ACLARACIÓN: El universo de Harry Potter no me pertenece, es de J.K. Rowling, de quien son todos los derechos. Yo sólo escribo estos relatos sin intención de lucro ni ganancia alguna.

Dedicado a Kori y Sesshy.

HARRY POTTER Y EL CORAZÓN DEL DRAGÓN

PRÓLOGO

Era temprano, demasiado temprano para su gusto cuando escuchó los gritos del Tío Vernon en la puerta de su ahora "habitación". Con pesado gesto se desperezó y caminó hacia la puerta, para abrirle a aquel que había hecho tanto tumulto.

-¡Abre ahora! -la fuerte y enojada voz de su regordete tío lo hizo levantarse rápidamente, mientras el corazón le palpitaba a mil por hora en el pecho- ¡Pequeño mequetrefe!

-¿Qué sucede, tío Vernon? -su voz se escuchó como un murmullo, mientras con horror vio cómo muchos de los objetos de la casa flotaban en el aire- ¡Oh, Dios!

-¡Quiero que me expliques qué pasa aquí! Desde que regresaste... -hizo una pausa para tomar aire-... muchas cosas extrañas están pasando en ésta casa, tu tía Petunia está muy asustada.

-Lo siento, pero yo no... -quiso decir algo en su defensa, cuando de pronto un candelabro que estaba sobre una mesa que flotaba se le lanzó, mientras lo esquivaba hábilmente.

-Ahórrate tus palabras mocoso insolente -su enorme figura rebotó graciosamente mientras hacía un mohín lleno de furia-, ya he tenido suficiente con esto.

-¡Pero yo no...! -con éxito volvió a esquivar un objeto que se dirigía a su cabeza, sólo que el tío Vernon no tuvo tanta suerte.

-¡Detén esto! -vociferó, mientras se sobaba la cabeza.

-¡Pero no sé como, además, no me permiten utilizar magia fuera de la escuela de Hogwarts!

-¡No me importa como lo hagas, sólo detén esto! -tomó a Harry de su ropa y lo estrelló contra una pared-, o ten por seguro que te sacaré de ésta casa a patadas.

Harry no sabía qué sucedía, la última vez que había pasado eso éste Dobbie era el que había causado tanto tumulto. Dejando escapar un suspiro de resignación y sabiendo de antemano que ésta vez talvez lo echarían de Hogwarts para siempre tomó su varita mágica y cuando iba a detener todo, de repente las cosas dejaron de moverse y cayeron estrepitosamente al suelo.

Asombrado por eso y con la boca abierta, su tío Vernon se acercó a él e intentó quitarle la varita, pero no pudo hacer nada, porque Harry al ver sus intenciones había corrido a su habitación y había cerrado con llave, atrancando la puerta con una cómoda que estaba ahí.

-¡Abre! -la enojada voz de su tío lo hizo encogerse de miedo- ¡Abre!

-¡Ya te dije que yo no hice nada, tío Vernon! -gritó desde dentro, acercando la varita hacia su pecho con las dos manos- No sé qué está pasando.

-Siempre dices que no eres tú, pero todas las cosas malas que pasan en ésta casa son por tu culpa -su voz contenía un leve tono de ira-, así que abre ahora o te las verás conmigo.

Dejó escapar un suspiro y quitando la cómoda abrió despacio la puerta.

-¿Y bien? -el tío Vernon le miró, levantando la ceja derecha como en señal de advertencia.

-¿Y bien qué? -dijo a la defensiva.

-¿Qué está pasando? -entrecerró los ojos, esperando una respuesta coherente.

-No lo sé, te juro que no lo sé -su desesperación era palpable en cada palabra.

-Más te vale que te quedes en ésa habitación hasta que tengas qué largarte de aquí -dio por sentado el asunto, mientras se daba la vuelta y su barriga rebotaba-, y ni te preocupes en bajar a comer, tu tía te traerá la comida, no quiero ni pensar en lo que pasaría si bajaras.

