Abalorios de cristal
El pequeño corrió atravesando la estancia, con una estaca en el corazón y un gran peso en los hombros…
Su madre, con un nudo en la garganta, no pudo pronunciar el nombre de su amado hijo cuando le miró correr en dirección contraria a ella; e inmediatamente cortó la llamada con aquél hombre que le provocaba una enorme sonrisa. –Te llamaré más tarde. Tengo un asunto que atender en este momento
Tocó incesantemente a la puerta de la habitación del pequeño quien se negó abrir y prefirió esconderse detrás de las cortinas – Terrence, hijo – Mencionó con lágrimas en los ojos. Los nudillos enrojecidos de tanto golpear la gruesa madera – Déjame explicarte
-¿Qué pasa, mamá? – Interrumpió su hija menor.
-Regresa a tu habitación –Indicó, haciendo un gran esfuerzo por no descargar su frustración en la persona equivocada.
-¿Le pasó algo a mi hermano?- Preguntó con genuina curiosidad
-¡Karen! No lo diré de nuevo –Le miró fijamente intimidando a su hija de ocho años quien abrazó su oso de felpa opacando así los fuertes latidos de su corazón temeroso ante los gritos de su madre…
Las horas pasaron lentas en aquella mansión en la que tres corazones latían desesperados, donde la confianza y el amor pasaron los límites del perdón.
-Papá –Dijo con voz temblorosa a la hora de la cena –Necesito pedirte algo –Soltó los cubiertos y agachó la cabeza
Instintivamente, Richard Grandchester, buscó la mirada de su amada esposa sorprendido de las palabras de su hijo quien, por primera vez, no corrió a sus brazos en cuanto llegó de la oficina –Dime hijo – Revolvió su castaño cabello con su grande mano que cubría por completo la coronilla de Terrence
-Quiero estudiar en el colegio donde estudian Marcus y Anthonie, en el Colegio San Pablo
La petición les tomó por sorpresa; Richard asintió ya que él estaba de acuerdo en que su hijo se preparara en aquél prestigioso colegio y Eleonor no tuvo objeciones audibles que pudieran hacer desistir a su hijo de tal solicitud…
Ante aquella gran ventana cubierta de gruesas cortinas miró pasar los años lejos de su amada hermana con quien jugaba de manera incesante cada verano aunque los juegos iban cambiando conforme iban creciendo y el amor entre ellos era sólido cada día a pesar de la distancia que los separaba
-Es para ti – Dijo su padre al poner una pequeña cajita en sus manos al cumplir la mayoría de edad – Deseo tanto que sea de tu agrado -Lo envolvió en un fuerte abrazo en sus cansados brazos. El peso de aquél secreto que se había gestado entre madre e hijo había alcanzado a Richard hacía unos años atrás y al igual que su hijo, guardó silencio por el bien de toda la familia Grandchester – y te he nombrado mi apoderado legal en la empresa, cuando concluyas tus estudios superiores tomarás mi lugar.
-Papá – sonrió y le abrazó fuertemente sin saber que esa sería la última temporada que la familia Granchester estuviera unida.
El mundo se sumó al gran peso que cargaba en sus hombros desde la edad de diez años, sin embargo no era el único con una grande responsabilidad sobre sí – Dorothie, date prisa o perderemos el avión – Candice gritaba desde el umbral de la puerta con una gran emoción burbujeando en el pecho, tanto ella como su hermana menor habían obtenido becas para estudiar un posgrado en el viejo continente. El sueño de tener su propio restaurante y apoyar a su familia, con esta oportunidad, estaba casi cumplido
Con muchas emociones encontradas y con la responsabilidad de su hermana a cuestas llegaron a Londres y sin mucho conocimiento del lugar más aquél que les brindó la web llegaron a la facultad donde les esperaba una amigable bienvenida. -Hola, soy Annie Brigther
-Candice Andrew, ¿También te inscribes al postgrado en la carrera de chef?
-Oh! No, en Diseño de modas
Su amistad comenzó a crecer a partir de ese momento y se extendió por el primer año de estancia de las hermanas Andrew en aquél lugar –Compartiremos gastos – Dijo emocionada Anny al enseñarle el departamento donde proponía vivir juntas.
