Como su nombre indica, esta es una historia navideña. Es muy cortita, solo tres capítulos y la escribí la pasada Navidad, así que como ya está escrita, la pongo entera, para no haceros esperar.
Después de ver por enésima vez el clásico navideño de Frank Capra, "¡Qué bello es vivir!" ("It's a Wonderful Life", es su título original) se me ocurrió adaptar la historia a la vida de Castle, con la diferencia de que el mal momento de George Bailey fue porque necesitaba dinero, y dinero es precisamente lo que le sobra a Castle, así que pensé en empezarla en mitad del episodio 4x23 "Always", pues me pareció un buen momento para hacerlo.
Los diálogos en negrita son la transcripción de los diálogos del capítulo original. En el resto de la historia, si conocéis la película, encontraréis frases y diálogos muy parecidos en algunas ocasiones y copiados literalmente en otras, sobre todo en las conversaciones del ángel, con sus superiores y con Castle. El entrañable ángel de la película se llamaba Clarence Osbody, el de esta historia se llama Howard Mortimer, espero que el señor Capra me perdone por el atrevimiento de destrozar su guión, para un fan fic de una serie de TV.
Si no habéis visto la película y no sabéis de qué trata, os recomiendo que lo hagáis.
Sin más os dejo con mi pequeño experimento navideño. ¡Feliz Navidad!
UNA HISTORIA DE NAVIDAD
Capítulo 1:
Como cada año, se acercaban unas de las fechas más tristes y dolorosas para Kate, la navidad. No le gustaban porque le traían malos recuerdos. Su madre fue asesinada en esos días, y desde aquel año, todo fue diferente.
A su estado de ansiedad, propio de la cercanía de estas fiestas, se sumaba que en los últimos días todo había sido más difícil con Castle. Estaba raro, muy raro, es como si se hubiese vuelto completamente loco, como si hubiese vuelto a ser el mismo inconsciente de siempre. Un día, se presentó en la escena del crimen con una fulanilla rubia, que decía que era azafata y que había conocido en un vuelo a Las Vegas, otro, casi lo matan por ayudar a aquel detective sin escrúpulos. Sentía que lo perdía un poco más cada día, y eso le hacía estar de un humor infernal.
Cuando parecía que tendrían una tregua y las cosas empezaban a volver poco a poco a su cauce, encontraron el cuerpo de Orlando Costas y cuando comprobaron su relación con el asesinato de su madre, Becket se desquició un poco más todavía.
Saber que aquel ladrón, había sido asesinado por la misma persona que le disparó, casi matándola, solo hizo aumentar su sed de venganza. Tenía que encontrarlo como fuera.
El día de nochebuena, temprano en la tarde, Castle fue a su casa para intentar detenerla. Ella le habló de la última pista que Esposito había descubierto sobre el coche de alquiler. Castle la interrumpió.
-Kate… Kate…
-¿Qué te pasa?
-Tienes… tienes que parar esta investigación, tienes que parar.
-Castle ya lo hemos hablado, estoy bien. Lo tengo controlado.
-No, no es así. Son ellos los que controlan, y si no paras te matarán, Kate.
-Pero, ¿de que estas hablando?
-Antes de que Montgomery fuera a aquel hangar, mandó un paquete. Alguien… alguien de confianza. Contenía información dañina para la persona que está detrás de todo esto. Montgomery intentaba protegerte, pero cuando llegó el paquete ya te habían disparado. El amigo de Montgomery hizo un trato con ellos, si te dejaban en paz, ese paquete y su información nunca verían la luz del día, pero pusieron una condición, tu tenías que olvidarlo y por eso estas viva, Kate, porque paraste.
-¿Cómo sabes eso?
-Para que el trato funcionase alguien tenía que asegurarse de que no investigaras.
-¿Eres parte de esto?
-Yo solo intentaba salvarte.
Kate se alejó de Rick.
-Mintiéndome sobre lo más importante que hay en mi vida.
-Esa mentira era lo único que te protegía.
-Castle, no necesitaba protección, necesitaba una pista y tú te la has guardado durante todo un año… ¿Quién es esa persona?, ¿Cómo la encuentro?
-Es una voz por teléfono, es una sombra en un aparcamiento…
-¿Te reuniste con él? ¿Cómo sabes que no está detrás de la muerte de mi madre?, ¿Cómo sabes que no está metido en esto?... ¿Y cómo diablos has podido hacerme esto?