-Está bien... -fue lo único que dijo antes de cerrar la puerta y recargarse en ella para caer al piso-... ¿por qué sólo me suceden éstas cosas a mí?

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Se quedó mirando a la nada al momento en que dejaba su pluma a un lado y releía lo que había escrito en un pergamino. Ya había pasado una semana desde aquel incidente y ni Hermione ni Ron habían respondido sus cartas. Se preguntaba si se habían olvidado de que existía o de que estaba encarcelado en ésas cuatro paredes. Cerró los ojos y después sonrió levemente mientras colocaba el pergamino en una de las patas de Hedwig.

-Ron Weasley, ya sabes la dirección -y elevándola en el aire la lechuza comenzó su vuelo.

Miró detenidamente el patio, era a su parecer medio día y su tía Petunia no tardaría en llevarle el almuerzo; tarde, como siempre.

Escuchó unos toquidos provenientes de la puerta.

-Adelante -como pudo alcanzó a guardar sus cosas y sonrió nerviosamente a su tía.

-Tenemos qué salir -le miró algo desconfiada-, pero no podemos encargarte ni podemos dejarte solo, así que tendrás... -al decir eso último había tragado duramente saliva-... tendrás qué venir con nosotros.

-¿Adónde? -se levantó de su asiento y su tía dio un paso atrás.

-Dudley quiere ir al nuevo parque de diversiones que está en la ciudad -se adentró y dejó una charola con sobras de comida sobre la cómoda de Harry.

-Ya veo... -se sentó cerca de la comida y tomó la cuchara para comer-... ¿a qué hora se irán?

-En quince minutos -dejó escapar un suspiro y antes de salir murmuró por lo bajo-... espero que todo salga bien y que no lo arruines...

Harry rodó los ojos, le trataban como si fuera lo peor del mundo. Si ellos lo vieran de mejor manera los podría considerar como una verdadera familia. Algunas veces deseaba dejar de ser el niño que vivió, dejar de tener todo ese peso sobre sí mismo y que nadie le mirara con admiración, dejar de ser Harry Potter. Pero si no fuera él entonces nunca habría conocido a Hermione ni a Ron, aunque no habría vivido todo ése infierno en el que se había convertido su vida. Sirius había muerto y ahora ya no tenía un mejor lugar en el cual refugiarse en las terribles vacaciones de verano, además estaba el hecho de que Dumbledore también había fallecido.

Terminó de comer y se cambió de ropa, aunque no era necesario, de todas maneras parecía un bobo con ésa vestimenta que le quedaba extra grande. Se miró en el espejo y sonrió al pensar que daba gracias a Merlín de que Draco Malfoy no estuviera ahí porque tendría material de sobra para burlarse de él por toda su vida al verle en el estado en el que se encontraba y con las ropas que llevaba.

Tomó la charola después de 10 minutos y bajó con ella, encontrándose con un caos total: Su tía peinaba con mucha alegría a su regordete hijo, mientras éste se hinchaba -aún más- de orgullo al ser halagado por su madre. Su tío miraba unas fotografías en la chimenea, percatándose de que nada malo sucediese con ella, ya que había tenido suficiente con el susto que se habían llevado cuando los Weasley habían ido por primera vez a ésa casa. Pasó totalmente desapercibido y por tal razón lavó los trastos y los colocó en su lugar, esperando a que alguien por fin le mirara o que dieran la señal de que tenían qué irse.

Pensó con horror que la última vez que había salido con ellos sin querer dejó salir a una serpiente del serpentario y que Dudley había caído ahí, quedándose encerrado. Ésa vez le castigaron. Pero pensó con alegría que nunca había ido a un parque de diversiones Muggle y que se divertiría un poco, además, ¿qué de malo podía suceder?

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Estacionaron el automóvil cerca del enorme parque de diversiones y sus tíos le miraron con mucha desconfianza. Se vieron el uno al otro, pensando qué hacer con ése intruso que desde pequeño les había sido como una carga y nunca le habían visto como un familiar.

