Enamorado~ Capítulo 1.

No podía comprender totalmente qué era lo que le había estado sucediendo los últimos meses. Tenía la teoría loca de que todo era algún tipo de etapa, algo que con el tiempo superaría… y luego se reiría de ello… Sí, seguramente era eso.

Sin embargo, en alguna parte de él, bien escondido en lo más profundo de su mente, tenía un mal presentimiento. De alguna manera, sentía que su cordura ya se había perdido hace mucho tiempo y no iba a regresar.

Yuki estaba loco.

— ¿Qué piensas?—le preguntó el chico que tenía su mismo rostro, su hermano gemelo, Yuta, mientras le corría un mechón a un costado.

Los ojos de su hermano, iguales a los suyos, lo miraron escrutadoramente, como si de esa manera pudiera leer vagamente qué pasaba por su mente. Pero Yuki sabía que Yuta no se imaginaba ni mínimamente qué era lo que le sucedía, y nunca debía enterarse.

Era un secreto que el Asaba menor mantenía en su interior con todo el esfuerzo que lograba juntar, algo que sentía desde ya hace mucho tiempo, algo que ya había tratado de olvidar demasiadas veces de las que podía contar, algo que era parte de él tanto como el hecho de que él y Yuta eran gemelos.

Yuki estaba loco, loco de amor.

Loco de amor de tal manera que apenas era capaz de soportar la frustración y dolor que le causaba reprimir todos sus sentimientos, saber que lo que él quería nunca se haría realidad, saber que con cada día que pasaba su amor crecía más y más y, como un cáncer incurable, lo torturaba.

Él sabía perfectamente que quería cosas que no debía querer, deseaba cosas que no debía desear, amaba a alguien que no debía amar.

—En nada—mintió Yuki mientras se deleitaba con el calor que sentía provenir desde la mano de su hermano, que levemente acariciaba sus cabellos. Las yemas de los dedos de Yuta se deslizaron por su cuero cabelludo, y Yuki se sintió estremecer, luego Yuta apartó su mano.

—Haz estado acostado allí toda la mañana—le contestó Yuta, mientras se sentaba frente la cama, apoyaba ambos brazos cruzados sobre las sábanas y luego colocaba su cabeza sobre estos, aun mirando fijamente a Yuki.

Yuta estaba tan cerca que Yuki podía sentir su respiración chocar contra la suya misma.

Le dolía. Le dolía porque sabía que nunca podría hacer nada. Nunca tendría una oportunidad.

Yuki estaba loco, loco de amor por Yuta.

No recordaba el momento en el que todo eso comenzó, el momento en el que se volvió alguien estúpido. Lo suficientemente estúpido como para desear algo imposible.

Yuta volvió a acariciar el cabello de Yuki, y Yuki cerró los ojos. Yuta empujó la cabeza de Yuki hacía él y juntó sus frentes. Ya para ese momento Yuki sentía a su corazón latir en sus orejas y el calor en sus mejillas aumentar.

Quería besarlo, quería besar a Yuta. Siempre se lo había imaginado. El calor de sus labios, de su aliento sobre el suyo, de sus manos acariciándolo, tocándolo. Yuki cerró sus ojos y se concentró en cómo la mano de Yuta seguía acariciando sus cabellos y cómo su aliento seguía tan cerca del suyo. Los labios de Yuta estaban tan cerca…

Siempre había querido a Yuta, siempre lo había deseado de una manera que haría llorar a su madre y haría que su padre le golpeara, pero últimamente había empeorado. Si continuaba así, en algún momento perdería el control, lo sabía, y Yuta lo iba a odiar. Yuta iba a sentir asco de él, y nunca más iban a poder estar juntos como hasta al momento. Yuki no quería eso.

Pero últimamente le costaba tanto mantener la calma…

Tenía miedo de algún día intentarlo. Algún día, tal vez, se dejaría ilusionar por palabras bonitas y hechos inciertos y entonces puede que lo intentara y le dijera a Yuta todo lo que sentía por él. Esperaba que ese día nunca llegara, porque ahora que seguía cuerdo podía decir con total certeza que Yuta nunca le correspondería. Nunca lo haría.

—Acuéstate conmigo—susurró Yuki, con necesidad, haciéndole un espacio en la cama. Sabía que su hermano nunca pensaría en el doble sentido que tenían esas palabras.

Yuki subió las sábanas con su mano derecha, para que Yuta entrara en la cama. Éste dudó un segundo pero luego se metió en la cama junto a su gemelo. Yuki bajó las sábanas y aprovechó el movimiento para luego abrazar la cintura de Yuta, por debajo de los brazos de éste. Aprovechó igualmente para pegarse al cuerpo de su hermano mayor y olfatear la esencia de su pecho, ocultando su rostro de la mirada incierta de su gemelo. Hundió su cabeza en el calor de su hermano, aferrándose desesperadamente a él, como si no quisiese soltarlo nunca más.

—Yuki—la voz de Yuta sonó ronca mientras decía su nombre en un susurro—, ¿sucedió algo?

Mientras Yuta se preocupaba por él, Yuki se deleitaba con su olor, el latido acompasado de su corazón, el calor de su cuerpo. Yuki se auto-torturaba aferrándose a alguien que tenía tan cerca pero que nunca iba a lograr alcanzar.

—Quiero que me abraces—susurró Yuki al tiempo que aumentaba la presión que ejercía en el cuerpo de su hermano.

Notó perfectamente cómo Yuta dudó antes de mover sus brazos, pero finalmente los movió, los deslizó hasta llegar a abrazarlo. Yuta lo abrazó con fuerza y Yuki se dejó derretir en su calor. Yuta apoyó su mentón en el hombro de Yuki, logrando que Yuki se estremeciera.

Yuki estaba loco, demente, deseoso, ansioso…

—Sabes que puedes confiar en mí para lo que sea—dijo Yuta.

Estaba asfixiado por todo lo que sentía con un simple abrazo, pero aún así queriendo más. Siempre quería más que lo que Yuta le daba.

—Lo sé—contestó murmurando, mientras fantaseaba con que Yuta le besara la frente, los cachetes, la punta de la nariz, los labios.

—Si confías en mí de verdad, cuéntame qué es lo que sucede—le susurró Yuta, pero Yuki seguía fantaseando. En su fantasía, Yuta ya se había colocado encima de él y había empezado a deslizar sus manos hacia abajo, cada vez más abajo…

Yuki abrió los ojos repentinamente.

— ¡Tengo que ir al baño!—exclamó, yéndose a las corridas, dejando a Yuta solo.

Yuki estaba loco, cada vez más.

Entró al baño rápidamente, ignorando la preocupación de su madre por el color de su rostro, y cerró con seguro.

Su respiración estaba agitada, su cabello despeinado, su cara roja… y su parte baja despierta.

Estaba totalmente loco, se decía a sí mismo. Si Yuta hubiera notado cómo estaba, ¿qué cara habría puesto? ¿Asco, enojo, odio? ¿Qué hubiera sentido Yuta en ese momento?

Con esos pensamientos rondando su mente, Yuki se sentó en el suelo del baño, con la espalda contra la puerta. Y abrió sus piernas para terminar rápido ese asunto. Deslizó sus manos por debajo de la tela de su pantalón y tanteó el calor que salía desde ese lugar de su cuerpo.

