Nuevamente por aquí-subiendo fics claro-

Renuncia. Nada de esto me pertenece, la película es de sus respectivos creadores y creo que Lucas Film (aunque la vendió, tengo entendido) Esto es sin fines de lucro, no, no gana con esto.

Pareja Marianne/Bog (obviamente) Dawn/Sunny, además de algunas que salgan por ahí.

AU Humanos. La historia se desarrollaba mejor así que en su mismo universo (al menos en mi cabeza)

Creo que es el primer fic en español de Strange Magic (YES) y espero poder hallar más pronto-en algún momento espero- y no hubo exactamente una inspiración aquí, solo me senté y comencé a escribir. Me gustaría que todas las veces sean así. Se suponía que sería un one-shoot, pero no, jamás es tan fácil cuando uno quiere, por lo que habrá unos capítulos más, espero que lo disfruten.


Puede pasar un día cualquiera

Parte I

Marianne no era una mujer feliz, al menos según desde la perspectiva de Dawn. La joven y dulce Dawn había visto a su hermana enamorarse del chico más perfecto del mundo, al menos en lo que pensaban era perfección, guapo, galante y de cabello sedoso, tal vez demasiado sedoso para un chico ahora que lo pensaba, todo parecía maravilloso hasta el momento en que su hermana lo halló con otra, una de las secretarias de su padre por cierto, justo una semana después de haberle propuesto matrimonio…

Su padre insistió que fue un grave malentendido, según Roland el ahora ex prometido, le explicó y luego se reanudó su compromiso, sin preguntarle a la novia y fue cuando las cosas se pusieron peor.

Dawn suspiró por milésima vez, ya había pasado poco más de un año desde aquel fatídico día, en alocado acto de rebeldía Marianne había salido de su casa para no volver, hacía más o menos seis meses, se había conseguido un pequeño apartamento en el mismo edificio que Sunny, el jardinero de su padre, también había conseguido empleo gracias a él también, nada muy impresionante, era asistente de un pequeño despacho y todo lo que tenía que hacer era entregar los paquetes y llevar documentos. El sueldo era poco pero su hermana estaba orgullosa de decir que estaba saliendo adelante ella sola, no tenía nada que ver con su carrera pero eso poco importaba, ese rubio estúpido también había arruinado eso, ya no quería saber nada de administraciones ni farmacéuticas.

La alarma estaba sonando y era hora de que la mayor se levantara de un salto para salir corriendo a su trabajo, para el cual aún tenía que viajar una hora en transporte público, la menor había ido de visita y a llevarle algo de comida. Suspiró una vez más, entendía porque lo hacía pero aun así estaba segura de que ese ritmo de vida no era sano para su hermana.

Ese día, Marianne, tenía más ganas que nunca de matar a alguien, su hermana menor se coló en su departamento, pequeño ruinoso y todo lo malo que quieran pero era suyo y punto. Le llevó unos panecillos y chocolate caliente, lástima que no fue el café, además de recordarle que pronto sería el cumpleaños de su padre, como si no estuviera aun enfadad con él y tuvo el descaro de acompañarla todo el maldito viaje hasta su trabajo. ¿Qué motivos podría tener? Sea lo que sea no tenía nada que ver con ella. Vagar con Sunny por ahí solo para conocer chicos era banal y estúpido. Su vida estaba del asco y el proceso de salir del fondo era lento y pesado pero ella sería quien sonriera al último. Al llegar la noche estaría maldiciendo a todo lo habido y por haber solo que a las ocho de la mañana ella todavía no lo sabía.

Llegaron con diez minutos de ventaja, el lugar ya estaba abierto y un par de los abogados ya estaban en el lugar. Dawn se distrajo momentáneamente al ver una alta y desgarbada figura pasar, estaba segura de que lo conocía de algún lado…

— ¿No es…? — no pudo evitar la pregunta ni la sonrisa, ya habían pasado tantos años desde la última vez que lo vio, ella tenía como trece años y lo recordaba como un sueño lejano.

— ¿Qué? —Marianne estaba ocupada leyendo ya sus primeras entregas, cuando se dio cuenta de lo que habla su hermana menor — Ay no, no, no, no. Dawn no puedes, no debes — si había lago peor que tener que llevarla consigo una hora en el transporte público mientras cantaba la canción de los elefantes con ese estúpido gesto era verla mirar a ese tipo con esa mirada soñadora — No puedes hablarle ¡Dawn no! — no podía gritar ahí, pero tenía muchas ganas de hacerlo en ese preciso momento y toda la culpa era de él — ¡No puedes hablarle aquí! — dijo entre dientes — Me despedirán si lo haces — eso pareció retenerla un poco — Por favor Dawn — era mezquino pero no la dejaría hablarle, por sus propios motivos egoístas, él no iba a arruinar el ánimo alegre de sus hermanita con su horrible carácter.

— Bogkin Forest — ella parecía estar de regreso en su nube rosa.

— Dawn, no es Bogking, su apellido es King-Forest — ella dijo en un tono de burla cariñoso, recordaba haber corregido a su hermana menor muchas veces años atrás.

— ¿Entonces porque lo llamaban así? — dijo en un ligero puchero adorable, debería ser imposible para alguien de esa edad.

