La habitación se encontraba inundada por un agradable aroma a vainilla y, al colarse el sol a través de las amplias cortinas de tusor que cubrían los elegantes ventanales de aquella residencia, estás sé mecían al compás de la helada brisa matinal. En medio del cuarto, se encontraba el cuerpo de un joven que descansaba en el lecho, comenzó a despertar, pues sus parpados eran perturbados por el resplandor de la luz.
El instante después de parpadear varias veces, y teniendo por fin sus orbes carmesí abiertos y acostumbrados a la luz, al chico lo abrumaron, como cada día, recuerdos del pasado.
Habían transcurrido dos años desde la última vez que había visto al chico de ojos grises.
Habían pasado dos años, y aun recordaba la calidez de los labios que se posaron en los suyos.
-Nezumi…- dijo con un hilo de voz. Se acomodó en la almohada, y poso sus dedos en sus finos y pálidos labios, intentando imitar aquella sensación. Pero no, no era lo mismo. Soltó un suspiro.
Resignado, se sentó lentamente en la cama. Las sabanas que lo cubrían cayeron por su pecho desnudo, permitiendo ver la marca de vida del chico, una mancha roja, delgada, que zigzagueaba por todo su cuerpo con una serpiente. Desde su mejilla izquierda, hasta el dedo de su pie derecho.
Ese día era sábado, por lo general trabajaba todos los días, sin distinción de fines de semana. No obstante, aquella ocasión se permitió a sí mismo no asistir.
Cuando se separó de Nezumi, volvió a encontrarse con su madre, esa maravillosa persona que le crio, que le brindo tanto amor como ternura contenía su corazón, para que se formase de manera correcta y justa.
El albino se levantó por fin de la cama, mostrando a la soledad de sus aposentos su cuerpo, no había cambiado mucho en esos dos años…
El mismo día que se encontró con su madre, busco a Inukashi, encontrándolo con éxito en el bloque Oeste, reuniendo a sus perros. Parecía que no había pérdidas en cuanto a su "familia" todos se encontraban allí.
Shion llevaba consigo al bebé que salvo el can del castaño. A este último, le brillaron tanto los ojos al verle, que el de carmesí mirar decidió entregarle la custodia de la pequeña criatura.
Tuvo que insistir mucho para que el cuidador de perros aceptara, debido al orgullo que poseía. Pero, cuando Sion observo el cariño con el que recibió al bebé, supo que era la mejor decisión, y que no existía nadie en el mundo que cuidara a ese niño mejor que el moreno.
Apenas creció unos cuantos centímetros, y al pasar tanto tiempo en el trabajo, su cuerpo no desarrollaba grandes músculos. Se mantenía con un cuerpo delgado, con piernas largas y brazos frágiles.
Hablo un poco más con el cuida perros, para después preguntarle por Rikiga. Le informo –sin costo alguno esta vez- que se hallaba en su casa. Inukashi se ofreció a acompañarlo, más Shion se negó rotundamente, señalándole que el bebé no había comido, y que, además, pronto tendría sueño.
Encontró al hombre donde le indicaron, este estaba en un sillón, embriagándose y con lágrimas cayendo de sus mejillas. El albino carraspeo un poco, logrando llamar la atención del mayor, que de inmediato se lanzó a sus brazos, alegre de que estuviera vivo, e implorándole perdón por no acompañarlo.
Su cara era lo único que físicamente seguía completamente igual, irradiaba cariño, comprensión y ternura. En resumen, candidez.
Se tallo los ojos con el dorso de la mano, lanzo un bostezo y se encamino al cuarto de baño, dispuesto a darse una ducha de agua helada para poder despabilarse.
Cuando volvió a su sencilla residencia, ya entrada la noche, su madre le preparo una deliciosa tarta de cerezas.
