UN POCO DE FRÍO
—Capítulo 1—
—Te odio… Zoro-ya…
A cada paso que Law daba sentía que las rodillas se le doblaban, estaba seguro que de no ser por el hombre que lo llevaba prácticamente cargando ya habría dado contra el suelo. Su cabeza daba vueltas y no podía ni siquiera enfocar los objetos que tenía frente a él. Estaba demasiado mareado y su estómago parecía estar dispuesto a regresar todo de un momento a otro.
—Yo no tengo la culpa de que seas tan mal bebedor —Zoro esbozó una sonrisa, se acomodó el brazo de Law alrededor de su cuello y apretó con más fuerza la cintura de su acompañante para evitar que se le fuera a caer—. Deja de quejarte y sujétate bien, ya casi llegamos —le dijo mientras miraba hacia ambos lados de un nuevo pasillo que había surgido frente a él. —Repíteme una vez más, era al fondo del pasillo y luego hacia…
—La derecha… hacia… la derecha —contestó el médico llevándose la mano a la cabeza.
Zoro dio vuelta a la izquierda y continuó su avance sin reparar en su terrible error.
La fiesta en el Yonta María seguía en todo su apogeo, pero Law ya había sobrepasado su límite. Desde el momento en que Zoro-ya se había sentado a su lado le había llenado una y otra vez el tarro de cerveza, obligándolo a beber a su ritmo hasta que no pudo más; y el peli verde, sintiéndose culpable por el estado en el que lo había dejado se ofreció a llevarlo hasta la recámara que le habían asignado para que pudiera descansar.
Dieron otro giro en un nuevo pasillo, y otro más.
A estas alturas incluso Law se había dado cuenta de que algo andaba mal.
—No me digas… que estás perdido… —exclamó el ojigrís, alzó la vista en un intento por reconocer el sitio donde estaba, pero su cuello parecía ser incapaz de aguantar el peso de su cabeza y la volvió a bajar.
—¡No digas idioteces!, ¿lo ves?, ya llegamos.
Zoro, que no estaba muy seguro de sus propias palabras, abrió la primera puerta que encontró, pues ya se había cansado de buscar. «Lo dejaré en la cama que sea, a fin de cuentas en el estado que está dudo que note la diferencia» pensó. El cuarto estaba oscuro, así que avanzó derecho, tanteando la pared en busca de algún interruptor. Sus katanas y la nodachi de Law, que traía atadas en su haramaki, golpeaban una y otra vez los muebles a su alrededor, dificultando su avance. Decidió quitárselas y ponerlas a un lado, ya volvería por ellas en cuanto diera con la cama donde tenía que dejarlo.
De pronto, Law dejó de moverse.
—¿Qué sucede? —le preguntó el peli verde, tirando suavemente de él.
—Voy… a vomitar…
Law se tapó la boca con la mano y se inclinó hacia Zoro sin querer.
—¡Espera idiota! ¡No vayas a hacer eso encima de mí! —los dedos de Zoro encontraron la manija de una segunda puerta; seguramente el baño de la habitación, entró tan deprisa que tropezó con unas cajas que estaban puestas a la mitad y aterrizó en el piso. Con la inercia jaló la puerta tras de sí y ésta se cerró de golpe.
El pobre Law, incapaz de meter las manos se dio de lleno en la cara, lo único que pudo hacer fue sobarse la nariz y murmurar una maldición. Para su consuelo su estómago pareció cambiar de opinión y todo lo que había tomado se quedó en su lugar. Empezó a sentir frío, pero no estaba seguro del motivo.
Zoro se puso en pie y finalmente encontró el interruptor que tanto estaba buscando, encendió la luz y al notar el sitio donde estaba se quedó de piedra.
«Esto, en definitiva, no es un baño».
Law alzó la vista y por un momento pudo enfocar las cosas a su alrededor. —¡Pedazo de imbécil! —exclamó furioso—, ¡qué mierda estamos haciendo a la mitad de un congelador!
Al parecer el cuarto que Zoro confundió con una recámara se trataba de la cocina, y el baño resultó ser el sitio donde guardaban los alimentos congelados. Se cruzó de brazos y soltó un suspiro de pesar, no era culpa suya que ese barco tuviera tantas habitaciones, cualquiera podría haberse equivocado igual.