Siempre que hacía ese tipo de cosas no podía evitar pensar en Yuta: se imaginaba que las manos que lo tocaban tan íntimamente no eran las suyas, sino las de él, que el placer que sentía mientras se acariciaba, lo estaba compartiendo con él. Soñaba con que Yuta lo besaba con pasión, soñaba con que, en un mundo paralelo, Yuta lo deseaba casi tanto como él lo deseaba.

Su respiración comenzó a ser errática mientras que las caricias sobre su miembro comenzaban a ser cada vez más rápidas. El aire helado se mezclaba con el vapor que salía de su boca mientras Yuki se concentraba en no producir ningún sonido que pudiera ser escuchado del otro lado de la puerta.

Cerró los ojos mientras recordaba el calor de Yuta, su olor, su voz diciendo su nombre…

Cuando recordó lo último se corrió inmediatamente.

Yuki estaba loco, y cada vez enloquecía más.

A la mañana siguiente fueron al colegio. Estaban caminando, cansados, cuando Yuta sacó el tema de qué era lo que había sucedido el día anterior.

—Simplemente me sentía algo mareado—mintió Yuki, mientras recordaba lo cerca que estuvo de Yuta.

Fingió no notar la mirada de reojo disconforme que su hermano dirigió hacia él. Estaba seguro de que Yuta no creía ni una palabra de lo que le había dicho, pero no era como si la verdad fuese mejor que la mentira. De alguna manera, sentía que Yuta le agradecería por no decirle acerca de sus sentimientos, y lo odiaría si algún día llegaran a escaparse de sus labios.

La mañana extrañamente fría de primavera daba un aspecto fúnebre a la charla de los gemelos. El frío se les calaba hasta los huesos, aunque estaban abrigados al extremo, y vagamente serían capaces de hablar con las bufandas cubriéndoles las bocas. Aunque para Yuta ese silencio de seguro era uno común, Yuki en ese momento se sentía inquieto. No quería que Yuta estuviese molesto con él.

Los pasos de ambos eran lo único que se escuchaba camino al colegio, las calles desiertas tampoco ayudaban a que Yuki se sintiera más relajado. Aunque los dos eran cortos de palabras con el resto, cuando estaban juntos siempre encontraban algo de qué hablar y, si por alguna razón no había tema del que charlar, puede que se formase un silencio.

Pero nunca un silencio tan incómodo.

Tal vez estaba siendo paranoico, tal vez ese silencio no era tan inquietante como él lo sentía.

—Se ve que ya no confías en tu hermano mayor…—susurró Yuta cuando estaban a medio camino de llegar a la escuela.

Yuki volteó a mirarlo, pero Yuta desvió su mirada a un costado.

—Eso no es verdad—negó Yuki, aún mirando a Yuta—. Eres la persona en la que más confío—aseguró, acercándose a Yuta e inclinando la cabeza un poco para que éste le mirara.

Tampoco quería hacer sentir mal a Yuta, de ninguna manera.

—Yuta— lo llamó, tomándolo del hombro—. Mírame, Yuta.

Las manos de Yuki se estaban congelando al estar expuestas al frío del aire y quería volver a meterlas en los bolsillos de su campera, pero no pararía de molestar a Yuta hasta que le contestara. Su gemelo no dejaba de mirar hacia su derecha, ignorando la presencia de Yuki.

—Por favor, Yuta, mírame—le pidió mientras se ponía frente a él y con ambas manos tomaba sus hombros.

Yuta no paró de caminar hacia el frente así que a Yuki no le quedó otra que empezar a caminar en reversa.

—Te harás daño—le dijo Yuta, ahora sí mirándolo a los ojos.

Siempre se preocupaba por él…

—No me haré daño, soy un ninja.

Yuta le sonrió levemente mientras paraba de caminar y lo sostenía de los codos.

—Si confías en mí de verdad, cuéntame qué es lo que sucede—le repitió lo mismo que le había dicho el día anterior.

La leve sonrisa de Yuta se había transformado en una línea recta y sus ojos estaban mostrando una intensidad que Yuki pocas veces tenía el privilegio de ver. En el fondo de su corazón Yuta estaba molesto con Yuki, y Yuki estaba totalmente consciente de ello.

Ante el silencio del Asaba menor, Yuta deslizó sus manos hasta los hombros de éste, tocando su clavícula por encima de la bufanda con la palma de sus manos. El corazón de Yuki comenzó a latir con rapidez sin que él pudiera evitarlo y empezó a aflorar precipitadamente esa misma sensación que le venía al cuerpo cada vez que Yuta se acercaba a él: esa necesidad desesperada de besarlo.

—No hay nada que no puedas contarme, Yuki—le dijo su gemelo con un tono de seguridad y reprimenda que lo único que logró fue que Yuki frunciera levemente el ceño.

—No puedo contártelo—le dijo, sin pensar—. No comprenderías—agregó con dolor en los ojos.

Si hubiese podido contárselo, se lo hubiera dicho ya hace mucho tiempo. Puede que lo soltase a cada rato. "Yo a quien más amo es a Yuta", "Yuta es la persona que me gusta", "Tengamos una cita también, Yuta". Nada servía, nunca fue tomado en serio, y tampoco era como si lo hubiera estado esperando en ningún momento. Yuki ya tenía metido en su cabeza que su gemelo iba a conseguir una novia algún día, con la que se casaría, haría el amor, tendría hijos y viviría feliz.

Él siempre seguiría en el papel de hermano. Siempre.

Miró al suelo con pesar. Aunque se lo contara, Yuta no iba a entender lo que Yuki sentía.

—Yuki—le dijo Yuta, sosteniéndolo ahora del rostro—. ¿Cuándo dejaste de confiar en mí?

El corazón de Yuki estaba desbocado, el calor en su rostro lo estaba sofocando. Yuki podía sentirlo, el calor de las manos de Yuta.

Se acercó a Yuta sin pensarlo y pegó sus frentes. Aunque sabía que su hermano no iba a sentir nada especial al tenerlo tan cerca, por alguna razón en el fondo de su corazón albergaba la esperanza de que algún día sus sentimientos coincidieran. Yuki quería que Yuta sintiera las mismas cosquillas que él sentía cada vez que estaban cerca.

Lo tomó de la nuca y aspiró fuertemente el aire que precisaba para no cometer ninguna locura. "Ojalá Yuta no estuviera usando una bufanda", pensó. Quería tocar, por lo menos un poco, la piel de su hermano, esas partes que sentía que podrían estremecerse por su calor.

No solamente quería tocarlo, necesitaba hacerlo.

Yuta seguía sosteniéndolo del rostro ahora con más suavidad de la que antes había utilizado.

—Sí confío en ti—le susurró, mirándolo a los ojos—. El problema es que hay cosas que ni a ti puedo, ni debo, contarte.

Yuta, por su parte, además de escuchar lo que su hermano le decía, tenía la mente en un lugar muy lejano. Lo que estaba pensando en ese momento era que, si alguien veía esa escena desde fuera, de seguro pensaría que… Bueno, era lógico. Yuki lo estaba sosteniéndolo desde la nuca y Yuta lo estaba tomando del rostro. Y tenían las frentes juntas, sus narices a solamente unos pocos centímetros de distancia… y sus bocas también. No podía evitar sentirse algo incómodo.

