Hola, aquí les traigo un nuevo fic Outlaw Queen que espero y les guste mucho.

Es una historia corta pero los capitulos seran largos (por lo menos la mayoria de ellos xD) Bueno, sin más rodeos les dejo el primer capitulo.

PD: Aquí les dejo el link del video (trailer) de la historia. watch?v=jACZOPPNglE ... Si el link no funciona pueden agregar esto /watch?v=jACZOPPNglE a la pagina normal de youtube.

Disclaimer: Los personajes de Once Upon a Times no me perteenecen a sus respectivos autores. Esta historia esta creada con fines de entretenimiento y cualquier parecido con la realidad es coincidencia.


En sus manos tenía una pequeña libreta forrada en cuero negro, las hojas estaban arrugadas y amarillentas que el tan solo abrirlo significo terror para ella al poder dañarlo.

Regina volvió a abrir la libreta y respiro profundo antes de comenzar a leer:

"He decidido empezar a escribir esto porque creo que solo así podre explicar lo que siento por ella. Regina, mi Regina.

Aun recuerdo el día en que la conocí. Yo tenía diez años y ella ocho, yo vivía en una pequeña casa y ella vivía al otro lado del bosque en el castillo de su padre. Ella era una princesa y yo un niño hijo de un cazador.

Cuando la encontré por primera vez creí que era la niña más bonita que jamás había conocido. Ella corría detrás de una pequeña ardilla hasta que de pronto se detuvo porque la perdió de vista. La observe escondiéndome entre los arboles siendo cuidadoso de no hacer ruido.

Llevaba su cabello oscuro ondeando al viento y un vestido blanco de aquellos que usaban las princesas. La pequeña niña se detuvo y comenzó a mirar a su alrededor, pude notar que sus grandes ojos cafés se llenaban de lágrimas.

Salí de entre los arboles lentamente y ella me miro con un gran temor en el rostro.

Tranquila — Le dije mostrando mis manos — Tranquila, no te voy a hacer daño — Di unos pasos más hacia ella y me detuve cuando ella dio un paso hacia atrás — ¿Estás bien? ¿Te pasa algo?

Creo… — Su voz era casi inaudible — Creo que estoy perdida.

Yo te puedo ayudar… Si me dices donde vives yo puedo ayudarte a regresar.

Vivo en un castillo — Respondió ella esta vez con un tono más alto y pude notar que su voz era dulce y melódica.

La mire por unos segundos, y supongo que mi lógica me ayudo a deducir lo siguiente.

¿Eres una princesa?

Ella asintió y se tomo las manos con nerviosismo para después volver la mirada hacia a mí.

Me llamo Regina.

Yo soy Robín — Le dije con una sonrisa.

Ella hizo una reverencia, como estaba acostumbrada a saludar, y yo le respondí de la misma manera.

Lentamente me acerque a ella y le tome la mano lentamente.

Vamos, te ayudare a regresar a tu casa.

Caminamos sin decir nada, yo me concentraba en el camino que seguíamos y ella observaba todo a su alrededor sin soltar mi mano. Varias veces dio un apretón a mi mano cuando escuchaba algún ruido extraño y se acercaba un poco más a mí. Yo la miraba con una pequeña sonrisa porque me gustaba esa sensación de confianza que había entre nosotros.

Después de varios minutos caminando pudimos ver el castillo, Regina sonrió ampliamente y comenzó a correr sin soltarme la mano. Por inercia la seguí hasta que se detuvo a pocos pasos de terminar el bosque.

Ahí es donde vivo — Me dijo Regina — Gracias por ayudarme.

No tienes que agradecerme princesa.

Regina soltó mi mano lentamente y comenzó a caminar de espaldas sin dejar de mirarme. Varios pasos después, dio media vuelta y corrió hacia su castillo.

Nunca olvidare aquella primera sonrisa que me dedico.

Ahora tengo 17 años y aun sigo recordando claramente la primera vez que ella me sonrió y lo guardo como mi recuerdo más preciado.

Recuerdo el siguiente día de nuestro primer encuentro. Mi padre salió a cazar y mi madre estaba haciendo las tareas del hogar. Logre escaparme de mi casa sin que mi madre me escuchara y corrí por el bosque en la dirección en la que aquella pequeña princesa había llegado hacia mí.