-Porque te quiero… pero ya lo sabías ¿Verdad?, lo sabes desde hace un año.
-¿Cómo eres capaz de sacar ese tema en este momento?... después de decirme que me has traicionado.
-Kate, escúchame.
-Escucharte ¿Por qué voy a escucharte? ¿Cómo voy a poder fiarme de nada de lo que me digas?
-¿Qué cómo vas?... pues por todo lo que hemos pasado juntos, cuatro años he estado aquí mismo, cuatro años esperando que abras los ojos y veas que estoy aquí y que soy más que un compañero. Todas las mañanas te llevo un café solo para ver una sonrisa en tu cara porque me pareces la más asombrosa, enloquecedora, difícil, frustrante de las personas que he conocido. Te quiero Kate y si eso significa algo para ti, si te importo lo más mínimo, no hagas esto.
-¿Qué si me importas Castle?, has hecho un trato por mi vida como si fuera una niña. Es mi vida, mía. Tú no puedes decidir.
-Si sigues adelante con esto, ellos decidirán. Vendrán a por ti, Kate.
-Pues que vengan, mandaron a Coonan y está muerto, mandaron a Lookwood y está muerto y yo aún sigo aquí, Castle y estoy preparada.
-Preparada, ¿para qué?, para morir por una causa. Esto ya no es una investigación, Kate, lo han convertido en una guerra.
-Si lo que quieren es una guerra, yo les llevaré una guerra, justo hasta su puerta.
-Supongo que no hay nada que pueda decir… bueno, si… tienes razón. Es tu vida, puedes tirarla a la basura, pero no pienso quedarme a verlo, así que esto… se acabó… me voy… – y se dio media vuelta para salir de esa casa, pero antes de salir pudo escuchar como ella le maldecía enfadada.
-Maldita seas, Castle, siempre metiéndote en mi vida, desde el primer día… maldito sea el día que te conocí – dijo muy alterada.
Ya en la puerta, se volvió a mirarla con tristeza.
-Lo siento Kate, siento haberme inmiscuido en tu vida y haber sido una molestia todo el tiempo, perdóname por haberme enamorado de ti, perdóname por querer cuidarte y protegerte, siento haber pensado que sentías algo por mí, si me hubiese dado cuenta antes que no te importo, me hubiese retirado. Adiós Kate, aunque creas que tu vida es tuya y a mí no me importa, no es así. Me importas y mucho, cuídate por favor. No dejes que te maten – y salió por la puerta maldiciéndose a sí mismo por ser incapaz de mantenerla a salvo, porque sabía que irían a por ella, y él ya no podría hacer nada.
Salió a la calle, empezaba a nevar. No quería ir al loft, allí no habría nadie, su madre y su hija estaban de compras y tardarían en llegar. En ese momento no era buena compañía para nadie, decidió seguir andando sin rumbo fijo sin poder dejar de pensar.
"Soy un maldito imbécil y un idiota. ¿Qué es lo que he sido todo este tiempo para Kate? , solo un grano en el culo. Lo único que he hecho ha sido molestarla, para dos o tres veces que le he dado una pista, el resto del tiempo, solo me he dedicado a incordiarla. No sirvo para nada, ni siquiera soy capaz de cuidarla e impedir que le peguen un tiro, ya sé, ya sé que ella es valiente y no necesita que la cuiden, pero se está metiendo en la boca del lobo y la van a matar. No sé por qué, pero presiento que de esta no va a salir con vida y todo es por mi culpa, nunca debí inmiscuirme en el caso de su madre. Yo y mis caprichos. Si no hubiese empezado a hurgar donde no debía, como ella me pidió, esto no se habría destapado y nada de esto hubiese ocurrido. Todo es culpa mía, voy a tener que cargar toda la vida con la pena de que la maten por mi culpa y nunca podré superarlo. Maldito seas Richard Castle, maldito seas, no sirves para nada, ojalá estuviese muerto. El mundo estaría mucho mejor sin mi"
Iba tan ofuscado y ensimismado en sus pensamientos que tropezó con un tipo, que a pesar de ser bastante grande ni siquiera vio. El hombre se molestó con él, porque no le pidió disculpas, de tal forma que sin querer se vio envuelto en una riña callejera, que terminó con un fuerte puñetazo que le dieron en la boca, partiéndole el labio. Se quitó de en medio, antes de que este pudiera seguir pegándole, aunque cuando se fue no pudo evitar pensar que tendría que haberse dejado matar por él.
