Cap 1
Un cuerpo aperlado por el sudor que provocaba la danza que sus cuerpos mantenían, tratando de encajar uno en el otro. Las manos recorrían con ansia cada centímetro de piel, los labios devoraban y exploraban aquella boca delicada con hambre y pasión. Las caderas impetuosas embestían aquella figura debajo suyo logrando arrancarle gemidos profundos e incitadores, muestra del placer que ambos compartían, aquellas uñas clavándose en su espalda atravesando la piel pidiendo por más…
Saga de géminis abrió los ojos algo exaltado, respirando con rapidez. Un sueño, otro maldito sueño donde lo tenía a "él" como protagonista. Se incorporó lentamente hasta quedar sentado sobre la cama, sintiendo la ya común humedad entre sus piernas que aparecía cada vez que lo soñaba atrapado bajo sus sábanas, gimiendo su nombre, enarcado la espalda gozando. Bufó algo molesto, cómo era posible que aquel joven santo lo trastornara de tal forma que no podía controlar las reacciones de su propio cuerpo.
-que soñabas Saga?... se escuchaba… interesante…
Una voz del otro lado de la habitación, una voz llena de sensualidad y diversión, sumamente familiar y definitivamente reconfortante le hizo girar la cabeza para toparse con la figura desnuda de aquel hombre alto, de sedosa cabellera larga azulada y cuerpo bien trabajado, tan similar al suyo en complexión. Aquel hombre avanzó lentamente hacia él sin despegar ni un segundo sus intensos ojos verdes de su hermano. Saga le admiraba embelezado, era en definitiva un verdadero placer tenerlo así frente a él, y una inconsciente sonrisa apareció en sus labios como respuesta. Kanon continuó su paso felino hasta topar con la cama y en un movimiento rápido sentarse a horcajadas sobre el regazo de su hermano, quien no tardó en rodear su cintura con sus brazos, sujetándolo con firmeza junto a él.
-si ya conoces la respuesta¿porque me preguntas?
-mmh… porque me excita escucharte hablar de cuánto lo deseas…
-ja… eres un pervertido…- murmuró divertido, mientras Kanon sonreía cómplice de su hermano y se inclinaba para besar el terso cuello del mayor con total entrega y devoción, moviendo cadenciosamente las caderas frotándose contra el miembro de Saga, quien respondió con un par de profundos gemidos.
-me… enseñaste… bien…
-aah!... Kano…-Saga no pudo terminar aquel nombre pues sus labios fueron alcanzados por los de su gemelo, quien sin mayor reparo los disfrutaba partiéndolos con su juguetona lengua y así explorar una vez más la cálida boca del dorado, quien estaba mas que dispuesto a dejarse vencer.
Ambos hermanos se fundieron en otra danza de caricias, besos y gemidos que los llevaron a ambos a otra noche de placer, mientras intentaban desesperados encontrar en los protectores brazos del otro, el olvido de la realidad en que vivían. La de un amor no correspondido.
Cada vez que se encontraban ya fuera en Grecia o como esta vez en el santuario Marino, los gemelos se entregaban a noches enteras de deseo carnal, de platicas interminables sobre sus vidas y de lo divertido que les parecía que los demás les consideraran una "pareja", mientras cada uno añoraba pasar esas noches con alguien más. Pero hasta cierto punto saber que contaban el uno con el otro, les traía un reconfortante alivio para continuar con sus ficticias vidas perfectas.
Tras satisfacerse de nuevo mutuamente, Kanon se abrazaba a la cintura de su hermano, apoyando la cabeza en el pecho del santo dorado, recibiendo en silencio, cálidas caricias circulares en su espalda, habían estado en silencio talvez mas de media hora, pero ninguno tenia porque decir nada, ambos comprendían lo que pasaba por la cabeza del otro.
-sabes, a veces me parece me mira diferente, lo has notado?
-no lo sé Kanon… no lo veo mucho cuando vengo
-si… parece que siempre coincide tu visita con sus viajes…
-interesante… talvez no le gusta sentir que estas conmigo
-me gustaría pensar eso… pero… él…
La voz de Kanon se hizo un susurro, Saga aferró más a su hermano contra su pecho, dándole un suave beso en la frente.
-tranquilo…
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El santuario de Grecia por fin se levantaba frente a sus ojos, cuánto tiempo había estado lejos esta vez? Talvez una o dos semanas, suspiró resignado y continuó su camino sobre aquel terreno rocoso hasta divisar la casa del carnero, cuyo guardián le recibió con un cálido saludo y su usual sonrisa. Entablaron una plática superficial intercambiando saludos y pequeños detalles que en su ausencia se habían dado; tras unos minutos continuó su camino hacia el tercer templo.