Me detuve en el límite del bosque y observe cuidadosamente que no hubiera nadie cerca de los al rededores del castillo. Estaba nervioso, sentía mis dedos temblar y mi pulso acelerado.

Corrí lo más rápido que pude hasta toparme con uno de los muros del castillo. Camine pegado al muro y después de unos metros pude ver el jardín del castillo y como lo había esperado ahí estaba la pequeña princesa. Deje escapar una pequeña sonrisa y observe a ambos lados.

Princesa — La llame tratando de no gritar pero ella no volteo — ¡Princesa!

Ella volteo hacia mi dirección con el rostro asustado. Me miro por unos segundos y su rostro se relajo mostrando una sonrisa. Comenzó a correr hacia mí y se detuvo a unos pasos.

Robín… ¿Qué haces aquí? — Ella parecía emocionada y nerviosa al mismo tiempo.

¿Quieres jugar conmigo?

Ahora me doy cuenta de lo tonta que fue aquella pregunta. Pero si no hubiera hecho esa pregunta jamás hubiera tenido la dicha de que esa hermosa princesa se convirtiera en mi mejor amiga.

Me encantaría — Respondió ella con una sonrisa.

Le mostré mi mano y ella la tomo sin dudarlo ni un segundo. En ese momento fue cuando supe que confiaba en mí.

Corrimos hacia el bosque y nos detuvimos en el mismo lugar en donde nos habíamos conocido. Después de aquella carrera nos dejamos caer en el pasto, nos sentamos uno al lado del otro tratando de recuperar la respiración.

¿En dónde vives? — Me pregunto ella inocentemente.

En una cabaña que esta a las afueras del pueblo, está a unos kilómetros de aquí.

¿Entonces jugaremos todos los días?

Todos los días.

Ella sonrió ampliamente y sus ojos brillaron por la emoción.


Todos los días.

Así fue. Todos los días ella escapaba del castillo y nos encontrábamos en el que habíamos llamado "nuestro lugar". Yo era el primero en llegar, y cuando la veía correr hacia mí, una sonrisa se escapaba de mi rostro.

Jugábamos casi todo el tiempo. Corríamos entre los arboles intentando atraparnos el uno al otro. Mis ojos se llenaban con su melodiosa risa y mis pulmones con el perfume que desprendía en cada movimiento.

Recuerdo que muchas veces la deje ganar solo para que no estuviera triste. Me deje atrapar y la deje escapar solo para que nada borrara esa sonrisa en su rostro.

Algunas veces simplemente nos sentábamos a platicar. Hablábamos durante horas y horas. La mayoría del tiempo ella era la que hablaba, pero no me importaba escuchar su voz y observar sus expresiones mientras me contaba de su vida en aquel gran palacio. Por lo menos una vez a la semana, Regina tomaba un libro de la biblioteca del castillo y lo llevaba con ella. Nos sentábamos bajo la sombra de un árbol y me pedía que le leyera mientras ella dejaba caer su cabeza en mi hombro y jugaba con las flores que había encontrado de camino.

En ese entonces no podía darme cuenta, pero ella era la niña más hermosa que yo jamás había visto y sin duda desde un principio supe que había encontrado un hogar para mi corazón, y estaba justo al lado de ella.

Tal vez parezca ridículo, pues éramos demasiado pequeños, pero mi corazón no quería alejarse ni un minuto de ella. Me gustaba su compañía y mi corazón saltaba de alegría cada vez que ella me decía: "Hasta mañana" porque sabía que era una promesa que iba a cumplir.

En mi memoria está grabado aquel día tan importante para nuestra historia. Ella me había hecho leer uno de sus libros favoritos "La promesa". Un titulo común, pero con un contenido muy hermoso.

Él lo sabía, podía sentirlo — Estaba a punto de terminar el último párrafo del libro mientras ella jugaba con una margarita en sus manos — Nunca se alejaría de ella ni en un millón de años y esa era una promesa que iba a cumplir. Una promesa que le había hecho en silencio a su amada con los ojos llenos de ilusión y el corazón lleno de alegría. Ahora el horizonte no parecía ser tan lejano mientras cabalgaban juntos tomados de la mano.

Regina se acomodo para mirarme a la cara mientras yo cerraba el libro.

Robín — Me llamó ella — Prométeme algo.

Dime princesa.