— Apodo de Bully, Dawn — canturreó con burla de nuevo, siguiendo con su clasificación de trabajo, estaba a un minuto de empezar.

— ¿Y cómo se llama él? — ella sonrió dulcemente y agitó una mano silenciosamente pero con entusiasmo ante la aterrorizada mirada de la hermana mayor.

— ¿Qué estas…? —miró al frente para ver la mirada desconcertada que el alto sujeto le estaba dando a su hermana, él parecía verdaderamente confundido al menos hasta que la miró a ella y frunció el ceño, las puertas del elevador se cerraron en ese momento — ¿Estás loca? — la tomó por los hombros y la sacudió ligeramente — Tendré suerte si no me despiden — dijo apretando los dientes para no gritar.

— ¿Qué? Pero si no hice nada malo, solo lo estaba saludando — la menor dijo en un susurro lastimero, sintiéndose culpable desde ya por lo que podía pasarle a su hermana.

— Nadie, de verdad nadie, habla con él sin motivo Dawn — le dijo ya habiéndola soltado — Incluso su correo es entregado a él por su asistente personal, nadie, te lo repito, habla con él solo porque sí o se enfada y le grita a todo el que esté cerca — ahora miraba a su hermana menor a los ojos.

— No te ha gritado a ti ¿O sí? — ella preguntó escéptica.

— Si lo hubiese hecho te aseguro que le faltaría al menos un diente —dijo agitando su puño ligeramente para hacer más énfasis en ello, además de que lógicamente ya no estaría trabajando ahí, pero eso no lo dijo en voz alta.

— ¿Y cómo es que puede hacer eso sin que nadie lo detenga? — ahora estaba sonriendo soñadoramente de nuevo, ella parecía pensar qué un tipo como él gritando a todos era atractivo.

— ¿Tal vez porque su padre es un socio mayor del Bufete? — había vuelto una vez más a sus entregas, ya se le estaba haciendo tarde para comenzar su día.

— Ohh y parece que sabes mucho sobre él, Marianne — ella cantó sus últimas palabras con ciertas intenciones — ¿Algo que quieras decirme? — recordaba que no era la única que había tenido un crush con el chico malo de la secundaria y luego de la prepa.

— ¿Ah? ¿Qué? — y en rostro se mostraba el más puro horror — ¿Estás loca, no? — y luego esa característica risa sarcástica — Tanto vagar para conocer chicos te está dañando. Ahora es momento de que te retires, hermanita, porque tengo trabajo y van a despedirme si no me doy prisa — casi lloró al ver el reloj, diez minutos de atraso, le sorprendía que el Sr. Forest-King no hubiese llamado ya para peguntar donde estaban los documentos que estaba esperando. Su paz duró poco, la señorita Stuff, graciosa, bajita y con una voz que cualquier marino envidiaría, estaba saliendo del ascensor con muy mala pinta en su ceño — Estoy muerta… — murmuró para sí misma.

— Te veo mañana Marianne — Dawn sonrió y se despidió, de nuevo con esa mirada brillante — Espero ver a Bogkin de nuevo pronto — no esperó una respuesta, ella simplemente salió del edificio, muy contenta de haber visto ese cambio en su hermana, sería un material muy jugoso para exprimir después, ahora era momento de ir a ver a los muchachos guapos que andaban por ahí.

La mañana había sido muy brillante, sol por todas partes y música desde muy temprano, Griselda había despertado a los dos hombres de su vida con el fuerte sonido de su voz, su esposo había gruñido pero sonrió, bueno lo que ella llamaba una sonrisa no lo era para los demás en realidad. Su hijo por otro lado estaba tan irritable como cualquier otro día, sin embargo ella no estaba cerca de dejarse llevar por ese carácter amargado que tenía desde hacía más de una década e incluso estaba dispuesta a hacer algo para cambiar ese hecho, así ninguno de los hombres con los que vivía estuvieran de acuerdo.

No eran millonarios realmente pero tenían una vida bastante acomodada, él era un abogado prominente, descendiente de una familia escocesa, hombres rudos y trabajadores, muchos de sus parientes incluso dudaron que lograra tener la suficiente sutileza para desempeñar un trabajo como el que tenía que requería de mucho trato con otros, sin embargo él logró poner de su lado ese defecto convirtiéndolo en una ventaja. Ella había sido una mujer normal, no tenía carrera y trabajaba como mesera en un curioso bar cuando se conocieron, ella siempre diría que fue amor a primera vista aunque su hijo dudaba de ello por completo.

Bogel King-Forest era lo más alejado a "ser feliz", a sus veintiocho años aún vivía con sus padres, no porque no pudiera independizarse, a decir verdad tenía un departamento propio bastante retirado de ellos, pero se preocupaba considerablemente por sus padres.

Su padre era un hombre orgulloso y testarudo, su madre una mujer demandante y terca, cuando se peleaban podían estar semanas, semanas, sin hablarse y él vivía en el infierno porque los dos lo acosaban con sus problemas, ella con su incesante parloteo y él con su presencia intimidante.

Tenerlos a los dos contentos era casi tan malo como lo anterior, su madre no dejaba de hablar de lo mucho que quería a su padre y de repetir cómo se conocieron y sus primeras citas y todas esas cosas, su padre se mantenía gruñendo de forma amenazante, su madre insistía en que esas eran sonrisas dulces, todo el tiempo era cansado vivir con ellos.