-Te quedarás aquí -sentenció su tío Vernon mientras los tres salían del automóvil-, y más te vale que no pase nada malo porque te las verás conmigo.

Y se fueron, dejándole solo, como siempre lo habían hecho.

Echó un vistazo a todas partes, las personas sonreían mientras llevaban consigo un helado, un muñeco de felpa, un globo. Dejó escapar un suspiro e intentó abrir la ventana, estaba haciendo un calor de los mil demonios y el sol parecía sofocarle dentro del automóvil que permanecía totalmente cerrado. Se quedó quieto, si su tío se daba cuenta de que había bajado el vidrio lo más seguro sería que tuviera un castigo de por vida, cosa que por suerte no pasaría de los dieciocho años, pero mientras no los tuviera, aún y cuando fuera mayor de edad en el mundo mágico, tendría qué vivir con su horrorosa familia. Suspiró frustrado, estaba considerando ése día como de los peores de toda su vida, y eso que se había tenido qué enfrentar a Voldemort y al profesor Snape.

Se acomodó en el asiento y cerró los ojos, se sentía mal, sus mejillas debían arder por el calor que llenaba por completo su cuerpo y tenía sed. Abrió los labios y los chupó con su lengua, pero no estaba seguro de si podría soportar más. "Vamos, eres Harry Potter, el niño que vivió, el que se ha enfrentado cara a cara con Voldemort, has sufrido peores cosas que esto", se decía a sí mismo, pero parecía que su propio cuerpo lo traicionaba; el sudor de su frente y de su cuerpo se lo hacían ver. Miró hacia fuera nuevamente y no pudo evitar ver un lujoso automóvil que se detenía a su lado de una manera algo extraña a su parecer.

-Debiste de haber girado en otro rumbo. ¿qué extraño lugar es éste? -la voz de alguien le inundó los sentidos como si la conociese de antes- ¡Respóndeme, inepto!

-No, no lo sé señor -el hombre que acababa de salir del auto miraba algo asustado para todas partes mientras se rascaba la cabeza sosteniendo una gorra negra, al igual que su uniforme-, perdóneme, perdóneme.

-Cierra la boca y sácame de aquí, hace un calor de los mil infiernos y mira que he estado en ése lugar y como no me soportaron me echaron -una risa sarcástica y fría le puso los pelos de punta, sabía que conocía a la perfección ése sarcasmo-, así que muévete.

-Sí, sí señor -se adentró nuevamente en la limousine, pero cuando iba a arrancar el vidrio de la parte trasera se abrió.

-Vaya, vaya, vaya... -la voz nuevamente zumbó en sus oídos-... miren lo que nos ha traído la marea... al mismísimo "San Potter".

Harry levantó la cabeza y se encontró de frente con unos ojos azul grisáceo, casi plateados, llenos de satisfacción y burla. Cerró los ojos con fastidio al momento en que dejaba escapar un suspiro de frustración de sus labios resecos.

-¿Qué sucede Potter? -la voz de Malfoy le taladró los oídos, no se sentía bien como para responder a sus "insinuantes" palabras- ¿Por qué ésa cara? ¿Es que el calor ya ha fundido las pocas neuronas que quedaban en tu cerebro?

-Púdrete Malfoy -dijo con cansancio y en tono muy bajo.

-Qué vocabulario tan arrabalero -rodó los ojos con impaciencia-. Se ve que te gusta el "infierno" -señaló el interior del vehículo que estaba totalmente cerrado-. ¿Por qué no abres una ventana?

-¿Qué te importa? -volvió a sumirse en su lugar para dejar descansar a sus ojos que los sentía pesados.

-La vida te trata tan bien -puro sarcasmo-, supongo que has de estar tan feliz en tu hogar...

-Querías irte, lárgate -una larga pausa se impuso entre los dos, pero era preferible a estar peleando con alguien tan estúpido como ése Slytherin.

-Todos lo que te idolatran deberían de ver lo patético y pequeño que te ves ahora -abrió la puerta del automóvil y se acercó a Harry-, así dejarían de verte como lo que no eres...

