¡Hola!. Como dicen las tags, esto empezó como algo pequeño pero, para variar, perdí el control totalmente. Terminaron siendo trece capítulos que publicaré de una sola vez porque, sinceramente, no vale el suspenso. Lo dividí en capítulos solo porque hay una distancia significativa entre unos acontecimientos y otros, entonces, separarlos hace más sencilla su lectura...creo. Espero que disfruten a los pequeños.
Un aviso: no son frecuentes, pero hay unos cuantos garabatos en el fic, estos garabatos son chilenos porque son los que más naturales me resultan a la hora de escribir por razones obvias, espero que no les moleste mientras leen.
Año uno
Ojalá pudiera tener control sobre el tiempo o, en su defecto, de su propio cuerpo (el corazón, por ejemplo); así podría tratar de buscar el origen de todo y quizá, evitar que suceda lo que sea que comenzó en ese momento.
¿Es en su segundo año de preparatoria en Seidou, quizás?
No, probablemente mucho antes: cuando Furuya toma una revista y sus pupilas quedan tatuadas con la imagen de Miyuki.
El inicio y la urgencia de un final empezaron a tener relevancia cuando se encontró, otra vez, a la sombra de la risa de Sawamura y el constante parloteo del equipo; con una sonrisa quieta al verlos tan contentos, y la resolución de no participar para no arruinarlo, dio un paso atrás y se sorprendió al notar que no era el único tratando de escapar. Sintió un poco de pánico, pero entonces prestó más atención y se relajó: en la mirada de Furuya había un anhelo que definitivamente lo hacía diferentes. Él pronto se uniría a esas conversaciones cálidas y bromas ligeras, cariñosas.
Aun así, parecía preocupado.
—Yo creo que estás bien, tal como eres—se le escapan las palabras, y con el temor de sonar demasiado íntimo o de ofenderlo de alguna manera, agrega:—Sería aburrido que todos los pitcher fueran iguales—y ríe, primero de nervios y después de verdad, tan fuerte que capta la atención de uno o dos compañeros del equipo. Se calla. Furuya luce radiante y ya no puede ocultar la satisfacción que eso le causa con sus capas (y capas) de risas histéricas prefabricadas, porque la sonrisa genuina ya le llegó a los ojos; los siente brillosos y tan pesados que tiene que mirar al suelo, le pican.
¿Hace cuánto?
¿Por qué?
Trata de no pensar mucho en las razones, pero sí es consciente de que en ese instante empieza su primer año con Furuya.
