Rojo: Pasión
Olor a antiséptico y humedad metálica.
En otras ocasiones, el laboratorio es un lugar perfecto para jugar a puertas cerradas, pero hoy, es un coliseo con dos leones a punto de atacar.
—¿Qué demonios fue eso?
El reclamo, aun dicho en apenas un murmullo, posee tal carga de odio pasivo que su mano se tensa al instante y abandona su herida.
—Pues una misión. ¿Acaso no estuviste allí Rapha?
—No juegues al listo conmigo —Aun de espaldas, el patrón de movimientos de Raphael le es tan familiar que sabe ha abandonado la puerta y ahora está justo detrás de él—. Hablo de ti, ese kraang y su arma de protones.
Donnie suspira, deja las pinzas sobre la mesa y hace girar la silla, encarándolo desde que regresaron esta tarde.
—Estaba ocupado desactivando el cañón principal. No puedo mirar a todos lados mientras descifro códigos y reajusto comandos.
—¡Pues deberías! —grita finalmente, señalando con odio el manchón irregular lleno de pequeñas ampollas en su hombro—.¡¿Ves eso?!
—Claro, lo tengo en…
—¡Cállate!
—¡No me callo! —exclama apartando de un golpe la mano del de rojo—. El cañón está destruido, la ciudad a salvo y esa mega computadora quedó inutilizable, ¡hice todo bien! ¡No merezco este estúpido sermón sobre cómo eres mejor ninja que yo!
—¿Mejor ninja? ¡¿Cómo puedes pensar que estoy hablando de eso?!
—¡¿Entonces de qué?! ¡Habla claro!
La orden tan directa le hace retroceder y su respiración se agita. Una furia asustada como la suya es difícil de sobrellevar.
—¡De que pudiste morir, idiota!
El ceño fruncido de Donnie desaparece y la preocupación que tiñe la mirada de Raph contagia la suya.
—Estaba cubriendo tu espalda. El enemigo siempre te ataca desde allí. Yo… creí que lo estaba haciendo bien hasta que te oí gritar. Nunca esperé que ese kraang fuera lo suficientemente estúpido o valiente para hacerlo. Te he dicho que no te enfrasques en tus cosas computacionales, que vigiles aunque sea un poco tu alrededor, que…
—Basta —Raph deja de mirar la puerta para regresar su atención a la herida—. Estoy bien ¿ves? no me duele —Aunque se toca con apenas la punta del índice, debe morder el interior de su mejilla para contener un grito—. Pudo ser peor, lo sabes. ¿Te duele?
Raph niega con la cabeza.
—No —Se acaricia toda la parte posterior del brazo derecho—. Estoy acostumbrado.
Donnie sonríe y vuelve a tomar las pinzas.
—Ven aquí, te curaré.
—¡Yo primero! —Le arrebata las pinzas y empieza a dar pequeños golpecitos sobre la piel lesionada del dueño del bo—. Así podré mostrarte que puse atención a tu última clase de primeros auxilios —Su sonrisa apenas nacida hace unos segundos se apaga y murmura—: por favor.
Donnie acaricia su mejilla con la mirada, ¿cómo podría mantenerse enojado con su querido hermano menor, cuando su pasión no sólo es furica sino también protectora?
—Sí —concede y Raph se acerca para arrebatarle un fugaz beso en los labios—. Te quiero.
Raph sonríe.
—Te quiero.