-¿Qué no tienes algo mejor qué hacer que no sea estarme molestando? -se le enfrentó desde dentro- Ya deberías de conseguirte una vida.

-Tengo una vida, Potter -pasó el dedo índice de su mano izquierda por la puerta del auto con algo de sensualidad-, una vida que muchos envidiarían, como por ejemplo, el pobretón de Weasley.

-No te la creas tanto -sonrió para sus adentros-, almenos a él le prestan más atención en su casa que a ti.

-Tú no me conoces, no digas cosas que no sabes -se agachó y miró con odio al niño que vivió-, no sabes lo que dices.

-Bueno, entonces si no quieres que te moleste no te metas conmigo ni con mis amigos -se recostó nuevamente, sentía tan pesados los ojos-, déjame en paz...

-No creas que tienes tanta suerte -sonrió de lado, como siempre solía hacer-, me tendrás aquí unos minutos más mientras el inepto de mi chofer se "ubica".

Malfoy se quedó mirando a Harry. Éste tenía los ojos totalmente cerrados y parecía estar incómodo en aquel lugar, suspiró fastidiado, al parecer se había quedado dormido. Se dio la vuelta y se iba a introducir en su limousine cuando algo le hizo voltearse hacia él. Con algo de asombro se acercó e intentó abrir la puerta del auto, pero no pudo. "Estúpidos automóviles Muggles", pensó. Iba a sacar su varita, aún sabiendo que no estaba permitido hacer magia fuera de la escuela y menos en el mundo Muggle, pero vio cómo una pareja de Muggles abrían la puerta de un auto e imitándolos lo consiguió con éxito.

-¡Potter! -intentó zarandearlo, pero el otro no respondía- ¡Maldición, vas a batir el récord de más asistencias a la enfermería!

No obtuvo respuesta alguna del muchacho que había comenzado a mancharle la ropa con su sangre. Lo cargó como pudo y lo acomodó dentro de la limousine, donde el ambiente era más fresco y reconfortante, le quitó algunos mechones de la frente y pudo percatarse de que ardía en fiebre. Pensó que sería bueno dejar que se muriera, pero algo en él le decía que aún no era su tiempo, "Debes morir por mis manos, no por una estúpida insolación", ése era el pensamiento que lo hacía desistir de dejarle dentro de ése lugar. Dejando escapar un suspiro de resignación buscó en la nevera agua fresca y tomando el pañuelo que siempre llevaba consigo lo remojó con ésta y se lo colocó en la frente.

-Menuda suerte tengo, Harry Potter a mi merced. Me pregunto... -sonrió maléficamente-... ¿cómo me cobraré ésta?

Le dio un poco de beber al muchacho que parecía no despertar del profundo sueño en el que se encontraba y se sentó a su lado, mientras cerraba la puerta y la ventana para que el aire acondicionado no se escapara por éstas. Colocó su cabeza en su regazo, si lo dejaba totalmente boca arriba podría ahogarse con la sangre que no paraba de fluir de su nariz. Con algo de asco buscó algo con qué limpiarse y algo con qué detener la hemorragia de su acérrimo enemigo, pero no había nada a la mano.

-Estúpido Potter -fue lo único que dijo mientras se levantaba de ahí y buscaba a su chofer para que le trajera unas cosas.

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Sintió una punzada en su cabeza, tenía aún los labios resecos y el rostro le dolía desde las sienes hasta la nariz. Con algo de esfuerzo logró incorporarse y quiso enfocar bien, cuando sintió que algo caía desde su cabeza hasta su regazo. Se llevó la mano izquierda a la cabeza; todo le daba vueltas, tenía un extraño sabor metálico en la boca y su estómago estaba revuelto. Cuando pudo enfocar su vista se dio cuenta de que ya no se encontraba en el auto de los Dursley, ahora estaba en un lugar extraño, al parecer también un auto que parecía 10 veces más grande de lo común. Recostó su cabeza en el respaldo del asiento, respirando por la boca, sintiendo su garganta totalmente dolorida.