—Cálmate, no es para tanto, solo me desvié un poco —le dijo al ojigrís quien pegó la frente al suelo sin lograr ponerse en pie.
Zoro tomó la manija de la puerta y su rostro se puso pálido cuando, al intentar girarla, la palanca se rompió.
—Mierda —se quejó y miró de reojo a su acompañante que seguía tumbado en el piso sin darse cuenta de lo que acababa de pasar. Zoro le dio unos fuertes empujones a la puerta y luego, algunos puñetazos, pero no logró hacerla ceder.
—Muy bien, puerta, no me dejas otra opción —llevó sus manos a la cintura solo para recordar muy tarde que había dejado sus katanas del otro lado.
Entonces, se empezó a preocupar.
Miró a su alrededor. El cuarto era bastante grande, ¡cómo no serlo si ahí debían guardar suficientes provisiones para una flota de más de quinientas personas! Recorrió toda su extensión en busca de otra salida, pero no encontró ninguna. Desesperado, se hincó a un lado de Law y le picó un costado con el dedo. —Oye, Law, necesito que uses tu habilidad para sacarnos de aquí.
Para su desgracia no hubo respuesta.
—Law, ¡hey, Law! —lo giró hacia él y le dio unas palmadas en las mejillas, el aludido abrió los ojos, intentó enfocarlo, y sin éxito, los volvió a cerrar. —¡Law!
El médico alzó la mano e intentó formar un room, pero le fue imposible generar algo más grande que su propia cabeza. —No puedo, estoy demasiado mareado.
Y dicho esto se perdió otra vez.
Zoro lo agitó un buen rato, pero todo fue en balde. El médico iba y venía sin recuperar del todo la conciencia.
—¡Mierda! —gritó en voz alta mientras frotaba sus brazos sin saber qué más hacer. El frío comenzaba a calarle la piel—. ¡Hey!, ¡Hay alguien ahí!, ¡Sáquennos de aquí! —empezó a gritar mientras golpeaba la puerta una y otra vez.
Todo era inútil, seguramente nadie iría a la cocina hasta la hora del desayuno, y para eso faltaba un buen rato.
Miró de reojo a Law, quien, al igual que él, vestía ropa ligera. Los labios del médico comenzaron a ponerse azules, no podía dejarlo ahí más tiempo.
—¡Law, despierta de una maldita vez o vamos a morir congelados!
No hubo respuesta.
Soltó un bufido y se rascó la cabeza. Lo único que le quedaba por hacer era buscar la manera de sobrevivir hasta que al imbécil de al lado se le bajara la borrachera.
Observó a su alrededor. El aire frío salía por un buen número de rendijas cercanas al techo, por lo que sería imposible taparlas todas, así que Zoro optó por apilar unas cuantas cajas de tal manera que formó un pequeño refugio. Pese a eso el frío seguía siendo mortal.
Al fondo de la bodega encontró dos costales vacíos de buen tamaño y, sin mucho cuidado, metió a Law en uno y él se metió en el otro.
—Hace… demasiado… frío… —tartamudeó mientras sus dientes chocaban entre ellos. Se pegó lo más que pudo a Law, pero no lograba recuperar el calor en su cuerpo. Movió las manos, sus dedos estaban cada vez más entumidos. «¿Cómo me fui a meter en este problema?» se lamentó.
Él se sentía fatal y su acompañante se veía cada vez peor.
Abrazó sus rodillas con las manos, el costal no era muy grueso por lo que no ayudaba mucho que digamos… aunque, si fueran dos, tal vez su cuerpo se mantendría más caliente. Miró a Law y soltó un suspiro de pesadez.
Se quitó el costal que traía encima y lo colocó alrededor del ojigrís.
Se rascó la cabeza, ahora solo faltaba un detalle.
Meterse a su lado.
Primero se acostó sobre el piso y comenzó a deslizarse hacia adentro con bastante trabajo. —Esto no es nada cómodo —se quejó. Con ambos hombres dentro el espacio se reducía bastante. «Al menos agradezco que esté inconsciente», pensó nervioso cuando el rostro de Law quedó embarrado contra su cuerpo mientras luchaba por seguirse metiendo.
Cuando finalmente logró su objetivo soltó un suspiro. «Vaya, esto se siente mejor», pensó. El calor de ambos cuerpos y el costal extra habían ayudado bastante.
