Amores vividos. Cap 1. La Bienvenida
La mañana se abría paso entre las espesas nubes que cubrían los Alpes Montañosos. Era una de esas mañana crudas, donde la brisa fría azotaba nuestros rostros y la sangre se helaba por dentro de nuestra piel. El señor Fujita, caminaba lentamente ya que por su avanzada edad sus huesos dolían por el frio. Llegamos a un pequeño claro que se abría entre los árboles y ahí se encontraba hecha de madera la imponente hacienda Fujita. Todo lo que estaba alrededor de esa casa pertenecía a esta familia.
Me detuve maravillado, jamás en mi vida había visto algo más hermoso, aunque la nieve calló toda la noche ahora que el solo se asomaba la hacía brillar sobre los imponentes arboles de pino, y las rejas de madera de las caballerizas. Los animales parecían haber notado la llegada de su señor, porque los caballos relinchaban dentro de sus establos. Las aves también habían despertado y cantaban a los lejos los cristofués, aunque eran libres de volar por todos los arboles también de cierta manera pertenecían a Fujita.
Bien hijo mío hemos llegado – Fujita me ofreció una gran sonrisa, y esa palabra hijo dolió en lo profundo.
Si gracias señor por traerme aquí – aun estaba maravillado por toda la extensión de tierras que había alrededor de la hacienda.
Oh no me agradezcas muchacho, es mejor que entremos o nos congelaremos aquí afuera – dijo retomando el paso hasta llegar a la entrada de la casa.
Padre.- un fuerte grito llamó mi atención, una hermosa dama de cabellos negros y lisos que caían como cascada hasta su cintura apareció dándole un fuerte abrazo a Fujita.
Oh mi niña Kikiou, hija mía como los extrañe – el señor Fujita derramo unas cuantas lagrimas, había pasado un mes fuera de su hogar que al parecer era lo más preciado que tenia.
Padre, yo también te extrañe, Seshomaru se pasa todo el tiempo molestándome, debería casarse de una vez por todas e irse de aquí – sus voz era aun mejor que los cristofués que cantaban en los pinos, era tan hermosa, sus movimientos gráciles y delicados me dejaron anonadado.
Hija eso lo arreglaremos después, Inuyasha muchachos ven aquí – cuando escuche mi nombre me sonrojé por completo, me sentí al descubierto pero tuve el valor de acercarme por mera educación.
Hola, ¿Quién es el padre? – Kikiou me miraba con curiosidad.
El es Inuyasha, hijo de un buen amigo mío, trabajará aquí en la hacienda pero debemos tratarlo como uno más de nuestra familia – el señor Fujita me miraba con cariño y extrañe a mi padre como nunca.
Ya veo, mejor vamos a dentro estoy congelándome – Kikiou avanzó hasta perderse por la puerta de entrada y me quede ahí observando su delicado caminar de bailarina.
La casa era muy cálida, tal vez por su madera gruesa y por efecto de la chimenea a un lado de la sala, o tal vez era porque jamás en mi vida había visto reunida a una familia así, con tanto entusiasmo por sus hijos y por su esposa.
Querido debes estar muerto de cansancio fue un viaje duro – la señora Fujita habló dirigiéndose a mí, que me encontraba sentado frente a la chimenea.
Si por sus ropas parece que viajo durante todo el mes – se burló Seshomaru.
Hijo, respeta al chico – regañó Fujita – querida llévalo a la que será su habitación – le pidió amablemente a Kikiou.
La chica se levantó y camino a la cocina.
Hija – llamo su padre antes de que yo la alcanzara – una habitación de la de invitados, el no es un simple sirviente de la casa.
Pero papá tu dijiste que trabajaría aquí – rezongó con esa voz tan dulce, en realidad no me importaba lo que decía, sino como movía sus labios al hablar.
Sí, pero será otro miembro de esta familia desde hoy – el señor Fujita se levanto de su sillón y colocó una de sus manos sobre mi hombro derecho – bienvenido a casa hijo, desde hoy eres parte de nosotros.
Gracias señor – respondí bajando la mirada al suelo, me sentía vulnerable, me dolió en el alma no tener a mi padre conmigo, y estar sólo en el mundo.