-Ya despiertas -la voz de alguien lo hizo voltear de repente, arrepintiéndose después, cuando un terrible mareo lo invadió-, San Potter no es tan "milagroso".

-¿Dónde estoy? -hizo caso omiso al rubio que había arrastrado las palabras con sarcasmo-, ¿qué hago aquí?

-Supongo que te desmayaste -le tendió un vaso con algo que parecía agua-, te estabas desangrando y...

-No me digas que me ayudaste -tomó el vaso y bebió con ansias, pero estuvo a punto de devolverlo, eso sabía asqueroso-... Ahg... ¡sabe espantoso!

-¿Y qué querías, una poción revitalizadora con sabor a chocolate? -levantó los brazos en señal de enfado, haciendo que Harry se diera cuenta de que el rubio tenía la ropa manchada de sangre, al igual que la suya- Nada más eso me faltaba, que delicadito salió el niño.

-Estás manchado de sangre -lo señaló.

-Corrección -se sentó a su lado-, de tu sangre.

-¿Quién iba a pensar que me ayudarías? -trató de sonreírle al otro, el cual le miró con desagrado- Tratándose de un Malfoy pensé que me ibas a dejar ahí.

-Cuando era niño... -Harry se sorprendió cuando vio cómo el rubio le había quitado el vaso de las manos y le tendía otro-... me quedé encerrado en un invernadero en pleno verano...

-Lo hiciste porque te di lástima -bajó la cabeza y miró con desconfianza el vaso que el rubio le tendía, hizo un esfuerzo sobre humano cuando le bebió, esto era mil veces peor que la poción anterior-, ahg... entonces te insolaste también.

-También, pero más bien estuve a punto de ahogarme -se levantó algo incómodo-. No acostumbro contarle nada de mi vida privada a nadie, así que si me entero que alguno de tus "amiguitos y seguidores" lo comenta te juro que te lanzo un Avada.

-Pierde cuidado, yo no soy como los Slytherins -se cruzó de brazos totalmente indignado-, no aprovecho las debilidades de otros para darles un golpe bajo.

-Un típico Gryffindor yo-lo-puedo-todo-sin-artimañas-ni-juegos-sucios -se asqueó y abrió la ventana, dejando pasar el sol que le dio de lleno en los ojos a Harry-, que estupidez.

-¿Cuánto ha pasado desde que me desmayé? -se cubrió un poco los ojos de la molesta luz y se asomó por la ventana.

-Como 45 minutos -se quitó molesto por la cercanía del otro-, parece ser que tus familiares iban a dejarte ahí dentro toda la tarde.

-Si algún día quieres aprender nuevas formas de tortura créeme que ellos serían unos maestros excelentes -rió divertido al ver la expresión de asombro totalmente pasajera en el rostro del rubio-, ni siquiera Voldemort ni Snape me han molestado más que los Dursley en toda mi vida.

Ambos se quedaron callados mirando hacia fuera. El sonido de las personas y vehículos yendo y viniendo era lo único que les acompañaba, hasta que el rugido del estómago de Harry hizo que Malfoy volteara a verle y el ojiverde se sonrojara por completo.

-Parece ser que tienes hambre -con todas sus fuerzas impidió que una carcajada saliera de sus labios.

-Mmm...

El rubio abrió la puerta y salió, esperando que el otro lo imitara, cosa que sucedió.

-¿Qué lugar es éste? -Malfoy volteó hacia todos lados, parecía algo extrañado de ver a tantos Muggles en un solo sitio.

-Es un parque de diversiones -se recargó en el automóvil de sus tíos y vio que adentro no había ni señal de sangre, suspiró aliviado-, ¿nunca habías visto uno?

-He ido a muchos, pero no Muggles -se le quedó mirando a la rueda de la fortuna-. ¿Cómo hacen que funcionen si no tienen magia?

-Con electricidad -su estómago volvió a rugir y se sonrojó por completo.