Pensó en dejarlos hacía tres años, en los dos meses que vivió solo su padre se cayó por las escaleras, no llevaba sus anteojos puestos al parecer, su madre se quemó el brazo mientras cocinaba, porque estaba distraída mientras estaba muy preocupada por su pequeño muchacho tan lejos de ella, se rompieron varios floreros, hubo mala hierba en el jardín, incluso oyó que cayó un rayo y eso quemó varios de los aparatos de esa casa. Nunca estuvo seguro de que eso fuera verdad…

Lo que sí sabía es que cuando él no estaba presente en esa casa todo lo malo que les podía ocurrir a sus padres sucedía y nadie podía impedirlo, a veces se preguntaba si no lo hacían apropósito o si en verdad era una coincidencia, quiso preguntarles alguna vez pero no estaba seguro de si quería una respuesta honesta a eso.

Él no tenía idea de que el presente día era uno que no iba a olvidar en mucho tiempo.

Griselda cocinaba para ellos porque era una mujer hogareña y preocupada, era una de sus maneras de demostrarles que los amaba más allá de lo posible, en sus propias palabras. Ahora estaba demostrando un poco más de ese amor maternal, tratando de pegar a su hijo con alguna de las encantadoras señoritas que había estado contactando específicamente con ese propósito. La hora del desayuno era uno de sus momentos preferidos para lanzar el anzuelo.

— Amanda en una encantadora chica, tiene una sonrisa preciosa y es aficionada a coleccionar estampillas, también sabe cocinar y está estudiando para Chef, te aseguro que es todo un encanto — ella estaba mirando a su hijo expectante — ¿Te acuerdas de ella cierto? — estaba segura de haberla señalado discretamente en una fiesta el fin de años pasado.

— Ella no tiene ni veinte años, madre — comentó con un tono aburrido, con el pasar del tiempo estaba casi acostumbrado, casi.

— Oh bueno, en ese caso Mishelle, la hija de Arthur McZina, sería de tu agrado, es doctora, aficionada al teatro y también muy hogareña — asintió mientras sonreía, como si aprobara más a esa "candidata".

— Está comprometida con el hijo de Ichinojo —la voz grabe del padre tenía ese tono autoritario que no admitía objeciones, aunque con el tiempo su familia había aprendido que no había verdadera hostilidad ahí.

— Pero aún no se casan y no me parecen muy felices cuando se han dejado ver en público — ella respondió de inmediato, haciendo un gesto con su mano que indicaba que no era importante ese compromiso — No hay culpa donde no hay delito — dijo casi como si estuviera regañándolos — Ella tiene tu edad, cielo — esta vez miró a su hijo con esperanza.

— Ella es mayor, madre, además es una liberal — dijo con educación, ante la atenta mirada de sus padres, si hubiese usado la palabra que en verdad quería describía a esa mujer su progenitora le hubiese volteado la cara por decir malas palabras en la mesa. Solo unos minutos más y podría largarse al trabajo, solo unos minutos más.

— Está bien, está bien, he visto que hay muchas chicas bonitas en el Bufete —padre e hijo casi se atragantaron al oírla, el mayor tuvo más suerte sin embargo — Nicole Satich parece muy agradable —

— Staiernich — corrigió el padre en un susurro casi inaudible y con mucha acides, se notaba que esa joven no le agradaba en lo absoluto — Ella no es su tipo — dijo ya con la mirada puesta en su esposa — Prefiero que salga con la asistente que con esa mujer — no es que su padre fuera elitista exactamente, pero él conocía a la chica en cuestión y sabía de quien se trataba desde el principio.

— ¿La asistente? — Griselda parecía mirar con interés, ella no conocía a la chica nueva, miró a su hijo con los ojos entrecerrados, conocía a su esposo y debió tener una razón para lanzar ese comentario.

— ¿Qué? — Bog miró a su padre primero con incredulidad y luego con enojo — ¿Desde cuándo hay una nueva asistente? — él había tenido a Stuff a su servicio desde hacía un año, cuando la décima persona contratada para ese puesto había huido por su causa, ella era un desastre manejando su agenda pero no entraba en pánico cuando él estaba teniendo uno de sus ataques de rabia, además era la hija de una de las mujeres de servicio de la casa, se conocían desde hace años, sabía que podía confiar en ella.

— Ingresó hace casi siete meses — el padre respondió elevando una ceja, habían pensado que la mirada de enojo era por otra cosa — ¿Qué te he dicho de ser más observador, Bogel? — eso se convertiría en una discusión al parecer — Un día van a matarte y ni siquiera te vas a enterar —

— Stuff se encarga de eso ¿Para qué necesitamos otra asistente? —decidió que prefería discutir que seguir oyendo de pretendientes nuevas — Y Bruttus se encarga de mantenerme con vida — aunque la mayoría de las veces resultaba ser al revés — También está Thang para el papeleo — ese chico bajito y hasta cierto punto torpe fue uno de sus compañeros de la escuela, siempre junto a él en todas sus fechorías, no lo parecía pero realmente lo apreciaba, era un buen amigo suyo.

