Luna llena del octavo mes. Verano.
Querido diario,
He decidido mantener uno ya que últimamente he estado bajo mucho agobio. Mestre Perícleo me lo sugirió, diciendo que es una buena y rápida manera de aclarar la mente. También es una buena excusa para tener tiempo para mi misma, el cual apenas he tenido en… un mes.
Diosas, ha pasado un mes desde que se destruyó el Espejo del Crepúsculo.
Han pasado tantas cosas desde aquel día.
Lo primero que recuerdo después de que se desvaneció el zumbido en mis oídos fue ver caer a Link de rodillas al suelo. Estaba absolutamente conmocionado.
-Por qué? -su voz apenas era un susurro.
Estaba tan afectado que ni siquiera lloró.
No sabía qué decirle, aunque nada que dijese podría consolarlo en ese momento.
Nunca pensé que Midna pudiese hacer eso, hasta que dijo "mientas este espejo exista, podremos vernos nuevamente". Considerando las circunstancias de cómo los tres nos conocimos, simplemente no iba a poder ser posible. Ella tenía toda la determinación para terminar con este conflicto de una vez por todas. Y si destruir el espejo - cortando toda manera de unir nuestros mundos para siempre - era la única manera, ella debía hacerlo. Los sentimientos de todos debían ponerse de lado.
Puedo no estar de acuerdo con la manera en la que lo hizo, pero lo puedo comprender. Quizás hubiera hecho lo mismo, no puedo juzgarla.
Así, en absoluto silencio, me acerqué a él, me senté en el suelo arenoso, y le tomé la mano.
El único sonido era el silbido del viento desértico. Nos quedamos tal cual hasta que las primeras estrellas aparecieron en el cielo.
Creo que ambos nos rehusamos a creer que nunca más la volveríamos a ver.
El frío del ocaso nos despertó del entumecimiento en el que nos encontrábamos, recordándonos que ya era hora de volver. Ninguno de nosotros estaba preparado para pasar la noche en el Desierto Gerudo.
El retorno fue silencioso. Íbamos aún de la mano.
Caminábamos hacia el Lago Hylia por un par de horas, hasta que Link paró en seco repentinamente.
-No podemos salir de aquí sin teletransportarnos -su voz estaba áspera.
-No se preocupe, encontraremos un camino -le dije con una sonrisa suave, apretando su mano un poco. Se veía tan triste y cansado él.
Afortunadamente, las lecciones de geografía e historia que recibí desde niña fueron de provecho. Recordaba unas ruinas por las que podíamos escalar para llegar al camino que lleva a la Ciudadela de Hyrule. Un tiempo después de alcanzamos el camino, Link llamó a su yegua, Epona, la que cabalgó a través de los campos, alcanzando nuestro destino al alba, desmontando a las puertas de la ciudadela.
La gente estaba reunida en la Plaza Central, conversado, tratando de entender qué había sucedido en el castillo. Al entrar, la gente gritaba vítores y nos saludaba como los campeones de la luz, a pesar de nuestras ropas rasgadas, suciedad, arena, sudor y sangre. Sí, era una ocasión alegre para todos, pero agridulce para nosotros dos: esta victoria estaba manchada por la pérdida.
Un poco después, me dirigí rápidamente al Castillo; necesitaba evaluar los daños sufridos.
Para decepción del gremio de albañiles, los daños eran menores a lo esperado, los daños más graves se concentraban en el salón del trono. Lo que realmente fue un milagro es que no hubieron muertos. Me acerqué a mi compañero, que tenía la vista fija en el boquete en el techo, sobre la escultura de las Diosas.
-Realmente le dio una paliza como pocas -dijo con una pequeña sonrisa- ¿Cree que Midna se acuerde de nosotros del mismo modo que la recordaremos a ella?
-Eso espero… si no, me aseguraré de juntar cada uno de los granitos y fragmentos que hayan quedado del Espejo del Crepúsculo en Hyrule para cruzar y asegurarme que lo haga -le respondí, con lágrimas en los ojos. Las emociones se me pusieron a flor de piel, aunque tratara de contenerme.
Link sonreía entre lágrimas.
-¿Midna estuvo con usted todo el tiempo que estuvo encerrada en la torre? -preguntó, mientras se secaba las lágrimas con el dorso de su mano.
-Venía a visitarme por lo menos una vez al día, al principio era ruda y sarcástica, pero con el tiempo se volvió más amable. Me contaba historias de su reino y su gente -dije con un suspiro- 'Pensaba que era una especie de fugitiva, ya que después que te trajo en forma de lobo, hubo mucha actividad, por lo que podía observar desde la torre… cuando usted la trajo al borde de la muerte y usé mi magia pude ver sus recuerdos, y pude darme cuenta de quién era realmente y todo lo que había vivido… ella lo apreciaba mucho, Link, en especial todos los esfuerzos que hizo para ayudarla.
