Capítulo I

"Doble vida"

El sol resplandecía con intensidad, reflejándose en el majestuoso y apacible mar. Sus cálidas aguas cristalinas golpeaban con delicadeza las blancas arenas de la costa. Corría una suave brisa que hacía más ameno el clima. Aun así, hacía bastante calor, aunque el verano cefiriano no era tan agobiante como lo era en Tokio.

-¡Vamos Ascot!- dijo la joven de intensos ojos azules, mientras jalaba del brazo a su gran amigo, el palu. Llevaba una delicada bikini azul, sus cabellos celestes danzaban con la brisa de mar.- ¡Ven a nadar conmigo! - El joven lucía claramente avergonzado, sus mejillas estaban rojas. Aún llevaba su túnica y su sombrero, pero sus pies estaban descalzos.

-¡Ya te he dicho que yo no sé nadar, Umi!

-Anda Ascot, no seas tímido. - interrumpió la morena de cabellos rosados, que se encontraba sentada en la arena a unos metros de ellos, junto a una jovencita de cabellos color fuego. También llevaba su bikini puesta, aunque, bueno, a decir verdad, no había mucha diferencia entre su traje de baño y su ropa habitual. - ¿No tienes calor con toda esa ropa? - continuo, solo para que el rostro del palu pasará de Rojo a bordo. Hikaru río. Ella llevaba una trikini roja, con un pronunciado escote, que hacía que sus pechos lucieran aún más exuberantes, y un tajo en su vientre, el que dejaba su ombligo al descubierto. A esas alturas, ya todo Céfiro sabía de los sentimientos del joven hechicero hacia la bella guerrera de Ceres. Todos menos la misma guerrera, claro está. Aunque Hikaru a veces pensaba que, en realidad, Umi se hacía la tonta para no tener que rechazar a su gran amigo.

-Vamos Ascot, solo a la orilla ¿sí? - dijo con una tierna sonrisa, que hizo ruborizar aún más al joven. – Vamos, no tengas miedo, Ceres no te hará daño, jamás se lo permitiría. - continuó guiñándole un ojo. Eso hizo que se sintiera aún más avergonzado. Suspiró. No había forma de decirle que no a Umi, ella era muy cabeza dura. Pero así le gustaba. Se dejó llevar hasta la orilla. Ella lo llevaba de la mano. La observó con detalle. Ella era tan perfecta. Y ese último tiempo se había puesto aún más hermosa, tenía una figura espléndida, sus pechos habían crecido bastante en los últimos años. El contoneo de su andar lo hacía excitarse. ¿Cómo podía verla sólo como a una amiga? Sintió el agua del mar acariciar sus pies. Se sentía bien. Casi como si fueran las caricias de su sirena. Umi volteó y lo miró con una sonrisa, al mismo tiempo que le soltaba la mano. Ascot la observó de arriba abajo, admiró su cuerpo, ahora de frente. Era tan hermosa. Volvió a sonrojarse. Ella le hacía perder la razón, le despertaba tantos sentimientos nuevos. Sentía que cuanto más pasaba el tiempo más se metía dentro de su corazón.

Umi volvió a sonreír, su amigo la observaba en silencio. Rápidamente se separó de él y uso sus manos para salpicarlo con agua de mar. Ascot se sobresaltó. Ella lo tomó por sorpresa.

-¡Umi! – gritó, con cierta molestia. Toda la molestia que podía llegar a tener con su sirena. Umi se echó a reír.

Desde la playa, Hikaru y Caldina los observaban. Una gota de sudor resbaló por la cabeza de Caldina.

-Ese muchacho es demasiado tímido. ¡Jamás cambiará! Me preguntó si algún día se animará a confesarle sus sentimientos.

-Quizás, sea mejor así…- dijo Hikaru. Bien sabía que su amiga seguía embobada por el gran maestro y que nada ni nadie podía quitarle la ilusión de hacer realidad su sueño. Una confesión por parte de Ascot, significaría un irremediable rechazo de la guerrera de Ceres, lo que, sin dudas, le rompería el corazón al palu.

-Por cierto, ¿dónde andarán los tortolitos? – Hikaru sonrió, mientras imaginaba que podían estar haciendo esos dos.

·.·´¯`·.·

-Ya detente Ferio. - dijo una avergonzada rubia, aprisionada contra una palmera, por aquel que decía ser el amor de su vida. Pero sus ojos y todo su cuerpo parecían implorarle a las manos inquietas del príncipe que sigan explorando su cuerpo.

