—Papá, ya te lo dije, no seré peluquero. — Dijo, por quinta vez ese día, el primogénito del matrimonio Hyuuga. El capitán de Seirin ya estaba acostumbrado a la insistencia de su padre en cuanto al "negocio familiar", pero ese día había estado desde la mañana abarcando el tema.
—Pero Junpei, no te pido que seas peluquero — Responde su padre con una sonrisa. —, solo te pido que me reemplaces los fines de semana.
—Pero apenas tengo tiempo con la escuela y el baloncesto. ¿No puedes pedírselo a alguno de tus amigos?
—Ellos tienen sus propios empleos, Junpei. Además tú no haces nada los fines de semana, solo lees manga y juegas con tus muñecos.
—¡No son muñecos, son figuras de la era Sengoku! — Corrigió el de lentes.
—Sí, sí, como digas — Le restó importancia su padre —. ¿Me ayudarás? —Preguntó
—No. — Denegó mientras se cruzaba de brazos.
—Junpei... por favor. — Suplicó el mayor.
—Papá, ya dije que no. — Concluyó el capitán de Seirin. Ante esto, su padre decidió usar su última opción.
—Junpei... hazlo o romperé todos tus muñecos Sengoku. — Dijo lentamente con una sonrisa tétrica en el rostro, que asustó tanto a su esposa como a su hijo, aunque este último se asustó más por lo que escuchó.
—¡¿E-eh?!, ¡no puedes hacer eso!
—Claro que puedo, ¿quién te da el dinero para comprarlos? — Respondió con la misma expresión.
—Pe-pero... ¡mamá, dile algo! — Lloriqueó, esperando tener ayuda de parte de su madre, la cual había estado observando todo en silencio.
La mujer, que se sentía como si estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte, observó primero el rostro de su hijo, lleno de desesperación, para luego ver el de su esposo, cubierto de satisfacción y maldad.
—Junpei... ayudarás a tu padre, comienzas mañana, y es definitivo. — Sentenció la mujer, lo que hizo que su esposo comenzara a reír victorioso.
En ese momento, Hyuuga Junpei se rompió, interna y externamente.
Al día siguiente, padre e hijo estaban entrando a la "Peluquería y Barbería Hyuuga".
Desde el momento en que puso un pie dentro del establecimiento, Junpei pudo sentir el olor a gel y talco infestando su nariz, además de reconocer el sonido de unas tijeras siendo manipuladas, y un par de voces femeninas.
Luego de saludar a todos los empleados presentes y ser asignado a un lugar, Hyuuga recibió algunas explicaciones de su padre.
—Recuerda, el cliente manda.
—Ajá. — Contestó con desgano.
—Y recuerda siempre sonreír. —Añadió mientras señalaba su propia boca.
—No pidas imposibles. —Respondió, sacándole una risa a su progenitor
—Bien, lo dejo en tus manos hijo — Mencionó el mayor, para luego acercarse y abrazar a su primogénito —. Buena suerte— Susurró para luego darle un beso en la frente y caminar hacia la salida.
—Como sea. — Murmuró el menor, mientras veía a su padre salir. Una vez este se había alejado del local, Junpei se sentó en una de las sillas del lugar para calmarse un poco, ya que el hecho de ser obligado a trabajar no le tenía muy feliz.
Unos segundos luego de cerrar los ojos, pudo oír el sonido de unas tijeras siendo tomadas; además sintió como una mano se posaba sobre su hombro, evitando que pudiera continuar descansando. Irritado, volteó a ver a quién le había interrumpido.
—¿Sakata-san? — Murmuró al notar al hombre parado junto a él. Tenía el cabello algo canoso y una mirada suave y calmada. Desde hace varios años, Sakata Kenji había sido el segundo al mando en el negocio de su padre, ya que fue el primer empleado de la barbería, y el único que se mantuvo desde entonces.
—Junpei, acaba de llegar alguien, ¿podrías atenderlo? — Preguntó el hombre con un aura paternal. Desde que Hyuuga tenía un año, Kenji se había encargado de cuidarlo como sí de un hijo se tratara. Ese mismo motivo causaba que el de lentes no pudiera negarse a cumplir sus "órdenes".
—Claro. — Murmuró para luego levantarse y dirigirse a la sala de espera. Al llegar vio a un adolescente, aproximadamente de su edad, sentado en una de las sillas, prestando atención a su celular.
—Buenos días — Habló para llamar su atención —, usted es el siguiente, pase por favor.
—¡Ah, claro, perdón!— Gritó el chico mientras levantaba la cabeza rápidamente.
—No impor... ¡¿El hongo disculpón?! — Gritó sorprendido al notar con quien estaba hablando. El castaño se sobresaltó al ver el rostro del capitán de Seirin, y casi se desmaya al observar como cambiaba su expresión lentamente de sorpresa a enojo.
—¡¿Hy-Hyuuga-san?!