Law, un tanto incómodo y sin darse cuenta realmente de lo que hacía se empezó a remover, y aferrándose al poco calor que comenzaba a sentir, pasó sus brazos alrededor de los hombros de Zoro y metió una de sus piernas entre las de él.
—¡Hey, ¿qué haces? aléjate! —se quejó el peli verde que de no ser por el intenso frío sus mejillas se habrían puesto calientes. Empezó a empujarlo para poner distancia, pero al escuchar que uno de los costales parecía estar a punto de rasgarse desistió.
—Tengo frío… —susurró el ebrio sin despertarse del todo y lo apretó con más fuerza—. Y tú… estás caliente.
Tras escuchar esa frase Zoro empezó a sentirse nervioso. Lo mejor era pensar en cualquier otra cosa. Sus ojos empezaron a buscar con desesperación algún punto donde pudieran concentrarse, pero finalmente, y sin mucho que ver alrededor, terminó por rendirse. Curioso, clavó su entera atención en el rostro que tenía a escasos centímetros del suyo y respiró profundo.
Comenzó observarlo con detenimiento, no podía negar que su acompañante era bastante atractivo.
Desde la primera vez que lo vio le había llamado la atención, le gustaba mucho su porte altanero, su estatura, esa sonrisa de lado que esbozaba cada que hablaba con sarcasmo y los intrincados tatuajes que cubrían su bien formado cuerpo.
Y qué decir de sus ojos grises. Era una lástima que en ese momento estuvieran cerrados.
El suave aliento de Law le acariciaba el rostro, su boca estaba ligeramente abierta, incitante. Como acto reflejo Zoro se humedeció sus propios labios y clavó su entera atención en la sensual boca que tenía enfrente. Con el frío que sentía se le antojaba más probarla…
Aclaró su garganta y desvió la mirada en un intento de reprimir lo que estaba pensando, tenerlo así de cerca no lo hacía sentir del todo bien.
Las manos de Zoro habían quedado atrapadas a los costados de su cuerpo y eso comenzaba a ser incómodo, así que, resignado a permanecer entre los brazos de Law por un buen rato, colocó las manos sobre la cintura de su acompañante. Movió los dedos para desentumirlos, pero sintió que el corazón se le aceleraba cuando se toparon con la piel de su compañero, quien se estremeció ligeramente al sentir el frío contacto.
Apretó los labios, tenso, y le hizo una suave caricia con el dedo pulgar.
—Law… —susurró su nombre para probar si lo estaba escuchando, pero esta vez no hubo reacción.
«Su piel se siente suave», pensó a la par que el resto de sus dedos, nerviosos, lo tocaban también sin poderse aguantar la curiosidad. «Solo… estoy buscando la forma de acomodar mis manos». Se dijo como pretexto y comenzó a subir su tacto lentamente, tocando los bien formados músculos de su baja espalda y luego, descendió hasta que la orilla del pantalón detuvo su avance. Tragó saliva. ¿Y si bajaba sus manos un poco más? No podía negar que se moría de ganas por seguir tocándolo. Avanzó por la orilla del pantalón hasta el hueso de la cadera y nuevamente lo acarició con suavidad, colando su dedo pulgar un poco más abajo. No pudo contener las ganas y lo apretó ligeramente contra su cuerpo, soltando un pesado jadeó al sentir que su miembro se recargaba deliciosamente en él. Su mente comenzó a divagar, imaginando lo que pasaría si en vez de tenerlo de frente lo tuviera abrazado por detrás…
Nervioso, cerró los dedos hasta formar un puño, buscando la manera de contenerse. Le parecía una bajeza aprovecharse en esa situación.
De repente sintió una punzada de placer en su bajo vientre y asustado le quitó las manos de encima en forma definitiva. «Si se despierta estoy seguro que va a notar lo que sucede abajo», pensó. Eso sí sería bastante incómodo. Necesitaba calmarse, pero estar tan pegado a su cuerpo no ayudaba mucho que digamos.
Los ojos grises se abrieron de súbito y se volvieron a cerrar, acelerándole el corazón. ¿Qué tan consiente estaba? ¿Había sentido acaso las caricias que le hizo? No estaba seguro del todo, así que esperó sin moverse un largo rato por si volvía a abrir los ojos, pero ya no sucedió.
