Ante mis ojos

Dicen, que el sentimiento mas hermoso del mundo es el amor, dicen que quien lo siente, es capaz de todo por la persona amada, de dar su vida si eso fuese necesario.
Dicen, que cuando se está verdaderamente enamorado, ese sentimiento se ve reflejado en todas tus acciones, en todos tus gestos. Sin embargo, a veces y a pesar de las obviedades, esto puede pasar desapercibido por el otro, a pesar de tener todo ante sus ojos.

Capítulo 1. Confusión

El atardecer comenzaba, la reunión en el hogar de Pony llegaba a su fin. Candy, sentía su corazón oprimido con tantas emociones, si bien estaba feliz de compartir con sus queridos niños del hogar, con sus dos madres, la hermana María y su querida Señorita Pony, además de estar con Archie, Annie, Patty, sus grandes amigos y con Albert, su pilar, su mejor amigo y su padre adoptivo. Sentía la ausencia de otras personas que la acompañaron durante su vida y la ayudaron a convertirse en una chica más fuerte. El recuerdo del dulce Anthony, de su querido e ingenioso Stear… y Terry, su primer gran amor, se apoderaba de su mente, su recuerdo sin embargo ya no era doloroso, esa etapa comenzaba a superarse poco a poco, y era algo que contrariaba a Candy. ¿Cómo había olvidado tan pronto el terrible dolor que padeció luego de esa despedida? ¿Cómo es que ya no dolía?

Escapándose un poco de la algarabía que aun quedaba en el hogar, Candy corrió a la vieja colina, al lugar que la albergaba cada vez que necesitaba pensar, llorar o simplemente soñar.

Parecía que en el hogar nadie había notado su ausencia, los chicos conversaban alegres y jugaban con los más pequeños, cuya energía ya parecía superar con creces a la Señorita Pony y a la hermana María. Los años no pasaban en vano pensaban ellas al verse vencidas.

En la colina sin embargo, Candy observaba el cambio de colores que el atardecer le regalaba al paraje maravilloso que tenía ante sus ojos, por fin podía respirar con tranquilidad, y pensar sin temor a que alguien pudiese siquiera, tener un atisbo de lo que ocurría en su cabeza y en su corazón. Los últimos acontecimientos la tenían contrariada. Un sonido familiar, demasiado familiar irrumpió en sus pensamientos, sin darse cuenta sus ojos se llenaron de lágrimas, volteó su rostro, un hombre vestido con el tradicional traje escoses y tocando la gaita, esa melodía que un chico de hermosos ojos color cielo alguna vez tocó en ese mismo lugar, estaba allí y por fin comprendió.

- ¡Albert! Gritó con alegría… ¡Mi Príncipe! ¿eres tú mi Príncipe de la Colina?... ¡Mi Príncipe!

Sin darse cuenta, se lanzó a los brazos de Albert y lo abrazó fuerte, no quería dejarlo ir, al fin su príncipe había regresado a ella. Albert por su parte, desconcertado, por la reacción, pero de algún modo feliz y ansioso, correspondió a su abrazo sujetándola fuertemente contra si, no querían separarse.

- Mi pequeña Candy, dijo casi en un susurro.

Candy se alejó un poco, quería ver su rostro, sus hermosos ojos celestes, no sabía bien el porqué, simplemente necesitaba verlos. Albert tuvo la misma intención, quería ver esos verdes ojos que le llenaban el alma de una forma, que ni él mismo se imaginaba. Sus miradas se encontraron por unos segundos que parecieron para ellos eternos, pero gloriosos.

Por primera vez, Candy y Albert se miraron a los ojos de la manera mas pura y sincera, sin darse cuenta, sin quererlo, sin medir consecuencias por primera vez, Candy veía a Albert como algo mas que un hermano y amigo.

Albert, estaba extasiado, sin poder hacer nada sus mejillas comenzaron a ruborizarse, estar así era algo que él había anhelado secretamente. Ante esta reacción, Albert comenzó a ceder, sus brazos ya no envolvían a Candy con fuerza, sin embargo ella no salía del trance, y aun lo abrazaba con anhelo y miraba con fervor.

La mirada de Albert cambió, ahora la miraba con ternura y cierto arrepentimiento, esa acción fue imprudente de su parte, tomarla así, sujetarla contra sí con tanta autoridad y verla, verla como una mujer, era una imprudencia, ahora que para todos era sabido que él era William Albert Ardley, el patriarca de la familia Ardley y padre legal de Candice.

Candy notó al fin el cambio en la actitud de Albert, la suavidad y ternura de su mirada, y ese gesto sombrío que se apoderó del rostro del joven. Recién en ese momento ella comprendió lo que sucedía. Se miraban con deseo y con un cariño inmensamente profundo, que ni ellos dimensionaban, pero ¿por qué? Albert era ahora el Tío William, su padre adoptivo, no Albert, su amigo, confidente y la persona que la impulsaba a continuar a pesar de todas sus desdichas.

Ambos bajaron la vista, avergonzados, tristes. La realidad los golpeaba duramente, ¿qué era ese sentimiento que los invadió?

Ninguno de los 2 fue capaz de volverse a ver, en silencio, temerosos de tocarse, de cruzar sus miradas, se sentaron lentamente en el pasto, alejados, con la mirada perdida en el horizonte vieron como el día poco a poco comenzaba a perderse, y la oscuridad de la noche comenzaba a hacer su aparición...

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Este es mi primera historia luego de muchos años sin escribir, he perdido la práctica, pero espero les sea de su agrado. Todos los consejos, mensajes y demases son bienvenidos.
¡Muchas gracias por leer!

Dulce Ardley