Ella llevaba un bañador enterizo, de color verde manzana, un pareo blanco, con detalle de flores rosas la cubría de la cintura para abajo. Él volvió a besarla, sin mediar palabras, mientras sus manos traviesas acariciaban su espalda, y bajaban un poco más. Ella rodeo su cuello con sus brazos, mientras su lengua jugueteaba con la de su amado príncipe. Entre besos y caricias, la temperatura de sus cuerpos comenzó a aumentar, se deseaban demasiado. Los dedos de ella se colaron entre sus verdes cabellos, y las manos de él se posaron en sus nalgas unos segundos, antes de buscar, "a ciegas", el nudo de su pareo. Sin dejar de besarla, sus sudorosas manos lo desataron, dejándolo caer libremente al suelo. Fuu abrió sus ojos de repente. Avergonzada, separó sus labios de los de él, al mismo tiempo que retiraba sus brazos de alrededor de su cuello.

-Ferio…

-No me hagas esto Fuu...

- ¡Ferio! Deberíamos volver. Los demás deben estarse preguntando donde hemos estado. - Las mejillas de Fuu estaban ruborizada. Se apresuró a levantar su pareo y lo ató a su cintura, lo más rápido y prolijo que sus manos temblorosas le permitieron. Ferio sonrió. Ella era tan correcta, tan tímida. Por eso la amaba tanto.

-Está bien, Fuu… no tienes porqué ponerte nerviosa, sabes que no haremos nada que tú no quieras… te esperaría una eternidad si fuera necesario. Volvamos.

·.·´¯`·.·

Umi se envolvió con una toalla y observó a su mojado amigo escurrir su gorra. Río. Caldina le alcanzó una toalla al palu.

- ¿No crees que hubiera sido mejor que te quitarás toda esa ropa? - río la morena, mientras Ascot secaba su cabello con la toalla. Ascot volvió a sonrojarse.

-Oye, Ascot. - Umi se puso enfrente de su amigo y cerró los ojos. Las gotas de agua de sus ropas comenzaron a evaporarse una a una, hasta que quedó completamente seco. Ascot se miró sorprendido. Umi sonrió. - No puedo permitir que te enfermes por mi culpa. - dijo, guiñándole un ojo. Ascot volvió a sonrojarse. Umi se alejó de él y se sentó junto a su amiga. – Hoy es nuestro último día. - dijo, tras un profundo suspiro. Hikaru observó como el sol se perdía tras el mar. Las primeras estrellas aparecían en el horizonte. No dejaba de sorprenderle la cantidad de estrellas que podían verse en el cielo de Céfiro, muchos menos que pudieran verse hasta las galaxias.

- Es verdad, esta semana paso demasiado rápido. En dos días comenzaremos el colegio.

- Ni me lo recuerdes, de verdad voy a echarlas mucho de menos… Desearía que papá me dejara cambiarme a la preparatoria a la que ustedes van. Pero sé que eso nunca pasará. Aún no sé cómo voy a hacer para evitar que me mande a estudiar a Inglaterra cuando termine el colegio.

-Vaya, vaya. – dijo la morena observando a los que se asomaban. Umi y Hikaru voltearon a ver a los recién llegados. – Hasta que se dignaron a volver… - dijo con cierta malicia, provocando el sonrojo de la introvertida rubia. - Fuu, tienes sarpullido en tu rostro y cuello. Creo que nuestro príncipe no se ha rasurado hoy. Eres muy desconsiderado Ferio, sabes que la piel de Fuu es muy sensible. - Hikaru y Umi rieron, y Fuu se puso aún más roja. Caldina siempre lograba avergonzarla.

- Creo que ya es hora de volver. - dijo Hikaru, poniéndose de pie. A esas horas su blanca piel estaba enrojecida por el sol del verano cefiriano, había pasado toda la tarde sentada en la arena. La guerrera del fuego no se llevaba muy bien con las furiosas aguas de Ceres, prefería el calor del sol cefiriano. - Debemos estar en casa antes de las diez y aún tengo que armar mí bolso.

- Quisiera no tener que irme. - continuo Umi, poniéndose de pie también.

- Tampoco yo. - continuo Fuu, mientras miraba con cierta tristeza a su amado Ferio. - Pero Kuu sería capaz de venir a buscarme hasta aquí si no regreso. No olviden que ella nos cubrió con nuestra mentirita de las vacaciones en la playa.

- Pues estamos en la playa no, así que, técnicamente, no estamos mintiendo. Claro, nuestras vacaciones eran más lejos que lo que nuestros padres piensan. - dijo Umi.