— Tus asistentes son lentos y torpes, apenas pueden ponerse al día con cubrir tu documentación, es problema tuyo si quieres a ese par contigo, los demás requieren de una persona al menos medianamente capaz para hacer el trabajo — ahora su voz se asemejaba más a un gruñido.

— Suficiente — Griselda intervino antes de que ellos iniciaran la tercera guerra en su comedor — NO se habla de trabajo en esta mesa ¿Está claro? — su mirada feroz competía con la de su esposo, sin lugar a duda eran una pareja intensa.

— Ya me voy — Bog se levantó, evitando alzar la voz más de lo prudente. Se despidió de ambos padres y miró su reloj, tenía casi treinta minutos para llegar a la oficina.

Thang esperaba por él desde las ocho de la mañana, jamás se quejaba por cómo lo trataba o por cuanto tiempo lo dejaba esperando, ni siquiera cuando llovía o hacía frío. Bog miró el auto negro en el garaje de la casa, ahí estaban esos dos, en los asientos delanteros, no podía evitar la nostalgia que le invadía algunos días, cuando recordaba porqué razón ellos se hicieron amigos.

No era momento de pensar ello, entró a la parte trasera de su transporte y se puso a revisar todo lo que debía de tener para el día, sus dos compañeros no paraban de parlotear de alguna cosa, no era importante, hasta que el comentario de que la nueva asistente era temperamental llamó su atención, él realmente no recordaba ninguna cara nueva en la oficina, desde luego él no era de las personas que recordaran cada cara de veían ya que eso significaría un montón de esfuerzo y realmente, con honestidad, le daba igual quine trabajara ahí mientras que no se metiera en su camino. Quizás la vería ese día y finalmente despejaría esa pequeña incógnita.

Griselda había preguntado por la nueva asistente sin tener más respuestas que un par de gruñidos y la "sugerencia" de que dejara el tema por la paz, su esposo solo había tenido la intención de esclarecer que prefería a cualquier mujer para su hijo que no fuera esa mujerzuela aprovechada de Staiernich. Al conseguir una negativa solo le quedó una opción y se estaba quedando sin tiempo, apenas tendría unos cinco minutos para arreglarse, el vestido verde seco y unos zapatos bajitos estaban bien de cualquier forma, llamó a su chofer y con la vaga excusa de que iría a conseguir algo exótico para el almuerzo salió de su hogar, su esposo no se enteraría de sus planes hasta que dejara de leer el periódico, era perfecto.

Ella no pudo contar con mejor suerte, llegó justo detrás de su hijo, ya que Thang solía desviarse del camino rápido en favor de pasar por una cafetería de lujo por unos bocadillos y por café, obviamente. Griselda llevó a tiempo para ver que el personal de limpieza estaba ya terminado, algunos abogados estaban ya dentro y, oh jugoso momento, su hijo iba entrando, ella casi corrió, con cautela para poder tener información de primera mano.

No estaba segura de que fue lo que pasó, pero eso debió contar como el evento del siglo, había un par de chicas junto a las entregas de documentos y una de ellas, una rubia de gestos dulces, había saludado a su hijo como si lo conociera, tal vez ella era la asistente pero estaba muy bien vestida como para serlo, ese vestido celeste con dorado parecía más para una fiesta de campo o alguna reunión casual, no importaba, se dijo a sí misma, ella podía ser la indicada. Miró a su hijo después, él parecía estar tan desconcertado que incluso no tenía el ceño fruncido, además que él le devolvió el saludo a la chica aunque de forma sutil, después arrugó el ceño de nuevo pero Griselda ya no prestó atención a eso ¡Era momento de conocer a su futura nuera! La chica estaba despidiéndose de la otra, la cual por su vestimenta más formal debía de ser la asistente. Apenas salió la joven rubia, Griselda la abordó, presentándose a sí misma…

Marianne respiro profundamente cuando Stuff estuvo a su lado, esperando la documentación para su jefe, ella estaba de muy mal humor sin duda pero no le dirigió ninguna mirada específicamente a ella ni hubo palabras horribles, solo estaba balbuceando algo sobre tipos estúpidos que merecían ser atropellados desde antes del amanecer, Marianne pudo respirar con tranquilidad ahora, el mal humor no tenía nada que ver con ella o con Dawn, gracias a Dios por eso.

— Le puedo ofrecer unas aspirinas, señorita Sweet — sí, Marianne había notado la ironía en el nombre de Stuff Sweet, pero no se lo diría a la cara jamás.

— ¿Aspirinas? — ella bufó, deseando tener anestesia a la mano — Lo que necesito es mercurio o, mejor aún, cianuro — estaba susurrando desde luego —Un licor fuerte y un asesino profesional que no cobre mucho ¿Conoces a alguno? — miró a Marianne como si ella tuviera la fórmula mágica del éxito.

— No señorita Sweet — la castaña sonrió casi con nerviosismo, casi nunca hablaban pero tenía el presentimiento de que la pregunta era muy genuina — ¿Alguien está molestándola? Estoy segura de que las políticas del Bufete no… —

— No, no nada de eso — la bajita apresuró a cortar la charla — No trabaja aquí, ese tipo solo se metió en el camino, rubio tenía que haber sido, son los más estúpidos —dijo con desdén.

