Una mariposa bate sus lados a un lado del planeta. Del otro lado, se crea un tornado.
Teoría del Caos
El Efecto Mariposa
Anverso 1.
Allen pasó su mano derecha por sus cabellos , húmedos en sudor, y se incorporó en la cama, para saludar al sol desde su ventana. Era un día muy cálido y la brisa llegaba tenue, suave, a enredarse en su cuello.
Tenía que reconocer que hacía más calor que de costumbre, teniendo en cuenta que en el lado de la torre en la cual se encontraba su alcoba, el sol no llegaba tan de frente, ni a semejantes raudales.
Enredó sus dedos en la sábana de algodón… ¿Egipcio? Allen abrió sus ojos de par en par , pasmado. Sólo en una ocasión había sentido esa fina tela y fue cuando una de las amantes de su Maestro, intentó estrangularlo con un juego anudado para la ocasión, dado que se despertó sola, tras acostarse acompañada. Era algo que sólo una mujer muy rica podía tener en su alcoba.
Intentó restregarse los párpados. Tal vez era todo parte de una alucinación , o bien, ser producto de alguna arena en su iris. Pero no. Lo hizo otra vez, hasta casi arrancarse a lo Edipo sus globos oculares.
-¿Dónde estamos, Timcampy?-Le preguntó a su gólem, acurrucado en su hombro. Allen dio un bostezo. Se sentía exhausto, como si hubiera caminado muchísimo.Y no estaba en el Cuartel General. Al menos no en un área conocida.
Su gólem sólo atinó a mordisquearle la oreja, claro indicio de que también ignoraba el paradero en el que se encontraban, pero prueba ínfima de que tampoco le preocupaba demasiado.
Timcampy saltó hacia las cortinas de satén rojo y dio vueltas en círculos sobre ellas, hasta bajar a una alfombra del mismo color, a los pies de la cama. Allen miró a su alrededor: El tapiz de todo ese espacioso cuarto, consistía en un tono granada, que recordaba a la sangre seca en los rincones más oscuros.
Decidió saltar de una vez del lecho. Se encontró con que había un par de pantuflas en el suelo, con las iniciales: E. C. M.
-¿No sabes dónde están los demás?
El gólem amarillo se acercó a su oreja y se enganchó de nuevo.
-¡Ya,Tim! Tengo que averiguar qué sitio es éste.-Le gruñó, con angustia.
Entonces, el insistente gólem se desprendió con una sonrisa y aleteó hasta una enorme ventana de ricas cortinas rojas y broches metálicos en forma de rosa.
El muchacho decidió mirar hacia fuera. Deslizó las colgaduras y se encontró con que estaba en una altísima edificación, en el medio de un mal turbio y oscuro.
-¿Qué clase de lugar es éste?-Preguntó, con un tic manifestándose en la mejilla.
Entonces bostezó de nuevo.
-Un sueño, probablemente. Oye, Timcampy¿Se resolverá si me voy a dormir de nuevo?
Allen pensó que bien podía volver a la cama y hacerse el desentendido. Probablemente eso hubiera hecho, si la puerta blanca, adornada con oro, no se hubiera abierto de par en par, con un azote.
Una chica de cabellos negros y porte oliváceo, entró corriendo y dio un salto hacia la cama.
-¡Buenos días, Conde Milenario!-Saludó la jovencita, abrazando las mantas vacías en las que debiera estar nuestro Exorcista preferido. Allen ya la conocía, pero nunca pensó que la vería de esa forma: Con un camisón rosado, diminuto, y un par de medias negras de nylon, extremadamente apretadas. Sin contar que, de alguna forma, el aura destructiva y oscura que solía caracterizarla, parecía haberse desvanecido.
-¡Rhode Camelot!-Exclamó Walker, sorprendido de tener a la joven Noé ante él. Aterrado y en cierto nivel, furioso. Si tenía que golpearla con su brazo para defenderse, ésta vez lo haría.
La chica levantó la mirada de las frazadas y se arrodilló en la cama, con expresión anonadada. Parpadeó varias veces. Luego pareció notar algo especialmente horrendo y se llevó las manos a la boca para evitar gritar. Allen se dio cuenta de que observaba la cicatriz. Rhode intentó disimularlo.