Hablaron de todo: como se extrañaron, lo que hicieron, todo lo que habían madurado…
Más unos golpes violentos en la puerta atravesaron como dagas el ambiente, creando miedo y confusión a la madre e hijo que charlaban animadamente.
La mujer atendió la puerta con terror, y casi se desvaneció al ver a los oficiales detrás de esta.
Oprimió un botón y al instante las finas gotas de agua congelaba empezaron a caer, chocando contra el chico bajo ellas, revitalizándolo. El cuerpo caliente de Shion comenzaba a tornarse frio, y un par de lágrimas que no pudo contener cayeron de sus ojos, para después confundirse con el agua.
Luego del día en que los oficiales fueron por él, las cosas parecieron mejorar, Shion libero –junto a Nezumi, Inukashi y Rikiga- a la ciudad, que lo agradeció enormemente. Devolviéndole todos sus privilegios de elite.
Regreso junto a su madre a Chronos, continúo sus estudios, y a sus escasos 18 años de edad, concluyo la Universidad con honores.
Decidió dedicarse a la medicina.
Se enfundo en ropas abrigadoras cuando termino de bañarse. Era aún muy temprano, su madre no estaba despierta.
Tenía una terrible jaqueca. Los rubíes que poseía por ojos se veían nublados, sus pasos eran lentos y su respiración pausada. Estaba como en otro mundo, sonrió idílicamente pensando en la vez que bailo con Nezumi en aquella habitación. En ese momento era feliz, no tenía la menor idea del dolor. Ahora sí, ahora lo sabía a la perfección.
Salió de su cuarto, y camino mecánicamente hacia las escaleras, intentando no hacer ruido. Bajo los escalones con completo sosiego, y se dirigió a la cochera, saco sus llaves del bolsillo de su pantalón y encendió su coche.
En aquellos dos años, no perdió nunca el contacto con Rikiga e Inukashi. Sobre todo con el hombre, que frecuentaba su residencia para cortejar a su madre.
Ellos dos también habían recibido grandes honores.
Ahora el mayor era dueño de un canal de televisión que se dedicaba a hablar sobre la ciencia.
Inukashi creo una gran cadena de hoteles, y vivía con sus perros y el pequeño bebé al que nombro "Candid".
Karan, su madre, era feliz atendiendo su repostería.
Tardo pocos minutos en llegar a su destino aunque este se encontrara algo alejado de su hogar, pues el tráfico a esas horas de la mañana en un día de descanso era mínimo, por no decir nulo.
Aquel lugar se encontraba desierto, pues él mismo se encargó que a todos los que sobrevivieron a la "caza" fueran alojados en No.6 como habitantes honrados, sin ninguna mancha en su expediente.
Shion sonrió ante la visión de aquellas personas que ahora debían encontrarse felices, en un hogar donde no les faltara el alimento.
El mes pasado Inukashi le llamo, diciéndole que se encontraba en el aeropuerto. Ahí, se despidieron, ella se mudaría a otra ciudad, junto a sus perros y el bebé.
No era un adiós.
Camino a un lugar en concreto, dejando marcadas en la nieve sus pisadas.
Era invierno, y en el Bloque Oeste siempre gobernó el frio.
El corazón del joven latía frenético, siempre era así cuando iba a ese lugar, pues los recuerdos de su instancia allí llegaban a su mente. Algunos tristes, otros dolorosos, y un par, felices.
La tristeza se hizo cada vez más fuerte en su interior, termino por alejarse de todo, y todos.
Bajo los escalones con cuidado de no resbalar y caerse. Los sentimientos encontrados que crecían en su interior lo estaban confundiendo, y parecían aumentar mediante descendía. Por fin se encontró con la puerta, cerró los ojos, conto a tres, y la empujo.
Sus orbes rubíes se llenaron de ternura al observar todo lo que estaba al interior del pequeño cuarto, en el que vivió una temporada acompañada de Nezumi.
-Pareciera que fue ayer cuando entro a mi habitación el día de mi cumpleaños número doce…- le hablo a la nada.
