Su nerviosismo mientras esperaba en el helipuerto le tenía las manos sudando aunque, como era su usual, su rostro no demostrara nada.

La fuerte brisa moviendo su corbata y saco con furia delató al helicóptero que aterrizaría en cuestión de segundos. Tragó en seco.

Lo segundos en los que la estilizada figura femenina, enfundada en un conjunto tan elegante como favorecedor de tonos grises y azules, bajó del vehículo fueron eternamente tensos para el hombre.

—Así qué... Ninguno de tus insulsos planes ha resultado ¿no es así, Gabriel? — El diseñador fue a decir algo, pero ella no lo dejó —como sea, dámelo ya, si quieres que algo salga bien debes hacerlo tú misma —suspiró mientras colocaba sus dos manos -con una perfecta manicura- en su cintura de avispa, descubriendo sus fríos ojos violetas.

Agreste dudó, apretando sus manos que estaba unidas detrás de su espalda, pero finalmente cedió a los fríos ojos desafiantes, resignándose a darle a la alemana una joya que emulaba un abanico de plumas en tonos azules.

—Es el momento de que vuelva Le Paon

Gabriel Agreste tragó en seco al verla acomodar la joya en lo alto de su coleta ¿Cómo reaccionaría la mujer al saber que había perdido el libro de los Miraculous?

Sinceramente esperaba que no preguntara por ello en un largo, laaaargo tiempo.