- ¿Oigan, alguien ha visto a Mokona?

·.·´¯`·.·

Descansaba sobre la gruesa rama del viejo roble del jardín del lago, el árbol más viejo de todo el palacio, más viejo incluso que el gran maestro Clef. Era el final de un largo día de trabajo. Aunque, desde que Hikaru había delegado su poder de pilar en el pueblo cefiriano, no había demasiado que hacer, mucho menos desde que ellas habían logrado abrir el portal nuevamente, hacía casi un año atrás. Céfiro estaba en su mejor momento, mejor aún que cuando lo gobernaba Esmeralda. El clima era agradable en todo momento, la lluvia solo caía cuando los suelos pedían por ella, las plantas florecían todo el año, las flores tenían un aroma más hermoso y hasta los monstruos del bosque del silencio convivían armoniosamente con las personas y las demás criaturas. Las personas vivían en armonía, jamás había un conflicto, un robo, una riña, todos se respetaban, todos tenían una buena relación, al menos por respeto. Hasta los habitantes provenientes de los planetas vecinos, como resultado de los procesos migratorios interplanetarios, se habían adaptado a ese modo de vida pacifico.

Recorrió el jardín con la mirada, buscándolo. Sabía que allí lo encontraría. Pudo divisarlo a lo lejos, sentado en el árbol en el que le gustaba descansar. Corrió hacia él. Llevaba un short de jean y una musculosa blanca, de tiritas. Su largo cabello rojo estaba atado en una trenza. Sus mejillas aún estaban rojas por el sol, al igual que el resto de su cuerpo. Se paró a los pies del árbol. El sintió su presencia, así que salto al suelo quedando frente a ella. No llevaba su armadura, tenía unos pantalones negros y una remera de manga corta del mismo color.

-Solo venía a despedirme. - dijo algo avergonzada. - Él la miró fijamente a los ojos. Estaba esperando que volviera de su paseo por la playa para poder despedirse de ella hasta quién sabe cuándo. Cuando sus obligaciones en la Tierra le permitieran volver, eso siempre le decía ella. La tomo por la cintura y acercó su rostro al de ella, al mismo tiempo que la alzaba un poco, para acortar distancias. La extrovertida pelirroja cerro los ojos mientras sus labios recibían a los del espadachín. Se fundieron en un tierno y, a la vez, apasionado beso. El espadachín era hombre de pocas palabras, pero bastaba con un beso o una mirada para expresar todos esos sentimientos que ardían en su interior.

Separaron sus labios cuando sintieron que necesitaban tomar aire. Él volvió a bajarla, hasta que sus pies tocaron el suelo. Hikaru abrió los ojos y lo observó.

- Te amo, Lantis.

- También te amo, Hikaru.

- No quisiera tener que irme...- Latis la hizo callar poniendo su dedo índice en sus labios.

- Tú no perteneces aquí, no sería justo que dejaras a tus amigos, tu familia y toda tu vida en la Tierra...

- Sabes que lo haría... Nada me importa más que estar contigo. -Latis la abrazó con dulzura. Ella recargó su cabeza sobre el fuerte pecho del espadachín.

- Pero aun eres joven, tienes muchas cosas que vivir, terminar la escuela... Ya habrá tiempo para tomar decisiones...- No quería decirle que él también daría todo porque ella se quede a su lado, ni de sus ideas de dejar todo en Céfiro para ir tras ella. Volvió a besarla con dulzura. - Vayamos con Clef, se hace tarde, no debes tener problemas con tus padres.

·.·´¯`·.· Días después, en la Tierra ·.·´¯`·.·

Se detuvo ante el imponente edificio. Suspiró, mientras abrazaba su maletín. El colegio nunca había sido su lugar favorito, menos aún desde su aventura en aquel mágico mundo. Último año de preparatoria, luego tendría que ir a la Universidad. Tenía que... su padre jamás le permitiría no ir. ¿Para qué? ¿De qué le servía estudiar en la mejor preparatoria de Tokio? ¿O hacer una carrera en la mejor Universidad de Londres? Si lo que ella realmente deseaba era irse a vivir en Céfiro. Allí no le servirían de nada sus estudios. Si tan sólo se animara a confesarle sus sentimientos al gurú, si tan sólo fuera correspondida. Entonces sí, no habría nada ni nadie que la convenza de volver a la Tierra. Miró hacia arriba. Necesitaba tomar fuerzas para ingresar, para volver a la realidad, después de las últimas semanas, esas semanas que se parecían tanto a un sueño hecho realidad. Caminó despacio, dispuesta a ingresar. Entonces, una extraña sensación la invadió.

