunta, trayéndome de regreso a la realidad.
"Yo glaseo las tortas en la panadería. Supon…" no puede terminar la oración, porque Prim lo interrumpe. "Tú lo haces? Las amo! Se ven tan increíbles! Cómo haces eso?"
Él le sonríe. "Puedo mostrarte, si quieres. Se supone que tengo que hacer una el sábado, sabes. Para la boda de la mayor de las Cartwright, Lydia. Tú podrías ayudarme. Si lo tienes permitido, por supuesto… " Dice, mirándome. Prim tira de mi manga y me mira con sus ojos de cachorrito. Ella sabe que ahora no me puedo resistir.
Gruño. "De acuerdo"
Los ojos de ambos se iluminan y Peeta dice: "Tú también puedes venir, sabes?" antes de que pueda responder, Prim tenía esa mirada suplicante en su rostro. "Si, Katniss, por favor. Nunca haces algo solo por diversión. Ven por favor!"
Oh, odio esa mirada. Prim puede convencerme de lo que se con solo mirarme con esos ojos. Pero no puedo. Tengo que ir a cazar el sábado. No debería hacer nada "solo por diversión". Tenemos que sobrevivir! "Katniss, se lo que estas pensando ahora. Escucha! No nos moriremos de hambre porque te tomes un día libre. Gale lo hace también, y ni él ni su familia se han muerto de hambre"
Todavía no estoy convencida. "Qué hay de tu madre?" ahora le hablo a Peeta.
Prim se ve como alguien de la ciudad, con su cabello rubio y ojos azules, pero innegablemente yo soy una chica de la Veta. Y se lo mucho que la bruja odia a los "mocosos de la Veta". Esas palabras me recuerdan que le debo a Peeta. Podría decirle gracias ahora, pero de alguna manera no me parece correcto. Tal vez debería ir el sábado…pero la bruja.
"Ella no estará allí. Va a ayudar a prepara la boda" Peeta interrumpe mis pensamientos.
Oh, genial, ahora no tengo motivos "Oh bueno, está bien, iré" digo. Prim celebra y me abraza y entonces, para su sorpresa, a Peeta. Peeta duda al principio, pero entonces le devuelve el abrazo a Prim.
"Así queeee, hasta el sábado, supongo?" dice.
"Si, hasta el sábado" Prim sonríe. Peeta sonríe de vuelta. Entonces me sonríe a mí y yo asiento.
Si, hasta el sábado…
Así que, qué piensan?
Lo sé, lo de la panadería se ha usado antes, pero es demasiado tentador porque Prim ama las tortas que Peeta glasea. Y quería que pareciera real. Sé que Katniss accedió muy rápido, pero primero, ella confía en Peeta, aunque sea un poco, y segundo, Prim confía en todo el mundo y quiere que Katniss lo haga también, entonces, si, es la única manera en la que Peeta podría hablar con ella.
Sin Prim como casamentera ellos no se hablarían. Pero prometo que la escena de la panadería será diferente a las otras. Toda la historia lo será.
Oh, estoy hablando demasiado de nuevo. Por favor comenten y díganme si les gusto!