— Absolutamente cierto — ella murmuró su acuerdo, tratando de no recordar a ese imbécil que arruinó su vida, pero ahora estaba bien, muy bien.

— Ahora "Catherine" tiene una espantosa abolladura al frente y estará en el taller —gruñó de nuevo, tendrían que comer ahí o ir en taxi, lo que acortaba su hora de almuerzo a menos de la mitad en cualquier caso.

— ¿Catherine? —

— ¿Nunca has visto a un hombre con un auto? Les ponen nombres e incluso le hablan como si fueran personas — eso parecía venir de la experiencia personal.

— No, pero sé de algunos que hablan con su cabello — giró su dedo a la altura de su oreja para hacer su punto.

— Conocí a Charlez que entraría en esa descripción — pero su plática fue interrumpida por muy apresurado Thang, parecía que iba a ponerse a gritar en cualquier momento — ¿Vez? Todo los rubios son estúpidos —

— Pero él no parece…—

— Lo es, pero de ese tono grisáceo, no deja de ser rubio sin duda — el empleado llegó junto a ellas — Thanglen Slinder, Thang, ella es la señorita Marianne Woods — usó un tono plano, como si fuera algo de rutina.

— Mucho gusto señorita Woods — el chico sonrió nerviosamente — Stuff, él quiere que veas las cintas de seguridad y busques a ese tipo de hace un rato — con el que habían tenido el golpe — Va a meter una manada por caños de perros —

— ¿Qué? — Marianne elevó una ceja, bastante confundida.

— No puedo creerlo — Stuff solo rodó los ojos — Voy a ver a BK ahora, con sus documentos y luego a ver las cintas — parecía muy resignada — No te vayas a olvidar de traer el almuerzo cuando estés de vuelta o no comeremos nada hasta que nos vayamos —

— Ok — el varón solo asintió con tristeza en la mirada, le dolía tener que ver el carro con esa fea abolladura.

— Seguro se le va a olvidar – Stuff dijo cuándo el chico ya había salido — Gracias —recibió los papeles y se dispuso a comenzar el interminable día con su jefe de muy mal humor.

— Si quiere yo podría ir a comprar algo cuando termine con las primeras entregas — Marianne se ofreció sin saber muy bien porque, aunque lo más seguro es que fuera porque Thanglen le daba pena y simpatía al mismo tiempo, el pobre chico se disculpaba por todo aunque no fuera su culpa y eso le hacía pensar en un niño pequeño, ella quería ayudarlo aun si era algo tan simple como ir por algo para comer.

— Oh, gracias, eso sería agradable — Stuff sonrió y luego se retiró.

Marian suspiró y luego miró sus pendientes a entregar de nuevo, esperaba que no tuviera que ver al odioso de King-Forest lo que quedaba del día, pero, de nuevo, ella no era la persona con mejor suerte en el mundo.

Griselda y Dawn estaba paseando por una de las plazas cercanas, la mujer mayor se había presentado como la madre del Señor King-Forest, el mejor abogado del bufete, ella insistía que su hijo superaba a su esposo, Dawn por su parte estaba emocionada de tener la suerte de conocer a la madre de su crush juvenil, él no era guapo en el sentido convencional, pero tenía esa aura de inalcanzable y misterio que le gustaba a las chicas como ella y sus ojos azules que parecían hielo.

Pasaron por una tienda de ropa y estuvieron mirando todo lo que tenían para ofrecer mientras hablaban de nada en realidad, hasta que llegó la pregunta que Griselda ansiaba.

— ¿Y cómo conociste a mi hijo, encantadora señorita? — ese vestido rosado que tenía la pequeña rubia le luciría bien, tenía que convencerla de comprarlo, seguro que su hijo se quedaba con la boca abierta, literalmente.

— Oh pues, en realidad no lo conocí exactamente — ella reconoció con una sonrisa, ese vestido rosa seguro se le vería fabuloso — Mi hermana, Marianne, estudió en la misma escuela, cuando nuestro padre iba a recogernos lo veía de vez en cuando en su motocicleta o rodeado de gente, se distinguía por su altura, todo el tiempo vestido de negro y con ese look de chico malo — suspiró suavemente pro un momento — Era increíble — y miró un vestido amarillo que también le quedaría perfecto — Desafortunadamente nunca tuve la oportunidad real de hablar con él pero recuerdo que él y mi hermana intercambiaron palabras algunas veces — bueno gritarse e intercambiar palabras entraba en la misma categoría para ella a estas alturas.

— Oh ya veo — la mujer mayor sonrió, era increíble que a una chica le gustara su hijo sin hablar con él, aunque lo peor venía después de hablar con él en realidad — Ya me parecías bastante joven para haberlo conocido en sus años escolares — las dos tenían algunas prendas para probarse, aunque no significara que las comprarían.

— Eso me hubiera encantado — la rubia decidió que esa mujer le caía muy bien.

— El día de hoy planeo invitar a mi hijo a almorzar a alguno de esos restaurantes nuevos de comida italiana, dicen que son buenos, Dios sabe que necesita salir más de su oficina o se va a secar como una hoja entre los libros — dijo a modo de regaño — ¿Te gustaría unirte a nosotros? — sonrió con la esperanza en la mirada.

