Espero que os guste este Nalu, que tendrá varios capítulos que iré subiendo poco a poco =)

INFIERNO

1

El sol se colaba por las rendijas de la persiana y se reflejaba en el espejo, que esparcía sus rayos por toda la habitación, dándole un aspecto mágico, irreal, como de un cuento. La ventana, ligeramente abierta, dejaba entrar la suave brisa matutina y movía la campanilla de viento que estaba colgada justo encima, su sonido metálico ayudaba a reforzar la sensación de estar dentro de una fantasía.

En aquella habitación todo estaba en su sitio. El escritorio frente a la otra ventana, con los papeles ordenados y los lapiceros en un bote, los libros colocados por orden alfabético en las estanterías, el tocador con su banqueta, el armario, la mesa…Nada estaba fuera de lugar y, bajo la ventana, una cama.

La cama era lo que más desentonaba con el resto de la habitación, estaba desecha, la colcha colgaba por uno de los lados, la almohada estaba tirada en el suelo y, en medio del revoltijo que formaban las sábanas, una chica dormida.

La chica estaba tapada de cintura para abajo, el pelo desordenado, rubio y brillante, esparcido sobre el colchón, el pecho subiendo y bajando rítmicamente, el pijama se le había subido un poco y dejaba ver su vientre, blanco y liso y, en su rostro, el gesto tranquilo.

Uno de los rayos de sol que se reflejó en el espejo le golpeó en los ojos, que ella cerró con fuerza, haciendo una mueca con la boca. Se removió intranquila, dejando caer la sábana, que se apresuró a atrapar con una mano, para taparse de nuevo con ella.

La chica se acomodó de nuevo, dispuesta a seguir durmiendo, cuando unos golpes en la puerta se lo impidieron. Remoloneando, decidió no salir de la cama, esperando a que la persona que estaba afuera se cansase. Pero la llamada no cesó.

Bostezando, se puso en pie mientras se estiraba. La chica se bajó la camiseta del pijama y se colocó los pantalones, que se le habían retorcido. La cinturilla de la prenda le había dejado una marca, que comenzó a rascarse.

—Ya voy —gritó mientras se acercaba a la puerta.

Al abrirla, se encontró con un chico. El chico sonreía ampliamente, los ojos brillantes, el pelo revuelto, el pecho desnudo bajo un chaleco negro y dorado y unos pantalones anchos de una tela muy fina, que se movían mecidos por aquella agradable brisa. Al cuello, como siempre, su bufanda blanca.

—¿Estabas dormida? —preguntó él entrando en la casa. La chica asintió bostezando de nuevo. —Lo siento —añadió el chico, más por cortesía que porque fuera cierto.

—¿Se puede saber qué quieres? —preguntó ella un poco molesta, no le gustaba que le despertaran.

—He visto esto, y he creído que te podía interesar. —El chico puso un papel frente a la chica que, sin embargo, lo ignoró, centrada como estaba en preparar el café. Mientras esperaba a que su desayuno estuviese listo, le cogió el papel de las manos y leyó.

Mientras leía, iba arrugando el ceño y jugueteando con un mechón de pelo. Cuando acabó de leer, la cafetera estaba pitando, indicando que el café estaba listo, pero ella lo ignoró, devolviéndole al chico el papel.

—No. —Su respuesta fue tajante. Dio la espalda de nuevo al chico y vertió el café en una taza, después le añadió el azúcar y comenzó a removerlo, todo sin mirar a su amigo, que había dejado el papel sobre la mesa de la cocina y se acercaba a ella.

—Pero Lucy, no puedes estar así para siempre, algún día…

—Natsu, no estoy preparada para volver a trabajar, así que no insistas, por favor —la voz de la chica se había suavizado y parecía rota, como si estuviese a punto de llorar. El chico agachó la cabeza y murmuró unas palabras de disculpa antes de despedirse.

En ningún momento ella se giró ni dejó de mirar el café. La puerta se cerró y ella dio un sorbo a su café, que le supo salado, en ese momento se dio cuenta de que estaba llorando.

Después de abandonar la taza en el fregadero, la chica regresó a la cama y se acurrucó sobre ella, llorando amargamente, deseando correr detrás de su amigo, de decirle que sí, que aceptaba aquel trabajo, pero algo en lo más profundo de su corazón se lo impedía.

Poco a poco la chica fue cayendo en un sueño intranquilo del que despertó empapada en sudor, el pelo pegado a la frente y su pijama mojado. No recordaba la pesadilla que acababa de tener, pero podía imaginar lo que había sucedido.