En esos momentos lo único que podía notar era el violento movimiento de su corazón que parecía querer salirse de su pecho.
Cuando por fin se calmó pudo darse cuenta de que todo su cuerpo se sentía agotado. El frío se había apaciguado bastante, así que cerró los ojos para descansar un poco y pronto se quedó dormido.
…
Tuvo que pasar un largo rato para que Law finalmente despertara. Al hacerlo se sorprendió de tener tan cerca el rostro sereno de Zoro, pegó un grito de asombro y se dejó caer de espaldas, pero al estar ambos en el mismo costal su acompañante rodó sobre su cuerpo.
—¡Zoro-ya, quítate de encima! —empezó a empujarlo hasta que el costal que los cubría se rompió. El aire helado empezó a colarse y el peli verde comenzó a temblar.
—¡¿Por qué mierda hiciste eso?! Apenas me estaba calentando.
El médico terminó de separarse como pudo y tomó asiento, su cabeza dolía horrores, pero pronto recordó el motivo por el que estaban ahí y le dedicó a su compañero un gesto de pocos amigos.
—Vámonos —exclamó con un tono de voz intimidante, formó su room y en un abrir y cerrar de ojos aparecieron al otro lado de la puerta.
En cuanto Zoro sintió la agradable temperatura estiró las manos y sonrió. Habían logrado sobrevivir y para él eso era un buen motivo para estar alegre. Law observó por la ventana que el sol comenzaba a salir. Si sus cuentas no estaban mal habían permanecido más de tres horas dentro del congelador.
—Es una suerte que estemos vivos —exclamó. No podía creer que, tras todo lo que acababan de vivir en Dressrosa, su vida podría haber terminado tras semejante tontería.
Zoro empezó a husmear a su alrededor, tenía hambre y su cuerpo temblaba todavía por la temperatura tan baja. Abrió unas alacenas y esbozó una sonrisa burlona —Mira, encontré sake, ¿quieres que sigamos con la borrachera?
Law lo miró asqueado, tomó la botella que le ofrecía y la aventó lejos.
—¿¡Qué mierda te pasa, no entiendes que casi morimos por culpa de tu estupidez!?
Zoro se cruzó de brazos molesto por su tono de voz.
—Te salvé la vida ahí dentro, deberías estar agradecido.
—¿Agradecido dices? —Law sintió un tic bajo su ojo izquierdo—, ¡todo este embrollo fue culpa tuya! ¡Yo estaba muy bien antes de que vinieras a hacerme compañía!
Zoro lo tomó de la camisa y lo encaró también.
—Te recuerdo que tú ya estabas tomando cuando llegué, ¿crees que no lo había notado? con mi ayuda o sin ella hubieras terminado igual de borracho. No me culpes por tus malas decisiones.
Law abrió los ojos al máximo y recompuso rápidamente su semblante —tienes razón —exclamó con el orgullo herido—, pero al menos no hubiera terminado en el congelador.
Zoro chasqueó la lengua molesto por su actitud, se dio la vuelta y se fue.
Law bajó la vista y apretó los labios, pero no lo siguió. Se recargó en uno de los muebles de la cocina y tocó su cabeza con las manos.
El día anterior, cuando la fiesta comenzó, se dio cuenta que todos a su alrededor estaban felices, todos, menos él.
Después de todo lo que sucedió con Doflamingo lo único que había deseado era dejar de pensar, olvidarse de él, de lo que había sufrido y de todos esos años llenos de rencor que ahora ya no tenían propósito alguno; así que empezó a hacer lo primero que le vino a la cabeza: tomar.
El único que había notado su estado lamentable había sido Zoro-ya, quien había pasado el resto de la velada animándolo a su manera.
«Tal vez deba pedirle una disculpa», pensó. Sin embargo, con el frío y la inmensa molestia que en ese momento sentía no tenía muchas ganas de ir tras él. Lo primero que iba a hacer era tomar algo para la terrible resaca e irse a dormir el resto del día.