Distraído como iba, no se dio cuenta de lo que había andado. Llegó hasta uno de los muchos puentes que hay en la ciudad y se asomó a la balaustrada. Allí se quedó mirando el agua helada sin percatarse que el tiempo pasaba, presa de la desesperación repitiendo como un mantra "Deberías estar muerto Richard Castle, el mundo estaría mejor sin ti"
Mientras, pasaba al tiempo y todos empezaban a preocuparse por Castle. Martha y Alexis estaban ya en casa, con todo preparado. Aunque quedaba tiempo para la cena, les extrañó ver que Castle no estaba, por lo que decidieron esperarlo un poco, lo llamaron al móvil, pero no obtuvieron respuesta. Empezaron a preocuparse. Esa cena de nochebuena, era sagrada para él, por nada del mundo se la hubiese perdido, a no ser que le hubiese ocurrido algo.
En vista de que seguía sin aparecer, llamaron a la 12th, allí Esposito que todavía no se había marchado a casa, les informó que no lo había visto en todo el día. Preguntaron por Becket, y les dijo, que ese día no había ido a trabajar, que probaran a llamarla por si ella sabía algo de él.
Después de irse Castle de su casa y de pensar mucho, Kate empezó a calmarse. Llevaba todo el día dándole vueltas y cada vez estaba más arrepentida de haberle hablado como lo hizo. Cuando se serenó, se dio cuenta que Castle solo quería protegerla, fue capaz de comprender lo que él había hecho, todo había sido por amor, por amor a ella.
Lo que no se esperaba es que el hombre que supuestamente la protegía, el amigo de Montgomery, también la llamase. Se le heló la sangre cuando aquel hombre le dijo, que la llamaba para insistirle en que tenía que parar de investigar, que si no quería hacerlo por ella, que lo hiciese por Castle, su familia y la familia de él, que los responsables de todo, eran demasiado importantes y poderosos, y que todos corrían peligro.
Después de hablar con él, no sabía qué hacer, tenía miedo de donde se había metido, e hizo lo que le pareció más acertado. Fue a la comisaría y allí habló con Gates, explicándole lo ocurrido con todo lujo de detalles. Le pidió consejo y ayuda a su capitán, que le dijo lo que tenía que hacer, y que de momento era no meterse en nada de aquello, parar como le habían aconsejado. Una vez que pasaran las navidades, ella misma se encargaría de reabrir la investigación, con gente de confianza de asuntos internos, y haciéndolo todo con el mayor cuidado posible.
Al terminar de hablar con Gates, Kate se sintió tranquila por primera vez en mucho tiempo, confiaba en aquella mujer y sabía que no podía contar con nadie mejor para ayudarla, además de su inseparable escritor, al que iba a buscar en ese momento. Lo había decidido, pasaría la navidad con él y su familia, era tiempo de volver a vivir.
Cuando sacó el teléfono para llamarlo, este empezó a sonar. Era Alexis diciéndole que hacía horas que no sabían nada de su padre y que no contestaba el teléfono. No pudo evitar pensar en la llamada de aquel hombre y que quizás en vez de ir a por ella, hubiesen decidido cogerle a él. La embargó la preocupación, ahora fue ella la que tuvo un presentimiento, un presentimiento horrible, de que Castle salió tan mal de su casa y tan desesperado, por todas las cosas que ella le había dicho, que no sabía si sería capaz de hacer cualquier locura, y sin saber tampoco con qué tipo de gente podía encontrarse. Sin darle muchas explicaciones de lo que había pasado entre ellos, solo le dijo a Alexis.
Voy a hablar con los chicos, para que se hagan cargo de todo. Seguro que ellos son capaces de averiguar dónde está, se habrá distraído por algo y se le ha pasado el tiempo sin darse cuenta – le dijo a la pelirroja sin querer demostrar el miedo que de verdad sentía.
-¿Podemos hacer algo para ayudar? – preguntó Alexis apenada – la abuela y yo estamos aquí solas y muy preocupadas y queremos saber si podemos ayudar en algo.
-Quedaos en casa por si volviese y… rezad por él – dijo mientras ella misma elevaba una silenciosa plegaria pidiendo que no le pasase nada.