-Se ve cómodo, ¡Sí! Compartiremos gastos. Trabajaré por las noches al salir del curso de japonés y los fines de semana para lo del alquiler. Donde vivimos carecemos de algunas cosas y creo que este lugar es mil veces mejor –Sonrieron
Cada una escogió la habitación acorde a su personalidad, compraron muebles en un mercado de pulgas y se establecieron armoniosamente en el departamento en la zona oeste de Londres
Ante la invitación de su profesor, Candy aceptó trabajar para un exigente empresario cuyas reglas eran demasiado estrictas pero la paga compensaba cualquier condicionante -No deberá estar en casa cuando el Señor regrese de la oficina. No deberá consumir ningún producto de esta nevera, si desea algo puede tomarlo de la habitación para el servicio. No deberá salirse de los límites de la cocina. La alienación y sincronía de las cosas deben estar perfectas… el señor es muy exigente
-Comprendo muy bien cada uno de los "no deberá" – Sonrió ante la mirada detrás de las gafas de la señorita Margaret
-¿Algún inconveniente con las indicaciones? – Cuestionó con ironía
-No, todo lo he entendido –Respondió al vislumbrarse con la cocina y todos los elementos que la componían. Era más allá de sus sueños
-No pretendo desalentarla, señorita Candice, pero el señor es muy exigente y no le gusta que el personal del servicio permanezca en su casa, su horario será de 12:00 a 17:30 hrs., y únicamente le dejará la cena lista para servir.
-¿Lo único que prepararé será la cena? –Dijo con sorpresa mirando el interior de la nevera llena de cosas enlatadas, embolsadas y selladas –Con todo lo que aquí hay podría prepararle unos…
La frase fue interrumpida por la señora Margaret al extender una hoja con indicaciones –Aquí está el menú de la semana, no se le pagará por su iniciativa sino por preparar lo que está en esta lista –Dijo acomodando el paño que Candy había movido de lugar
Como pez en agua se movió en aquél lugar, sacó de la nevera las especias, colocó el juego de cuchillos en la mesa de trabajo… en poco tiempo había transformado el lugar con su personalidad, dándole vida.
Terminó de acomodar la cena en el horno, tomó una hoja de papel para dejarle una nota con indicaciones "En la nevera está la salsa de fresas para la cena, deberá ponerla encima de la alcachofa y calentar por 30 segundos… Buen provecho…"
El dueño de la mansión donde se contrató Candy se enfureció al mirar demasiados frascos fuera de la nevera, frunció el ceño y llamó a su asistente –Margaret, necesito a una nueva persona para la preparación de mis alimentos
Este tipo de llamadas no eran extrañas para Margaret ya que sabía que las personas de servicio y de cocina no duraban más de una semana en la mansión porque con el pasar de los años las exigencias se volvían más estrictas. –Lo resolveré mañana
-Gracias – Dejó el móvil sobre la mesa, abrió la nevera y tomó la salsera, pulsó los treinta segundos en el horno siguiendo las indicaciones de la nota que yacía en el fondo del bote de basura… su expresión cambió al probar aquella delicia. Comió más de lo que en los últimos días había comido.
Una gran sonrisa de satisfacción se extendió en su rostro. Sonrisa que desapareció al escribir una nota y pegarla en la nevera a la altura de los ojos "No me deje notas"
Al siguiente día, Margaret tuvo que despedir a la mucama porque no dejó las cosas en su lugar, –Señor, llamaré a otra agencia, entrevistaré a unas cuantas personas, deberá esperar al menos dos días en lo que logro conseguir a alguien que se encargue del servicio
-Tómate tu tiempo y en relación a la persona que se encarga de mis alimentos únicamente pídele que deje las cosas en su lugar y que no deje más notas pegadas por todos lados
-Iré a su casa y me encargaré de darle nuevamente las instrucciones
-Gracias, Margaret
Después de repasarle, nuevamente a Candice, cada una de las recomendaciones, Margaret preguntó a Candy si conocía de alguien que le ayudara con el aseo –Puedo encargarme de ello – Dijo con prontitud y ánimo
-¿Está segura, señorita Andrew?
-Por supuesto, unas cuantas monedas no me caerían nada mal
-Según su hoja de vida aún está en la facultad y por las tardes cursa el idioma japonés…
-Estaré en período de descanso por tres meses, puedo con el aseo y con los alimentos del Señor. Pierda cuidado, organizaré mis tiempos.
-El Señor Grandchester es muy exigente en este aspecto; le daré una oportunidad y aquí están las recomendaciones de cada parte de la casa… también le ruego que no deje más notitas por la cocina.
En cuanto Margaret puso un pie fuera de casa, Candice, puso la comida en el horno, miró las tareas por hacer y puso manos a la obra.
En la sala de estar había un gran retrato de un hombre mayor, con franjas blancas a los costados de su cabeza y una mirada azul profunda y penetrante –¿Así que usted es a quien no le gustan mis notas? Lo único que deseaba era que su comida tuviera un mejor sabor a su paladar, no existía otra forma de hacérselo saber –se justificaba frente al cuadro con la imagen de Richard Grandchester –Y quiero decirle que este lugar refleja mucho de lo que usted es, los tonos grises y todo simétricamente acomodado hacen de aquí un ambiente frío . No te quejarás más del pegamento de mis notas- Así lo hizo Candy al salir de ese turno. Aprovechó el tiempo de las compras para traer globos flotantes de muchos colores y en los listones colocó las notas.