-Escuché de la energía eléctrica, que primitivos -iba a continuar su camino, pero el otro no le siguió-. Potter, vamos...

-¿Adónde? -levantó la cabeza con extrañeza.

-A buscar algo de comer, me muero de hambre yo también.

Ambos caminaron hacia la taquilla del parque de diversiones.

15 minutos después:

-No puedo creer que a mí, Draco Lucius Malfoy, hijo de una familia de Millonarios en el Mundo Mágico me hagan esperar en una fila -el rubio parecía una furia.

-Ellos no saben quién eres -rió por lo bajo, haciendo que el otro le mirara con mucho odio-, tranquilízate. Por cierto, fue una suerte que cargaras con dinero Muggle.

-Tengo dinero Muggle de todas partes el mundo guardado en mi caja fuerte.

-Querrás decir la de tu familia.

-No, la mía -se detuvo frente a una tienda de ropa que se encontraba dentro de un pasaje comercial-, verás, mi abuelo me dio una pequeña fortuna que he ido acrecentando a lo largo de mi vida.

-¿Pues cuántos años tenías cuando te la dio? -le miró algo dudoso.

-Tenía 3 -sonrió de lado, se sentía orgullo de sí mismo.

-Sí, claro y yo soy Lord Voldemort -sonrió con burla.

-Si tú a ésa edad todavía pensabas en atrapar mariposas déjame decirte que yo a ésa edad ya practicaba hechizos y pociones aún más adelantadas que las que vemos en Hogwarts -le miró con recelo-. No todos los niños tienen la suerte de vivir como unos idiotas por el resto de su infancia.

-Lo siento, no era mi intención -bajó la cabeza arrepentido-, digo, es que nadie se espera que un niño de 3 años sepa cosas de finanzas y de magia, todo al mismo tiempo.

-Fue mi entrenamiento -se metió en la tienda seguido de Harry que parecía muy interesado en la plática-, mi destino es convertirme en Mortífago.

-¿Y eso es lo que quieres? -se detuvo junto con el rubio que miraba algo de ropa que estuviera a su altura-, bueno, digo, ¿ése es el destino que deseas para ti?

-¿Y a quién le importa eso? -tomó unas cosas y se metió al vestidor de hombres.

-Debería de importarte a ti -había seguido al otro muchacho hasta ése lugar, viendo cómo su otra ropa manchada de sangre era puesta sobre la puerta-, es tu vida.

-¿Tú quieres ser el defensor del mundo entero? -abrió la puerta y el ojiverde le miró asombrado- Deja de verme Potter, se te va a caer la quijada.

-No pensé que te gustara la ropa Muggle -le miró de arriba abajo, el rubio traía un pantalón negro de vestir junto con una camisa de seda blanca y una chaqueta negra.

-No pensaba ir a comer con la ropa manchada de sangre -le miró de arriba abajo-, y tú tampoco.

-¿Eh? -levantó la cabeza y sintió cómo el otro lo abrazaba por detrás, haciéndole sonrojar por completo, más cuando se dio cuenta de que unas chicas veían la escena desde lejos- ¿Qué crees que estás haciendo?

No obtuvo respuesta, el rubio se había marchado. Dejó escapar un suspiro de paz, tratando de no ver a la cara a las chicas que cuchicheaban cosas entre sí mientas le miraban una y otra y otra y otra vez. Se sentía totalmente incómodo y fue por eso que no se dio cuenta de que era arrastrado hacia un vestidor con ropa en mano. Cuando estuvo adentro miró lo que traía en las manos, era un pantalón de vestir color vino y una camisa blanca de vestir también junto con una chaqueta del mismo color que el pantalón. Dejó escapar otro suspiro, éste era de resignación, ahora comprendía porqué el rubio le había abrazado por detrás, era para ver más o menos su talla, ahora mismo debía de estar lavándose los brazos del asco que debió haberle dado.

Cuando salió obtuvo chiflidos de las muchachas de hacía unos instantes, parecían muy interesadas en su persona. Se dio la vuelta y se encontró con la visión de un chico muy bien parecido y excelentemente vestido.