Buscó a sus compañeros, para contarles la situación. Estos le dijeron que enseguida empezarían la búsqueda.
Kate, pensó en un primer momento ir también ella misma a buscarlo, pero después lo pensó mejor y decidió marcharse al loft de Castle, quería estar con Martha y Alexis, y desde allí estaría pendiente de todo. Mientras conducía no pudo evitar rezar y pedir por él: "Dios ayuda a Castle, no dejes que le pase nada"
En el loft, eran Alexis y Martha las que pedían por Rick. "Dios por favor ayuda a papá. No sé qué le habrá pasado, pero ayúdalo". "Ayuda a mi hijo, Señor – pedía Martha por su parte – haz que aparezca y vuelva pronto con nosotras. Le necesitamos"
En otro lugar de la ciudad, unos desesperados Ryan y Esposito, al ver como pasaba el tiempo sin saber nada de su amigo, y en vista de que cada vez nevaba con mayor intensidad, también rezaban por él.
En algún lugar del cielo, Dios hablaba con San José.
-¡Qué tal José!, te noto preocupado.
-Así es, vamos a tener que mandar alguien abajo. Están pidiendo ayuda para un tal Richard Castle.
-¿Richard Castle?, ¡Ah! el escritor, realmente se llama Richard Alexander Rodgers, ¿lo sabías?, lo de Castle es un nombre artístico, ¡Que cosas!, esta es su noche decisiva, es cierto. Hay que mandar a alguien sin pérdida de tiempo, ¿A quién le toca ahora?
-Le toca a Howard, el violinista.
-¡Vaya!, pensé que ya habría ganado sus alas.
-Aun no, solo piensa en su música y siempre anda despistado.
-Sí, pero aun así es una gran persona y se merece otra oportunidad. José, que venga Howard.
-Señor, ¿Me has llamado?
-Así es Howard. En la tierra un hombre necesita que le ayudemos.
-Pobre, ¿es por qué está enfermo?
-No, es mucho peor, está desesperado. Justo a las 10:15 de la noche, ese hombre va a perder el don más grande que yo le he dado.
-¡Su vida!, tengo poco tiempo para ayudarlo, espero que sea el suficiente.
-Aprovecha este rato para conocer a Richard Castle.
-Señor, si cumplo esta misión con éxito, ¿Podré ganarme las alas? Ya llevo mucho tiempo esperando.
-Si haces un buen trabajo con Richard Castle te daré las alas.
-Gracias Señor, muchas gracias.
-Ahora siéntate – dijo José.
-¿Qué me siente? Que vamos a…
-Lo primero que tienes que hacer para ayudar a un hombre es conocer algo de su vida.
-Pues sí, desde luego.
-Abre bien los ojos. ¿Ves la ciudad?
-¿La ciudad?, yo no veo nada.
-Es verdad, todavía no tienes las alas, pero es igual, yo te ayudaré, ¿empiezas a ver algo?
-Si, ya sí.
Se ve a una jovencita pelirroja y muy guapa con un papel en las manos.
-¿Quién es esa? – pregunta Howard – es una chica muy guapa.
-Esa es Martha, la madre de Richard.
-¿Y por qué la vemos a ella?, creía que quien tenía problemas y a quien hay que ayudar es a su hijo.
-Como ya te he dicho, para ayudar a alguien hay que conocerlo bien. Vas a ver diferentes momentos de la vida de este hombre, empezando por su madre. Ella tomó ese día una de las decisiones más importantes de su vida.
-¿Sí?, ¿Cuál?
-Presta atención y ya verás a que me refiero.
Martha pasea de un lado a otro y de vez en cuando mira el papel que tiene en las manos. Su amiga Violet, llega en ese momento.
-¿Ya sabes el resultado? – pregunta Violet impaciente.
-Si – dice Martha – positivo. Estoy embarazada.
-¿Y qué vas a hacer? Tu carrera está empezando, un hijo te va a arruinar la vida en este momento.
-Pues que voy a hacer – dijo Martha decidida – tenerlo, aunque la verdad, no entraba dentro de mis planes ser madre en estos momentos…
-¿Podrías… ya sabes? – dijo su amiga – ir a uno de esos sitios, para que…
-No sigas – dijo Martha con un escalofrío – nunca sería capaz de ir a uno de esos sitios.