-Conde Milenario¿Se levantó temprano hoy¿Por qué no me llamó antes?-Le preguntó enroscando la sábana roja entre sus manos.
-¡¿Con…De…¡¿Yo?!-Exclamó Allen sin aire.
Rhode Camelot sacudió la cabeza y se pasó los dedos por el cabello, negro y liso. Allen se percató de que no se veía tan rebelde ni sucio como lo recordaba, similar a la espalda de un puercoespín. Ella se mordió el labio inferior y luego, en un movimiento demasiado rápido, tiró de una cuerda dorada que pendía sobre la almohada.
Timcampy, que con anterioridad se había alterado ante esa presencia femenina, parecía mirarla con la misma curiosidad que el Exorcista de cabellos blancos.
A penas un instante después de que Rhode tirara de la cuerda, sonó una especie de armoniosa campanada. Demasiado chic , pensó Allen para sí, con una mueca. En ese momento, un hombre alto, con traje y sombrero de copa, traspasó la cama, desde abajo.
El Exorcista puso los ojos como platos y pensó seriamente en romper el vidrio y saltar sin más contemplaciones al agua turbia.
Era Tick Mick, el Noé que había intentado matarlo. Vestido de punta en blanco e igual de altivo, como siempre.
-¡Conde Milenario¿Acaba de despertar?-Sonrió el hombre de piel morena, cínicamente asombrado.
-¡¿Eh¿Conde yo¡Estás loco!-Contestó Allen, exasperado y casi sin habla por la sorpresa. No todos los días se despertaba en una cama de lujo rodeado de sus peores enemigos, refiriéndosele como a su más grande némesis.
Tick Mick frunció el ceño. Con sinceridad, en toda su vida, nunca había visto a su hermano menor hablar de ese modo. Era el Conde Milenario, heredero de las enseñanzas del Lord más prominente del mundo, elegido por Dios para limpiarlo y el más exitoso de la Familia, al haber cumplido con el encargo de los Antiguos. No era extraño que despertara sobresaltado, pero la forma en la que actuaba –y las prendas que vestía- llegaban con toda presunción a la vulgaridad. Era lógico que Rhode estuviera lo suficientemente preocupada como para llamarlo.
-¿Se siente mal? Ya le he pedido con anterioridad que no se desvele. Es malo para su salud…-Allen estuvo a punto de preguntarle a qué diablos venía todo ese tono formal con él, cuando Rhode lo interrumpió, con una meditación en voz alta, tan suave, que casi confundió su voz con la de Rinalí:
-Ayer tuvo un accidente. Pero dijo que no era grave y que seguiría trabajando. Tal vez se ha herido en la cabeza y no recuerda quién es.-Unas lágrimas le aparecieron en las pestañas a esa chica morena que Allen recordaba con mucho más carácter.
Tick Mick giró los ojos hacia arriba y atrajo a su hermana contra su pecho, suavemente.
-Ya te dije que la vida no es como en tus libros de romance, Rhody. Estoy seguro de que el Conde sólo se siente algo indispuesto…
-¡No soy un Conde!-Masculló Allen.
Ante esa reacción, Rhode rompió a llorar y Tick Mick avanzó hacia atrás muy lentamente, palmeando el hombro de la joven.
-Lo dejaremos a solas, para que medite.-Sin más, inclinó la cabeza y ambos hermanos traspasaron el suelo.
Allen se quedó mudo, pálido y quieto como una estatua, con la vista horrorizada , clavada en el lugar donde ese par enemigos –tan fuera de sí mismos-acababa de desaparecer.
Reverso 1.
El Duque Milenario, también conocido dentro y fuera de su familia como Allen Del Milenio, se dio cuenta de que sus finas sábanas eran por primera vez en la vida, incómodas al tacto, ásperas y groseras, como lengua de corsario. Sentirlas sobre su piel tersa le cortaba el aire y , naturalmente, le impedía conciliar el sueño.
Ni bien despertó pasó sus dedos entre su largo cabello de plata, fino, suave y delicado, evitando usar su mano derecha que estaba enguantada con terciopelo negro, utilizando la izquierda, de carne y hueso, pálida y blanda como la de un recién nacido.