Él asintió, aparentemente un poco más resignado. Perder a alguien no es algo fácil de sobrellevar, después de todo.
-Usted no está solo en esto. Si se siente triste, solo, o si simplemente necesita conversar con alguien, permítame estar a su disposición, usted cuente conmigo como una amiga -dije, tomándole las manos-. Recuerde además que compartimos una carga en común'. Las marcas triangulares en nuestras manos son prueba de ello.
-Gracias, Su Alteza. Es un honor para este pastor que le considere usted su amigo -dijo, haciendo una reverencia. Lo detuve de continuar.
-Usted no tiene que hacer reverencias a nadie, ni siquiera ante mí -le respondí-. Vamos afuera, necesito contarle a la gente lo que ha sucedido. -Él sólo asintió.
Salimos de la sala y nos dirigimos nuevamente a la Plaza, la gente haciendo espacio a nuestro paso.
Les informé acerca de las cosas más relevantes que sucedieron durante la invasión, Link permaneciendo en silencio gran parte del tiempo, pero observé que su presencia hacía sentir a la gente más calmada. Me di cuenta que era conocido de la mayoría de los habitantes; era respetado y adorado por las masas.
Una vez que todo terminó, caminamos hacia las puertas; ya era hora de despedirme de Link, necesitaba descansar después de todas estos problemas y tribulaciones.
-No tengo otra razón alguna para retenerlo aquí, es usted libre para volver a su hogar o hacer lo que le plazca -dije, ofreciéndole mi mano para un apretón, la que tomó con ambas.
-Gracias, Su Alteza.
-Llámame Zelda, ahora somos amigos -le recordé con una sonrisa.
-Correcto… Zelda. -respondió-. Creo que me va a costar acostrumbrarme a decirlo.
Se subió a Epona, y acariciando el cuello de la yegua, me dijo:
-No sé por qué, pero tengo un presentimiento que nuestros caminos se van a cruzar de nuevo más pronto de lo que creo.
Y así, nos despedimos, él cabalgando de vuelta a casa. Desearía que su afirmación fuese cierta.
Los siguientes días fueron una locura, sólo trabajando: comencé a organizar un Consejo, coordinar las reparaciones no sólo del Castillo, sino que también de otras áreas de Hyrule que necesitaban de ayuda inmediata, y por último discutir los temas relacionados con mi coronación (un verdadero dolor de cabeza, porque no estamos para frivolidades). También logré convencer a Impaz que volviera al Castillo.
Los miembros de El Grupo probaron ser perfectamente capaces de formar parte del Consejo. Maese Perícleo había trabajado antes para mi padre, por lo tanto tiene experiencia en manejo político. Shad es un estudioso brillante, con amplios conocimientos de la historia y leyes de Hyrule, además de su fascinación por los Uca. Salma es una guerrera expertísima, con habilidades en combate e inteligencia. Necesito agregar representantes de las regiones, y sumar a los líderes de los Gorons y de los Zoras.
Mi conflicto surge al momento de escoger un líder para el ejército, que quedó en ruinas después de la invasión. La mayoría de los soldados fueron diezmados, y no me puedo arriesgar a que la seguridad de Hyrule sea pasada a llevar de nuevo. Necesito alguien no sólo con fuerza, sino que también con carisma, que sea respetado y admirado por la gente, y lo suficientemente joven como para estar en el cargo por muchos años.
Necesito un campeón de Hyrule. Y Link se me vino de inmediato a la cabeza.
Deliberé por varios días si esto era lo correcto, y hace cuatro días envié un halcón con el siguiente mensaje:
'Estimado Link,
Espero de todo corazón que te encuentres bien y estés de buen ánimo.
Iré directo al punto. ¿Recuerdas que durante durante la batalla contra el Señor Oscuro pedí que me prestaras tu fuerza una vez más?
Bueno, he mentido. Necesito solicitar un favor de ti, pero es necesario que sea en persona. No es algo que se pueda discutir por medio de una carta.
Tu amiga,
Zelda'
Así que actualmente espero su respuesta. Con respecto a otros problemas, ya casi todos están siendo solucionados.
Alguien ha llamado a mi puerta. Es un buen momento para detenerse por hoy.
Tuya,
Zelda.
