Hola: Quiero dedicar esta serie a todas las que disfrutan como yo de leer historias de las tortu pequeñitas, pero en especial, a mi querida amiga y hermana virtual JUANI HERNANDEZ , (alias Myrka) con la que comparto un juego de roles desde hace algunos días y que gracias a eso mi imaginación está desatada. Tal vez en alguna ocasión tanto Myrka como yó entremos en escena, claro, desde un universo paralelo. Gracias Juani por seguirme el rollo en tantos y tantos momentos de rol. Gracias a ese juego se me ocurren estas ideas: Juani, espero que te guste

LAS TORTUGAS NINJA NO ME PERTENECEN, SON PROPIEDAD DE KEVIN EASTMAN Y PETER LAIRD Y A LA CADENA NICKELODEON.

Si les gustan las historias llenas de romance, Mary Sue's, violencia, acción de peleas y cosas así, esta serie de shots no tiene nada de eso, así que no lo lean, y si lo leen, pues espero que disfruten otro punto de vista de nuestros amados héroes.

sin mas, disfruten este shot!


QUE ES LO QUE PUEDE PASAR?

Esa pregunta se la hizo un inexperto Splinter, luego de un día que llegó de buscar provisiones. Sus pequeñas tortuguitas eran unos adorables niños de tres años, obedientes, bien portaditos. Algo traviesos como cualquier otro, pero eran el orgullo de cualquier padre.

Splinter había encontrado algunas cajitas con leche con chocolate en una tienda abandonada. Los cartones eran de esos, tipo tetrapack (*), y todavía tenían una semana antes de caducar, por lo que decidió llevarlos a casa.

Luego de darle uno a cada niño, Splinter tomó una taza de té, pero en ese momento, Mikey llegó con su cajita vacía.

-Papi, quiero más – dijo el niño con mirada suplicante.

-Yo también – dijo Raphael atrás de él, y detrás venían los otros dos.

Splinter vio las cajitas, eran varias, además en unos días no servirían más. Sus niños sufrían demasiadas privaciones en donde estaban, y por tal motivo pensó que no sería mala idea que tomaran una o dos cajitas más.

-Está bien, hijos mios, pueden tomar más leche si quieren – dijo el roedor. El mutante había examinado la cajita, decía que contenía minerales, vitaminas, y eso. Para el inexperto padre, eso no significaba problema, después de todo, los niños ocupaban eso, ¿O no? Además… ¿Qué es lo que puede pasar?

Quince minutos después:

-DAMELO, LEO ES MÍO! – Raphael corría detrás de Leonardo, que corría con un papel incendiado en su mano.

-Splinter que meditaba abrió los ojos un segundo y vio lo que ocurría y corrió alarmado.

-Leonardo, no! – le reprendió Splinter quitándole el papel y apagándolo en el suelo.

-Ay, Sensei – el niño hizo un puchero.

-No importa, llegó corriendo Donie con uno igual – en la cocina hay muchos –

A Splinter se le abrieron los ojos como platos. Luego de quitarle el suyo a Donatello corrió a la cocina.

Apagó un pequeño incendio provocado por "quien sabe quien", luego vio a Miguel Ángel encima de la estantería tirando todo lo que encontraba. Afortunadamente la mayoría de la vajilla era de plástico en ese momento.

El roedor bajó a Miguel Ángel de donde estaba, y cerró las puertas de la vitrina, mientras Miguel Ángel en el suelo luchaba por volver a subirse donde estaba, y Splinter luchaba por retenerlo en el suelo.

-quiero subir ahí, quiero subir ahí – decía el niño de los ojos celestes pataleando.

-NO, ya te bajé de la vitrina, no vas a volver a subir ahí – dijo cansado Splinter.

-No, quiero subir ahí, con Leo – señaló el niño y el roedor levantó la vista, Leonardo se columpiaba de la lámpara de techo velozment.

-Demonios! – dijo el padre asombrado preguntándose como había llegado Leo hasta ahí.

-Dejó a Miguel Ángel en el suelo, y usando su agilidad subió para bajar al intrépido niño.

No bien estuvo abajo, Raphael pasó corriendo tamborileando el caparazón de Donatello con las cucharas.

Splinter tuvo que ir a detenerlo, y en el camino vio a Miguel Ángel saltando en los cojines de la sala, haciendo toda clase de piruetas, en una de las cuales casi cae de cabeza, solo que Splinter logró detenerlo antes de que se lastimara.

Volteó a ver y vio a Donatello y a Raphael que habían olvidado su disputa y entre ambos rodaban un viejo tambo de basura, que Splinter descubrió tenía dentro a Leonardo.

Corrió a detenerlos, sacando a un muy mareado niño de pañoleta azul. Y luego giró la mirada y… rayos! Los otros tres corrían fuera de la alcantarilla.

Splinter los siguió, atrapó a Raphael subiendo una escalerilla, luego a Donatello cruzando una delgada tubería por encima de un desagüe cuya corriente era demasiado fuerte, luego fue por Miguel Ángel que corría por otro pasillo golpeando las tuberías con dos tubos pequeños como si fueran baquetas.

Con los cuatro en brazos regresó a casa, los depositó en el corralito y comenzaron a saltar y a gritar.

-BASTA! ¡BASTA! – Gritó el padre, mientras los niños seguían brincando, gritando y empujándose.

Finalmente, luego de media hora, los chicos cayeron rendidos. Splinter ya no sabía que hacer, los regañó, les gritó, intentó bañarlos, intentó hasta razonar con ellos, pero finalmente, como por arte de magia, los cuatro niños cayeron rendidos.

Splinter regresó a la sala. Los restos de las cajitas con leche chocolatada estaban aún ahí. Cada uno de sus niños se había tomado entre cuatro y cinco cajitas.

Splinter tomó la cajita, y una pequeña leyenda llamó su atención: agudizó la vista y leyó: "producto con 40% de azúcar, puede provocar hiperactividad."

Splinter lanzó la caja lejos. Si fuera humano demandaría a la compañía, "una advertencia de esas debería venir con letras más grandes" – pensó mientras miraba el desastre que sus cuatro adorables angelitos habían causado en tan corto tiempo.


(*)son los empaques que pueden durar sin refrigeración varios días siempre que estén cerrados.

Una tontera, lo se, no se si exageré con la cantidad de azúcar que describe la caja, pero son cosas que salen de mi mente, espero les haya gustado.