Es mi primera historia, por favor no sean crueles conmigo. Si les gusta dejen muchos comentarios, nada más eso sí, si hay faltas de ortografía perdonenme.

Disclaimer: Eyeshiel 21 le pertenece a Riichiro Inagaki y Yusuke Murata, los personajes que no reconozcan de la serie sí son míos.


Era una tarde preciosa en la ciudad de Tokyo, los rayos anaranjados cubrían la mayor parte del cielo y la ciudad, dando a los habitantes un maravilloso espectaculo. Los rayos bañaban el campo de entrenamiento del instituto privado de Deimon, donde anteriormente los chicos del equipo de futbol americano habían estado entrenando.

Como ya era muy tarde muchos de ellos ya se habían ido a sus casas, otros tanto se habían reunido con algunos amigos fuera de la escuela para socializar o sólo para pasar un rato agradable. Mas no así para un pequeño castaño que corría a toda velocidad a una tienda que quedaba algo lejos de su casa por un encargo de su madre. Ya era tarde y si no llegaba a tiempo cerrarían la tienda, y era el único lugar en el que podía encontrar ese articulo.

Avanzó tanto como pudo, estaba como a una distancia de diez metros, desde ahí observó como el hombre encargado de la tienda estaba a punto de cerrarla.

—¡Por favor espere!

Escuchó otra voz contrastando con la suya, pero en ese momento era más importante que no cerraran el local. Todo pasó en camara lenta. El castaño que corría a casi velocidad luz, el sujeto que estaba por cerrar la puerta, el corazón acelerado, las gotas de sudor metiendose en los ojos, el casi click de la puerta, el brinco que dió a un metro de la puerta para evitar que ésta se cerrara, la cabeza que apareció de la nada, el cabezazo, la puerta abriendose de golpe, el castaño y la otra persona cayendo al suelo y el tendero frunciendo el ceño.

—¿Pero qué les sucede muchachos?—preguntó el hombre golpeando el piso con un pie.

—L-lo siento mucho—se disculpó el castaño mientras se ponía de pie.

—Ya, ya—escuchó otra voz un poco más infantil.

Sena se volvió para ver quién había sido la persona que le dió el cabezazo que aún le dolía. Se puso de pie un chico muy extraño; era un poco más alto que él, apenas un par de centimetros. Traía un gorro negro y debajo había una mata de cabello rojo con las puntas negras. Su rostro era pálido, quizá demasiado, ojos cafés oscuros, nariz respingada, tenía una boca chica con unos labios muy rojos como para que fueran los de un varon, a decir verdad tenía facciones muy femeninas. En cuanto a su atuendo consistía en una playera de manga larga color blanca, sobre ella un chaleco negro con gorro. Traía unos jeans oscuros y tenis blancos, además de unos guantes negros también.

—Todavía que te queremos hacer el favor de comprar en tu insignicante tienda y te enojas.

Tanto el castaño como el dueño de la tienda se quedaron viendo al chico con una gota detras de la cabeza.

—Esta bien—dijo el mayor—, pero compren rápido porque ya tengo que cerrar.

El mayor fue detras del mostrador para esperar a que los chicos fueran por sus cosas y poder cobrarles. Se recargó en el mostrador para seguir leyendo la revista que había dejado unos minutos atras.

Sena podría ser uno de los jugadores más veloces de los equipos de americano pero no fue lo suficientemente rápido como para ver en que momento el otro chico llegó a los refrigeradores. No le prestó atención y mejor se dedicó a buscar lo que su madre le había encargado.

Entró en un pasillo donde normalmente lo encontraba. Ahí estaba esperandolo, ahí en su reluciente frasco; el cafe americano que tanto le gustaba a su madre. Largo la mano, al mismo tiempo que caminaba, para tomarlo, y justo en ese momento otra mano enguantada lo tomó también. Al ver al chico pelirrojo cargado con un montón de refrescos y bolsas de comida chatarra, no pudo hacer más que sentirse extraño ante la situación. El otro chico lo miró sorprendido en primer lugar, pero luego entrecerró los ojos.

—Sueltalo—le siseó el pelirrojo.

—Pero yo lo vi primero—contestó el pobre castaño en voz baja.

—Podemos hacer esto por la buenas o podemos hacer esto por las malas.

La mirada del pelirrojo se torno amenazante logrando que el pobre chico se encogiera en su lugar. El hombre que estaba detras del mostrador, y que observaba con atención, recordó que ya antes había visto al pelirrojo en su tienda. Había visto también comohabía hecho escandalo por cosas más insignificantes y como terminaba todo, además del desastre que causaba.

—Oye, si quieres puedes darmelo ahora mismo y todo quedara en paz o puedo golpearte para que me lo des.

Los pelos se le pusieron de punta, sobre todo porque el aura que proyectaba el chico era parecida a la de Hiruma, tenía casi la misma sonrisa maquiavelica que el rubio. Sólo por eso iba a soltar el frasco para dejarse a ese chico, pero justo en ese instante alguien se los arrebato de las manos a los dos.