-¿Y entonces? – siguió su amiga – quizás podrías darlo en adopción. Ya sabes que hay mucha gente que no puede tener un bebé.
-Esa idea me gusta más, si yo no puedo ocuparme de él, siempre puedo buscar una buena familia que lo cuide.
-¿Qué pasó entonces? – pregunta Howard interesado – ¿a quién le dio el niño?
-Sigue mirando. Y verás cómo Martha toma la segunda decisión más importante de su vida.
Ahora se ve la blanca habitación de un hospital. La chica pelirroja está en una cama. La puerta de la habitación se abre y una enfermera entra con un pequeño bulto liado en una mantita blanca. Se acerca a la cama y lo deposita en los brazos de Martha.
-Aquí tienes a tu hijo. Es un bebé precioso. Está perfectamente sano.
-Gracias.
Martha mira la carita de su niño dormido y en ese momento se da cuenta que ya nunca podrá separarse de él. Había comentado en el hospital la posibilidad de darlo en adopción, y allí le dijeron que ellos podrían hacerse cargo y llamar a los servicios sociales, para que se ocuparan de todo.
Justamente en ese momento entra una señora de mediana edad, que se presenta como asistente social y empieza a hacerle preguntas.
-No voy a entregarlo – dice Martha por toda respuesta – se queda conmigo.
-¿Estás segura?
-Nunca he estado más segura de algo en toda mi vida – respondió resuelta.
-De acuerdo. Si tienes problemas puedes localizarme en este número de teléfono – dándole una tarjeta – Estaremos pendiente por si no puedes ocuparte de él.
-Podré arreglármelas sola, siempre lo he hecho – murmuró más para sí misma, que para la otra mujer.
Cuando se quedó sola, abrazó a su niño y le besó dulcemente en la cabecita.
-Voy a llamarte Richard, me gusta ese nombre, es un nombre importante, es nombre de rey – y volvía a besarlo mientras le miraba las manitas – Ya verás cómo salimos adelante, Richard, no sé cómo, pero lo haremos.
-¡Se quedó con él! – exclamó Howard emocionado – se quedó con su bebé.
-No te distraigas y sigue mirando – le reprendió San José cariñosamente – ¿ves a ese niño que va con su madre?
-Si, ¿Es Richard?
-Es él.
A un pequeño apartamento de una sola habitación llegan una mujer y su hijo de seis años. Son Martha y Richard. La vivienda es muy modesta, pero a pesar de eso está decorada, con un pequeño abeto artificial, con guirnaldas de palomitas y adornos de cartulinas y brillantes papeles de colores. Está nevando fuera y cuando Martha cierra la puerta se dirige a encender la pequeña estufa a ver si puede caldear un poco la habitación.
-¡Hace frío, mamá! – protesta el niño.
-Si, hijo, pero enseguida entraremos en calor, ¿quieres que te prepare un chocolate caliente con esas galletas que tanto te gustan?
-Si, chocolate ¡Qué bueno! – exclama el chiquillo alegre.
-"Afortunadamente es un niño muy optimista" – piensa Martha agradecida – "no cualquiera se conformaría con un chocolate caliente como cena de Nochebuena".
-Mamá, ¿Tú crees que Santa nos encontrará en esta casa nueva?, es muy pequeña y no tenemos chimenea, ¿Cómo va a entrar?
-Claro que sí, Richard – contestó su madre con una sonrisa – Santa Claus es mágico y sabe perfectamente donde está cada niño del mundo para llevarle sus regalos. No te preocupes que seguro que esta noche te dejará el tren y ese libro de cuentos que tanto quieres.
-Entonces me tomo el chocolate y me acuesto pronto, para que no se enfade si me quedo despierto.
-Pues vamos a preparar ese chocolate – dijo Martha dando gracias a Dios por tener ese hijo tan maravilloso, que le alegraba la vida todos los días, recordando también como pudo pensar alguna vez en darlo en adopción.
-Se respira amor en ese hogar – dijo Howard emocionado.
-Sí que hay amor en esa pequeña casita. Pase lo que pase, Martha siempre celebra la Navidad con su hijo, y es capaz de hacer que cada año sea especial, aunque no tengan mucho que comer, o grandes regalos que darse, el amor entre esa madre y su hijo lo compensa todo. Mira ahí está Richard otra vez.