Toda la casa estaba tal y como al señor Grandchester le gustaba a excepción de la cocina, la mesa de trabajo llena de frascos, de plantitas frescas, y a pesar de que le pidieron no escribir más notas, parecía imposible dejar de hacerlo. –Hola! – Dijo un pequeño torbellino de unos seis años, de cabellos castaños, ensortijados y rebeldes –Soy Thom, esperaré aquí hasta que mis padres se desocupen y Archie pueda llevarme a casa
Tras el pequeño ingresó el chofer –Es Thomas hijo de la señora Karen Grandchester
-Hola Thomas, Soy Candy ¿Has comido algo?
-Jugaré en la sala de estar hasta que Archie regrese por mí
-Bien
-Vendré por él en una hora –Mencionó Archie, el chofer de la familia Grandchester.
-Estoy por irme –Dijo terminando de escribir una nota con indicaciones para servir la cena y encontrarse con una mirada suplicante del chofer por ayudarle con el pequeño -¡Está bien! Lo cuidaré por una hora.
Tumbado sobre la alfombra de la sala de estar, el pequeño Thom jugaba con una tableta electrónica. Candy le acarició los cabellos alborotados y le preguntó que si quería jugar con ella, como era de esperarse el pequeño respondió que no, así que Candy tomó un almohadón del sillón y se lo aventó provocando que el pequeño se interesara en jugar con ella.
Rieron mientras miles de plumas volaban por los aires y sus rostros enrojecidos se miraban uno al otro –Candy, ya me dio hambre ¿Podrías prepararme un emparedado?
-Sí, pero primero recojamos todo este desorden
Comieron juntos en la mesa del jardín mientras esperaban a Archie quien se ofreció llevar a Candy hasta su departamento. Para sorpresa de ambos, Thom se despidió dándole un beso en la mejilla a Candy y haciendo una cita con ella para el siguiente día…
-Candy – Mencionó Anny mientras acomodaba el servicio para desayunar – La agencia solicita dos camareros para hoy, es para una fiesta de empresarios por la noche pero debemos estar antes de las 8
-Haré todo lo posible, dejaré la cena del señor Grandchester y volveré lo más pronto.
-Bien, confirmaré que asistiremos para que nos reserven los uniformes.
Se apresuró a dejar todo listo para acompañar a Anny a la celebración de empresarios pudiendo salir temprano ya que el señor Grandchester le dejó dos notas, la primera decía "No cenaré esta noche, puede retirarse temprano" y la segunda "no me deje más notas, el rastro del pegamento es horrible"
Tras un mohín corrió en dirección de la bahía de buses para llegar lo más pronto al departamento y acudir al compromiso realizado con Anny
Sin mucho arreglo en su persona le dejó indicaciones a Dorothie concluyendo en – Trabajaré hasta por ti, aprovecha el tiempo para realizar los deberes que tienes de la facultad
Con prisas y nervios abordaron el bus, Anny revisaba su rostro cada diez minutos en un espejo redondo que guardaba en su bolso de mano.
Candy se dirigió al lugar donde Anny le indicó mientras ésta se retocaba por última vez su apariencia en el reflejo de un auto negro aparcado a unos cuantos metros del lugar donde se celebraría el evento "Construyendo el futuro"
Un par de ojos quedó cautivado por su belleza, el cabello negro y lacio descansando sobre sus hombros y sus grandes ojos azules cautivaron la atención de Archie quien estaba en el interior del auto esperando al señor Conrerl quien iría a la empresa por una documentación.
Anny apresuró sus pasos al quedar satisfecha de su apariencia. Evitó ingresar por la zona del personal haciéndolo por la gran puerta giratoria que quedó atascada al recibir dos empujones contrarios. –Ouch! – se quejó al estrellarse debido a la fuerza aplicada en la puerta giratoria
-Discúlpame! – Dijo la voz al otro lado de la puerta. La persona atorada al otro lado era un apuesto caballero que de manera instantánea hizo sonreír sonrojada a la hermosa pelinegra quien sostenía con su mano su nariz dolorida – La puerta se atascó – Mencionó apenado – Soy Stear Conrwerl y por tu apariencia creo que eres una Diseñadora de Modas, jamás había visto un modelo de ropa como el que traes puesto
-Ah! – Atinó mencionar Anny; era cierto que era pasante de diseño y trabajaba de camarera para completar los gastos, pero, ¿Cómo ese joven apuesto sabía de modas?
