En busca del árbol perfecto
Los mencionados personajes son obra de Rumiko Takahashi
Este fic participa en el reto "Cuentos navideños del Sengoku" del foro de Inuyasha "Siéntate"
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Capítulo I
Ningún árbol.
Una niña, de alrededor de ocho años miraba emocionada las luces y adornos navideños que había en las casas y establecimientos, eran finales de noviembre, ya se empezaba a sentir el espíritu navideño en el aire, las personas habían comenzado ya sus compras navideñas -aún con la ligera capa de nieve que había cubierto las calle-, e iban caminando con inmensa alegría hacia sus destinos.
La pequeña quitó el rostro de la ventana del lujoso auto blanco en el que viajaba para poder mirar a su ahora, y desde hace unos meses, hermano mayor, un hombre de veinte años, alto, guapo, de ojos dorados, cabello largo plateado y una aparentemente fija, expresión seria en el rostro, sonrió al verlo, él le transmitía seguridad y la hacía inmensamente feliz que a su vida hubieran llegado personas tan buenas como las que hacía unos meses la habían adoptado. Sí, la vida que ahora llevaba Rin "Taisho" no era para nada parecida a la que había llevado antes:
Cuando apenas tenía los tres años cumplidos tuvo que soportar el violento asesinato de sus padres, ella se salvó sólo porque al presenciar todo, en vez de gritar -cómo lo haría cualquiera-, perdió la voz, quedó muda desde entonces; sin embargo a pesar de ser tan pequeña, al no tener ningún familiar que la pudiera cuidar, tuvo que ir a dar a un orfanato junto con otros niños y niñas que al igual que ella, no tenían padres. Fueron años duros, pero ella siempre le sonreía a la vida, tenía la esperanza de que todo siempre salía bien, no importaba lo dura de la situación, el Sol terminaría saliendo, y le dio resultado esa fórmula, un día de Enero llegó al orfanato una mujer hermosa, de cabello plateado, rasgos finos como de escultura, una mirada ámbar llena de seguridad, y un cuerpo precioso; Rin la miró desde la ventana y la saludó con una maravillosa sonrisa, una sonrisa que enamoró a esa extraña mujer.
Cuando la peliplata vio a aquella niña sonreírle, algo en ella se removió, fue ahí cuando supo que ir a uno de los barrios más pobres de Japón, en busca de un orfanato, había sido buena idea, y su sospecha se reforzó al escuchar la historia de esa pequeña, – ¿Y aun así sonríe con tantas ganas de disfrutar la vida? Es toda una guerrera –. Sonrío con ternura y se dirigió a la encargada, – Me gustaría darle un hogar a ella, ¿está disponible para adopción? –
– Sí señora – La encargada se sentía emocionada de que adoptaran a uno de sus niños, y más cuando no se trataba de un bebé, no es que no le gustaran los bebés, sólo que era más difícil que se adoptara a un niño grande.
La peliplata movió algunas influencias y logró reducir el tiempo obligatorio de espera, pudo tener con ella a la niña en dos semanas. Así empezó la nueva vida de Rin.
En el orfanato en el que estuvo antes nunca pudo disfrutar de una navidad, no había dinero para adornos, mucho menos para regalos, lo más cercano a un árbol de navidad que habían tenido era una pequeña planta de chícharos con listones, pero ahora era diferente, su nueva madre le había prometido una agradable navidad, sólo que por una emergencia de trabajo tuvo que salir del país y no regresaría hasta el día antes de navidad, por eso es que la dejó encargada con su hermano mayor, a Rin eso no le parecía problema, aunque él no vivía con ellas y sólo iba de visita en algunas ocasiones, siempre la llevaba de paseo, le daba regalos, y había un algo que le daba mucha seguridad y tranquilidad, ella sabía que su hermano podría ponerse en peligro sólo para que ella estuviera segura, todo eso a pesar del corto tiempo que tenían de conocerse.
Él se detuvo ante el alto del semáforo y la miró por el retrovisor, vio cómo le sonreía pero permaneció con la expresión seria y fría que acostumbraba llevar, ella sólo sonrió más y abrazó con fuerza un peluche viejo pero en buen estado con apariencia de sapo humanoide -que según le dijo su madre, era pertenencia de su hermano-, para después volver a girar su rostro a la ventana. El semáforo cambió a verde y el auto retomó la marcha.
A pocos metros de llegar a su destino, Rin miró con emoción un parque de juegos y jaló con delicadeza la camisa blanca de su hermano para llamar su atención – ¿Qué pasa Rin? – La niña señaló el parque, él la observaba por el retrovisor, miro su reloj y soltó un pequeño suspiro – Aún es temprano, vamos –. Estacionó el auto y bajó, le abrió la puerta y ella salió disparada hacia los columpios.
Cuando Rin llegó a su destino -seguida desde lejos por su hermano- , fijó su atención en una niña que se encontraba sentada en uno de los columpios, tenía el cabello blanco, usaba ropa del mismo color, la piel pálida, ojos de un profundo negro; y en las manos llevaba un hermoso espejo redondo, del cual no retiraba la mirada. Se acercó cautelosamente a ella, e hizo un ademán de saludo.