…
El sol comenzaba a ocultarse y Zoro, que se encontraba meditando en la parte trasera del barco, respiró profundo e intentó poner su mente en blanco. Para su mala suerte una y otra vez aparecía la imagen de Law impidiendo que lograra su objetivo. «Basta», se recriminó a sí mismo. Llevaba todo el día pensando en él, en lo que había pasado y en las ganas que tenía de volverlo a tener así de cerca; fantaseaba sobre el sabor de sus labios y se preguntaba una y otra vez cómo se vería su rostro excitado… ¡quería hacérselo, maldita sea!..
Se frotó la cabeza con furia, tratando de borrar sus pensamientos y volvió a intentar poner la mente en blanco.
Esta vez sintió un espasmo en la mejilla cuando unos murmullos a su alrededor le impidieron lograr su objetivo.
—No puedo creerlo, Zoro-senpai está meditando frente a nuestros ojos,
—me pregunto si después entrenará con sus katanas,
—¡shhh!, no lo dejan concentrarse, guarden silencio…
Esa última frase, junto a un montón de sonidos de gente moqueando terminó por colmarle la paciencia. —¿¡Qué no tienen nada más que hacer!? —le gritó a la tripulación del Barto Club, quien no dejaba de seguirlo a todas partes. Los piratas se disculparon con enormes reverencias y salieron corriendo en busca de otro mugiwara a quien pudieran admirar.
Zoro se sintió culpable por el grito que les había acomodado, no eran malas personas, pero a veces le parecían muy atosigantes.
—No eres bueno lidiando con la fama —escuchó que alguien hablaba a sus espaldas y al reconocer su voz se le erizó la piel.
—¿Qué quieres, Law? —preguntó con el tono más neutro que pudo. Volvió a acomodarse en la postura de meditación y cerró los ojos, aunque sabía bien que le sería imposible concentrarse.
El médico se sentó a su lado y clavó la vista en el cielo. —He estado pensando en lo que pasó y debo aceptar que tienes algo de razón —Zoro abrió el ojo rápido para observarlo y lo volvió a cerrar antes de que se diera cuenta—. Contigo o sin ti hubiera tomado de la misma manera, y, seguramente, me hubiera metido en algún lío similar, no debí culparte por todo.
—Disculpa aceptada —exclamó el peli verde—. Ahora déjame, que estoy ocupado —la verdad es que no deseaba tenerlo tan cerca, pues podía sentir como su cuerpo reaccionaba al instante.
—Aunque debo agregar… —continuó Law como si no hubiera escuchado su última frase—. que aceptar mi culpa no quita que seas un completo idiota, mira que terminar en un congelador…
—¡Tsk, si no tienes nada más interesante qué decir, vete de una buena vez! —lo interrumpió Zoro con el ceño fruncido, empezó a mover uno de sus pies en forma rítmica, pues comenzaba a sentirse desesperado.
Law sonrió de lado y se giró completamente hacia él. Al notarlo el peli verde dio un respingo, pero no abandonó la postura rígida en la que se encontraba.
—Todavía tengo algo más qué quiero preguntarte.
Se inclinó sobre él hasta quedar a escasos centímetros. Zoro se puso nervioso, podía sentir el aliento de su acompañante contra su rostro y la comisura de su boca comenzó a temblar ligeramente.
La mano de Law se posó en su vientre y lentamente bajó hasta adentrarse en el haramaki, acariciando su abdomen con total descaro.
Esta vez Zoro pegó un salto y cayó de espaldas sorprendido por lo que acababa de hacer. —¡¿Qué mierda te pasa?! —exclamó sin poder evitar que su rostro se pusiera colorado. Law lo miró fijamente y en vez de retroceder se acercó un poco más, arrinconándolo contra el piso.
—Cuando estábamos en el congelador sentí tus manos sobre mí. Me estuviste tocando, ¿no es así?
El rostro de Zoro no pudo ocultar la sorpresa. —¡No sé de qué me estás hablando! —la adrenalina se le disparó por completo cuando los sensuales labios de Law esbozaron una sonrisa de lado.
—Bien, solo quería confirmar que no había sido un sueño.
Se puso en pie y se fue sin decir palabra.
Zoro tardó en sentarse de nuevo, su corazón latía desbocado. Llevó la mano al sitio exacto donde lo había tocado y se estremeció. Volteó en busca de Law, pero ya no pudo encontrarlo.
«Mierda», pensó avergonzado.
Ahora era él quien le debía una sincera disculpa, pero no estaba seguro de querer volver a tocar el tema.