Yuta no pudo evitar desviar por un segundo sus ojos, de los de su hermano hacia su boca entreabierta. Al parecer Yuki lo notó, ya que Yuta logró sentir cómo daba un casi imperceptible respingo y sus ojos se abrían algo más de la cuenta. Por lo que veía, la fiebre de su hermano estaba empeorando, ya que se enrojeció más de lo que ya estaba. Ayer había sido igual, Yuta había sido el que había juntado sus frentes, para poder medir la temperatura de Yuki. Sin embargo, la situación de ayer parecía radicalmente diferente a la que estaba dándose en ese instante.

"¿Qué es lo distinto?", se preguntó Yuta mientras que tomaba con más seguridad el rostro de su gemelo y pegaba aún más sus frentes.

—Yu-Yuta…

Yuta no tenía idea de que estaba torturando a Yuki de la manera más cruel.

—Se convertirían en la primera pareja gay que conozco, si se besaran ahora.

Aunque Yuki se sentía morir en ese momento, odió demasiado que Kaname justamente tuviera que aparecer para cortar en seco el sentimiento.

En el momento en el que escuchó esa voz aparecer de la nada, Yuki dio dos pasos bruscos hacia atrás, rompiendo el contacto con Yuta. Pudo ver, entonces, como el rostro de su hermano mayor no mostraba ninguna perturbación. El semblante de Yuta era calmo, amable, el de siempre, no como el que Yuki sabía que tenía en ese momento. Y eso le dolía.

Yuta lo había desarmado por completo.

—Se ve que tu cabeza solamente está llena de pensamientos impuros. Es una decepción, Kaname—dijo Yuki, fingiendo normalidad lo mejor que podía. Si estaba en lo correcto, ninguno de los dos chicos que ahora lo estaban mirando había notado la perturbación de hace unos segundos.

— ¡¿De qué estás hablando?! El único aquí con pensamientos impuros eres tú—contestó Kaname, con un notable tick en el ojo izquierdo, casi destrozándoles los oídos a ambos gemelos—. Cómo sea—se calmó—, no importa. Yuta, quiero que me escuches: Te diré lo que sé acerca de la era Meiji.

Claro, pensó Yuki, ese día la clase de Yuta tenía examen de historia y, ahora que se ponía a pensar en ello, no había visto a su hermano estudiar en ningún momento. Cosa rara ya que si había algo en lo que Yuta sí se esforzaba, eran los estudios. Yuta era del tipo responsable, que siempre da lo mejor de sí y cumple sus responsabilidades. Maduro sería la palabra más certera para describir a su gemelo.

Sin que Yuki prestara mucha atención (tampoco era como si le interesara escuchar a Kaname hablar acerca de algo tan aburrido como la era Meiji), los tres chicos empezaron a caminar hacia el colegio.

Las calles seguían tranquilas y apacibles hasta que empezaron a acercarse a su destino. Poco a poco empezaron a caminar entre adolescentes que vestían igual que ellos y que también llevaban los mismos semblantes de cansancio reflejado en los ojos. Mientras que Kaname hablaba de cosas que no tenía ganas de escuchar y Yuta acotaba datos que Kaname no había dicho, Yuki sumergió su mente en un recuerdo no muy lejano. Recordó como Yuta le había tocado el rostro y el calor volvió a sus mejillas.

Últimamente se había estado sonrojando más de lo debido. Yuki Asaba nunca se sonrojada, ¿quién había visto eso? Podía sorprenderse, podía tener un leve, leve, leve rubor en las mejillas… pero nunca uno tan notable como habían sido los de esos últimos días. Estaba seguro de que Yuta era el causante de ese cambio, pero aun así Yuki sentía que su propio comportamiento no se justificaba solamente echándole todas las culpas a su hermano gemelo.

Siempre le había gustado Yuta. Una de las maneras en que podía dividir su vida era en los niveles en los que le había estado gustado su hermano a lo largo de esos 17 años:

De pequeño con esa afección que lo hacía no querer que su hermano se acercase a nadie, un amor que aún nadie comprendía por qué era de esa manera. En ese entonces Yuta, más que de Shun o de Kaname, era suyo. Ni su madre, ni su padre, ni nadie estaba antes que Yuki en la jerarquía de Yuta, o esa era la confianza que Yuki tenía de pequeño. Tal vez por eso se volvió un adolescente que quería los mimos de su hermano.

Luego pasó a la etapa en la que ambos extendieron sus horizontes e hicieron más amigos. En ese momento de su vida Yuki se dio cuenta de que debía compartir a Yuta y Yuta debía compartirlo a él. Así empezó a profundizar las relaciones con Kaname y Shun. Hasta allí todo su amor se basaba en inocencia, en sentimientos que aún no comprendía.

Cuando entraron a la escuela primaria y lo separaron de su hermano, notó que lo extrañaba, y tuvo que limitarse a solamente verlo durante los recreos y en su casa, mientras que lo que quería era estar con él todo el tiempo. No tuvo problemas en adaptarse, aunque a la mayoría, al principio, le parecía extraño que cada vez que llegara la hora de descanso Yuki se tirara en los brazos de Yuta. Igualmente, eso solamente fue al principio. Rondando esa edad, si mal no recordaba, fue cuando se dio cuenta de que, por alguna razón que no lograba comprender, el calor de su hermano le gustaba, y no era lo mismo que el calor de cualquier otra persona (ya lo había confirmado abrazando a Kaname. Mala idea).

A mediados de la primaria empezó a angustiarse porque Yuta nunca le devolvía los abrazos, tampoco parecía tener ningún interés en acercarse por su cuenta a Yuki y eso era algo que le molestaba sobremanera. Así sucedió que a sus diez años Yuki por primera vez sintió que no era correspondido, que su gemelo no lo quería tanto como él lo hacía. Nunca le había importado que Yuta no fuera tan cariñoso como él lo era, pero sí le importó cuando Yuta le dijo "Apártate, Yuki" cuando estaban viendo la televisión en casa y luego deshizo el abrazo que Yuki había estado sosteniendo alrededor de su cuello. "Eres demasiado pegajoso", había agregado Yuta. Y Yuki no le habló durante una semana entera… Claro que unas palabras dulces y unas disculpas dichas con el tono que solamente Yuta sabe hacer lograron que Yuki volviera a ser el de siempre.

Yuki nunca se había puesto a pensar en si la manera en la que quería a Yuta era la considerada correcta. Él creía que era normal querer abrazar a su gemelo, querer estar con él, querer que fuera solamente suyo, creía que sentir celos y odio hacia cada chica que se acercaba a su hermano también era normal. Nunca había hablado con nadie que tuviera un gemelo además de Yuta, así que no podía comparar la relación que tenían con ninguna otra.

Cada vez que estaba cerca de Yuta podía saborear ese sentimiento de atontamiento que el calor de su hermano le causaba. Siempre había tenido deseos de estar cerca de su hermano, ya desde el primer momento en el que había empezado a tener uso de razón; pero siempre había estado consciente de que Yuta no se sentía cómodo mostrando actos de cariño, lo cual lo obligaba a controlarse.

En ese entonces, a Yuki no le era difícil aguantar las ganas de besar a su hermano. A sus diez años no pensaba en algo más que apoyar sus labios sobre los de Yuta cuando despertaban a la mañana, o sino a la noche antes de dormir. No había más que eso.