— Pero… ¿No seré una molestia? —en rostro podía verse la preocupación de verse como un estorbo.

— Claro que no, linda, un encanto como tú nunca sería un estorbo para nadie —

— Me encantaría — chilló de alegría, ahora sí que tendría que comprarse algo para ponerse para el almuerzo.

Bog estaba mirando su agenda nuevamente, no tenía nada importante en cuanto a reuniones, por lo que canceló sus dos citas para ese día, las cuales eran compromisos con parejas potenciales que su madre había hecho, podía alegar que el cao importantísimo que había recibido esta mañana merecía toda su a tención, después de todo no era común que alguien demandara a una farmacéutica tan conocida como aquella y bueno él no decía que no a los casos difíciles, los escogía con meticulosidad, después de todo no le gustaba tener cierto tipos de casos entre manos, pero nunca los rechazaba por su dificultad, lo curioso es que todas las pruebas a la mano iba a ser algo más fácil que robar un caramelo.

Hablando de caramelos, tenía una tía con ese nombre que lo había estado llamando desde hacía una semana y a quien él no había tenido la amabilidad de responder, no es que la odiara, exactamente, pero su tediosa voz aguda y su terrible gusto por hablar de más en los momentos más inoportunos no la hacía una compañía deseable, muy aparte de ser la compinche de su madre para emparejarlo con alguien. Miró su celular de nuevo, cuatro llamadas perdidas más y cerca de cincuenta mensajes, rodó los ojos, si no fuera porque necesitaba tener su teléfono lo hubiera arrojado desde la primera llamada, la tentación era muy grande a decir verdad.

Estaba organizando sus demás casos cuando Stuff apareció, finalmente, con las cintas que requería, ese altanero presuntuoso iba a desear no haberse metido con él ese día.

Era un día precioso, el sol estaba en lo más alto y ni una nube estaba amenazando con arruinar el almuerzo al aire libre, Griselda estaba esperando ya en el restaurante, no en uno italiano como dijo antes, si no en un prestigiado restaurante Irlandés.

La señora King-Forest estaba sonriendo alegremente, viendo que todo estuviera perfecto, mesa apartada, con vista al jardín, un bonito florero blanco con matices suaves en rosado y una bella rosa blanca de orillas amarillas rodeada de margaritas pequeñas, pensó que eso le gustaría a la tierna Dawn. Hablando de ella iba llegando al local, con ese vestido rosado pálido que le asentaba perfectamente, ella llegó con un muchacho moreno y bajito, pero a Griselda le valía si ese chico era un pretendiente o su novio, si a su hijo le gustaba ella y a ella le gustaba su hijo entonces el amor tenía que triunfar. Caramelo se presentó con una sonrisa y melódica canción, la joven rubia cantó también, incluso el morenito había sonreído al entonar su nombre en una rima, eso la madre no se lo esperaba, ese muchacho ya le estaba cayendo bien.

— Este lugar es precioso — la rubia estaba mirando descaradamente cada pieza de la decoración, le parecía que estaba entrando a otro mundo o algo parecido.

— Sí, hemos estado invirtiendo todo nuestro amor aquí — Caramelo cantó de nuevo, mirando el lugar con sentimentalismo.

— Pues se ve que lo quieren mucho — Sunny estaba gratamente sorprendido, pensó que Dawn había enloquecido cuando le dijo que conoció a una señora amable que la invitó a comer, también dijo que era la madre de un conocido de Marianne y algunas otras cosas sueltas que el moreno no entendió, fue con ella a la fuerza porque temía que fuera una tratante de blancas o algo similar — Por cierto, espero no estar interrumpiendo o ser un estorbo — ahora sí que se sentía muy mal haberse metido sin permiso.

— No te preocupes querido — Griselda sonrió a los jóvenes — Donde comen diez comen once — dicho popular que le gustaba citar — De cualquier forma vamos a divertirnos, solo no le hagas caso a mi hijo cuando llegue — hiso un gesto con las manos, como si arrojara algo — Tiene un carácter amargo de por sí, es igualito a su padre — y ahora tenía una mirada soñadora — Ahora síganme, tomaremos un aperitivo en lo que da la hora del almuerzo — caminaba sin importarle que los comensales que estaban presentes no existieran, era momento de compartir su mesa especial con esos jóvenes y de marcarle a su hijo, otra vez.

Marianne había tenido una mañana agitada pero no tan mala como en otros días, había tenido tiempo de tomarse un jugo y un par de aspirinas, para poder llegar al final del día, Staiernich se había portado más perra que de costumbre pero eso no era noticia nueva, Silder estuvo ausente y King-Forest no se había aparecido para nada, un regalo del cielo sin duda.

Pero ella estaba cantando victoria demasiado pronto. Justo cuando volvía de comprar el almuerzo el enjuto y alto abogado iba saliendo de su oficina, lugar al que por desgracia ella estaba yendo ahora, casi atropellándola, él simplemente le dirigió una mirada asesina por dos segundos después desvió su mirada hacia al frente, siguiendo su camino al ascensor.

Ella se las arregló para tocar la puerta sin derramar nada de lo que llevaba, la asistente abrió la puerta, mirándola con un gesto fastidiado, no todos habían tenido un día aceptable en ese lugar.