-Debes estar aquí por las inversiones ¿Cierto?
No le quedó más que argumentar mentiras acerca de ella, lo único verídico que atinó decir fue-Annie Brighter
La puerta fue reparada con prontitud y Stear, no perdiendo el tiempo, se acercó a Annie para saber que se encontraba bien. Intercambiaron números telefónicos y tras una promesa de comer juntos se despidieron.
Annie se apresuró para encontrar a Candy quien ya había recibido los uniformes y las indicaciones.
Un uniforme nada atractivo color blanco con franjas azules, el cabello recogido y zapatillas deportivas lucía en el cuerpo de Annie, al igual que en el de Candy quien llevaba como único extra una pulsera de abalorios de cristal insertadas en un hilo elástico. –En aquella mesa aún no han acercado el servicio – Mencionó el capitán de meseros
-En un momento más los atenderé – respondió risueña acomodando las copas y vasos en su charola negra
-¡Gracias a Dios por las deportivas! –Mencionó con exageración Anny – no podría aguantar mucho con otro tipo de calzado
La actividad era un tanto amena entre los grandes empresarios, la gran mayoría correspondían a sus iguales con frases inconclusas y las conversaciones giraban en temas poco comprometedores a excepción de una mesa en especial –No puedo creerlo, mira quién ha venido a Londres –Dijo Stear con ánimo mientras se integraba a la mesa donde se encontraban sus amigos
-Sí, ha sido una agradable sorpresa que Anthonie esté aquí desde América– Respondió Terrence –Pero no se ha presentado de acorde a la actividad –Mencionó al mirar su atuendo informal que contrastaba con la mayoría de los presentes quienes al igual que Terrence y Stear iban con pulcritud cuidando cada uno de los pequeños detalles, desde el cabello hasta el brillo de sus lustrados calzados
-Por esta razón hice bien en dejarte como mi representante en las acciones que me corresponden - Sonrieron
-Mark no debe de tardar
-Ayer vi a mi hermano después de tres años de ausencia por América, me dio gusto ver de nuevo a Thom, ha crecido tanto
-Sí! –Respondió Stear –Thom no solamente alegra la vida de Marc y Karen sino de todos los que integramos esta familia
-Cuando le vi, deseé tanto formar mi propia familia
-No pretendo casarme nunca –Mencionó Terry desviando la mirada hacia el puerto donde el sonido de bocina de la embarcación saliente captó su atención
-Tendremos tiempo para hablar de eso, ahora iré a saludar a viejos amigos
Camareros se abrían paso entre tantos empresarios, entre elegantes caballeros y extravagantes damas -¿Crees que esté aquí el señor Grandchester? –Cuestionó Anny
-Es posible –Candy pasaba su vista entre la multitud esperando mirar al señor del retrato en la sala de estar
-¿Cómo es él?
-Un caballero mayor y atractivo –respondió Candy al tomar la bandeja en sus manos y luchar un poco con el equilibrio de las copas con contenido líquido
El barman terminó de llenar las copas solicitadas e indicó-Anny, lleva estas bebidas a la mesa donde se encuentra el señor Stear Conrwel-El nombre era demasiado familiar y las mentiras dichas en la puerta giratoria aún flotaban en el aire
-¿Podrías llevarlas, Candy?
-¿Ah?
-Por favor, luego te explico- Insistió
Abriéndose paso entre la multitud, al dejar las copas sobre la mesa escuchó decir –Es una mujer mayor…
-¿Es por ello que decidiste darle una oportunidad?
-No, la verdad es que cocina delicioso
Candy se agradó de aquél comentario sobre alguien cuyo trabajo culinario era apreciado, esbozó una sonrisa, sin embargo al momento de retirar su mano al dejar la copa en la mesa, la pulsera que adornaba su muñeca quedó trabada en el botón de la fina camisa blanca.
Sin más, Terrence se levantó con enfado retirándose de la mesa donde aguardaba el esposo de su hermana y su mejor amigo para quedar a la altura de Candice e intentar que esta zafara sin daño su pulsera
Los segundos pasaron y el exaspero por parte de él creció.
Tiró de su brazo para obligar a Candice a darse prisa. La mirada enojada de ella y el resoplido que soltó le hizo juntar las cejas –Deme un momento, puedo destrabarla sin que dañe mi pulsera – Dijo intentando obtener un poco más de tiempo entre él y ella para poder conservar aquella pulsera que más que valor adquisitivo tenía un valor emocional.
Anny llegó junto a su amiga en el momento que Terrence tiró más fuerte de su brazo logrando que un puñado de abalorios de cristal colorido se desbordara entre él y Candy haciendo que él se sintiera libre y que ella sintiera la sangre hervir en su interior.
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Tu amiga
Naslie
