Eran las 6 de la mañana cuando desperté ese dia, no había ni un ruido y mi habitación estaba todavía oscura, un poco de luz se filtraba por la ventana y me permitía ver mi ropa tirada en el suelo, hecha bolas junto a mi sillón de terciopelo rojo. Recordé todo lo que había ocurrido la noche anterior (y todas las demás noches desde hacía ya 4 meses) y me sonrojé. Sentí un ligero dolor en mi brazo derecho y al mirarlo descubrí un moretón en el lugar en donde él me había apretado.
Me quedé un rato mas recostada en mi cama, pensando en cómo darle la noticia al Sr. Todd. Yo sabía que no podía retrasarlo más, no faltaba mucho para que comenzara a engordar y no quería seguirme arriesgando a lastimar al bebé, porque era mío, y de él. Me levanté al poco rato, recogí mi ropa y la puse sobre mi cama, quitando las arrugas de mi vestido con las manos. Me dirigí hacia el baño y cerré la puerta detrás de mi. Con cuidado me metí en la tina y dejé correr el agua, sosteniéndome de la pared para no resbalar. Una vez que el agua estuvo caliente me senté y recargué mi cabeza en la almohada, acariciando mi vientre, sintiendo la piel tensa alrededor del bulto que ya se sentía duro. Me permití varios minutos de reflexión y despues me dispuse a bañarme.
Me levanté y tomando el jabón lo pasé por todo mi cuerpo muy lentamente, cuidando de no despertar a mi bebé. Me tomó mucho rato, pero por fin quité el tapón de la tina y me envolví en mi toalla favorita. Con cuidado salí de la tina y abriendo la puerta me encaminé hacia mi cama. Me puse mi ropa interior y despues pasé el vestido por mi cabeza, apretando lo menos posible las cintas para no lastimarnos, me puse las botas y salí de mi habitación, levantando mi vestido para ensuciarlo lo menos posible.
Caminé lentamente por el corredor mientras peinaba mi cabello y seguía dandole vueltas al asunto del bebé. Llegué a la cocina y tomé una manzana de la canasta que estaba sobre mi mesa, con cuidado me senté y la comí lentamente, imaginando la reacción del Sr. Todd cuando le diera la noticia. Me habría gustado imaginármelo felíz, sonriendo por primera vez en más de 15 años, pero por alguna extraña razón no podía. Lo veía enfrente de mi, pero no sonriendo, solo mirándome con expresión vacía. Decidí alejar esa imágen de mi mente y me concentré en lavar los pocos platos que habían quedado de la cena del día anterior. Cuando terminé salí al patio de atrás y subí las escaleras que llevaban a su barbería, lentamente y sin hacer ruido, todavía intentando no despertar al bebé que dormía dentro de mi.
Llegué a la puerta de entrada y toqué varias veces, y despues de varios segundo esta se abrió dejando ver una habitación bien iluminada. En el centro había una reluciente silla de barbero y sobre ésta 3 navajas de plata, brillando al reflejar la luz que entraba por la ventana. Recargado en una de las paredes estaba el Sr. Todd, mirando a traves de la ventana y tarareando una canción. Entré a la habitación y cerré la puerta detras de mi, me acerqué lentamente hacia él, pero cuando me miró me detuve, sintiendo que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Todo dentro de mí me gritaba que me alejara de él, y por primera vez le tuve miedo, el mismo miedo que supuse le tendrían sus clientes cuando estaban a segundos de morir. El Sr. Todd caminó hacia mi y yo me quedé helada, incapaz de moverme. Él estiró su mano y suavemente tocó mi mejilla, con un brillo extraño en su mirada. Debió de haber sentido mi miedo, porque al tocarme lo hizo con cuidado y muy lentamente. Se acercó un poco más a mi y pasó su brazo por mi cintura, apretándome contra él, sin lastimarme. Me miró a los ojs y sin decirme nada me besó lentamente, como si en verdad me quisiera, como si supiera que dentro de mí dormía su bebé. Pasé mis brazos por su cuello acercándome un poco más a él, asegurándome de no lastimar al bebé. Poco a poco fué profundizando el beso, levantándome ligeramente del suelo. Sentí como el bebé se movía dentro de mi, pero seguí besándolo, sin pensar en nada mas que en el roce de sus labios. Poco a poco, muy lentamente, me llevó a su habitación, sin dejar de abrazarme.
Con cuidado me recostó en su cama, poniéndose encima de mi. Lentamente me quitó el vestido, besó mi cuello y desató las cintas de mi corset. Poco a poco sus movimientos se tornaron bruscos, y durante los 20 minutos que duró todo yo sentía como él lastimaba a mi bebé, poniendo todo su peso sobre y dentro de mi. Cuando todo terminó él se recostó a mi lado, respirando entrecortadamente y manteniendo su brazo alrededor de mi cintura. Yo sabía que el momento había llegado, tenía que darle la noticia y no podía esperar más. Suavemente él besó mi mejilla y yo cerré los ojos. Despues de un rato me senté en la cama y lo miré a los ojos, en silencio, temblando ligeramente. Así me quedé por unos momentos, hasta que por fin las palabras salieron de mi boca: "Estoy embarazada, es tu bebé". Él me miró con la boca ligeramente abierta, sin saber que decir o que hacer. Poco a poco comenzó a enojarse, lo sé porque el brillo fue desapareciendo de sus ojos, hasta casi dejarlos sin vida, y yo temí por mi bebé, sobre todo cuando el Sr. Todd dirigió su mirada hacia mi vientre. Yo coloqué mi brazo alrededor de mi para protegerlo y me eché hacia atrás cuando él se levantó, se vistió de nuevo y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación. Yo me levanté con cuidado, sin quitarle los ojos de encima, y me vestí tambien, intentando calmar el temblor de mis manos. Una vez que hube terminado me dirigí hacia él y suavemente puse mi mano sobre su hombro, pero él la apartó de un empujón y fué a sentarse sobre la cama, cubriendo su rostro con sus manos y murmurando en silencio. Yo me quedé en donde estaba, sin saber que hacer a continuación, hasta que él logró decirme: "Vete de aquí. Déjame solo". Su voz sonó pausada, como si estuviera conteniendo su enojo hacia mi y hacia el bebé, asi que inmediatamente me encaminé hacia la puerta, la abrí y con cuidado bajé las escaleras, conteniendo las lágrimas.
Al llegar a mi habitación me recosté en mi cama, llorando incontrolablemente. Abrazé mi almohada favorita y así me quedé por un largo rato. Finalmente pude controlarme, sequé mis lágrimas con mi mano y suavemente acaricié mi vientre, deteniéndome justo encima de mi ombligo. "Todo va a estar bién" le dije a mi bebé con la voz entrecortada. "Yo estoy aqui, y yo te voy a cuidar". Lentamente me incorporé y tomé una de mis cobijas, me recosté de nuevo y me cubrí con ella. Cerré mis ojos y sentí como mi bebé se movía dentro de mi. Me quedé dormida al cabo de unos minutos, deseando con todo mi corazón que el Sr. Todd bajara de su tienda, se acurrucara junto a mi y me susurrara al oído que era verdad que todo iba a estar bién.