— Muy tarde para llamar supongo — Stuff tenía los ojos a medio cerrar, se notaba que iba a ser malo para la señorita asistente — Vamos a salir a almorzar — no tenía por qué darle explicaciones asique, no, era problema de la morena ahora.

— ¿Qué? — había tardado casi una hora en ir y volver, el lugar no estaba lejos pero sí era muy concurrido — ¿Y qué se supone que hace con todo esto? — dos órdenes de tallarines, dos órdenes de panes rellenos con carne extra, una pollo picante, dos de salteado con champiñones y con todo eso iban dos refrescos dietéticos tres tés y dos aguas minerales, lo mejor de todo es que no le habían dado para comprarlo, ella tuvo que pagarlo de su propio dinero.

— La buena noticia —intervino Thang — Es que hoy almorzarás gratis — él parecía muy orgulloso de dar ese anuncio.

— ¿Gratis? — ella elevó la voz, casi llegando al punto del grito histérico.

— ¡Stuff, Thang! — su jefe gritó desde el ascensor, impaciente, nunca eran buenas noticias cunado su madre llamaba.

— Bueno, hasta más tarde — la mujer bajita rodó los ojos, sacando un par de billetes que cubrían el costo de la comida y hasta tendría cambio — Te sugiero que hoy no volvamos a vernos, se pondrá peor — dijo refiriéndose a su jefe, ellos dos ya iban casi corriendo con el más alto.

Marian se había quedado atónita, tenía almuerzo "gratis", de haberlo sabido no hubiera comprado nada para ella. Salió de la oficina y la cerró con llave, Stuff se la había dejado junto con el dinero y una nota, podía comer ahí, en la pequeña sala adjunta pero no debía tocar nada, ella prefirió no correr ningún riesgo. Ahora tendría que buscar con quien compartir tanta comida.

— Tal vez Martha y las demás coman con migo — se refería las recepcionistas y a la encargada de limpieza, recordaba que había un muchacho que iba tres veces por semana, aunque no los mismos días siempre.

Al llegar a la recepción, le esperaría dar una carrera y una razón para perderse el almuerzo, ella se moría de hambre ahora y de haber sabido que no podría comer no habría hecho ese último acto de buena voluntad.

En el ascensor, Bog, aún seguía discutiendo con su madre, ella había decidido que no quería comer sola así que había ido al restaurante para tener un "almuerzo familiar" con Caramelo, Stuff, Thang, unos amigos y con su querido hijo por supuesto, su padre no podría estar presente porque tenía una junta con el señor higo y quien sabe que más. Bog corrigió a su madre, era Ichinojo no higo, ella lo sabía, él estaba seguro, pero confundía los nombres a propósito a saber uno porqué rayos.

El dolor de cabeza ya estaba golpeando sus cienes, podía oír a los invitados de su madre cantando alguna canción romántica, él evitó el estremecimiento por pura voluntad, no quería ir ahí, tenía trabajo pendiente, le gustaba el silencio de su oficina y… Bueno, honestamente, odiaba comer con su tía, era su motivación principal para no querer ir al restaurante.

Colgó el celular, ya estaban saliendo de las oficinas, aún estaba a tiempo, podía tener un accidente más, podría fracturarse una pierna, quizás si chocaba con una pared, incluso podría inventar que coincidió con un cliente y que tenía que reunirse con alguien más. Su madre iba a notar que le mentía y entonces lo torturaría con un sermón de los días de labor de parto que tuvo por él, los nueve meses que lo cargó en su vientre y toda su letanía, otra vez, no tendría fin.

Esperaron unos diez minutos a que el taxi que habían pedido llegara, su carro estaría listo hasta dentro de tres días, no era un daño grave pero lo quería de vuelta como si ese accidente con ese imbécil nunca hubiera existido. Sonrió malignamente, ya quería mirar la cara de ese tipo cuando viera la demanda que iba a ponerle.

— ¡Señorita Sweet! —una voz llamó la atención de los tres — ¡Señorita Sweet, espere por favor! — la asistente nueva iba corriendo en su dirección.

— ¿Marianne? — Stuff se giró hacia ella, sorprendida, Thang la imitó, solo su jefe se quedó dándoles la espalda, como si no se enterara de que ella estaba por ahí — ¿Qué pasó? —

— Tiene una llamada en la recepción — no parecía que hubiera estado corriendo, la chica tenía condición al menos — Del taller Casttle —

— Ash — ella rodó los ojos — Seguro que es por la reparación del auto — por dentro estaba feliz, si se tenía que quedar no tendría que soportar a la señora Griselda y a la "tía" Caramelo gritar.

— ¿Algo peor le pasó a Catherine? — Thang sintió su corazón estremecerse, amaba a ese auto, era hermoso y su jefe le dejaba conducirlo todo el tiempo, no había la necesidad pero casi siempre él estaba al volante, no importando que hubiera chocado ya unas diez veces.

— No dijeron que le hubiesen hallado algo malo, a decir verdad dijeron que si autoriza el presupuesto ahora se lo podrían entregar mañana por la tarde — Marianne dijo sin pensar, ignorando la mirada gélida que estaba recibiendo por parte del mayor.