Tenían once años la segunda vez que Yuki sintió que su gemelo no le correspondía. Esto sucedió cuando, un sábado, Yuta había invitado a Shun a ver una película. No a él, a Shun; Yuta ni siquiera le había mencionado una palabra acerca de la susodicha salida, pero Yuki terminó enterándose de ésta gracias a su buen amigo, Tsukahara Kaname, el cual tampoco había sido invitado pero parecía tener su mente ocupada en otros asuntos lo suficiente como para no sentirse ofendido.

Cuando Yuta volvió a casa, ese mismo sábado antes del anochecer, Yuki empezó a ignorarlo completamente. Simplemente se quedaría enganchado en su mundo anime, pretendiendo que nadie compartía esa habitación con él. Yuta, siempre inquisitivo, ya se había dado cuenta desde el primer momento que algo andaba mal con su hermano y, sin rodeos, había decidido preguntarle. "¿Sucede algo?", a lo que Yuki respondería con un fingido desinterés: "No".

Por esa noche, Yuta también fingió que su gemelo no existía.

Como ya es bien sabido por todos, aunque no le guste admitirlo, a Yuta también le duele no estar con su hermano (Yuki estaba seguro de eso, si fuera de otra forma, estaría más que dolido). Por eso fue que Yuta, de nuevo, fue el que se decidió a apartar su orgullo y hacer las paces. Pudo enterarse de cuál era el problema hablando, también, con el buen informante Tsukahara.

Yuki se sintió un tonto cuando se enteró de que Yuta no los había invitado a él y a Kaname ya que ambos iban a tener un examen el lunes siguiente, y Yuta no quería interferir con sus estudios. Abrazó a Yuta luego de que éste le explicó qué había sucedido y se juró a sí mismo que si Yuta lo apartaba y deshacía el abrazo, sí que se enojaría con él. Sin embargo, Yuta hizo algo peor que eso, algo que haría a Yuki pelearse consigo mismo, odiarse, algo que descolocaría totalmente todos sus sentimientos.

Yuta le devolvió el abrazo y el corazón de Yuki empezó a latir rápidamente, su estómago fue invadido por un cosquilleo que no logró controlar y una corriente eléctrica le atravesó la columna vertebral.

"¿Qué fue eso?", fue lo que atravesó su inocente mente de once años de edad.

En ese entonces, se dijo, volviendo a la realidad, era muy estúpido.

Aunque eso no significaba que hubiera mejorado.

—Esta prueba es muy importante—escuchó que Yuta le decía—. Ya que ustedes la tienen la semana que viene deberías aprovechar y escuchar lo que Kaname está diciendo.

De nuevo, regañándole…

—Es muy aburrida la manera de explicar que tiene Kaname…—contestó Yuki, suspirando.

—Oye, por lo menos me preocupo por mis estudios—le gruñó Kaname.

—Eso es verdad, Yuki, aunque siempre apruebes, nunca te comprometes lo suficiente.

—Bueno, lo hago por Kaname—al ver la mirada inquisitiva de ambos, explicó—: Si me esforzara por lo menos un poco, le quitaría su posición de primer puesto.

Cuando terminó de hablar, Kaname empezó a vociferarle cosas como "¡Así quisieras!" y demás, todas referidas a que Yuki era un insecto a comparación de él, y que su coeficiente intelectual solamente podía ser asemejado al de un simio.

Llegaron al colegio y Kaname aún seguía con una mano en el aire discutiendo con el más joven de los gemelos, mientras éste tranquilamente le contestaba con pequeñas burlas. Estaban cambiándose las zapatillas por los zapatos del colegio y la conversación acerca de quién de los dos era más inteligente continuaba.

La verdad, ninguno de los dos lo iba a admitir, pero pelear era divertido.

—BUEN DÍAAAAA—gritó Chizuru mientras se arrojaba encima de la espalda de Kaname.

—AH, MONO. FUERA, FUERA—decía (gritaba) Kaname mientras que trataba de erguirse.

—No deberías hacer eso, Chizuru-kun—musitó Shun, apareciendo detrás del rubio, apartándolo amablemente de Kaname, así el pelinegro podría levantarse.

—Buen día, Shun—dijeron los gemelos, sin querer, al unísono.

—Buen día— contestó el pelirrojo, sonriéndoles amablemente.

—Shun, deberías tener mejor controlado a este salvaje—le reprochó Kaname.

Así comenzó la animada charla que tenían todas las mañanas unos minutos antes de ir a clase. Chizuru gritando de felicidad, Kaname gritando de molestia, los gemelos acotando burlas hacia ambos gritones, Shun tratando de imponer paz. La rutina calmada, satisfactoria y feliz de estos chicos que cursaban su último año de secundaria.

¿Cómo sería todo luego de la secundaria? En eso se puso a pensar Yuki durante la clase de literatura, ya que prestar atención le sería demasiado aburrido.

Si no se equivocaba, Kaname había mencionado algo de ponerse a estudiar medicina, siendo él el único que tenía algo planeado para su futuro. Con sus notas, se dijo Yuki, le iba a ser fácil al pelinegro entrar a una buena universidad, a una muy buena.

Chizuru por su parte no tenía idea de qué podría hacer de su vida, igual era el caso de Shun. Yuta estaba pensando en dedicarse a ser profesor de literatura. Yuki no tenía idea. Tal vez, y si a Yuta no le molestaba, estudiaría lo mismo que él para poder estar a su lado unos pocos años más… Claro que le inventaría otra historia.

Los cinco amigos se separarían y harían nuevas amistades, expandirían sus horizontes, encontrarían nuevos amores también… Yuki lo que más deseaba en ese momento era que, por alguna mágica razón, fuese capaz de detener el tiempo y así poder permanecer como un chico de secundaria: Sin más preocupaciones, sin tener que pensar en el trabajo, el futuro, en madurar, en formar una familia en algún momento…

A este paso, lo único que lograría sería convertirse en un estorbo en la vida de su hermano. Puede que alquilara un departamento algún día, luego se compraría un gato o dos… O tres, o cuatro. Muchas veces vio en la televisión que la gente solitaria se compra gatos y él ya estaba seguro de que en el momento en el que comenzó a amar a Yuta de tal manera que dolía, su futuro había sido condenado a ser una tortura.

Lo único que Yuki quería era ser feliz… con Yuta. Y ése era el problema.

— ¡Yuuki! ¡Yuuki! YUUUUUKIEEEEE.

El castaño, antes sumergido en sus pensamientos, levantó la vista.

— ¿Qué sucede, Chizuru-kun?—preguntó con desinterés. ¿Y qué había sido ese "EEEEE" al final de su nombre?

— ¡La clase ya terminó! ¡Te llamé como ocho veces y no me contestabas!

Bueno, cuando se ponía a pensar en otras cosas, en especial en Yuta, le costaba mucho salir de su mundo…

— ¿Y Shun?—preguntó Yuki, cambiando de tema y notando que su amigo afeminado no estaba.

—Yuta se lo acaba de llevar a las corridas—dijo Chizuru, quitándole importancia—. Oye, ¿quieres jugar a-

—No.

—Per-

—No.

Y sacó el manga que tenía guardado bajo su escritorio y empezó a leer.

—Yuki ya no confía en mí—dijo Yuta.

No era algo común que él se pusiera a hablar acerca de sus problemas, menos los que tenía con su hermano. En realidad, Yuta prácticamente no tenía problemas en su vida. Buen alumno, buenos padres, buenos amigos. Lo normal.