Promete que siempre seremos amigos, que siempre estaremos juntos y que nunca me dejaras.

Lo prometo.

No dude ni un segundo en responder. Le sonreí y ella me sonrió.

Esa era nuestra promesa.


Me senté en el bosque a esperarla, en nuestro lugar de siempre. Me acomode en un tronco y enfoque mi vista hacia el sendero por el que Regina siempre venía.

Hoy era su cumpleaños número quince y habría una gran fiesta en el palacio a la que yo no podía asistir por obvias razones. Los campesinos no eran bienvenidos.

El día anterior, ella me había prometido que vendría. Me dijo que se escaparía del castillo para venir a verme. Yo le había comprado un obsequio, el primero que podía darle desde que yo la conocía. Ahorre el dinero que me pagaban trabajando con mi padre en el campo y le compre un pequeño dije con la letra "R".

Pasó más de media hora y comencé a creer que Regina no aparecería. Tal vez la habían atrapado en alguno de los preparativos de su fiesta. El galope de un caballo me respondió. Observe a Regina sobre su yegua blanca, la que siempre montaba.

Ella bajó del caballo dando un gran salto y una sonrisa apareció en su rostro. Me levante lentamente de mi asiento y la mire fijándome en cada detalle.

Llevaba un hermoso vestido color morado que dejaba la piel de sus hombros al descubierto. Su cabello oscuro estaba recogido en lo alto de su cabeza y adornado por una corona. Sus manos estaban enfundadas en unos largos guantes del mismo color del vestido y sus hermosos ojos cafés brillaban bajo sus largas pestañas.

Milady — La salude con una reverencia.

Escuche como una risita escapaba de sus labios y después respondió con una reverencia.

Te vez hermosa — Me acerque a ella sin poder dejar de mirarla de los pies a la cabeza.

Gracias — Me respondió con una pequeña sonrisa — No tengo mucho tiempo. Las cosas están de locos en el palacio.

Me lo imagino… Feliz Cumpleaños, por cierto.

¿No tendré un abrazo está vez?

Asentí con la cabeza y la tome entre mis brazos con delicadeza respirando profundamente su aroma a manzanas. Sentí sus pequeñas manos deslizándose por mi espalda y su respiración acariciando mi cuello.

Tengo algo para ti — Comenté apartándome poco a poco de nuestro abrazo.

Busque en el bolsillo de mi pantalón y tome entre mis dedos la delgada cadena en donde colgaba el dije que había comprado para ella. Lo levante al nivel de su rostro con una pequeña sonrisa. Los ojos de Regina se iluminaron y salto hacia a mí para darme otro abrazo.

Me encanta — Susurró ella — Es hermoso — Se separo de mí y me miro a los ojos — ¿Me lo puedes poner?

Claro.

Extendí mis brazos hacia ella y con mis manos nerviosas abrí y cerré el broche para poder colocarle el collar en su cuello. Regina tomo el dije entre sus dedos y me dedico una tierna sonrisa.

¿Cómo se ve?

Muy bien.

Se veía justo como lo había imaginado. El dije colocándose en medio de los huesos de su clavícula y la pequeña cadena plateada adornando su largo y delgado cuello.

Tengo que irme — Me dijo ella haciendo una mueca de desagrado — ¿Puedo verte por la noche?

¿Por la noche? — Pregunté frunciendo el seño — ¿A qué se debe eso?

Quiero pasar las últimas horas de mi cumpleaños contigo… Y además, te tengo una sorpresa. Y creo que te va a gustar — Ella me guiño un ojo y yo le respondí con una sonrisa.

Nos vemos en la noche entonces.

¿Lo prometes?

Lo prometo.


Entonces, ¿Cuál es mi sorpresa? — Pregunté mientras observaba a Regina caminar hacia mí.

Se había cambiado el elegante vestido por su cómoda ropa de montar, había atado a su yegua en un árbol y caminaba hacia mí con una bolsa en las manos.

Pastel — Respondió ella sacando un gran recipiente de la bolsa — Mucho pastel.

Sonreí y tome el recipiente quitándole la tapa, un glaseado blanco cubría el pan y el olor a vainilla escapaba. Caminamos hasta colocarnos bajo un cielo estrellado, sin ningún árbol obstruyendo nuestra vista.