-Hay otro niño, ¿Quién es? – preguntó Howard con interés.
-Es su amigo Jack. Fíjate bien en lo que va a pasar ahora, es un hecho decisivo en la vida de Richard, aunque él no lo sepa.
En el patio de butacas de un teatro de Broadway, un niño de cabellos castaños y ojos azules, de unos diez años, está escondido entre las filas de asientos, observando el ensayo de la obra donde actúa su madre. A su lado, otro niño un poco mayor que él, e hijo de otra de las actrices de la obra, observa el ensayo con él.
Richard y Jack, se han conocido hace unas semanas, cuando empezaron los ensayos. Son las vacaciones de Navidad y no tienen que ir al colegio, como no tienen quien les cuide, mientras sus madres trabajan, el director de la obra les permite estar en el teatro, siempre que no hagan travesuras y se porten bien.
Después de estar un rato mirando, deciden irse a la zona de atrezo donde están pintando nuevos decorados.
Están allí un rato mirando cómo van colgando de unos ganchos, diferentes forillos. De repente Richard escucha un ruido y mira hacia arriba. Las barras que aguantan los forillos se están cayendo y van a caerle encima a su amigo, no lo piensa dos veces, lo empuja y lo quita de en medio.
El estrépito es horroroso, Jack y Richard no pueden evitar quedar atrapados entre telas y cuerdas, aunque afortunadamente no les ha pasado nada. Richard fue lo suficientemente rápido para apartar a su amigo y apartarse él de las gruesas barras de hierro.
El pintor Michael lo ha visto todo y empieza a retirar las telas llamando a los niños, que emergen de allí sin poder evitar la risa y totalmente ajenos al peligro que han corrido.
El director y los actores que ensayaban acuden rápidamente al oír el enorme ruido. Michael les comenta como ha ocurrido todo y que si no llega a ser por Ricky, como cariñosamente llama al chiquillo, hubiese ocurrido una desgracia.
-Gracias Richard – dice Moira, la madre de Jack, abrazando a su hijo – le has salvado la vida a Jack. Eres un héroe – dice la mujer emocionada.
-No soy un héroe – dice Richard con humildad – solo escuché el ruido y aparté a Jack, para que no le cayeran encima.
-Estoy orgullosa de ti, hijo – dice Martha abrazándolo y dándole un beso.
-¡Vaya con el pequeño Richard, le salvó la vida a su amigo! – dice Howard emocionado.
-Si, y aunque no lo parezca, ese hecho cambiará la vida de Richard y la de muchas personas – responde San José – verás lo que te digo.
En una librería de la ciudad se está preparando una firma de libros. Se presenta la primera novela de un joven escritor de misterio llamado Richard Castle. Hay algunas personas esperando para que le firmen, aunque no muchas. Aun es un autor desconocido.
Un hombre alto y musculoso, de rubios cabellos, vestido con uniforme de bombero, pasa por allí. Cuando ve la foto del autor que firma libros, sonríe con cariño. Ha reconocido en él, a su antiguo amigo de la infancia, aquel que le salvó la vida y al que dejó de ver, cuando acabó la obra que sus madres representaban juntas. A pesar de todo, nunca lo había olvidado.
Entra en la librería, compra un libro y espera en la fila. Solo hay seis personas delante de él, así que la espera no es larga.
Cuando se acerca, Richard lo mira sin fijarse y le pregunta:
-¿A quién quiere que se lo dedique?
-A Jack, Jack Mitchell.
Al oír el nombre de su amigo Rick, levanta la vista y sonríe.
-¿Jack?, ¿eres tú de verdad?
-Claro que soy yo – responde Jack con una gran sonrisa – ¡que de tiempo Ricky!
-¡Pero mírate! – exclama Richard – si te has convertido en todo un capitán de bomberos.
Como no puede entretenerse, Richard le pide si puede esperar media hora, entonces tendrá un descanso y podrán charlar tomando un café y ponerse al día.
Eso hacen y cuando están juntos, Jack le cuenta que venía de hacer una inspección en el orfanato de Saint Joseph, cuando pasó por la librería y al asomarse al escaparate vio su foto y su libro y recordó a su amigo Ricky, que quería ser escritor de mayor y que al parecer lo había conseguido.
