Llamadlo impulsividad. Llamadlo desesperación. Llamadlo fiebre. Llamadlo "echo de menos escribir algo de The lost canvas". Llamadlo "Ya ha vuelto la pesada de los shots". El caso es que hace tiempo vi una imagen en Facebook que decía algo más o menos como las primeras líneas de esto* y necesitaba escribirlo... No está muy in character, pero tampoco lo era la imagen en la que más o menos me he basado.

*Admito que aquella imagen acababa diciendo "Pero soy PERFECTO". Ciertamente, si escribiera eso se notaría que lo hago sin creerlo.

Disclaimer: The lost canvas no me pertenece.


Se me conoce como Minos del Grifo, estrella celestial de la nobleza.

Sé que no soy el tipo más considerado del planeta. Me consta que me paso de arrogante y que por eso es difícil estar a mi lado. Tampoco soy el más guapo pero, sinceramente, nada de esto me importa en estos momentos.

No soy una persona considerada porque no creo que haya nadie que merezca que le trate con el más mínimo respeto. A mi superior, Hades, le trato con cierto respeto pero siempre desde la distancia simplemente porque sé que no podría ganar una batalla contra un dios. El resto de la humanidad, en cambio, no son más que juguetes con los que divertirme fugazmente. No aguantan mucho antes de convertirse en una de tantas marionetas rotas. No es arrogancia, es la pura verdad. Soy uno de los tres Jueces del Infierno y este no es un título que cualquiera pueda obtener. No, este es un título que me he ganado a pulso. Si el resto de personas no están a mi nivel, les trataré como merecen, aunque eso signifique que mi existencia será más solitaria que otra cosa.

La belleza es, para qué mentir, algo en lo que todos nos fijamos. Muchos aspiran a ser más agraciados de lo que en realidad son pero, personalmente, prefiero ser fuerte a ser hermoso. Siempre he pensado en la belleza como si fuera una debilidad y mi experiencia me dice que no me equivoco. Lo que sí he aprendido gracias a un caballero es que la debilidad no yace en la belleza propia, sino en aquel que subestima a alguien por su apariencia.

No soy considerado, ni un buen compañero, ni destaco por mi belleza. A esto hay que sumarle que soy un hombre excesivamente arrogante. En otras circunstancias podría intentar cambiar algunas de estas cosas. Otras, sin embargo, jamás tuvieron ni tendrán solución. Lo cierto es que ya nada de esto importa. Dicen que nunca es demasiado tarde para reflexionar sobre uno mismo, pero creo que todo tiene un límite. ¿De qué me sirve ser considerado, bello y acabar con mi exceso de arrogancia si no estoy vivo para hacer uso de todos estos cambios? Al fin y al cabo, las reglas de la vida no se aplican en la muerte. Ya es demasiado tarde. Si queréis buscar a algún culpable de que ya no pueda cambiar, culpad a Albafica de Piscis.

Bien pensado, quizás su crimen haya sido únicamente el haberme hecho reflexionar.