Allen Del Milenio-presumiblemente el único y más joven Duque en la utopía que acababa de formar, ahogando a tres cuartas partes de la humanidad- dirigió la mirada a esa extraña y precaria habitación.
¿Qué clase de lugar era aquel donde se encontraba? Las paredes estaban desnudas y su cama no tenía ni cortinas. Las sábanas eran de pésima calidad y las almohadas habían lastimado su cuello de cisne. Tenía algo de familiar, pero no alcanzaba a saber qué. Afortunadamente, éste Allen sí tenía una explicación posible para éste fenómeno. Temida , pero probable.
¿Será que…? Tres golpes en la puerta de hierro cortaron sus pensamientos. ¿Sería Rhode Camelot, su prima y amante predilecta?
-¿Allen, estás despierto?-Preguntó una voz algo chillona , pero casi tan amable como la de su joven niña adorada.-¿Puedo pasar?
Rinalí Lee no creía que estuviera bien despertar a Allen Walker tan temprano. A penas acaba de llegar de su última misión de madrugada, pero River había insistido en que debía dar algunos testimonios para rellenar cuestiones burocráticas.
-Por favor…Sólo por ésta vez…Estamos algo saturados.-Explicó con una mueca , apoyando los brazos sobre una pila enorme de papeles a llenar. Komui estaba durmiendo-por primera vez en once días- y ninguno de los dos creía buena idea interrumpirlo.
Rinalí ya había compartido cuarto y cama con Allen. El muchacho tenía el sueño algo ligero y le sorprendió que siguiera durmiendo a pesar de sus llamados. Giró la perilla y entró en la habitación con suavidad. Ya había visualizado la escena: Se inclinaría sobre la cama de su amigo y le sacudiría suavemente el hombro, para que volviera a la realidad con tranquilidad.
Su sorpresa fue tal que se quedó con la boca abierta y tiesa como una estatua bajo la nieve. De la primera impresión a la última:
1) Ese no es Allen¡Me equivoqué de cuarto! E inmediatamente, en el fondo de su corazón, se vió retroceder , tras una leve inclinación de la cabeza en disculpa. Sin embargo, no se movió de su lugar.
2) Ese chico se parece a Allen, aunque no lo sea.Y sí. Podía estar peinado como una princesa, con el cabello largo y platino suelto por la espalda, podía estar pensativo y no tener cicatriz alguna que le demacrara el rostro de porcelana, pero tenía un aire de Allen. Aunque no lo fuera.
3) He pasado demasiado tiempo callada. Y el color le subió ligeramente a la cara. Iba a preguntar, pero el muchacho apartó las sábanas delicadamente y se irguió al fin. Llevaba una camisola de tela rica, ribeteada con hilo dorado, que terminaba donde sus rodillas.
Sus ojos eran brillantes , color turquesa vivo, sin cicatriz alguna que los dificultara. A diferencia de los de Allen, que eran más bien azules opacos. Se posaron inmediatamente en la cruz sobre su hombro.
-¿Eres una Exorcista?-Preguntó con la vista casi nublada por el golpe del descubrimiento. Rinalí asintió, apretándose contra el umbral de la puerta. Por algún motivo, le daba miedo hablar. -¿Dónde estoy?
La joven Lee dudó entre dar a conocer la ubicación o no. Simplemente, controlándose la voz, contestó:
-En el Cuartel General de la Religión Oscura.
Las pupilas aguamarina se dilataron y el muchacho de tez blanca, palideció aún más, hasta alcanzar el color de una hoja de papel. Su entrecejo se frunció y por un momento, su mirada refulgió con profunda repugnancia. Rinalí se llevó las manos al pecho, consternada por ese gesto. El no-Allen pareció serenarse nuevamente y más tarde, la chica se preguntaría si no habría alucinado.
-¿Tienen un Superior aquí?-Preguntó el joven Conde Milenario, relajando la espalda, enderezándose.
Rinalí asintió con la cabeza y cruzó los brazos, desviando la mirada.
-Mi hermano.-Confirmó.-Lo llevaré con él…Si no le importa cubrirse antes.
El otro Allen asintió con la cabeza y Rinalí pensó –principalmente por la forma en la que sus ojos relampaguearon con decisión-que no era tan diferente de su querido amigo, después de todo.