Shun lo miró con confusión. Yuta no entendía el porqué de esa expresión, si no había nada difícil para comprender…

—Para mí que estás siendo paranoico—Yuta pegó un respingo casi imperceptible cuando Kaname salió de la nada, detrás de él.

¿Desde cuándo había estado ahí?

—Yuki tiene algún tipo de obsesión contigo, sabes. Debe ser algo así como "el síndrome del hermano menor".

Yuta pretendió no haberse exaltado por la repentina aparición de su amigo, se apoyo contra la pared, teniendo a Shun y a Kaname mirándolo desde ambos lados. Era verdad que a Yuki le gustaba ser mimado y cada vez que podía creaba situaciones en las que Yuta tenía que darle ese consentimiento que el hijo más joven de la familia suele tener. Se quedó pensativo un segundo y luego dijo:

—No me tiene más confianza, hay algo que me está ocultando.

— ¿Y qué te hace pensar eso, Yuta-kun?—inquirió Shun, con un tono que mostraba algo de preocupación.

—Él me lo dijo—contestó, mirando esta vez a su amigo de pelo color fresa—. "El problema es que hay cosas que ni a ti puedo, ni debo, contarte", o algo por el estilo.

Por alguna razón los tres se habían vuelto un círculo cerrado. Kaname y Yuta estaban de brazos cruzados, Shun mantenía su mano en su mentón, pensativamente.

—En ese caso, debe ser algo que no quiere contarle a nadie—concluyó Kaname—. No creo que te haya dejado de tener confianza, sino que tiene un secreto que no le quiere decir a nadie y eso te incluye a ti.

—Pero nunca antes me incluyó a mí—dijo Yuta.

¿Qué tan grave podía ser como para que no quisiera contárselo?

—Además, siendo sinceros, Yuta, ¿en realidad estás en posición de reclamarle algo a Yuki?

El chico de ojos almendrados miró a Kaname. ¿Qué quería decir con eso?

—Sin ofender, pero cuando saliste con Takahashi no le contaste a nadie, y eso incluyó a Yuki.

—Ka-Kaname-kun—exclamó Shun, reprochándole al chico de lentes la franqueza con la que había dicho lo último.

En su fuero interno, Yuta sabía que no podía dar ninguna excusa con respecto a ese tema. Sentía que no iba a ser suficiente simplemente decir que hablar acerca de las cosas que le sucedían no le agradaba. Sabía que Kaname tenía, razón, no le podía pedir a Yuki algo que él mismo no le daba.

—Yuta-kun, tal vez si Yuki-kun nota que tú confías en él, tenga el valor de contarte qué es lo que le sucede—agregó Shun—. Además me siento algo preocupado, porque ¿qué puede afectarle tanto como para no contárselo a nadie?

Yuta tenía esa misma preocupación.

—Y~o.

Los tres chicos se exaltaron cuando escucharon la voz de su tema de conversación. Yuki.

— ¿De qué hablan?—inquirió, apoyándose en el hombro de Shun, tratando de hacerse un espacio en el círculo cerrado que acorralaba a Yuta contra la pared.

Yuta sintió la mirada de su gemelo sobre él, y Yuki parecía ni siquiera sospechar mínimamente acerca de lo que habían estado discutiendo los tres antes de su llegada. Por un segundo sus miradas se conectaron profundamente, nadie había dicho nada y solamente eran Yuta y Yuki mirándose intensamente a los ojos por un instante.

—Nada especial—contestó Yuta, rompiendo el contacto visual.

Yuki frunció casi imperceptiblemente el ceño.

— ¿Nada?

—Nada de nada…

Yuta vio cómo su hermano, que antes había tenido los labios entreabiertos, los cerraba. "Mh", ése fue el sonido que Yuta escuchó salir de la garganta de Yuki. Al parecer no había mentido lo suficientemente bien.

Yuki abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla casi al instante cuando escuchó a Kaname interrumpirlo.

— ¿Y el mono?—preguntó.

—Fue a buscar a Masaki-chan—contestó, sin interés.

—Mmh—asintió Kaname, pensativo—. Shun, acompáñame y dejemos a los tórtolos tener algo de tiempo en privado.

Yuki dio un pequeño respingo ante la referencia, y Yuta no entendió por qué. Yuki no se exaltaba casi por nada, le parecía totalmente fuera de su personalidad que se hubiera exaltado ante una broma de Kaname.

— ¿Tórtolos?—preguntó Shun, sin entender.

—Luego te explico—le contestó Kaname, tomándolo del brazo para llevárselo. Luego miró a Yuta como si estuviera tratando de comunicarle algo a través de sus ojos, pero Yuta no entendió. Entonces los ojos del pelinegro se desviaron hacia Yuki, disimuladamente, de manera que parecía que estaba intentado señalarlo sin que se diera cuenta.

Entonces Yuta cayó en la cuenta de que Kaname quería dejarlos solos para que pudieran hablar acerca del asunto que tanto le estaba incomodando.

Tal vez Kaname no se había dado cuenta, pero Yuki no era tonto, de seguro ya había notado que estaban actuando más extraño de lo normal: primero por el propio error que cometió Yuta al decirle que no estaban hablando de nada, cuando tendría que haberse inventado cualquier cosa, y ahora Kaname, yéndose con Shun un minuto después de que Yuki había llegado. Haciendo esto último, de seguro Yuki ya había notado que si había algún problema con él, ése problema lo tenía Yuta.

Cuando Kaname y Shun doblaron el pasillo, yendo seguramente al aula de Masaki, Yuta desvió su mirada hacia su igual, el cual ya lo había estado observando hace rato.

—Así que…—dijo Yuki, esperando que él le explicara lo que sucedía.

¿Qué se suponía que hiciese en ese momento? Podía insistirle una vez más en que le contara qué sucedía, insistirle en que sea lo que fuere, podía contárselo a él y estar seguro de que el secreto no se escaparía de sus labios; o, tal vez, podría seguir el plan de Shun y empezar una charla casual con su hermano menor, contándole cualquier cosa al azar y así poder poco a poco ganarse su confianza… Aunque Yuta siempre creyó que Yuki confiaba en él. También podía actuar como siempre y olvidar que Yuki tenía algo que no quería contarle, fingir que no le importaba y sacar un tema cualquiera del cual hablar.

Sin embargo, sabía que hacer eso no iba a satisfacerle.

—Así que…—repitió Yuta, desviando la mirada de esos ojos que parecían taladrarlo y observando, en su lugar, a una chica rubia que apurada había pasado corriendo el pasillo abarrotado de alumnos.

Silencio incómodo. A Yuta le parecía extraño que ese tipo de silencios se asentara entre él y su hermano, pero por alguna razón, ése fue el tipo de silencio que apareció mientras él pensaba qué decir y Yuki lo miraba con la misma intensidad de antes.

Entonces sintió unas manos sobre sus hombros empujándolo un poco más contra la pared. Los brazos de su gemelo totalmente estirados mantenían una distancia de casi un metro entre ellos.

—A-sí-que—dijo Yuki, separando cada sílaba y obligando a su hermano a mirarlo.

Yuta observó los ojos de Yuki con suma atención, notando que su hermano ya estaba comenzando a hartarse, y luego suspiró bajando su mirada al suelo.

Yuki sí confiaba en él, se dijo. Si insistía, Yuki le diría qué sucedía, seguro.