P.D.: Nunca habría pensado que la persona tocando era el mismísimo Link, vestido con su túnica de héroe y todo. Se veía muchísimo mejor sin la mirada perdida, el polvo y la suciedad del campo de batalla; sin embargo, sus ojos no habían perdido su fiero brillo.
-¿Cómo lo has hecho para llegar aquí? -le pregunté, completamente sorprendida.
-Hay muchos lugares en los cuales el sello real abre puertas -Link afirmó, ondeando la carta que le envié en su mano-, y más aún cuando uno lleva la túnica del héroe… Zelda.
Estaba en lo cierto. Había muy poca posibilidad de que los guardias no lo dejaran entrar. Lo hice pasar, y le dije que se sintiera cómodo y tomara asiento. Sus ojos iban de un lado a otro, mirando los objetos de mi recámara, mientras jugueteaba con su gorra entre las manos.
-¿Tienes alguna idea de por qué te he solicitado venir? -le pregunté mientras le servía té.
-No, pero no podría haber llegado en mejor momento -contestó, dejando el gorro a un lado para tomar la taza-. Me estaba sintiendo un poco estancado en Ordon. Los primeros días fueron dormir, dormir, y dormir más aún, además de ponerme al día con mi gente. Luego me empecé a sentir inquieto, y me di cuenta que mi vida después del Crepúsculo nunca iba a volver a ser la misma… y me llegó tu carta. Realmente me subió el ánimo, y llegué acá lo más pronto que pude.
-Me alegra que la carta haya sido bienvenida -me senté frente a él- pero no sé si será lo mismo que con mi propuesta: necesito de tu ayuda para reconstruir el ejército de Hyrule, y volverlo mejor de lo que era antes… Tendrías que reclutar novatos, entrenarlos, y por sobre todo, ser su líder. Te convertirías en Comandante del Ejército de Hyrule, y Campeón de La Reina. Si aceptas, claro está.
Link quedó inicialmente perplejo, y permaneció en silencio. Temí que fuera una pésima idea.
Lo vi con un nudo en la garganta.
-Acepto, lo haré. -dijo, para mi sorpresa, con una sonrisa.
-¿Estás seguro? No quiero que te sientas obligado a aceptar.
Nada me haría sentir peor que obligarlo a aceptar este trabajo, considerando que lo involucré ya en problemas antes.
-Estoy absolutamente seguro, nada me haría más feliz que ayudarte. -agregó-. Puedo poner todas mis habilidades en uso además.
Sentí infinita gratitud por él. Esta no será una aventura menor, tendrá que armar un ejército de cero. Farore escogió muy bien al portador de la Trifuerza del Valor!
-Maese Perícleo te ayudará a ponerte al tanto con los aspectos más formales de la vida militar -le dije mientras tomábamos té-, él es también el Jefe del Consejo.
-¿Perícleo? -Link estaba sorprendido-. ¿Los otros miembros de El Grupo parte del Consejo?'
-Ciertamente, Salma y Shad lo son. -le informé poniendo de lado mi taza-. Necesito representantes de las regiones.
-¿Tienes algún nombre en el tintero? -Link me preguntó. Yo asentí.
Él estaba realmente atento, tratando de quedar informado y aprender lo más posible al respecto. Le comenté que necesitaba ayuda para escoger gente de las regiones, aún con nombres más o menos claros, y ofreció su ayuda de inmediato, ya que está informado acerca de cada área y su gente; su saber será de suma utilidad.
-Además se incorporarán el Jefe de los Goron y el Príncipe Ralis -agregué-, la idea es tener un Consejo lo más diverso posible, ya que nada se puede lograr con uno lleno de gente que vive en una burbuja -refiriéndome a los nobles que solían ser parte de éste hasta la muerte de mi padre, con la noble excepción de Maese Perícleo.
-Eso es bastante osado, ¿no crees?' -Link comentó.
-Y eso es solamente el principio, amigo mío -afirmé, mirándolo sonriente, lo que hizo estallar en risas.
-¿Qué le parece tan gracioso, Señor Comandante? -le pregunté, conteniendo una risa.
-Tú. Cuán diferente es la 'Princesa' comparado con lo que estoy viendo -me dijo.
-Tú también eres diferente -le dije, con la cara apoyada en mis manos-. Eres más tranquilo y reflexivo que el héroe temerario que salvó Hyrule.
-El coraje no necesariamente tiene que ser impulsivo, ni la sabiduría estática, amiga mía- me contestó, con un acento que le daba una dosis de encanto a sus palabras.
Lo miré atentamente, el fiero destello de sus ojos haciéndome dar cuenta de algo.
Este es el principio de algo increíble.
