Fanfic: Destinos Unidos
Pareja: Inuyasha- Kagome
Rated: T
Disclaimer: La mayoría de los personajes son de Rumiko Takahashi, solo la trama es mía. Obra sin fines de lucro.
Summary: Kagome y Kikyou son mejores amigas desde niñas. Separadas a los catorce años. Años después, Kikyou muere en un accidente y ahora, Kagome, tiene que viajar a su aldea para ponerla en orden y de paso, buscar venganza para su casi hermana pero sus planes se ven truncados cuando ve al que fue "novio" de su difunta amiga y experimente la envidia hacia ella por un par de ojos dorados.
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-Destinos Unidos-
-Capítulo I-
-Nuestras vidas-
Inuyasha
Sus pies se deslizaban rápidamente por el suelo, era pasado de medio día y estaba seguro de que a la velocidad a la que iba llegaría antes que ella, cumpliría su cometido y se marcharía sin decir nada, sin dañar a nadie.
Pero cuando atravesó los últimos árboles de ese inmenso bosque, pudo oler a la perfección sangre y no cualquiera sangre, SU sangre.
A pesar de todo el odio que en ese momento le tenía, de todo el rencor e ira no podía ignorar que la seguía queriendo y que su corazón había latido desembocado desde que ese olor a hierro y oxido atravesó sus fosas nasales.
La perla había pasado a un segundo plano, ahora su objetivo era ver que era lo que le sucedía a Kikyo y porque su sangre estaba en el aire. Atravesó la aldea rápidamente y llegó, sin miramientos, su vista se poso en el túmulo de personas que rodeaban algo y ese algo era de donde provenía el olor a sangre.
Trepó, con cuidado, al árbol más cercano y desde allí observó a su amada. Su corazón se detuvo al verla.
Kikyou estaba de rodillas, sosteniéndose el hombro derecho con fuerza mientras que de este no dejaba de brotar la sangre, su rostro estaba más pálido de lo normal y su respiración era claramente errática.
—Kikyou…—murmuró asustado y en shock de verla como estaba, la había dejado bien hace menos de dos horas cerca del Goshinboku.
Y como si la pelinegra hubiera escuchado su nombre, levantó sus ojos y de inmediato se posaron en el peli plateado que estaba sobre el árbol.
—Mal…—sus labios se es estaban esforzando por pronunciar algo y, con sus últimas fuerzas, levantó el arco que estaba tirado frente a ella, tensó la cuerda ante la sorpresa de todos— ¡Maldito!—gritó y la flecha salió disparada.
Inuyasha, desprovisto de protección, no pudo evitar el ataque y la flecha cargada de energía espiritual choco contra su pecho, derribándolo del árbol y haciéndolo caer lentamente.
El dolor que sentía era indescriptible. Sus músculos estaban paralizados y ese ataque, lentamente, perforaba su interior de la manera más dolorosa física y mentalmente hablando. Y tan repentinamente como el golpe había llegado, todo se apagó.
Su cuerpo se estrelló contra el frío suelo y claramente percibió el olor de su sangre. Su cuerpo se sintió repentinamente pesado y fue incapaz de levantar un músculo, sus sentidos se estaban perdiendo y la oscuridad se apoderaba de él.
— ¿Po-por qué lo hiciste?—murmuró con toda la energía que le quedaba y su mente se sumergió en la oscuridad.
Kaede
Más allá, donde todos los aldeanos habían observado atónitos la escena ahora estaban paralizados mientras intercalaban miradas entre lo que creían eran dos cadáveres.
El primero, de ese Hanyo que había estado siguiendo a la Srta. Kikyou de unos meses atrás al día de hoy, este estaba solo y tirado unos metros lejos de ellos y desde su abdomen podían observar la cantidad de sangre que salía de su cuerpo inerte.
El segundo, de la sacerdotisa que había estado a punto de tomar el cuidado de la aldea en sus manos y que ahora, su cadáver reposaba en el suelo sobre un enorme charco de sangre manchando su traje de sacerdotisa, tiñéndolo de color rubí, su rostro se había quedado con una profunda expresión de dolor y por sus parpados habían resbalado un par de lágrimas.
La anciana Kaede, maestra de Kikyou revisó el cuerpo de la joven y con una negación admitió la verdad que ninguno de los presentes quería reconocer, había muerto.
—Preparen el cadáver—indicó poniéndose de pie y unas cuantas lágrimas resbalaron por su rostro mientras se acercaba hacia el Hanyo que estaba unos metros más allá.