-Vaya, cuánto cambia una persona cuando se pone algo decente encima -la forma de arrastrar las palabras Harry la conocía a la perfección-, pero era de suponerse, mi buen gusto por la ropa nunca ha cambiado.

-Eh... -quiso decir algo pero las palabras no salían-...

-Vámonos, ya pagué lo que llevamos puesto -se dio la media vuelta y caminó hacia la salida, seguido de Harry que parecía totalmente sonrojado.

-Eh... Malfoy... -miró la estantería del local y abrió los ojos como platos cuando vio el precio del traje que traía encima-... ¡sabes cuánto cuesta lo que traigo!

-¿Por qué el grito? -siguió su camino sin detenerse- ¿No puedes mantener la boca cerrada por unos instantes?

-Pero... pero... -miraba con asombro lo que traía puesto-... es mucho, demasiado.

-Si quieres devolvérmelo déjame decirte que me queda chico -dijo de mala gana cuando se detuvo frente un restaurante que le pareció almenos decente-, además, no quiero que se me peguen tus bacterias.

-Era de suponerse contigo -cruzó los brazos en señal de enfado-, tan engreído como siempre.

-Hay cosas que nunca cambian Potter -se acercó a una mesa y se sentó, seguido de Harry-. ¿Qué quieres ordenar?

-Lo que sea, me muero de hambre -su estómago volvió a gruñir, pero ahora fue acompañado por el rugido del estómago del rubio que evitó a toda costa sonrojarse-. Parece ser que no soy el único.

-Cierra la boca...

Ambos se quedaron en silencio pero riendo interiormente de las peripecias que sucedían a su alrededor, hasta que Harry pudo vislumbrar a lo lejos a sus tíos y a su primo. Lo primero que intentó fue esconderse debajo de la mesa, pero el rubio lo detuvo.

-¿Y ahora qué? -levantó su ceja derecha y le miró interrogante.

-Mis tíos, si me ven me matan -parecía un manojo de nervios-, se supone que no debía de haber salido del automóvil.

-¿Qué te van a hacer, mandarte a dormir sin cenar? -sonrió de lado, tomando la carta.

-¡No es gracioso, Malfoy! -le miró con recelo, el rubio a veces podía ser tan molesto.

-Toma asiento y deja de hacer estupideces -bufó de mala gana, parecía estresado-. Estúpido Gryffindor.

El acontecimiento no pasó a mayores porque sus tíos ni por enterados de que se encontraba ahí. Comió todo lo que quiso y se atragantó con todos los postres que su estómago pudo soportar sólo para molestar al rubio que lo miraba como si fuera un enfermo mental y en más de una ocasión le escuchó decir que comía como si no hubiera un mañana, cosa que sólo le hacía rodar los ojos con fastidio.

Se subió a todos los juegos que pudo, arrastrando consigo al otro que miraba con desconfianza todo lo Muggle que se moviera. Comió todo el algodón de azúcar que encontró hasta que se sintió mal del estómago y hasta se sacó una fotografía con Malfoy, el cual estuvo a punto de lanzarle una maldición imperdonable al camarógrafo cuando éste hizo funcionar el flash de su cámara, pero por suerte lo detuvo y le explicó el funcionamiento de ése extraño artefacto Muggle.

Aunque no lo quisiera admitir se sentía a gusto con el rubio que no paraba de cuidarse las espaldas de aquellos "asquerosos" Muggles con nariz grande y cabellos de colores que llevaban en sus manos extrañas cosas que podían tomar muchas formas, llamados Payasos.

En un momento de "euforia" había querido ayudar a una niña que quería un muñeco de peluche de una estantería donde tenía qué lanzar pelotas a objetos, pero para su desgracia lo único que consiguió fue golpearse a sí mismo en más de tres veces y para colmo seguidas. El rubio no pudo reprimir una carcajada y ambos se enfrascaron en una pelea que el Slytherin terminó aceptando y que ganó para desgracia de Harry, el cual sonrió cuando éste le dio el enorme muñeco de peluche a la niña que le dio las gracias y un bonito elogio antes de correr con su mamá para mostrarle el "osito" que el muchacho lindo le había dado.