Richard se interesa por el trabajo de su amigo y por la inspección del orfanato. Este le dice que necesitan una caldera nueva, que esos niños están realmente en peligro, pero que no tienen dinero para comprarla.
Richard Castle no lo piensa, le comenta a su amigo que acaba de cobrar un sustancioso cheque por su primer libro y que le gustaría donar una caldera nueva al orfanato.
-¿De verdad Ricky? – dice su amigo emocionado – es tu primer sueldo de escritor. Yo pensaba hacer una colecta en el cuartel de bomberos, pero tardaríamos años en reunir lo que vale una caldera nueva.
-¡Qué más da! – sonrió Rick – a esos niños les hace más falta el dinero que a mí, puedo seguir viviendo en mi apartamento de una habitación. Más adelante me compraré un loft en el SoHo, de momento puedo esperar.
-¡Tan generoso como siempre, Rick!, ¡Gracias!
Después de esto, Howard puede ver como Jack y Rick reanudan su amistad y como los dos ayudan al orfanato, no solo con la caldera que compró Rick con su primer sueldo de escritor, sino haciendo campañas de recogida de ropa, alimentos y juguetes en Navidad. Los dos se convirtieron en benefactores del orfanato y conservaron su amistad durante años.
-¡Un buen hombre este Richard, me gusta! – exclama Howard – ¿ya hemos terminado o hay algo más que ver? – le pregunta a San José.
-Todavía hay más.
Se ve otra librería, esta es mucho más grande que la de la primera firma de libros de Richard. La cola que se ha formado da la vuelta a la manzana.
-¡Vaya, parece que nuestro escritor se hizo famoso! – dice Howard.
-Sí que lo es y mucho, además es bastante bueno escribiendo. Atiende, porque aunque él no lo sabe todavía, va a conocer a una de las personas que va a ser más importante en su vida.
-¿Sí?, ¿A quién?
-Va a conocer a Kate.
-¿A Kate?, ¿Quién es Kate?
-Ya te irás enterando.
Esperando en la fila, hay una chica joven, de unos veintitantos años, de media melena castaña, que abraza un libro contra su pecho. Esta nerviosa y no para de moverse. Va a conocer a su escritor favorito y no aguanta los nervios.
-Ella es Kate – presenta San José.
-Es muy bonita – dice Howard.
-Sí que lo es. Richard no lo sabe, pero a ella también le ha salvado la vida.
-¿Sí?, ¿Cómo?
Le cuenta como mataron a su madre y que gracias a sus libros ha superado muchos malos momentos, no solo la pérdida de su madre, sino también el alcoholismo del padre.
-Por fin Kate llega hasta la mesa, donde su escritor favorito firma libros.
-¿Para quién es? – pregunta alzando la vista y perdiéndose en sus ojos verdes y su sonrisa, lo que a su vez, le hace sonreír.
-Para Kate – responde nerviosa.
-¿Tú eres Kate?
-Si – dijo apurada agachando la mirada.
Tarda un rato y enseguida le da el libro.
-Encantado de haberte conocido Kate – le dice con una sonrisa que a ella la derrite.
-Igualmente – es capaz de responder antes de salir casi corriendo de la tienda, con el libro fuertemente abrazado a ella.
Abre el libro y lee lo que le ha escrito.
"Para Kate, dueña de la sonrisa más hermosa. Gracias por alegrarme el día. Richard Castle"
-Volverán a verse, ¿verdad? – pregunta Howard.
-Claro que si – responde San José sonriendo – ella se convierte en policía y le detiene.
-¿Le detiene? – pregunta Howard con pesar – pero ¿Por qué?, ¿se convierte en una mala persona?, con lo que me estaba gustando a mí este chico, me resultaba tan simpático y se nos ha echado a perder.
-No divagues, Howard, no es eso. Las cosas ocurrieron de otra manera.
Poco a poco Howard, va conociendo la historia de Kate y Rick, desde que ella lo detiene en la fiesta de presentación de su último libro de Derrick Storm, hasta la discusión de esa misma mañana, para terminar viendo a Richard desesperado en el puente, con intenciones más que claras de tirarse por él.
-Ahora te toca a ti Howard, tienes que ayudarlo. Ya has visto que es una buena persona, y que hay mucha gente que lo quiere, pero él parece no saberlo.
-No te preocupes San José, yo me encargaré de todo.
-Eso espero, Howard, eso espero.
CONTINUARÁ…