—¡¿Pero qué demonios...—el chico estaba notablemente molesto.

El hombre de la tienda les había quitado el frasco en un hábil movimiento, lo que desencadeno la furia del chico.

—Oye, ¡¿pero qué te sucede?!—el chico estaba notablemente molesto—, necesito ese frasco de café.

—No te lo voy a dar—le contestó tranquilo el mayor.

—¿Y por qué no?

—Porque ya antes has causado destrozos aquí, y no estoy dispuesto a pagar de nuevo las reparaciones sólo por un capricho tuyo.

Sena se mantenía al margen de la conversación-discusión por temor de que el chico se molestara y la agarrara contra él. El mayor metió su mano en el bolsillo de su pantalón, buscando algo ante las miradas espectantes de ambos chicos. Al final sacó una moneda mediana y se las mostros a los jovenes con una sonrisa de triunfo.

—¿Y eso qué?—preguntó con un deje de fastidio el pelirrojo.

—Esto—contestó molesto el mayor—es lo que vamos a usas para ver quién se va a quedar con el frasco de café. Como sé que la diplomacia no va contigo vamos a eschar un volado, lo dejaremos al azar y sea cual sea el resultado no podrás quejarte.

El chico lo meditó.

—Sí, claro, ¿por qué no?—dijo al cabo de unos segundos.

—¿Tú estas de acuerdo?—preguntó refiriendose a Sena.

—¿Eh?, sí.

El mayor puso el frasco de café sobre el estante donde estaba anteriormente. Puso la monera entre sus dedos y la lanzó al aire, luego la atrapó con el dorso de la otra mano, para taparla con la que la había lanzado.

—Yo quiero cara—dijo el pelirrojo antes de que siquiera le preguntaran.

Los tres observaron con impaciencia como la mano se quitaba lentamente para mostrar el resultado. Sena sudaba frío, pues en verdad quería llevarse ese frasco, su madre se molestaría mucho si no lo llevaba. Lamentablemente para el castaño, al descubrir la apareció el resultado que lo torturó en ese momento.

—¡Sí!, ¡gané!—el pelirrojo levanto la mano que tenía libre en señal de victoria.

El mayor miró con gesto de disculpa al castaño, lamentando internamente que ese chico tranquilo que le compraba sin dar molestias no hubiera podido llevarse el café. Sena le sonrió amablemente, como si esa sonrisa dijiera que en realidad no importaba. El mayor se encaminó a la parte trasera del mostrador para cobrarle al otro chico el café y todo lo demás que llevaba consigo. El pobre Sena no quiso quedarse más tiempo y salió de la tienda, para dirigirse a su casa.

Los rayos anaranjados del sol, que momentos atras inundaban cada rincón de la ciudad, habían desaparecido por completo, dejando en su lugar una oscuridad que era combatida sólo por las luces artificiales del alumbrado público. A él no le gustaba andar tan tarde por las calles de aquella zona, porque tenía entendido que era el lugar donde había más delincuencia, pero como se mencionó antes era el único sitio donde sabía que vendían esa marca de café. Si hubiera llegado más temprano probablemente se hubiera llevado ese frasco a casa, en donde se encontraría haciendo la tarea ya. Sin embargo, por haber sido nombrado quarterback del equipo debía cumplir con ciertas funciones que lo obligaban a quedarse después que los demás. De lo contrario no estaría caminando en la oscuridad de ese lugar.

Anochecía muy pronto y el frío aumentaba. Apuro el paso para llegar más pronto a su casa. En un principio había pensado en usar su velocidad para llegar más rápido, pero el frío le hizo pensarselo dos veces, de por sí caminando el aire le pegaba helado en el rostro corriendo sería mucho peor, pues no llevaba más abrigo que la chaqueta de la escuela.

Como el viento le molestaba en los ojos bajo la vista para que no le calara tanto, por ésto no se dió cuenta de que se desvió de su camino. El viento cesó, dandole oportunidad de ver donde se encontraba en esos instantes. Se había alejado mucho de la calle principal, y por lo tanto de la gente, para meterse en una calle que estaba vacía, donde las casas estaban casi destruidas y parecían abandonadas con luz escasa. Una alerta se prendió en su cabeza, no debía estar ahí.

—Vaya, un estudiante.

Se paralizó al oír una voz grave y molesta detras de él. Se volvió despació, con mucho miedo, para ver quién estaba detras suyo. Era un frupo de hombres que tenían toda la facha de delincuentes y que no parecían tener buenas intenciones. Uno de ellos era calvo o tenía la cabeza rapada, llevaba puesto un chaleco sin camisa, mostrando todos los tatuajes de sus brazos y de su pecho y pantalones bastante flojos. Era muy alto, sus musculos eran exagerados, pensó que quizá fuera tan fuerte como Shin, pero luego recordó que hasta entonces no había conocido a nadie más fuerte que el linebacker, pero si era más fuerte que él, de eso estaba seguro. Los demás tenían fachas similares, se mantenían detras de el calvo, así que supuso que era el líder.