Se adentró al cuarto, sonriéndole al piano, a los libros desgastados y mohosos de las estanterías, al antiguo calentador…
-Nada ha cambiado, todos los recuerdos permanecen tan frescos en mí, sin embargo, a la vez me parecen tan lejanos… - rumio para sí, sentándose en el sillón rojo.
Sus mejillas se tornaron del mismo color, tanto, que hasta su marca roja no se distinguía. En ese mismo lugar le dio a Nezumi un beso "de buenas noches".
Su primer beso…
-Realmente no sé de dónde saque la voluntad para besarlo.- se lamentó cerrando los ojos.
Frecuentaba aquel lugar una vez al mes, y siempre causaba una gran conmoción en él.
Antes de marcharse, reviso el orden de las cosas, de cada pequeño detalle, y lo almaceno en su memoria. Siempre hacia lo mismo cuando se marchaba del cuarto, con la esperanza de volver y que algo, lo que fuere, estuviese en otro lugar, que se hubiese movido un centímetro aunque sea, con la esperanza de que Nezumi hubiese vuelto.
Nunca se movió nada.
Shion se sorprendió al encontrarse con un cielo nocturno cuando abandono la habitación, el llego cuando el sol apenas empezaba a traspasar las nubes cargadas de nieve. Reviso su brazalete, encontrándose con muchos mensajes de su madre y unos cuantos del trabajo. No respondió a ninguno.
Ascendió los escalones, fijando su vista en el suelo, buscando quizá, algunas pisadas además de las suyas. Tampoco.
No se deprimió, se lo esperaba. Volvió a su casa donde lo esperaba su madre por demás preocupada, cuando salía, siempre le avisaba. Y ella se llevó un gran susto al enterarse que no asistió al trabajo. Cuando le vio entrar por la puerta, no dijo nada, solo se lanzó a él, envolviéndolo con sus brazos en un cálido abrazo.
-Tranquila madre, ya estoy aquí.- recargo su cara en la cabeza de su madre y aspiro su aroma, cerezas. – Lamento no decirte que saldría.
-Lo bueno… lo bueno es que ya estás aquí, seguro en casa.- sonrió a su hijo cuando deshizo el abrazo. Ella era un ángel. -¿Tienes hambre, cariño?
-Por supuesto. –le devolvió la sonrisa. Su madre siempre aliviaba los pesares de su corazón.
-Entonces…- hablo Karan, cuando ya ambos estaban sentados en la mesa. - ¿A dónde fuiste?- era una pregunta inocente, no de demanda.
-Por ahí…- sus mejillas se ruborizaron de manera brusca, en esos dos años, Shion no le dijo nunca a su madre que iba al Bloque Oeste.
-Ya veo.- la castaña rio en tono burlesco, con la intrigada mirada de su hijo observándola. – Si saliste con una chica no tiene por qué avergonzarte. – dedujo.
-No, te equivocas, yo no salí con nadie. –y sus ojos se mostraban tan honestos, que la mujer no dudo más.
-¡Qué bien!- exclamo- te quedarás conmigo otra temporada. –se levantó de su asiento y beso las mejillas ahora pálidas, de su hijo.
-Madre, -le recriminó- me tendrás aquí muchos años, sino es que toda la vida. Sabes que no me interesan esos temas. –llevo un pedazo de pan de pasas a su boca, y mastico.
-Es cierto.- por unos momentos hubo silencio- eres un lindo y tierno asexual. –río la castaña, causando que de nuevo las mejillas de sé ruborizaran.
-Quizá mi hipotálamo este mal.-se unió a las risas de su madre.
-Tú y tus frases siempre científicas. –hablo, con un deje de orgullo, Karan.
-Sí, no podría usar otras.- respondió casi inaudible.
—o—
En la soledad de su habitación, Shion recordó a Safu.
Quería volver a verla. A ella y a Nezumi.
