Te odio.

No puedo dejar de pensar en ti, y por eso, te odio…

Me mentiste, me utilizaste…

Y por eso te odio.

Me humillaste, obligaste a cometer actos odiosos…

Y por eso te odio.

¿Y ahora qué? ¿vienes a pedirme disculpas? ¿a llorarme? ¿y a intentar recuperarme? Nunca me tuviste, así que no volveremos.

Te odio.

Te odio porque haces que me odie.

Y me odio porque me quieres.

Y yo te quiero, pero no quiero quererte, así que te odio, porque es más fácil seguir así, de continuar.

¿Y ahora qué hago? Si me das tu corazón ¿cómo puedo seguir siendo capaz de odiarte?

Eres tan considerado, que haces que duela odiarte, y me odio por ello, y te odio por hacerme esto… pero por otro lado me siento incapaz de hacer tal cosa.

¿Entonces? ¿qué hago?

Mi amor propio se siente herido tanto si te aparto como si me acerco a ti. Mi corazón late de alegría por tenerte lejos, llora de pena al no tenerte cerca, y mi mente, busca una razón frenética a la pregunta de ¿Por qué no amarte?

Y odio encontrar razones por las que no estar contigo… y descubrir que todas ellas son menos sólidas que una voluta de humo saliendo de un cigarrillo y desapareciendo en mitad de la nada.

Rompo a llorar, esperando ser maltratada por la soledad, para hacerme sentir humana, mientras cada una de las partículas de mi cuerpo va sintiendo la necesidad de sentir tanto dolor como dejar de sentirlo.

¡Quiero librarme de mi cuerpo!

Morir, dejar de sentir esto que me marea y me ahoga… desearía poder de sentir calor y abrigo entre tus brazos, para poder odiarte a gusto, y no echarte de menos cada vez que te vas, con los ojos enrojecidos, al llorar al saberme inalcanzable.

Pero también quiero vivir, tener una oportunidad de estar contigo, pero si es así, sentiría, sería vulnerable y tendría miedo a que me hicieras daño.

Prometes la Luna, pero yo no la quiero. ¿Es mucho pedir un poco de paz y de soledad?

Sé por qué lo hiciste, y lo que más odio de todo es comprenderte, porque así ya me es imposible odiarte. Querías salvar a tu hermano, y ahora sois prófugos.

Lo diste todo por él, y si me dices que me quieres tanto ¿me darás la Luna?

Entonces si que ya te odiaría si me la dieras. No soportaría que te pasara nada por mi culpa, me odiaría tanto…

Llamas a mi puerta, como cada día. Odio el sonido que produce el timbre, me dice, que otra vez, tengo que enfrentarme con tus ojos azules y volver a rechazarte.

Esta vez, no sé por qué abro la puerta y te beso, mientras lloro.

Es odioso, lo sé, traicionarme tanto… pero al menos, si he de morir, que sea bebiendo de ese néctar prohibido.

¡Maldito beso en el que me prometiste todo y nada!

Maldito beso que me hizo pedir más…