—Tú confías en mí, ¿verdad?—inquirió.

Su gemelo, entendiendo a qué venía la pregunta, soltó el agarre que tenía sobre sus hombros suavemente y, resignado, contestó:

—Ya te dije que sí…—le contestó con el mismo tono de voz que ponía cuando Yuta le pedía por quinta vez que tendiera su cama, ese tono de cansancio y aburrimiento que a Yuta no le gustaba oír—. Hoy a la mañana estaba exagerando…, no es que haya algo que no pueda contarte… No es nada, en verdad, solamente quería hacerme el interesante. Perdón si te preocupé.

Le estaba mintiendo. Y en realidad, eso que escondía, fuera lo que fuere, tenía que ser grave, muy grave como para que no se lo dijera, lo escondiera, le mintiera y además se estuviera disculpando seriamente.

En ese momento, Yuki se veía tan… apagado. No era como si alguna vez su hermano hubiera sido una alegría de persona, pero tenía su encanto, hasta él debía admitirlo, tenía su gracia al hablar, al burlarse o al disculparse. En ese momento, Yuta sintió que su gemelo quería contarle qué le afectaba pero algo en el fondo de su corazón se lo impedía. No sabía si era el miedo a la vergüenza, a la pena, al regaño, o hasta podía ser el miedo al rechazo, pero algo estaba frenando a Yuki.

—No me importa lo que sea—le dijo Yuta, de repente, esta vez siendo él quien tomó los hombros de su gemelo y bajando su rostro un poco, para que Yuki dejara de observar el suelo y lo mirará a él, en su lugar—, yo siempre voy a estar ahí para ti sin importar qué locura hagas.

Yuki lo miró fijamente, con ojos sorprendidos. Luego desvió la mirada, y Yuta tuvo ganas de sonreírle cuando vio que sus mejillas tenían un leve, muy leve sonrojo, un tipo de sonrojo que solamente alguien que había observado mucho el rostro de Yuki podría notar. Yuki abrió la boca y la cerró, tomó aire, y entonces le dijo:

—Estoy… enamorado.

El susurró en el que dijo la última palabra no fue lo suficientemente bajo como para que Yuta no escuchara.

— ¿Era eso?—preguntó, sin creerlo.

¿Ésa era la razón por la que Yuki había estado tan deprimido últimamente?

—…pero—continuó Yuki, ignorándolo y subiendo sus manos hasta poder apoyarlas sobre las de Yuta, que seguían sosteniéndolo de los hombros—esa persona nunca me va a amar a mí.

Yuki se veía dolido y sus manos se sentían más calientes de lo normal, se dijo en su mente Yuta.

—Así que no quiero este sentimiento—finalizó, mirándolo a los ojos y tomando las manos del Asaba mayor para apartarlas de sus hombros.

Yuta sentía que había algo mal, tanto en lo que le estaba diciendo su hermano como en las acciones que hacía mientras se lo decía.

— ¿Es por eso que has estado tan raro últimamente?—se dignó a preguntar Yuta y su hermano asintió—. ¿Ya le has dicho a esta persona lo que sientes?—agregó, tratando de contenerse para no bombardear con preguntas a su gemelo.

Yuki negó la cabeza.

—No puedo.

— ¿Por qué?

—Porque no puedo.

Así no iban a llegar a ningún lado.

—Si no le dices, no hay manera de que estés cien por ciento seguro de que no te corresponde.

Yuki suspiró, como si Yuta fuera el tonto en ese lugar.

—Ya sé que no siente lo mismo que yo siento.

Antes de que Yuta pudiera insistirle aun más, lo interrumpió.

—No me aconsejes para que intente que la relación avance—dijo Yuki, apoyándose contra la pared, a su lado—; quiero que me aconsejes para que ni siquiera tenga el deseo de empezarla.

Yuta no sabía muy bien qué sería lo mejor para decirle a su hermano, tampoco entendía el porqué de que su gemelo estuviera tan resignado.

Por suerte, fue salvado por el timbre.

Todos a su alrededor comenzaron a dirigirse hacia sus respectivas clases, pero ellos se quedaron estáticos en sus lugares, mirándose fijamente.

— ¿Y?—inquirió su hermano, con una expresión que Yuta nunca antes le había visto poner.

Yuki realmente parecía esperar que él tuviera la solución a su problema, en sus ojos Yuta podía ver la aflicción que cargaba, el dolor que estaba tratando de soportar. En la manera con la que Yuki lo sujetaba desde el uniforme, Yuta podía sentir la tensión en los dedos de su hermano.

Este tema realmente le estaba haciendo mal a Yuki.

—Yo…—pero él no sabía cómo ayudarlo.

—A clase.

La última vez que Kaname los había interrumpido había sido en una situación algo embarazosa, pero esta vez que lo tomó del brazo y rápidamente se lo llevó al salón de clases a rastras, dejando a un Yuki helado que observaba cómo se alejaban, Yuta sintió un agradecimiento tan profundo que se prometió mañana pagarle el almuerzo al pelinegro.

Cuando entraron al salón de clases el profesor todavía no había llegado, y Kaname aprovechó la oportunidad para preguntarle a Yuta cómo había ido todo. El pelinegro se acomodó en su asiento, que estaba justo delante que el de Yuta, dispuesto a escuchar la historia cuando el profesor entró por la puerta y Kaname dirigió su vista al frente para dirigir el saludo.

El resto de ese día, Yuta no dejó de pensar en su hermano. Su rostro afligido aparecía en flashes por su mente con tal nitidez que hasta se sentía incapaz de prestarles atención a los profesores. Así le pasó en las clases, y en los descansos hizo lo posible por pegarse a Kaname, desde que salían del salón de clases hasta que volvían a entrar (y evadió la curiosidad del pelinegro diciéndole que Yuki no le había contado nada finalmente). Todo para no tener ni un minuto a solas con Yuki.

Necesitaba más tiempo para pensar qué decirle a su hermano.

Yuki parecía tener la autoestima por el suelo si pensaba que esa chica nunca iba a interesarse en él. Y Yuta no pudo evitar que una pregunta se cruzara por su cabeza: ¿Con qué chica Yuki había entablado una relación tan fuerte como para estar tan dolido por culpa de ella? La mujer de la cafetería ya no estaba, y cuando se fue Yuki no mostró ningún cambio en su manera de actuar. Como si nada hubiera pasado.

Ya de por sí, Yuki no mostraba muchos cambios cuando algo realmente le afectaba y él creía ser el único que lograba notar esos cambios. Fue por esa razón que se sintió totalmente desconcertado cuando el dolor de su hermano se hizo tan evidente en su rostro...

Ése dolor que pudo ver con tanta claridad en los ojos de su hermano le hizo pensar que sin importar qué le dijese Yuki seguiría sufriendo, que el amor que Yuki sentía ya era tan profundo que un simple consejo no iba a ser suficiente para alivianar el pesar que sentía. Ése dolor era el de una persona que había pasado por cosas que él ni siquiera había experimentado.

Faltaban unos pocos minutos para que tocara la campana, indicando la vuelta a casa. Justamente ese día no tenía actividades del Club de Té, así que saldrían lo cinco juntos del colegio y en una parte determinada del trayecto quedarían solamente Yuki y él.

