Justo cuando Kate estaba metiendo la llave dentro de la cerradura para entrar a su apartamento, oyó el sonido de su teléfono. Se apresuró a dejar las cosas y fue directamente hacia él para contestarlo.
- Hola. – dijo.
- Hey… - dijo una voz masculina al otro lado de la línea.
- Hey, Castle. – dijo Kate mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro. – Recién llego. – le aclaró.
- Perdón, te dije que no podía esperar.
- Está bien… - le contestó mientras iba a cerrar la puerta. - ¿Qué estás haciendo? – le preguntó. Acomodó las cosas que había dejado en el camino y se dirigió hacia su habitación.
- Estoy en el cuarto de Alexis. – le contestó. Su voz sonaba melancólica.
- ¿Ya la extrañas? – le dijo con un tono más bien tierno y consolador que como una pregunta.
- Un poco. Después de todo, para mí siempre será mi pequeña niña.
- Puedo entenderlo. La criaste prácticamente tu solo.
- Si, es cierto. – le contestó un poco ausente. Había cargado las cajas hasta la habitación y estaba sacando las cosas, recordando.
- Ella estará bien, Castle. – le dijo para tratar de animarlo. – Y de todas maneras están cerca. Cuando te quieras dar cuenta la tendrás de visita en tu casa.
- Eso espero… – le contestó.
- Al final, con lo del caso, no me contaste como te fue. ¿Qué tal es la residencia? – quiso saber.
- Tienes razón, no pudimos hablar. Es muy buena, su habitación es muy amplia y le gusta mucho.
- Me alegro—
- ¡Ah, cierto! – exclamó interrumpiéndola. – Hablé con ella sobre lo nuestro. – le dijo.
- Ah… ¿Qué te dijo? – le preguntó ella un poco insegura.
- Fue todo una confusión. En realidad, ella siente que ahora estará sola y eso le da un poco de miedo. No porque esté contigo, sino por el lugar en donde está. Pero le expliqué que siempre estaría para ella cuando me necesitara y lo entendió.
- ¿Así que… no me odia? – quiso asegurarse.
- No, nada de eso, todo está bien. – le dijo despreocupadamente.
- Que bien, me quedo más tranquila entonces.
- Y no te he contado la última de mi madre. – Castle ya sonaba más divertido, de a poco se estaba distendiendo.
- Cuéntame. – le pidió ella alegremente.
- Me dijo que seguirá viviendo conmigo, como haría toda madre sacrificada para que su pobre hijo no se quede solo. – le contó en tono melodramático.
- Vamos Castle, estoy seguro de que en el fondo, te gusta la idea. ¿Qué harías tu solo en esa casa tan grande?
- Bueno, en este momento se me ocurren algunas ideas que podría compartir contigo. – le dijo juguetonamente.
- Estoy segura de que si. – le contestó ella mientras se mordía el labio. – Pero tarde o temprano te sentirás solo y querrás que vuelva.
- Eso ni pensarlo. – aseguró.
- De acuerdo, lo que tu digas. – aceptó resignada.
- Hablando de eso… - empezó e hizo una pausa.
- ¿Si…? – le preguntó ella intrigada.
- ¿No te sientes sola? – terminó por preguntarle y Kate sonrió.
- ¿Por qué lo preguntas? ¿Te hace falta compañía? – le dijo ella sin contestarle.
- Si es la tuya, siempre. ¿Qué estás haciendo ahora? – quiso saber él.
- Estoy en mi habitación, desvistiéndome para irme a dormir. – le dijo como algo casual pero que ambos sabían que no lo era.
- Ah-ha… - dijo él un poco ausente.
- Me estás imaginando, ¿cierto? – le preguntó ella divertida.
- Ah-ha… - le contestó en el mismo tono.
- No tienes remedio…
- Si lo tengo, eres tú. – le aclaró. - ¿Me dejas ir para allá? – le preguntó cautelosamente.
- Mmmm… no lo sé… es bastante tarde… - le contestó dubitativamente.
- Me muero por estrecharte la mano... – le dijo seductoramente.
Kate se quedó un momento en silencio, no solo pensando la respuesta, sino también recordando el gesto y sintió un escalofrío recorrerle la espalda, que le hizo sonreír.
- Está bien… Pero apúrate porque tengo sueño. – le advirtió.
- Déjame la puerta abierta, llegaré en veinte minutos.
- Ni sueñes que dejaré la puerta abierta. Toca timbre, como la gente normal.
- Bueno, está bien. – rezongó. – Yo solo quería facilitarte las cosas. Hasta pronto.
- No tardes. – le dijo y ambos cortaron.
Dejó el teléfono sobre la mesa de noche y se preparó para dormir. Se cambió de ropa y se higienizó. Pensó en meterse en la cama mientras lo esperaba pero estaba tan cansada que seguramente se dormiría antes de que llegara. Dejó la cama lista y luego se encaminó a la cocina.
Media hora después, alguien golpeaba la puerta. Kate, que estaba sentada en la isla de la cocina, se levanto y fue a abrir.
- Llegas tarde. – le dijo seria mientras abría la puerta.
- Lo sé, lo siento. – le dijo aunque su expresión no decía lo mismo. – Es que… pasé por el parque y se me ocurrió traerte esto. – Sacó algo de su bolsillo y se lo entregó. Parecía un muñeco hecho de palitos y hojas. Las hojas hacían una especie de falda. – Para que tu muñeco de palitos no se sienta solo. – le dijo con una sonrisa.
Kate se quedó sorprendida mirando la muñequita. No podía creer que él hubiera hecho algo que parecía tan tonto pero que a la vez tuviera tanto significado para ella. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras subía la vista desde la muñeca a él, que la miraba expectante.
- Gracias, me encanta. – le contestó ella conmovida. Dejó la muñeca sobre la encimera de la cocina y estiró su mano para que se la estrechara. Castle la observó unos instantes y finalmente le estrechó la mano, manteniendo fija la vista en sus ojos. Parecía como si el mundo se detuviera a su alrededor.
- Me alegro. – le dijo Castle y se quedaron unos segundos en silencio, perdidos en la mirada del otro. Finalmente él lo rompió. – Este soy yo… - comenzó a decir mientras se le acercaba. – …tocando suavemente tu rostro... – continuó, colocando la otra mano debajo de su mentón. - …atrayéndote… – siguió, acercándola con la mano.
- Y esta soy yo… – continuó ella aun más cerca. – …enredando mi mano por tu pelo. – siguió mientras subía su mano hasta su cabeza y le acariciaba el pelo de la nuca.
- Para darte un largo y lento beso. – dijeron ambos al mismo tiempo justo antes de fundiste en un beso, uniendo sus almas, que ya nunca más estarían solas.