Ve a descansar Inuyasha, mañana hablaremos y te enseñaré todo lo que necesitas conocer de esta casa – me palmeó el hombro y fue a reunirse con su esposa e hijo a la sala.
Vamos Inuyasha – mi nombre se escuchó hermoso al salir de sus labios, sonreí a su espalda ya que cuando reaccioné ya estaba subiendo la imponente escalera de caracol que llevaba a las habitaciones.
Caminamos por un largo pasillo, donde las paredes eran cubiertas por una hilera de retratos de personas, señoras, señores y niños, que imaginaba yo eran parte de la familia Fujita. Uno de los cuadros llamó más mi atención, era Kikiou, sentada sobre un columpio atado a un árbol, su vestido blanco caía hasta el suelo y su cabello negro era adornado por una corona de flores de campanillas blancas, era el retrato más grande de la casa y el más hermoso para mí.
¿Te gusta mi retrato?- esa pregunta me saco de mis fantasías y ella tenía una sonrisa irónica en sus hermosos labios.
Si señorita – dije apenado, otra vez era descubierto admirándola.
Mi padre siempre trae excelentes artistas den la pintura para retratarme, dice que soy un ángel hecho mujer – dijo sonriendo.
Ahora que la apreciaba más de cerca vi que sus ojos eran color chocolate, y que brillaban sin cesar como dos hermosas estrellas.
Y lo que dice su padre es verdad señorita, es un hermoso ángel – después de hablar me di cuenta que había sido muy imprudente, había pensado en voz alta. Para mi salvación ella sólo soltó una risa traviesa y siguió su camino.
Vamos Inuyasha es hora de dormir, esta es tu habitación – dijo abriendo una puerta de madera oscura y encendiendo el candelabro que tomó del pasillo.
Gracias – le dije cuando la alcancé dentro de la que ahora sería mi habitación
Espero que sea de tu agrado, que pases unas buenas noches, bla, bla, bla. – al decir eso, su tono era de fastidio, como si fuera una regla decir eso a todos los invitados.
No es necesario todo eso, no estoy acostumbrado al protocolo, gracias por mostrarme mi habitación – me senté sobre la cama y suspiré, estaba agotado.
Sentí la cama hundirse a mi lado y habló en susurro.
Lo siento, es que me aburren los invitados – soltó otra de sus traviesas risas.
Me limite a asentir con la cabeza pero ella insistió en hablar.
¿Por qué mi padre te trajo aquí? – esa era la pregunta de un millón, la más dolorosa para mí, pero era la interrogante de la mayoría de las personas que habitaban esta casa.
Mi padre falleció – suspiré porque al decir esa frase un agujero se abría en mi pecho y comenzaba a supurar.
Oh lo siento mucho Inuyasha, no lo sabía si hubiera… - la interrumpí colocando mi mano en su boca para que callara.
No digas nada, no es necesario, no quiero la lastima de nadie – estaba ahora enojado, la mirada de compasión que había en sus ojos me hizo estremecer, mi orgullo estaba siendo pisoteado, no quería lastima de nadie.
Pero yo no te tengo lastima- me tomo una mano entre las suyas – somos de la misma edad ¿no?
Eso creo, yo tengo 16 – respondí sin mirarla a la cara, solo estaba atento a la sensación de suavidad que producían sus manos al guardar la mía.
Bien yo los cumple dentro de una semana – volvió a sonreír – vendrán mis amigos, los conocerás.
Si, está bien – y asentí con la cabeza sin apartar la mirada de sus manos.
Bien Inuyasha, debo irme. Buenas noches. – se puso e pie para sonreírme y al salir cerró la puerta de la habitación.
Di un suspiro hondo cuando estuve sólo, estaba en una casa desconocida, con gente también desconocida, sólo al señor Fujita lo recordaba cuando visitaba mi casa, cuando visitaba a mi padre, antes de que toda mi vida se convirtiera en un caos. Y ahora, estaba enamorado, anonadado por la belleza hecha mujer, por ese ángel de cabellos negros.
Me recosté en la suave cama, llena de almohadones color vino tinta, y cerré los ojos. Esa noche soñé con ella, corriendo por la pradera de la hacienda, con el mismo vestido blanco y largo del retrato. Y ahí estaba yo, entregándole una corona de campanillas blancas para adornar su cabello.