–Ella no te va a responder, disculpa, es que ahora, uhm bueno, digamos que en estos momentos está en su mundo– Una joven de unos dieciocho o diecinueve años, ojos rojos como la sangre, cabello negro con destellos castaños y un labial a juego con sus ojos, le explicaba delicadamente a la pequeña que no podría jugar con su hermana menor.
–Ella tampoco te va a responder Kagura–
La chica se giró rápidamente al escuchar una voz masculina ya conocida por ella, evitó su sonrojo, pues él la ponía nerviosa. –Se… Sesshomaru ¿qué haces aquí?
–…– Él sólo la observo por encima del hombro, para después dirigir su mirada hacia las dos niñas.
– Ya veo… Supongo que ella es tu hermana menor, de la que tanto hablaba Inuyasha, según sé sólo pronuncia un par de palabras. – La chica se respondió a sí misma con amargura, le dolía que él fuera indiferente siempre, la tenía confundida, algunas veces sentía como si fuera especial para él, y no es que el fuera demasiado cariñoso, pero había algo en su mirada, en sus acciones aparentemente desinteresadas, la ayuda que le brindaba. Se regañó mentalmente a sí misma, no era momento de estar pensando en tonterías.
– ¿Qué tal va la terapia? – Él rompió el silencio.
– Bueno, ya te había dicho que desde que nuestros padres murieron, la tía que tenemos en España insistió en meterla en un tratamiento para niños autistas, pero se veía tan infeliz que… – Kagura soltó un suspiro, se sentía un poco culpable de negarle un tratamiento que la podía ayudar a relacionarse con las personas.
– No necesito explicaciones. – Esas simples palabras la hacían feliz, la reconfortaban, sí, ella había hecho lo correcto.
– Pese a las protestas de mi tía, saqué a Kanna de la terapia desde la semana pasada, y yo sé que puede parecer igual que antes, pero algo dentro de mí me dice que ahora es más feliz. – Miró con ternura a su hermana para después sentarse en un banco, Sesshomaru se sentó a su lado.
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Ante la insistente mirada de Rin, la albina retiro la vista del espejo para mirar sin expresión a la niña que estaba a su lado; Rin hizo un ademán de saludo de forma alegre, Kanna se limitó a cruzar sus pies y a mirar al piso; la castaña miró a su amado peluche, lo abrazó con fuerza y después lo ofreció tímidamente a la albina, quién despegó poco a poco la mirada del piso para fijar su atención en el sapo, colocó su espejo en sus piernas y lentamente tomó el peluche entre sus manos. Rin sonrió, y le señaló el espejo en sus piernas sin dejar de sonreír, Kanna miraba del espejo a Rin, de Rin al espejo, y quedó inmóvil por alrededor de un minuto, para después ofrecer con indecisión su espejo.
–Rin– Pronunció la castaña mientras con su mano libre tocaba su pecho.
–Kanna– En un suspiro apenas audible, la albina contestó.
Kagura observaba sumamente sorprendida, y alegre. – Nunca le puedo quitar ese espejo.
– El mundo de los niños en algo que tú y yo ya no podemos entender, y que ningún psiquiatra podrá tampoco. Hiciste lo correcto.
Ella sonrió –Sí, tienes razón. Ya es hora de que volvamos a casa, ¿podrías llevarnos?
No obtuvo respuesta, pero sabía que podía ir con ellos, con delicadeza jaló a su hermana, quién aun abrazaba el peluche de sapo y avanzó hacia donde estaba el auto de Sesshomaru estacionado.
–Vamos Rin. – Con voz firme llamó a la menor. Ella lo siguió alegremente mientras hacía de avión con sus brazos y daba vueltas entre los adultos.
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Rin observaba nuevamente el paisaje que se veía por la ventana, ya estaban en el vecindario de su hermano -lo sabía porque habían bajado la velocidad-, jugaba emocionada a adivinar cuál sería la casa en la que se quedaría, buscaba las casas más adornadas. Una casa con una red de luces azules que simulaban caer en cascada, una con guías de luces por el contorno de las ventanas, otra coronas navideñas en las puertas; y en todas, en las ventanas con las cortinas abiertas, se podían observar árboles de navidad, ella siempre soñó con un gran árbol, lleno de luces, cintas, esferas y adornos; seguro que la casa de su hermano era mejor aún que todas esas, pero su cara se fue entristeciendo al ver que se estacionaban en una casa que no tenía ni una decoración navideña, y al parecer unas casas más lejos tampoco había ninguna decoración, suspiró, ya se imaginaba quién vivía ahí -lo cual confirmó cuando las chicas que viajaban con ellos caminaron en esa dirección-. Al parecer tendría más trabajo qué hacer ahí de lo que pensó.
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Bueno, espero les agrade, este es el primer capítulo, espero que sean dos o tres como máximo. Feliz lectura, dejen reviews para mejor en esta, y futuras historias.
Gracias.