—¿Qué hace un chico como tú por nuestros terrenos?

El tipo sonrió con malicia al cruzarse de brazos y los demás se rieron junto con él, para seguirle el juego probablemente. Sena supo que ese no era su día. Los nervios lo recorrieron de pies a cabeza en forma de un gran escalofrío que le hizo hasta temblar la quijada. Mas se armó de valor, se había enfrentado a tipos mucho más agresivos en el futbol americano que intentaron lastimarlo, algunos lo lograron, pero en su determinación los derrotó a todos. Aunque claro, la situación no podía compararse ya que en tiempos pasados contaba con sus amigos, además de que ésto era la vida real y los sujetos que tenía enfrente no seguirían las reglas del futbol americano, quizas lo lastimaran de verdad. Pero tenía que intentar algo, lo que sea, para salir de esa situación y lo único a lo que podía confiarse era a su velocidad.

—Y-yo ya me voy.

La voz se le falló en ese momento, en el momento en el que necesitaba que no le fallara. Se preparó para correr a toda velocidad, pero algo, o mejor dicho alguien, mucho más grande que él, lo tomó de la ropa y lo levantó. No podía ser el calvo ya que lo tenía enfrente y nadie de los que estaban detras de él, no había visto que alguien se moviera.

—¿A dónde crees que vas, chico?—le dijo otra voz mucho más grave que la del líder.

Otro escalofrío recorrió su espalda al saberse atrapado por esos sujetos. Sus pies no tocaban el suelo, lo que quería decir que quién lo sostenía era tan alto como el calvo o más. Débil, flacucho, con la única habilidad de correr a una velocidad sobrehumana; estaba frito. Por la mente se le pasaron un montón de ideas locas de lo que planeaban hacer con él, incluso llegó a temer por su vida.

—¿Crees que puedes venir aquí e irte como si nada?—se acerco el calvo a él.

—Por favor dejenme ir, si les molesta que esté aquí les prometo que ya no regresaré.

Esperaba que esos sujetos se compadecieran de él y lo dejaran ir, pero después de echarles otro vistazo se dió cuenta de que era mucho pedir. Los observó cuidadosamente, los tipos se voltearon a ver entre si y luego todos al líder, quién sonreía de una forma que no era nada agradable. De verdad que no tenía idea de como se metía en esa clase de problemas, de por qué siempre se encontraba con gente rara. A pesar de que a causa de ello conoció a mucha gente de la que ahora era amigo, dudaba mucho que algo así pasara con la personas que tenía enfrente.

—¿Tú que dices?—le preguntó el que lo tenía por la ropa al calvo.

—Bueno, ya que está aquí tendría que pagar una cuota por haber pisado nuesto territorio, ¿no?

—¿Qué tal si vendemos su uniforme?—comentó uno que se veía más joven que él resto—, quizá nos den un buen dinero.

—Tú siempre con el dinero, ¿no, Yusei?

El joven sonrió, o eso creyó el castaño, porque estaba entre los demás y como la iluminación no era buena no alcanzaba a distinguirlo muy bien,

Aquellos tipos comenzaron a discutir sobre qué harían con el chico, cómo le cobrarían el sólo hecho de que se encontrará en el lugar equivo, el día esquivocado. Al día siguiente tenia entrenamiento y no quería llegar con moretones en todo el cuerpo. Mamori se daría cuenta de inmediato y se preocuparía, si es que lo dejaban con vida.

—Por favor—dijo en voz apenas audible—, se los suplico, dejenme ir.

No fue una buena idea pes el que se le figuraba el líder lo miró con cierta molestia.

—Si sigues diciendo eso me vas a terminar de fastidiar y entonces no seré tan amable. Ahora sé un buen mocoso y dime, ¿como cuánto me darían por tu uniforme?

Sena se quedó como ido, petrificado por la angustia. Ellos eran un grupo de quince o tal vez dieciocho sujetos que eran mucho más grandes y fuertes que él, la mayoría corpulentos, a leguas se notaba que hacían ejercicio, eso o se entrenaban golpeando a chicos como él. Sena era delgado y bajo, su única habilidad era la de correr a una velocidad sobrehumana, pero lo tenían levantado en el aire, así que esa habilidad no le servía de mucho por el momento. Cerro los ojos, esperando que un milagro, que era conciente no llegaría a suceder, salvara su trasero de lo que estaba seguro era un paliza inminente.

—Nadie va a darte nada.


Oh, yo creí que mi primera historia sería de Naruto, pero en fin.

Chan, chan, chan, chan, ¿quién será el salvador de Sena?

Descubralo la próxima semana, a la misma hora y por el mismo canal ^/^