-De engreído y petulante has pasado a ser el "Muchacho Lindo" -sonrió, pero se calmó cuando el Slytherin volteó a mirarle con cara de pocos amigos.

-Y tú has pasado de El-Niño-Que-Vivió a "Mi copia exacta" -bufó de mala gana.

-¿Tan mal estoy? -dijo fingiendo estar alarmado- ¿En qué se ha convertido éste mundo?

-¡Por Merlín, Potter! -rodó los ojos con fastidio- ¡Compórtate por lo menos hoy como lo que no eres!

De repente se acomodó el cuello de la camisa y con pasos elegantes imitó a Malfoy, que sólo le dirigió una mirada mordaz. Por suerte no ocurrió ningún otro altercado, hasta que con un enorme susto se dio cuenta de que ya se había ocultado el sol.

Sin ningún rastro de color en el rostro corrió, seguido del Slytherin hacia el estacionamiento, en donde su tío Vernon parecía encolerizarse más a cada momento que pasaba.

-¡Dónde has estado! -vociferó, al momento en que unas gotitas de saliva escapaban de su boca- ¡Te hemos estado esperando desde hace más de dos horas!

-Lo siento, yo... -de repente se sintió pequeño, hasta que sintió una mano en su hombro y volteó a ver a su acérrimo enemigo dirigirle una de sus "encantadoras" miradas a su tío-...

-Estuvo conmigo todo el tiempo, pobrecillo -lo abrazó como en un gesto cariñoso-, se me hizo terrible dejarle en un automóvil con las puertas cerradas con el calor tan sofocante -sonrió con hipocresía, cosa que para los Dursley pasó desapercibida-. Le ruego me disculpe.

-Ya... ya veo... -el tío Vernon secó con un pañuelo su frente sudorosa-... así que usted fue...

Pero sus palabras fueron cortadas cuando la puerta del conductor de la limousine que estaba estacionada a su lado se abrió de golpe, revelando a un joven con su uniforme de chofer.

-¡Sr. Malfoy! -hizo una reverencia a modo de saludo- Lo he estado esperando, su padre le aguarda.

-Ya voy -su mirada se volvió fría y todo su "encanto" desapareció-, con su permiso.

-Err... Malfoy... -Harry quiso decir algo y en sus labios se formó una sonrisa-... gracias.

-Nos vemos en Hogwarts, estúpido Gryffindor -arrastró las palabras al decirlo y entró al lujoso automóvil, mientras el chofer cerraba su puerta y se despedía con una inclinación de Harry, el cual le respondió el gesto.

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Nadie comentó nada cuando Harry subió al auto ni le reprocharon el que no estuviera ahí, porque el tío Vernon parecía encantado con el rubio, al cual no paraba de adular para molestia de Harry, el cual sabía que era todo lo contrario a lo que su tío decía. Sí, era rico, era famoso por su apellido, podía tener a quien quisiera, podía tener lo que quisiera, era un buen alumno, el mejor en pociones y, además, para colmo, era apuesto. Definitivamente ése no era su mejor día, pero sí uno de los más divertidos que había tenido.

Se preguntó si algún día podría volver a repetirse el que él y Malfoy estuvieran juntos sin estarse peleando, pero muy dentro de sí sabía que era mucho pedir.

Miró por la ventana del auto las luces de la ciudad y suspiró con decepción. Faltaban unas semanas para el regreso de vacaciones y no podía esperar para llegar al lugar al que consideraba como su hogar. Apoyó su mano en la puerta y después sonrió, esperando que la familia Weasley lo sacara del terrible lugar en el que se encontraba, después de todo era lo que siempre hacían.

Y de repente sólo se vio cómo el automóvil se alejaba y se perdía en el horizonte...