N/A: No publiqué esto antes porque no tenía Internet en casa y es bastante complicado publicar en FFnet desde el móvil. ¡Pero aquí está!
Renuncia: Los personajes pertenecen a Horikoshi.
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DÍA 1: Curiosidad / Secretos.
Esconder algo de Midoriya era muy complicado, pero no por las razones que todos pensaban.
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Decir que había estado esperando mucho tiempo para aquello, era quedarse corto.
Finalmente todas aquellas jornadas interminables de trabajo habían servido para algo. Incluso siendo un héroe como lo era él, había necesitado invertir horas extra para conseguir todo el dinero que necesitaba. Pero lo había logrado, y eso era lo único que importaba. El fruto de todos sus esfuerzos se hallaba en su bolsillo izquierdo, asegurado bajo el, quizás algo tembloroso, agarre de su mano.
Mañana sería el gran día, y de solo pensarlo comenzaba a sudar a causa del nerviosismo.
Sacó la llave de la puerta principal de su casa del otro bolsillo, metiéndola en la cerradura. Esta se abrió con un sonoro click, y fue empujada lentamente para no hacer mucho ruido. Lo menos que quería ahora era despertar el peliverde que probablemente ya estaba dormido entre las sábanas de su cama...
O no, se dijo al darse cuenta de que la luz de la sala de estar aún se encontraba encendida. Deseó que fuese que, debido al cansancio, se le hubiese olvidado apagarla, pero aquella hipótesis se desvaneció de su mente tan pronto como atravesó el marco de la puerta.
Midoriya estaba sentado en el sofá, con la vista fija en el vacío y alguna que otra bolsa de comida —ya vacía—, pedida a domicilio, como hacía siempre que se sentía demasiado exhausto como para poner un pie en la cocina. Cuando se dio cuenta de su presencia y le miró, quiso pensar que aquellos ojos hinchados no eran a causa de haber estado llorando.
—Izuku—pronunció su nombre, con una mezcla de confusión y preocupación en su voz. Él no era realmente una persona conocida por acostarse tarde, ni siquiera cuando tenía algún día libre. Apreciaba cada minuto de sueño, y por eso le extrañaba verle aún con los ojos abiertos a las dos de la madrugada—, ¿qué haces despierto?
—Hitoshi...—murmuró con una voz un tanto adormecida. Palpó el lugar a su lado indicándole que se sentase—. ¿Podemos hablar?
De algún modo al mayor no le daba buena espina a donde se dirigía todo eso, pero accedió a su petición y se dejó caer silenciosamente a su lado, observándole en busca de respuestas.
—¿Ocurre... ocurre algo?
—Eso el lo que me he estado preguntando todo este último mes—habló firmemente, pero su rostro delataba otra cosa—. Sé que trabajas hasta muy tarde, pero... estas últimas semanas ni siquiera me he despertado contigo a mi lado. ¿Cuántos días llevamos sin hablar, o encontrarnos?
—Izuku...
—¿Es algo que he hecho? ¿Es porque yo también he estado muy ocupado últimamente?—sus manos jugaban nerviosamente con el borde de su camisa y su vista estaba pegada al suelo, incapaz de levantar la mirada para comprobar la expresión que Shinsou estaba poniendo—¿Es por eso que te has cansado de mí?
—Izuku.
Su mente se puso en blanco y todas las palabras que iba a decir a continuación se desvanecieron. Fue entonces que se dio cuenta de que se encontraba bajo el control mental de Shinsou, quien, con el tiempo suficiente sin dar una orden, sacó la pequeña cajita de un azul pálido de su bolsillo y la posicionó en la palma abierta de Midoriya. Fue entonces que el efecto del Quirk se deshizo.
—¿Qué es es...?—murmuró incrédulo.
—Ábrela—le aseguró, apretando la mano que sostenía la caja entre las suyas—, es para ti.
El peliverde le miró un tanto inseguro antes de abrirla. Lo que había dentro hizo que de inmediato todos sus pensamientos negativos se desvaneciesen.
Eran dos anillos, ambos poseían un diseño blanco y sencillo, pero lo más llamativo eran los diamantes que tenían incrustados, los dos de un color distinto. Uno era verde, con una forma redonda y algo más pequeño que el del otro anillo, y el segundo era violeta y rectangular. Por detrás estaban grabados los nombres de ambos, Izuku y Hitoshi respectivamente.
—Esto... esto es...
—Quería sustituir aquellos que compré cuando nos mudamos juntos—comenzó a relatar, mientras dejaba la cajita a un lado y tomaba el anillo violeta, deslizándolo por el dedo anular de la mano del contrario—, no tenían mucho valor y solo los usamos para sentir que lo nuestro era oficial. Pero esta vez quería hacerlo de verdad, así que...
Unos sollozos ahogados le interrumpieron. Levantó la mirada e Izuku ya se encontraba llorando sin que ni siquiera hubiese llegado a decir nada. Sonrió, sujetando su rostro con ambas manos y limpiando las lágrimas que caían por sus mejillas.
—Eres un llorón, ¿lo sabías?—le reprochó, aunque su tono de voz denotaba felicidad.
—¿C-cómo podría no hacerlo? Llevo días pensando en los peores escenarios, y al final todo eran imaginaciones mías... en su lugar solo me estás dando uno de los mejores regalos de mi vida—respondió, con su voz viéndose entrecortada múltiples veces debido a la dificultad al respirar—. En ocasiones siento que no te merezco...
—Oye, el de las inseguridades soy yo. Además, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida, así que estamos a mano—rió, plantándole un beso en la frente. Luego intentó arrodillarse en el suelo como pudo, aunque terminó de una forma un tanto incómoda y con las piernas temblorosas debido a aquel nerviosismo inicial. A Midoriya le divirtió un poco—. Sé que ya te he forzado el anillo en el dedo y tal, pero... ¿querrías casarte conmigo?
Izuku asintió, porque no confiaba en su voz a la hora de responderle. Nuevas lágrimas habían comenzado a derramarse por sus ojos. No sabía asimilar todas aquellas emociones, así que la mejor forma de expresarse era haciendo lo que mejor sabía: llorar.
—Oye, no llores tanto, por la mañana parecerás un zombie.
—¿Y... p-por qué tú no lloras?
—Estoy llorando por dentro—respondió con una voz seria.
Midoriya rió entre lágrimas, y Shinsou se prometió a sí mismo que atesoraría esa sonrisa hasta la muerte.