Saga entró al santuario de los gemelos con paso lento, echando un vistazo rápido por el lugar sólo para asegurarse que todo estuviera en orden. Sin mucho animo se dirigió a la parte privada de la casa, donde su habitación se encontraba, era aun temprano así que un par de horas de sueño lo dejarían como nuevo, eso claro, si tan sólo lograra dormir y dejar de lado sus sueños con…
-Camus…-
Ese nombre escapó de sus labios antes que reaccionara en meditar siquiera el pronunciarlo, pero fue una reacción sorpresiva al ver al mencionado dorado durmiendo como un ovillo sobre su cama. Tras un par de segundos, logró hacer reaccionar a su cuerpo acercándose lentamente sin hacer ruido alguno, no se atrevía a despertar a tan frágil criatura y siendo honesto, no quería perder la oportunidad de mirarle, sin sentir que sería descubierto. Se sentó suavemente a su lado estudiándolo, su semblante hermoso lucía triste, muy triste y una pequeña lagrima que no terminó su recorrido por aquella pálida piel, aun permanecía como prueba de que el santo había llorado probablemente hasta caer rendido por el cansancio.
Saga alcanzó la cabellera suave del acuador y con suma ternura le acarició, sonriendo ante el contacto de sus delgados dedos con la melena verde agua de Camus. Esta escena le recordaba a muchas otras que algún tiempo atrás había vivido, cuando el ahora imponente caballero dorado de acuario no era más que un pequeño y tímido niño, que entraba a su habitación temeroso de los truenos por las noches, ese chiquillo que lloraba avergonzado de fallar algún entrenamiento o que corría hacia sus brazos cuando algún otro aprendiz le insultaba, buscando siempre su protección.
Miró de nuevo aquella solitaria lagrima, llevando su mano hacia ella la retiró acariciando tenuemente el rostro de Camus. Con esa caricia el santo se removió un poco y habló diciendo cosas que Saga no entendió pues era claro que aun seguía dormido. Pero aquel gesto de dolor no abandonaba su faz, y sólo un nombre llegó a la mente de géminis como causa de lo que tenía ante sí.
-Milo… -
Susurró algo molesto al pensar en aquel muchacho de ojos turquesa y piel bronceada, al igual que Camus, el caballero de escorpio había crecido bajo la mirada se Saga y lo conocía bien, había sido testigo de cómo ambos muchachos se enamoraron y aun ahora mantenían una relación. Algo le hizo despertar de su cavilación, y volver los ojos hacia abajo, para encontrase frente a frente con los cristalinos ojos de onceavo dorado.
-hey… - fue todo lo que dijo como saludo, regalándole una sonrisa tenue a un Camus que se encontró de pronto con los profundos y eternamente melancólicos ojos de Géminis, sobre él.
-Sa..ga… - logró pronunciar entrecortadamente antes de lanzarse al cuello del mayor y abrazarse a él como un niño temeroso, no intentó siquiera evitar el llanto que volvía a llenar sus ojos con desesperación y le oprimía el pecho. Tras la sorpresa de esa actitud Saga lo sostuvo de inmediato, abrazando aquel cuerpo que sollozaba, con fuerza y ternura a la vez, dejando que el joven se desahogara, mientras el volvía a acariciar su cabellera aguamarina, tratando de confortarlo.
Un aroma dulce y cálido llegó hasta la respingada nariz del francés que se encontraba confortablemente arropado en cama, abrió los ojos lentamente con pereza y miró a su alrededor desconcertado de dónde se encontraba, pero no tardó mucho en reconocer la habitación. Estaba en la tercera casa… Géminis.
El sonido crudo de su estómago lo hizo reconocer aquel aroma que le llamaba como el de un delicioso café, y recordó también que hacia ya tres días que no probaba alimento. Con un gran bostezo y estirando su cuerpo, se levantó de aquella cómoda cama en pos de aquel aroma.
Mientras caminaba hacia la cocina, recordó los protectores brazos de Saga rodearle y su voz grave susurrarle que todo estaría bien, seguramente volvió a quedarse dormido tras llorar con quien consideraba su único apoyo e incondicional amigo. Sonrió algo apenado de la escena que horas antes protagonizó ante el dorado, y no cualquier dorado uno que era indiscutiblemente de los más poderosos en todo el santuario, y que había demostrado en mas de una ocasión el temple de acero que tenía. Pero había sido demasiado encontrarlo ahí a su lado ahora que lo necesitaba mas que nunca, además, no era la primera vez que lo veía llorar, de hecho ahora que lo meditaba ni siquiera a Milo le había permitido verle en tal situación de debilidad. Una mueca de disgusto adorno por un momento su rostro con la mención del octavo dorado.
Suspiró profundamente, no era momento de llorar otra vez, así que arreglándose un poco, entró a donde Saga se encontraba sirviendo un par de tazas de ese aromático café.
