Mabel contemplo detalla menté, las fotografías que había tomado durante esos día de verano, al momento de borrar la mayoría, eran basura simplemente basura, observo por la ventana mientras arrogaba la cámara digital contra su pequeño sillón mullido, mientras gruñía y pateaba al gigante pato de peluche que ganara en la feria distrital, intentando en vano sacar toda esa maldita frustración de su sistema nervioso.
— Dip – rabio de nueva cuenta recordando a la persona que tanto le hacía enervar, no solamente se había olvidado casi por completo que tenía una melliza en su vida – Todo por un par de tetas – satirizo saliendo de su habitación anímica.
Bajo hacia la cocina sin muchas ganas, en realidad tan solo pensar en eso le revolvía el estomago.
Sintió un remolino en su interior al ver a su mellizo hablando estúpidamente por celular, mientras ella intentaba no mirarlo siquiera.
— No en serio — respondió el chico sonriendo — me encantaría ir fin de semana con tus padres en los Hamptons – musito el chico, intentando no parecer nervioso ante la insistencia de su novia – a un que no crees que sería un pueblerino entre magnates – rio nerviosamente –sé que te gusta mi forma de ser – murmuro el chico sonrojado, intentando no tartamudear ante el alago fácil.
— Arrastrado — gruño la chica tomando su jugo de zarzamora azul – mísero arrastrado – bufo completamente amargada subiendo las escaleras y azotaba su puerta para segundos después recargarse sobre ella y sollozar levemente – estúpido Dipper – gimoteo intentando alegar esas lágrimas de su rostro, además de ese extraño sentimiento de pérdida, que comenzaba anidar en su corazón, al haber perdido lo más preciado para ella en el universo, frente a la única persona en la vida que de verdad detestaba hasta la eternidad.
Una simple palabra que la hacía sentir en el purgatorio, la chica frunció su seño mientras intento susurrar ese nombre sin no morderse la lengua de la maldita rabia, la palabra que juro nunca volvería a pronunciar, esa palabra que le había arrancado lo más preciado para ella - Pacifica – susurro mientras descendía lentamente hacia la soledad que consumiría lentamente toda su existencia.
