"No bastaba haberte visto sólo una maldita vez para tener tus azules ojos grabados en mis pupilas.
No bastaba no tener idea de cual era tu maldito nombre para poder sacarte de mi cabeza.
No bastaba haber escuchado tu voz una maldita vez para tener retumbando en mis oídos ese "idiota" que pronunciaste.
No bastaba que esto haya pasado hace dos meses y todavía rondas en mis pensamientos."
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- ¡Qué fastidio!
Sasuke afirmaba la cabeza entre sus manos, mientras cerraba los ojos con fuerza intentando olvidar lo que, constantemente, cruzaba por su mente.
Aquel día de verano, mientras esperaba el tren que lo llevaría de vuelta a casa, golpeó sin querer a un joven que se bajaba del que recién había llegado.
Idiota.
Unos ojos azules intensos lo miraron con enfado, mientras recogía su bolso del suelo. Esa mirada perturbó al moreno. Nadie en su sano juicio le dedicaba ese tipo de miradas a él, a quien todos temían en su clase y en su ciudad. El apellido Uchiha era bastante respetado en Konoha y no por ser personas amables, al contrario, mantenían la estampa de los seres más fríos que podrían conocer. Claro que aquel rubio no lo sabía, así que al levantarse, intencionalmente, golpeó a Sasuke, quien retrocedió unos pasos aún sorprendido de sus acciones.
Todos los presentes en la escena quedaron atónitos por tal, murmurando entre dientes que sentían pena por aquel rubio que se había atrevido a ser descortés con el Uchiha menor.
El tren llegó, pero el moreno dio media vuelta hacia el departamento que habitaba en sus día de Universidad. Necesitaba tiempo a solas para meditar la situación.
Llamó a su hermano diciendo rápidamente su cambio de decisión, que necesitaba tiempo para estudiar y que nadie lo molestara. Cuando Sasuke tomaba decisiones, era mejor no interferir.
Se recostó en su cama y pensó.
¿Quién es ese chico?
Le parecía interesante recibir un trato diferente al que ha estado acostumbrado por más de 18 años, así que no podía dejar pasar este extraño acontecimiento. Cuando algo se propone hacer, se hace.
Pero por más que buscó, no encontró nada. Se sentía frustrado y decepcionado de sus habilidades. Nunca había fallado en algo y en esta situación tan ridícula, con menor razón podría hacerlo.
Así fue que pasaron dos meses sin poder sacarlo de sus recuerdos.
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- Nee Sasuke, ¿quieres ir con nosotras a tomar un helado? – la típica pregunta de día viernes y de las mismas chicas. El Uchiha no comprendía a las mujeres, si alguien las rechazaba es cuando más insisten, pero a pesar de estar conciente de eso, nunca iría con ellas.
Se levantó de su asiento sin responder, la mirada de las chicas era desafiante y ya estaban pensando a qué más podrían invitarle el próximo viernes. Algo debía existir para que éste acepte, así que no perderían jamás.
Salió del salón, las clases ya habían terminado y estaba cansado. Quería llegar a su departamento, darse una ducha y dormir. Tocaría un fin de semana de estudio, no perdería el lugar número uno dentro de su clase.
Caminaba por la calle principal y el único camino para su casa, cuando escuchó ciertos gritos y risas provenientes de una tienda de videojuegos. Siempre le había sorprendido la inmadurez de los chicos de su edad, pero ya no había remedio. Estaba alejando la vista de aquel espectáculo cuando algo rubio pasó por su vista. Volvió a mirar y ahí estaba. Ese chico imprudente se reía a carcajadas mientras otro golpeaba el videojuego en el que recién había perdido y uno de los encargados lo reñía por tal acción.
No podía ver sus ojos, pero sí recordaba con claridad su figura y estaba seguro que no se equivocaba. Había puesto un pie dentro de la tienda pero se detuvo. Algunos chicos que estaban cerca comenzaron a hablar despacio sobre la primera vez que veían a Sasuke entrar a este tipo de tiendas. Y tenían razón, un Uchiha no entra a una tienda de videojuegos, no se sienta frente a uno a gritar como idiota, pero ésta era una situación de emergencia. Aun así, no entró.
- ¡Maldición!
El sábado, a la misma hora, se paseó por los alrededores de la tienda. Pero nadie llegó. El domingo hizo lo mismo, pero al llegar vio las puertas cerradas y se regañó por lo idiota de no acordarse que el día domingo el comercio y las tiendas pequeñas no abren en las tardes.
Comió algo, leyó un libro y cuando estaba desvistiéndose para meterse a la cama, recordó el gran examen que tendría al otro día y a primera hora.
- Lo olvidé por completo.
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- Sasuke, ¿qué te ha sucedido?
Unas ojeras, que se marcaban aún más por la palidez del muchacho, habían aparecido por la larga noche de estudio. No durmió más de dos horas y se sentía tonto y malhumorado. Más de lo que habitualmente está.
Terminado el examen, salió del establecimiento. Necesitaba dormir o sino destruiría todo lo que se le interpusiera en su camino. Con un paso rápido, dobló en una esquina pero, desafortunadamente, algo detuvo su camino.
- Idiota, ve por donde caminas.
Sin siquiera haber abierto sus ojos por el impacto, agarró por el cuello de la camisa del chico con el cual tropezó y, cuando ya lo tenía casi en el aire, unos ojos azules llenos de miedo, le devolvieron la mirada.
- Tú…
- Suéltame.- comenzó a patalear el ojiazul. – me duele… he dicho que me sueltes, bastardo.
Lentamente lo dejó en el suelo mientras analizaba la realidad con sus recuerdos, y claro, era el mismo chico.
- Hey, Naruto.. no seas tan lento. Vamos a jugar.
Se limpió el pantalón y salió corriendo en dirección de los dos amigos que lo esperaban, ambos montados en bicicletas.
- Naruto…