Le dolía la cabeza y al intentar ponerse en pie sintió un mareo que le obligó a sentarse de nuevo. La chica suspiró y se apartó el pelo de la cara con la mano, después volvió a ponerse en pie y, tambaleándose, fue hasta el baño, en donde abrió el grifo del agua fría.

Mientras el agua fría caía por su cuerpo desnudo, la chica se entretuvo mirando las pequeñas gotas de agua que resbalaban por los azulejos formando figuras que ella cambiaba con un dedo.

Después de un largo rato, la chica salió y se envolvió con una esponjosa toalla blanca, mientras se secaba, se contempló en el espejo, el pelo húmedo pegado a la cara, los ojos rojos de llorar y unas profundas ojeras bajo ellos, se notaba los rasgos más afilados, probablemente hubiese adelgazado en aquellas últimas semanas.

Suspirando, apartó la vista del espejo y se vistió, dejando la ropa sucia en un rincón del baño, ya lo recogería luego.

Mientras se secaba el pelo con una toalla, regresó a la habitación y se dejó caer en uno de los sofás. Sobre la mesa tenía un libro empezado, lo cogió y comenzó a leer pero, después de tener que leer tres veces la misma frase, lo dejó de nuevo en su sitio.

Se estiró en el sofá y comenzó a contemplar el techo. En la otra punta de la habitación, el reloj cantaba incansable tic, tac, tic tac. Estaba a punto de dormirse de nuevo, cuando oyó como alguien entraba en la casa.

No se movió cuando una sombra apareció en la puerta, frente a ella.

—No deberías quedarte todo el día en casa —dijo la persona que había entrado con cierto tono maternal. La chica, que había cerrado los ojos, los abrió lentamente.

Su amiga tenía los brazos en jarras y el ceño fruncido, aunque su boca sonreía.

—Puede, pero es que no tengo ganas de nada. —Lucy se incorporó y se acercó a su amiga, a la que besó suavemente en las mejillas. —¿Quieres un café? ¿Té? Me gustaría ofrecerte algo más, pero me temo que no he ido a hacer la compra.

—No quiero nada, gracias. Solo he venido para hablar contigo. —La chica se sentó en el sofá en el que Lucy había estado tumbada.

—¿Te manda Natsu? —preguntó sentándose con las piernas encogidas a su lado. La chica negó con la cabeza.

—No. Él no quería que viniese, pero es que las cosas no pueden seguir sí…déjate ayudar, Lucy —el tono de súplica de su amiga hizo que el corazón se le encogiese.

—Erza yo…quiero, pero no puedo. —Lucy agachó la cabeza y comenzó a llorar. Erza se acercó a ella y le rodeó los hombros atrayéndola hacia ella con delicadeza.

—Deja que te ayudemos, por favor —mientras hablaba, la chica le mesaba los cabellos en un desesperado intento por calmarla—. Acepta ese trabajo, ve con Natsu, despéjate y olvídate de todo.

—¿Y si lo hago mal? ¿Y si vuelvo a equivocarme? No quiero, Erza. No puedo.

—No lo vas a hacer mal, lo que pasó no fue tu culpa, y nadie piensa que lo fuera.

Un mes atrás, en medio de una pelea en la que las cosas no iban nada bien, ella cometió un error de cálculo con el que no solo acabó con la vida de su enemigo, sino que varios de sus amigos salieron gravemente heridos, entre ellos Asuka, que todavía se recuperaba de sus heridas.

Después del incidente, Lucy se había encerrado en casa y se negaba a ver a nadie. Había pedido perdón a los padres de la niña, que en absoluto estaban enfadados con ella, pero la chica se sentía tan culpable que con solo pensar en usar la magia todo comenzaba a darle vueltas.

—No sé, Erza…

—Lucy, no admito excusas. Mañana a primera hora Natsu y tú saldréis. —La chica iba a replicar algo, pero Erza ya se había puesto en pie y le daba la espalda mientras hacía un gesto con la mano que le indicaba que no iba a escuchar lo que tenía que decirle.

Después de que Erza se fuera, Lucy suspiró y pensó en lo que su amiga acababa de decirle, era verdad que nadie la culpaba por lo sucedido y que, antes o después, tendría que superarlo, por lo que se puso en pie y cogió la mochila que había abandonado en un rincón de la habitación para comenzar a llenarla de todo lo que iba a necesitar.

Hasta aquí el primer capítulo, gracias por leerlo ^^