Reviso su herida y se dio cuenta de que no era mortal pero si lo había dejado malherido, incluso para él sería difícil recuperarse. Suspiró con tristeza.
— ¿Qué hacemos con él?—preguntó Hiro, un joven aldeano.
—Llévenlo a mi cabaña—musitó mientras se ponía de pie, observó como nadie se había atrevido a tocar el cuerpo de Kikyou.
—Pero él mató a la Srta. Kikyou—dijo en protesta un aldeano y poco a poco, más de ellos se sumaron a esa protesta.
La vieja mujer no creía que eso fuera verdad, no después de lo que Kikyou, él y ella habían hablado anoche, sus palabras habían sido tan sinceras que dudaba realmente que Inuyasha fuera el culpable de esa herida aunque… ¿por qué Kikyou lo había atacado, entonces?
—No hay pruebas de ello—espetó con fuerza la anciana, para edad, ella era todavía una mujer fuerte, una sacerdotisa ejemplar y la voz de la razón en ese lugar. Su simple presencia imponía autoridad y solamente Kikyou, su ex aprendiz, pudo contradecirla—. Ante todo, Inuyasha protegió la aldea junto con Kikyou por un tiempo y no sabemos si él fue el causante de que Kikyou muriera, mientras no se sepa la verdad… todos tienen prohibido molestarle de alguna manera.
Nadie cuestiono sus indicaciones, y con cuidado retiraron el cuerpo de Inuyasha y lo llevaron a donde la anciana les había indicado, poco después un grupo de aldeanos había regresado por el cuerpo de Kikyou, la levantaron con cuidado y al hacerlo, una esfera lila salió de entre sus ropas, cayendo en el charco de sangre y tornándose negra peligrosamente.
De inmediato, los que habían observado la caída de esa joya se sintieron repentinamente cansados y cayeron al suelo, inconscientes. Quien llevaba a Kikyou se apresuró a retirarse y pudo salvarse pero cinco personas que estaban a menos de un radio de dos metros cayeron inconscientes y los demás, asustados, huyeron de allí.
Así que Kikyou tomó su decisión. Pensó la anciana al ver esa esfera.
— ¡Eso es…!—murmuró uno de los aldeanos presentes. La anciana Kaede reconoció el objeto de inmediato y se acercó a él, para sorpresa de todos, cuando ella rebaso el límite de los cuerpos no le sucedió nada pero al intentar tomarla, una fuerte ráfaga de energía la atacó dañando así su mano derecha.
—No puedo tomarla…—dijo tan sorprendida como todos los demás.
Kikyou estaba tan molesta y enojada al morir que ese rencor pasó a su sangre, el alma de Kikyou esta enfurecida y ni siquiera yo puedo calmarla, pero quizás…
En la mente de la anciana, se instaló el rostro de una joven de dieciséis años, quien, era una persona demasiado cercana a Kikyou. Quizás solamente ella…
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Kagome
—Tranquilícese, princesa—murmuraba tranquilamente una joven de cabellos azabaches, ojos de color chocolate y una sonrisa angelical en sus labios, traía puesto un traje de sacerdotisa y sostenía a una mujer de aproximadamente 25 años, quien estaba dando a luz a su tercer hijo.
Unos minutos después, un llanto se hizo presente en el palacio donde estaba. El palacio de un terrateniente en las regiones del norte, y su hija estaba teniendo a su tercer bebé.
—Aquí esta…—dijo alegremente una doncella mientras Kagome terminaba de limpiar a la niña que había nacido y se la pasaba a su mamá, envuelta en un par de mantas.
La mamá abrazó a su bebé, la pegó a su pecho y le hablo con cariño mientras Kagome, sentada a su lado, los veía con una sonrisa. Recordando que gracias a esa bella princesa, ella estaba allí.
Dos años atrás. Kagome viajaba con la Srta. Hitomiko alrededor de Japón, terminando su formación como sacerdotisa y buscando una buena aldea donde quedarse.
La sacerdotisa Hitomiko era muy famosa en todo el país por su gran poder espiritual, y pos azares del destino. Un día de invierno, después de una gran pelea con un Youkai había terminado malherida y desmayada entre la nieve.
Kagome, quien regresaba a la aldea de la anciana Kaede después de recolectar unas hierbas que esta le había pedido se encontró con Hitomiko, y la llevó a su aldea. Hitomiko pasó varios días en cama; después de despertar, agradeció y pidió permiso para permanecer allí hasta poder recuperarse.