Una joven de cabellos azules, cortos, pasó al lado suyo. Y se le estremeció la piel. La observó pasar a su lado. Ella volteó a verla. Sus miradas se entrecruzaron y, en ese instante, fue como que el tiempo se detuviera. ¿Qué era ese sentimiento? ¿Quién era esa joven? ¿Ella también lo había sentido?

·.·´¯`·.·

Ingresó al aula con una sonrisa en su rostro y una energía que cualquiera envidiaría a esas horas de la mañana. La positividad era su mejor cualidad. No importaba que tan mal estén las cosas, o que tanto extrañara a su amado espadachín, siempre estaba con una sonrisa en su rostro. Buscó a su amiga entre los presentes. La encontró sentada en el último puesto de la fila, junto a la ventana. Estaba feliz de que ese año les tocara varias clases juntas, aunque sería plenamente feliz si Umi pudiera estar con ellas. Corrió hacia ella.

- ¡Buenos días, Fuu! - dijo con un tono elevado

- ¡Karu-cham! ¿Cómo has estado? - Hikaru puso su maletín en el banco de al lado y se sentó.

- He vuelto a soñar con Céfiro... Realmente quisiera que no tengamos que irnos...- Fuu suspiró. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

- ¡Lo siento, Fuu! Sé lo difícil que es para ti separarte de Ferio.

- Volvió a pedirme matrimonio...-

- ¿En serio? Él nunca se rinde, ¿verdad? Oye, Fuu... ¿No has pensado en aceptar?

- ¿Qué? ¿Cómo podría? ¿Qué explicación les daría a mis padres?

- Es cierto... esto de tener una vida secreta no es tan sencillo.

- Una doble vida. - suspiró Fuu. - Supongo que, en algún momento, tendremos que decidirnos por alguna...

- Si…- Hikaru medito en silencio unos minutos. Su amiga tenía razón, por más que deseara más que nada en el mundo quedarse en Céfiro, no podría dejar, así como así su vida en la tierra, a sus padres, a sus hermanos. ¿Qué explicación podría darles? No podría irse sin decirles nada, sufrirían mucho al no saber que fue de ella. Pero ¿contarles? ¿Qué les diría? ¿Qué emigraría a otro planeta? ¿A un planeta al que, quizás, ellos nunca podrían ir?

La risa exagerada de una de sus compañeras de clase el saco de sus pensamientos. Desvío la mirada hacia el primer asiento, dónde las jovencitas se encontraban. La rubia de largo cabello lacio reía sin parar. Creía haberla vista alguna vez por los pasillos de la escuela, pero estaba segura de que era la primera vez que compartían clase. Estaba junto a una joven que tenía aspecto de mayor, de cabellos castaños, atados en una cola de caballo y expresivos ojos verdes. Una extraña sensación la invadió. Ellas tenían un aura particular, una esencia especial, se sentía como ¿magia? Pero que tontería, ¿magia en la Tierra? Claro que no podía ser posible.

De repente, la joven de cabellos dorados volteo a verla. Desvío la mirada incómoda. ¿Acaso ella había notado que la miraba fijamente?

- ¿Ocurre algo Hikaru? - pregunto su amiga.

-Ni, nada… Es solo que…- Fuu observó a las jóvenes de los primeros asientos.

- Es cierto… yo también puedo sentirlo… Ellas, son diferentes…

- Un misterioso poder las rodea…

La profesora ingreso en ese momento, y pidió a sus alumnos que tomen sus asientos y saquen sus carpetas. Hikaru tomo sus útiles, pero no pudo concentrarse en esa clase ese día. Ni en la siguiente, y la que vino después. Tenía una extraña sensación, un mal presentimiento. Algo no estaba bien y esas jóvenes, sin dudas, tenían algo que ver. ¿Quiénes eran ellas? ¿Acaso su sensación era cierta? ¿Ellas tenían poderes? ¿La magia era posible en la Tierra?


N/A

Bueno, empecé con todo esta historia jaja, creo que me quedó muy hot para ser el primer capítulo. Espero les guste. hace tiempo que tenía ganas de escribir un crossover entre Sailor Moon y Guerreras Mágicas, pero nunca me animé. A decir verdad, se me complica bastante escribir sobre Sailor Moon, pero bueno, veremos que tal me sale. Aquí el primer capítulo, espero sea de su agrado.