El cielo esta en pedazos, asfixiado por desalentadas miradas psicodélicas cegadas por fantasías insostenibles, que lamentan ser irreales y matar, despacito, a quienes las consumen, (pero el final nunca llega, y siempre es así).

Luffy solo echa de menos, y quiere que todo pase rápido (porque hace frío, y sus huesos aúllan por calor), pero ella parece no querer volver.

Es tan egoísta que ni se da cuenta del dolor que causa su espanto.

Ella es primavera al reír, tanteándose las flores que crecen en su agrio manto. Ella es otoño al llorar, vaciándose las venas, estériles por falta de amor.

Y el verano llega, justo después de su fuga, arrastrando los sentimientos antiguos e irrevocablemente muertos. [Muertos, pero calientes, manando sangre ardiente que hasta hiela].

Luffy solo se estremece, y quiere volver a verla (porque hace frío, y sus labios cortan de tanto dolor), pero ella parece querer permanecer así.

Ella es primavera, y en las oscuras noches también es otoño.

(Ella es un vaivén entre esas dos estaciones, creando un infinito ciclo vicioso de hacerse querer y odiar), porque es guapa, porque es lista, porque tiene algo naranja inyectado dentro de ella que la hace ser así.

Y el cielo se rompe ante la rasgada garganta que reclama su vuelta, que lamenta que todo haya tenido que ser así, que se la hayan tenido que llevar.

(Pero ella nunca será verano ni tampoco invierno)

Luffy solo llora, y quiere que todo acabe ya (porque hace frío, pero se puede vivir), y aún así ella desea seguir siendo primavera, porque otoño ya es él.