Resumen: Finalmente Ayase no puede soportar más el trato que recibe de Kanou y toma la decisión de irse… sin embargo, tal vez el prestamista millonario tenía razón al decir que los dos estaban unidos por un lazo más profundo que la sangre.
Esta historia comienza inmediatamente después de que Kuba confiesa sus sentimientos a Ayase y Kanou regresa de su viaje de negocios.
Este hombre…
Una embestida directa dentro de su cuerpo, un mordisco nada inocente a su oreja y un apretón suave pero preciso a su miembro.
Sólo que ahora no podía jurarse a sí mismo que eso era algo malo.
Este hombre, con sus manos que todo lo rompen, él…
Es verdad que ya tenían algún tiempo viviendo juntos pero realmente Ayase no había logrado aún llegar a una conclusión definitiva en nada… no terminaba de entender lo que Kanou quería de él, y tampoco había tenido el tiempo de reflexionar acerca de sus propios sentimientos al respecto.
Este hombre… terminará por romperme también a mí.
Otro apretón, otra caricia furtiva en su entrepierna y una embestida más… se rompió entonces.
Un último grito seguido de un gemido débil mientras el producto de su arrollador orgasmo se derramaba en las sábanas manchando y humedeciendo la superficie blanca, después de eso su mente estaba confusa y su cuerpo pedía a gritos por un descanso. Sus ojos se cerraron porque la luz de la nueva lámpara de mesa daba directamente a su rostro y su garganta estaba seca después de todo el tiempo que se la había pasado gritando, el semen de Kanou se liberaba lentamente en su interior pero debido a un movimiento repentino del hombre mayor comenzó a derramarse sobre sus glúteos.
Ese momento… ese momento en que Kanou alcanzaba su clímax era siempre aquel en el que Ayase podía finalmente descansar y eso era algo a lo que su cuerpo se había acostumbrado.
Cerró los ojos disponiéndose a dormir, pero un sonido (también familiar) llegó a sus oídos y la textura de algunos papeles tocó su piel… el adormecimiento del cansancio fue ahuyentado pero sus ojos se apretaron desesperadamente, porque eso que caía sobre él era dinero… 500.000 yenes, si es que quería ser específico.
"Compraré tu cuerpo por $500.000 cada vez"
Por supuesto recordaba esas palabras y recordaba también el día en que habían sido pronunciadas por primera vez… pero esos eran recuerdos desagradables, recuerdos que no quería evocar so pena de morir de vergüenza. Recuerdos que no debían de ser más que eso, porque Kanou le había dicho que quería que fueran una familia y le había demostrado afecto de múltiples formas ¿verdad?
Y sin embargo… sin embargo no importaba que tan desesperadamente rezara o suplicara, día a día los billetes se derramaban sobre él por lo menos una vez y el papel moneda tocaba los moretones y chupetones que quedaban en su cuerpo como marca inconfundible de la posesión de Kanou.
Su cuerpo estaba agotado y su mente insistía en brumarse pero lo más cansado de todo era el peso que sentía en el corazón; un peso derivado de la incertidumbre y de la humillación.
Sintió como Kanou se movía en la cama junto a él, sintió su cuerpo caliente y pesado acurrucarlo contra sí y escuchó una voz que preguntaba si estaba bien.
¿Estaba bien? Su boca dijo "sí", su mente gritó "no" y su corazón en realidad no estaba seguro que cuál era la respuesta correcta.
Las lágrimas que había derramado y su saliva también habían caído sobre la funda de la almohada y ahora que su cabeza se acurrucó a conciencia la humedad lo incomodó obligando a su mente a preguntarse cómo era que algo que estaba tan mal y que después lo lastimaba tanto podía ser en el momento algo tan placentero.
La mano de Kanou eligió ese momento para acariciar su cabello y si bien Ayase no se encogió ante el contacto ese toque estaba lejos de ser para él algo tranquilizador.
Pero todas sus molestias y toda su preocupación se centraban en realidad en una única pregunta porque, Kanou le había dicho un día que él quería ser su familia, pero ¿cómo podía la familia pagar por sexo?