Comimos el pastel en silencio hasta que nuestros estómagos se sintieron a punto de reventar. Nos recostamos sobre el pasto con la mirada puesta en el cielo.

Es una hermosa vista.

Lo es — Respondí mirándola de reojo — ¿No te meterás en problemas por estar aquí?

Probablemente… Pero no me importa — Regina dejó escapar un gran suspiro — Además no creo que nadie note mi ausencia.

¿Por qué lo dices? — Pregunté con curiosidad alzando una ceja.

Es una fiesta con mucho alcohol y a estas alturas la chica del cumpleaños ya no es importante.

Pues para mí, la chica del cumpleaños es importante — Ella me miro a los ojos con una sonrisa — Aun quedan algunas horas de tu día especial, así que cierra los ojos y pide un deseo.

¿Crees que los deseos se hacen realidad? — Su voz sonaba suave y su mirada era profunda.

No lo sé… Pero tú puedes comprobarlo pidiendo uno y tal vez se haga realidad.

Buen punto.

La princesa cerró los ojos fuertemente y dejo escapar su aliento que formo un vapor blanco. La temperatura comenzaba a descender y podía sentir el frio atravesando mi ropa.

Cuando Regina abrió los ojos la mire con curiosidad tratando de averiguar que había deseado.

¿Y..? ¿Se hizo realidad?

Aun no lo sé. Tal vez pronto lo haga.

Ella me sonrió y yo sonreí. Ya me había acostumbrado a que mi sonrisa se escapara de mis labios cada vez que ella me sonreía. No lo podía evitar.


¿Qué pasa? — Me preguntó ella buscando mi mirada.

Mi vista estaba clavada en el suelo, no la podía mirar a los ojos. Sentía en mi pecho la presión de las palabras que no quería decir.

Mis padres me habían dicho que teníamos que irnos del pueblo. Mi padre había perdido sus trabajo y quería "ampliar sus horizontes" buscando otro empleo en otra ciudad. No podía decirle que tendría que dejarla… No quería dejarla.

Dime ya que sucede… Por favor, me estas asustando… ¿Pasa algo malo?

Regina… — Mi voz fue casi inaudible. Sentía un nudo atorado en mi garganta — Tengo que irme de aquí.

¿Quieres que nos veamos otro día? Por mi no hay problema…

No es eso… No es solo por hoy.

¿De qué hablas? — Cuando levante la vista pude ver que ella fruncía el seño.

Mis padres se van a ir del pueblo… Y yo tengo que irme con ellos.

Los ojos de cafés que yo tanto amaba se llenaron de lágrimas y pude notar como la mandíbula de Regina se apretaba.

Tú me prometiste que nunca me dejarías — Dijo ella entre dientes.

Regina, lo siento…

¡No!... No me digas que lo sientes — Me advirtió levantando el dedo índice. Se podía notar la furia en su voz — ¡No me digas que lo sientes porque no es verdad!

¡Claro que lo siento! — Di un paso hacia ella dejando solo unos centímetros entre nosotros — ¿Crees que quiero irme y dejarte aquí? ¿Crees que quiero irme y dejar de verte?... Claro que no.

¡¿Entonces por qué te vas a ir?!

Porque tampoco puedo abandonar a mis padres… Ellos tambien son mi familia.

Los ojos de Regina dejaron los míos y se clavaron en el suelo. Mi mano busco su mejilla y la acaricio con delicadeza.

No quiero hacerlo, Regina… Pero tienes que entenderme.

Lo sé… — Ella tomó mi mano y dejó escapar un suspiro — Perdón por reaccionar así.

No tienes porque disculparte… Soy yo el que tiene que hacerlo —Ahora eran mis ojos los que se llenaban de lágrimas.

—¿Recuerdas el deseo que pedí en mi cumpleaños?

—Sí.

—Ahora sé que los deseos no se hacen realidad.

—¿Por qué lo dicen?

—Porque pedí que nunca te fueras de mi lado — Su voz se quebró y una lágrima rodó por su mejilla.

El corazón se me hizo pedazos al escuchar eso. Y de pronto una idea cruzo por mi cabeza

— Regina, yo volveré.

¿Enserió?

Asentí y le tome las manos entre las mías. Sus pequeñas y delicadas manos que con solo tocarme me producían mil sensaciones.

Prométeme que me esperaras.

Lo prometo.


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