Kagome pasaba mucho tiempo con aquella sacerdotisa y esta, le creó un cariño tal que al momento de marcharse le ofreció continuar ella su entrenamiento, ya que en ese tiempo Kagome y Kikyou aprendían de la anciana Kaede.
La pelinegra aceptó, así fue como se marchó y separó de su mejor amiga.
Cuando pasaban por aquel palacio, un Youkai trataba de destruirlo para cobrarse alguna venganza contra el hijo del terrateniente y claro que ambas lucharon para proteger el lugar pero Hitomiko recibió un gran corte en la espalda.
Cuando el Youkai fue destruido, Hitomiko fue inmediatamente atendida por los sanadores del lugar pero después de varios días, ella falleció y pidió que cuidaran de su aprendiz.
El terrateniente apreció el valor de ambas mujeres y pidió a Kagome que se quedase en la aldea cercana al palacio. Y ella aceptó, estableciéndose días después de darle entierro a su maestra.
Y allí había permanecido, afinando sus habilidades ella sola. A pesar del tiempo, ella nunca perdió contacto con Kikyou. Siempre mantuvo un gran apegó a ella, quien era como su hermana mayor.
Ese día, el terrateniente había llamado a Kagome, pidiéndole asistir a su hija en el parto de su próximo hijo, y así fue como llegamos a la escena anterior.
Se puso de pie, lista para recoger todo lo que había utilizado y retirarse a su cabaña en la parte baja del monte pero a penas y se puso de pie sintió una especie de escalofrió, como si algo malo hubiera pasado.
— ¿Se encuentra bien, señorita Kagome?—preguntó la dama de compañía de la princesa, quien la vio repentinamente pálida.
—No, nada—respondió con una tierna sonrisa y sin más, se retiró.
A lo largo del camino de regresó a su aldea, el sentimiento de incomodidad no la abandono y se intensifico conforme avanzaba. Tanto que se sorprendió cuando un remolino se detuvo frente a ella, del cual pareció el hombre lobo, Kouga.
—Kagome, preciosa, cuanto tiempo—murmuró mientras tomaba su mano derecha y le sonreía, pero la muchacha no reaccionó como usualmente lo hacía. No puso aquella sonrisa nerviosa que le indicaba su buen humor, ahora solamente sonrió levemente de medio lado.
—Hola, Kouga, ¿cómo has estado?—respondió secamente mientras se soltaba y continuaba su camino, Kouga camino a su paso lentamente y observándola con curiosidad.
— ¿Te sucede algo, Kagome?—la pregunta tomó por sorpresa a la joven sacerdotisa pero está negó.
—Solo es un mal presentimiento—anunció mientras continuaba su camino hacia la aldea.
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—Buenos días—murmuró un joven tímidamente, que se asomaba por la cortina de la cabaña, donde Kagome le curaba su herida a un aldeano.
—Buenos días—respondió ella con una leve sonrisa, a pesar de haber pasado casi una semana, su mal presentimiento aun estaba dentro de ella y no se había movido, haciéndola sentir cada vez más nerviosa.
— ¿Es usted la sacerdotisa del pueblo?—preguntó mientras se adentraba por completo a la cabaña.
—Así es, ¿puedo ayudarle en algo?—murmuró mientras se limpiaba las manos y se ponía de pie para acercarse a aquel muchacho.
—Me ha mandado la sacerdotisa Kaede, desde la región del este—.
La frase del joven muchacho paralizó a Kagome, tanto que soltó el trapo que sostenía en su mano derecha y este cayó al suelo en un ruido sordo. Si la anciana Kaede había mandado a un aldeano a buscarla, significaba que algo malo había sucedido en su hogar, en su aldea.
—Me manda a informarte de que la Srta. Kikyou falleció una semana atrás—continuo el joven al ver que Kagome no respondía, y ella, al conectar y procesar lo que acaba de escuchar, rápidamente las lágrimas se apoderaron de sus ojos.
—Kikyou…—murmuró mientras las lágrimas silenciosas bajaban por su rostro—.
—La anciana Kaede me pidió que la llevara de regresó, usted es indispensable—.
—Yo…—
Kagome no pudo terminar de decir lo que había pensado porque en ese instante un grito de terror desgarro el aire al otro lado de la cortina, y ella tomó su arco y flechas mientras salía a ver que sucedía.
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¡Hey! Este fic es resultado de mi loca mente y ahora es momento de criticarlo…
Espero que les encante.
XiaKaSa