Cuando tocó la campana, y luego del saludo al profesor, Yuta se dispuso a recoger sus cosas para ir con Kaname hacia la salida, donde se encontrarían con el resto. Estaba guardando sus cosas con lentitud, con una exagerada lentitud… No quería volver a ver esa expresión lastimada de Yuki nunca más, y por esa razón odiaba a la persona que lo había hecho sentir así.

Recordó esos momentos en los que podía abrazar a Yuta juguetonamente sin culpa alguna. De nuevo, su mente vagó por esos momentos en los que se tiraba encima de él, sentía las mismas cosquillas de siempre en el estómago, pero no entendía qué eran completamente.

Dicen que los ignorantes siempre serán más felices.

Siempre supo que lo que sentía por su hermano no podía entrar enteramente en lo que por la sociedad era clasificado como "normal". Siempre supo, también, que no debía contarle a nadie los deseos que sentía de darle besos a su hermano. Y aun así, nunca se le había cruzado por la mente que estaba perdidamente enamorado de él.

Aunque cualquiera diría que era algo totalmente obvio, para Yuki no lo había sido: nunca había experimentado nada como el amor así que no sabía reconocerlo cuando lo tenía frente a él. No le gustaban las comedias románticas tanto como le gustaba Full Metal Alchemist y tampoco, nunca en su vida, había sentido la necesidad de salir con alguna chica, ni besarla, ni siquiera volverse amigos.

Si a alguien tenía que señalar como detonador, y no tenía problemas en empezar a echar culpas internamente, Yuki alzaría el dedo en desprecio hacia una chica de pelo corto que era compañera de Yuta en segundo año. Takahashi Rima: una niña sosa, tímida, sin autoestima. Ella era ese tipo de personas que necesitaban protección… y Yuta siempre había sido un defensor de los débiles.

Cuando Yuta aceptó ser novio de Takahashi, Yuki sintió por primera vez el miedo de perder a su gemelo. Nunca había tenido una verdadera amenaza que pudiera destronarlo como número uno en el corazón de su hermano así que cuando la tuvo sintió por primera vez lo que era sufrir por amor.

"Uno no aprecia lo que tiene hasta que lo pierde", algo así decía el dicho, y eso fue exactamente lo que le sucedió a Yuki.

Durante ese breve, muy breve lapso de tiempo que duró la relación entre Rima Takahashi y su Asaba Yuta, se la pasó preguntándose por qué deseaba que su hermano escogiera estar con él en lugar de estar con una niña tonta que no podía decir su nombre sin titubear y, al mismo tiempo, suspiraba resignado ya que la chica en realidad era buena persona. Él lo sabía tanto como estaba consciente de que la ofendía internamente porque sentía envidia de ella. Bueno, ¿quién en ese momento no había sentido envidia de Rima Takahashi?

Cuando Yuki vio a Rima y a Yuta en una cita luego del colegio, sintió su corazón encogerse mientras que un deseo de estar en el lugar de la chica poco a poco iba acomodándose en su pecho, justo al lado de la envidia. En ese momento, se le cruzó por la mente que si él era el hermano de Yuta… ¿entonces, por qué estaba deseando estar en el lugar de la novia?

Luego de ese descubrimiento, no fue mucho después del rompimiento con Takahashi que Yuki logró ponerle etiqueta a los sentimientos que profesaba hacia su gemelo. De alguna manera sentía que al mencionar la palabra amor todo el mundo lo malentendería, sin comprender a qué tipo de amor se refería.

El Asaba más joven pensó en eso durante todo el camino a casa, echándole la culpa a Takahashi sin parar. Si la chica no hubiera aparecido en sus vidas, tal vez Yuki aún creería tontamente que el amor que sentía por Yuta era solamente el fraternal, y no ese amor culpable y secreto que cargaba sobre sus hombros sin que nadie fuera consciente de su mera existencia. Suspiró cuando se dio cuenta de que no importaba cuántas veces tratara de echarle la culpa a la chica, la fracción de él que todavía conservaba la razón le seguía repitiendo que todo era culpa suya desde el principio y que tratar de limpiarse las manos ensuciando a Takahashi solamente era estúpido, ya que ella lo único que había hecho había sido enamorarse.

Ambos estaban en silencio mientras se dirigían a casa, cada vez más cerca de llegar. Por primera vez, no quiso empezar una conversación.

Dejó el tema de Takahashi descartado y se distrajo pensando en si se había vuelto estúpido de repente, o ya, definitivamente, era cien por ciento seguro que no podía resistirse a Yuta. Porque cuando Yuta lo tomó de los hombros, y él sintió el calor de sus dedos atravesándole la piel, mientras que éste le decía que siempre iba a estar para él sin importar qué hiciese… Yuki no pudo evitar que su corazón se contrajera, tanto de dolor como de la satisfacción que le causaba escuchar esas palabras de su hermano.

Pero, en serio, ¿en qué nivel de idiotez había que estar como para pedirle un consejo acerca de un problema amoroso a la misma persona que se lo estaba causando? No tendría que haber importado el dolor que le provocase estar enamorado de su gemelo, se suponía que él debería haberlo soportado lo suficiente como para que Yuta no supiera nada acerca de sus sentimientos.

Aunque Yuta no sabía que era de él, sí sabía que Yuki estaba enamorado. Y eso ya le parecía un problema al más joven de los gemelos. Lo único que quería era que cuando llegaran a casa Yuta no le diera el típico aliento de "no te rindas", así por lo menos toda la vergüenza que había pasado contándole acerca de su enamoramiento no hubiese sido completamente en vano.

Insertó su llave en el cerrojo, sintiendo la mirada de su hermano quemándole la espalda, ambos en silencio sepulcral, luego la giró dos veces hacia la derecha, sacando el seguro que les impedía ingresar a su hogar. Yuki nunca le había prestado tanta atención a las pisadas que sus zapatillas hacían contra el suelo lustrado de la entrada de su casa. Ambos se sacaron sus zapatillas y abrigos y los dejaron en el lugar de siempre, aún en silencio, y luego descalzos caminaron hacia su habitación.

Sabía que Yuta estaba pensando en lo que había sucedido esa tarde, simplemente por el hecho de que a su hermano no le gustaba dejar conversaciones inconclusas. Tal vez se había pasado las últimas horas pensando en algún consejo para darle… Aunque Yuki no tenía ni la más mínima fe en que algo fuera a funcionar realmente para que pudiera dejar de sentirse de esa manera por su hermano.

Dejó caer su mochila en el suelo, como ya era de costumbre, y Yuta dejó la suya en la silla del escritorio.

No le sorprendió que fuera Yuta el que rompiera el silencio.

—Deberías tratar de olvidarla.

Yuki se sintió desconcertado por un segundo y una milésima de segundo después se dijo que era obvio que su hermano iba a pensar que su problema amoroso era por una chica, no un chico, mucho menos que ese chico era él. Por otro lado, no se había imaginado que su gemelo simplemente iba a decirle su consejo, sin ningún tipo de conversación previa para que Yuki pudiese acostumbrarse a hablar del tema. Le hubiera agradecido internamente si lo hubiese hecho porque, en serio, a Yuki le hacía mucho mal hablar de ese tema justamente con Yuta.

Se maldijo internamente. Era su culpa por no saber cerrar el pico en los momentos adecuados.

—Ya lo intenté—le contestó, y su propia voz le sonó áspera, como si no hubiese hablado durante años.

Empezó a desabrochar su buzo, sin mirar a su hermano todavía, tampoco tenía la intención de hacerlo en algún momento.

