Advertencia: tanto los personajes como las situaciones son propiedad intelectual de George R.R. Martin.

Last Farewell

Invernalia no era más que ruinas ardientes. De sus altas almenas el humo ascendía; nubes grises y negras que enturbiaban el claro azul del cielo.

No quedaba nada, sólo cuerpos desnudos, expuestos a los cuervos, vidas que gritaban en silencio, ennegrecidas por el fuego que ya no ardía y que había consumido los muros, lamiéndolos con lenguas de un rojo que abrasaba; ruinas y cenizas, un pasado que se olvidaría bajo la nieve que caía.

Los ojos vacíos les miraban, volteándose al pasar. Los sollozos del pequeño rompían aquella extraña calma que se fundía con los horrores de la realidad. Los copos revoloteaban, perezosos, antes de caer sobre aquellos cuerpos abandonados, rostros blancos sin nombres que rememorar.

Frente al árbol corazón lo encontraron; el rojo se mezclaba con el blanco y el gris, manando de su cuerpo dormido. Una última sonrisa brotó en aquellos labios moribundos al verles marchar y, con una silenciosa súplica, ella le entregó el don de la piedad.