A eso se le llama prostitución, y Kanou-san siempre dice que es un negocio rentable.
Su propio pensamiento lo impactó de lleno… prostitución. Sí. Esa era una palabra que había rondado por su mente en más de una ocasión pero cuando en momentos como estos esa palabra salía a flote, bueno… esos eran los momentos que Ayase prefería para refugiarse mentalmente debajo de las mantas y olvidar todo. En otras palabras, siempre que equiparaba el sexo por dinero con la prostitución, Ayase recordaba su antigua vida: una vida en la que su contacto sexual más intenso había sido un inocente beso de luz con una compañera de clases a los diecisiete años, en la que el dinero y los lujos faltaban pero por lo menos tenía la libertad de salir a donde quisiera y en la que sus acciones sólo lo afectaban y concernían a él…
Pero ese tiempo había acabado.
Ayase jamás sabía que pensar con respecto a Somuku Kanou. Por un lado el prestamista era un hombre fuerte y amable que lo hacía sentir seguro, y sería un hipócrita total si negaba además que era un amante experimentado y dedicado que hacía estallar estrellas ante sus ojos al menor hilo de provocación… el otro lado de la moneda era sin embargo más turbio, porque el presidente de la compañía de préstamos era un hombre petulante y posesivo al que no le importaba pasar por sobre los sentimientos de los demás para conseguir lo que quería o dejar en claro su posición y superioridad; prueba de eso era el propio Ayase marcado siempre por los dientes del pelinegro y encerrado a piedra y lodo entre cuatro paredes que no lo dejarían salir si no le era atada una correa en forma de alguno de los gemelos o de un aparato de rastreo sintonizado por el propio Kanou. Era también una triste prueba Kuba, quien sentía una herida en el corazón cada vez que el arrogante jefe ondeaba a Ayase delante de él como una bandera sólo para demostrar que el muchacho al que Kuba quería jamás podría corresponder a sus sentimientos.
¿Ayase y Kuba? No, eso el rubio ni siquiera lo consideraba… no quería herir a Kuba pero no podía corresponder a sus sentimientos, y eso no quitaba que se preocupaba por lo que el mayor de los gemelos sentía y que le tenía cariño y respeto como si el ex ladrón fuese también su hermano mayor.
Ese hombre cuyas manos todo lo rompen había roto sus barreras, sus prejuicios, sus miedos y muchas de sus inseguridades… pero había roto también su dignidad, sus esperanzas y sus sueños.
¿Qué es lo que quedaba de Yukiya Ayase entonces?
La respiración regular que anunciaba que Kanou se había dormido le pegaba casi sobre el oído de manera que Ayase se levantó de la cama y desnudo como estaba se paró frente al espejo de cuerpo entero. Sus pezones, su pecho, su cuello e inclusive parte de la entrepierna tenían marcas de dientes y su cadera lucía amoratada con las marcas de los dedos de Kanou.
Era su propio rostro el que Ayase veía en el espejo, pero no estaba seguro de que esa persona con su rostro fuera realmente él.
Sin pensar mucho en lo que hacía Ayase se acercó a al fondo de la habitación hasta llegar a la única ventana… la luna en cuarto menguante tenía una forma extraña, muy similar a la de una sonrisa de gato risón1, o al menos así se lo imaginó el muchacho al recordar ese libro que su madre le había leído cuando aún era un niño.
Esa luna… la luz que la luna proyecta no puede destacar porque las luces de la ciudad la opacan por completo… y cuando estoy con Kanou-san siento que a mí me pasa lo mismo… cuando estoy con él, la persona a la que compró opaca por completo a la persona que soy.
El chico no quería volver a la cama, en lugar de eso se quedó de pie junto a la ventana un largo rato, preguntándose si la luna en algún momento llegaría a sentirse como él cuando las personas preferían voltear a ver los anuncios publicitarios antes de ver su hermosura natural.
1Gato de "Alicia en el país de las maravillas" de Carol Lewis.