—Inténtalo con más fuerzas, entonces: Aléjate de esa persona.

Era obvio que Yuta no entendía cómo se sentía ni en lo más mínimo. ¿Cómo iba a poder olvidarlo, si siempre lo tenía a su lado? ¿Cómo iba a poder olvidarlo, si en el fondo sabía muy bien que no iba a poder seguir viviendo si Yuta no estaba junto a él?

—No puedo—dijo, sintiendo que su voz no salía de la manera que deseaba.

Era irónico que Yuta le estuviera diciendo que se aleje de él. Y le era aun más irónico que aunque una parte de él deseaba que esa conversación terminara, otra parte deseaba seguirla para que Yuta, aunque fuera solamente un poco, entendiera cómo se había estado sintiendo todo ese tiempo.

— ¿Por qué?—escuchó que su hermano le preguntó.

Inmediatamente escuchó los pasos de Yuta aproximándose lentamente hacia donde él estaba parado, frente a sus literas. Volteó su cabeza hacia él y lamentó haberlo hecho.

Su corazón dio un vuelco cuando notó lo cerca que sus rostros estaban.

—Po-Porque…— empezó a balbucear, por un segundo se olvidó lo que iba a decir— Porque esa persona ya forma parte de mi vida, sería extraño alejarme—se felicitó a sí mismo por haber podido formar una oración con su gemelo tan cerca de su rostro—. Además no quiero perder a esa persona, solamente quiero dejar de estar enamorado de ella.

Apartó su mirada y la dirigió hacia el último botón que le faltaba por desabrochar de su buzo. Se lo quitó y lo apoyó en la cama de arriba, la de Yuta, mientras éste se quedaba en silencio. Lo miró de reojo y, luego de unos segundos de que sus miradas se cruzaran, Yuta soltó un suspiro mientras desviaba la vista. Yuki se odió a sí mismo por sentir tentador al vaho que se escapó de sus labios por el frío.

— ¿Entonces qué harás?—a Yuki le sorprendió que, aunque seguía calmado, el tono en la voz de Yuta denotaba su enojo—. Quieres dejar de amar a una persona de la que no te piensas alejar. Tu lógica no tiene sentido, Yuki.

¡Claro que lo sabía! Sin embargo, no podía alejarse de Yuta y tampoco quería hacerlo. Peor que amar a Yuta sería no poder estar con él. Sabía que el amor que sentía por su hermano ya no tenía vuelta atrás y que alejarse de él no cambiaría nada; una mejor solución hubiera sido que cuando tenía ocho años alguien se hubiese sentado a explicarle que querer besar a su gemelo no era correcto y que era mejor que empezara a prestarles más atención a sus compañeras de clase.

Yuki estaba arruinado desde la raíz de su ser. Porque su madre, en lugar de tener un hijo, tuvo gemelos; Porque su padre nunca se molestó con él cuando en su niñez decía que se casaría con Yuta; Porque sus amigos nunca le dijeron que no era normal que abrazara tanto a Yuta cuando empezaron la primaria; Porque su gemelo justamente tenía que ser Yuta; Porque Yuta era tan considerado con todos; Porque Yuta era tan perfecto en todo lo que hacía; Porque Yuta lo puso como prioridad en su vida desde el primer momento; Porque Yuta siempre estuvo ahí para él; Porque Yuta lo iba a amar toda su vida.

Pero no lo iba a amar de la manera que él quería.

— ¿Crees que no lo sé?—susurró.

Vio cómo las cejas de Yuta, que hace unos momentos habían estado fruncidas, se relajaban mientras su expresión se transformaba en una de sorpresa.

Ya estaba harto de hablar del tema.

—Me voy—anunció secamente mientras se quitaba su camisa para ir a buscar una remera manga larga—. La nueva G-Fantasy sale ho-

Los latidos de su corazón se dispararon y su respiración se cortó, dejando su frase sin finalizar. Sintió los brazos de su hermano rodearle el cuello y sus cabellos acariciarle la mejilla.

—No puedo verte así—le susurró Yuta en el oído y Yuki sintió como un escalofrío le recorría la columna vertebral.

Le era tan difícil armar un plano completo de la situación. En un momento se había dicho que era suficiente y se había dispuesto a escapar de la charla, pero al otro Yuta estaba abrazándolo.

No era el momento, se dijo, pero podía sentir el calor de su hermano afectarlo con más fuerza que nunca antes. Las manos que tocaban su espalda desnuda parecían estar más calientes de lo normal, pero Yuki no quería alejarse del contacto. La mano derecha de Yuta lo sujetaba desde su nuca y lo empujaba para que su mentón descansara sobre el hombro de éste, mientras que la mano izquierda estaba posada sobre su omoplato izquierdo en un abrazo que lo estaba sofocando.

Pudo sentir cómo el calor subía a sus mejillas y sus latidos empezaban a ser más frenéticos y desacompasados. Respiró fuertemente por la nariz, con la intención de calmarse, y lo lamentó porque de esa manera pudo captar el aroma de la nuca de Yuta.

Esa nuca era tan tentadora y, estando tan cerca, él podía besarla en ese mismo instante si quería… Pero no era correcto. No debía. No debía. No debía. No debía. No debía. No debía hacerlo.

Con toda la fuerza de voluntad que fue capaz de recolectar, no le devolvió el abrazo a su gemelo y posó sus manos sobre su pecho. Lo empujó suavemente, tan débilmente que se dijo a sí mismo que era el colmo que perdiera todas sus fuerzas justo en ese momento.

—Suéltame—le pidió en un susurro, aunque su intención original había sido que su voz sonara firme.

Su gemelo, para variar, no le hizo caso y se apegó más a su cuerpo, sumándole más fuerza al abrazo. Entonces la mano izquierda de Yuta se deslizó desde su omoplato hacia abajo, acariciando su espina vertebral, haciéndolo temblar. Sintió un cosquilleo en el estómago que lo único que logró fue ponerlo aun más nervioso de lo que ya estaba. La suave mano de su hermano mayor se detuvo en la parte baja de su espalda. Aunque el movimiento de Yuta había durado unos pocos segundos, Yuki pudo extasiarse saboreando cada caricia lentamente.

¿Cómo iba a olvidarlo cuando hacía ese tipo de cosas?

—Prométeme que lo intentarás—musitó suavemente Yuta con preocupación en su voz.

¿Qué tan malo era su aspecto como para que Yuta mostrara una voz tan destruida? Las cuerdas vocales de su gemelo siempre emitían sonidos perfectos, pero cuando le hizo ese pedido Yuki pudo notar cómo la angustia logró que la voz de Yuta se quebrara. Esa oración había asemejado a una plegaria, como si Yuta le estuviera rogando que lo intentara

Más que su propio dolor, lo lastimaba que Yuta sufriera por su culpa. Porque Yuta no había hecho nada malo; era él quien estaba fallado. Yuta no tenía por qué angustiarse por su culpa.

Guiado por ese pensamiento, lentamente le devolvió el abrazo, sujetando el buzo azul de su hermano mayor con fuerza. Hundió su rostro en el cuello de Yuta, disfrutó su calor por unos segundos.

—Lo prometo—le dijo.

Y aunque él no era el tipo de persona leal a su palabra, Yuki sí era el tipo de persona que intentaría cualquier cosa por la persona que amaba.