— No importa, es solo un auto — él dijo elevando la voz ligeramente, haciendo evidente su acento escocés para la chica nueva — Dile que está aprobado, les haré llegar el correo más tarde — hiso un ademan con su mano izquierda, aun dándole la espalda, todo con esa actitud displicente que ella odiaba desde la primera vez que lo vio en esa oficina —Vámonos — y ese tono no dejaba espacio a réplicas.

— Ok — dijo la mujer de mala gana, Stuff realmente había tenido esperanza de zafarse del almuerzo con esas dos locas.

— ¿Y eso es todo? — Marianne dijo repentinamente, enojada por la forma en la que él se comportaba, ella no era la sirvienta de nadie — El señor William Casttle dijo que quería hablar específicamente contigo por los detalles de tu auto — ella lo señaló con su índice derecho — ¿Qué clase de respuesta tan grosera es la que estás dando? — Stuff y Thang se le quedaron mirando, esperando a saber cómo reaccionaría su jefe.

— ¿Hablando de ser grosero, señorita Woods? Le recuerdo que usted trabaja en este bufete, como subordinada, ahora dele las indicaciones al señor Casttle, si no es mucho pedirle, princesa — el taxi llegó en ese momento y él se subió, no le interesaba lo que ella tenía que decir.

— Tú… — ella susurró, con las mejillas encendidas de vergüenza, se había olvidado que ahí ella solo era la repartidora del lugar, ni siquiera tenía un motivo real para haberle reclamado — Eras una persona diferente antes — susurró para sí misma, era por eso que le irritaba tanto, el Bog King de sus recuerdos era muy diferente de éste, amargado, sí, pero diferente. Ella se fue sin mirar hacia el auto y ante la mirada de los otros dos, quienes estaban perdidos en todo ese lío, Thang solo estaba confundido pero Stuff sabía que había algo más en todo ese asunto.

— Apúrense — él gruñó de nuevo, acordándose de algunas cosas que había creído enterradas en su pasado.

Los otros dos se subieron al taxi de inmediato, sin hacer preguntas, sabían reconocer cuando su jefe estaba realmente de mal humor, tenían que esperar a que se calmara y orar para que eso fuera pronto.

Bog cerró los ojos y tiró su cabeza hacia atrás, no la había reconocido hasta hacía unos momentos, ella estaba diferente, Marianne Fairwoods, realmente no tuvo ninguna relación con ella en el pasado pero seguía teniendo ese carácter volátil, antes tenía el cabello largo y siempre peinado como si fuera a un baile de sociedad, con ropa que gritaba que había salido de un diseñador, apurándose a correr para salvar al mundo, a las focas bebés y a los niños hambrientos de algún país pobre, una pequeña rica mimada que solo tenía que pedirle a su "papito" todo lo que quisiera ¿Qué hacía esa princesa trabajando de asistente en las oficinas de un pequeño bufete? La imagen que ella tenía ahora distaba mucho de lo que suponía ella debía de ser, la duda brotó en su mente, la familia de ella tenía un negocio de laboratorios, era algo completamente diferente de lo que él hacía por lo que no se trataba de espionaje empresarial, había algo ahí que no cuadraba.

Pensaría en ello después del almuerzo, tenía que hacerle frente a su madre y no estaba seguro de que sobreviviría a ese momento pero por si acaso ya había dejado su testamento listo en su escritorio, incluso estaba firmado.

Marianne se dejó caer en su silla, completamente agotada. Le había dado las indicaciones al señor William, del taller, quien procedió a confirmar que el auto estaría listo la tarde del día siguiente. Almorzó con una de las recepcionistas y cuatro secretarias en la cocina del lunar, era bastante cómodo ahí por lo menos, miraron algún talkshow que le gustaba a tres de ellas y las otras dos se la pasaron criticando el programa junto con la misma Marianne. Ella debía de estar agradecida de no estar despedida después de hablarle al señor King-Forest de esa manera sin embargo solo se sentía enojada consigo misma por perder los estribos por tan poca cosa y enojada con él, por ser tan idiota. Claro que él era uno de los jefes del lugar y tenía una posición social más alta que la mayoría del lugar pero eso no le daba ningún derecho de tratar a los demás como sino valieran nada, no podía creer que Thang soportara ser tratado como a un esclavo o que la señorita Sweet de verdad aceptara que le chasquearan los dedos como a un perro, eso era imperdonable.

¿Pero que podía esperar de un hombre? ¡Todos son iguales! Ella gruñó con frustración, miró su montón de papeles a repartir, no podía creer que en un lugar así se acumulara tanto, el edificio en sí era más o menos grande, quince pisos, solo los primeros seis estaban ocupados y los último dos, en dónde estaban las oficinas de los socios y dueños del bufete, las oficinas de "el señor King-Forest" estaban ahí, de los dos King-Forest. ¿Qué había en los otros siete pisos? No sabía, los ascensores no tenían programado dejar a nadie en ellos y las escaleras solo estaban libres hasta el quinto piso, en el sexto piso estaban ubicadas del otro extremo y tenía la leyenda de prohibido el acceso, un día que tuviera tiempo se colaría para ver que había por ahí.

Salió a entregar la documentación, estando en el tercer piso ya vio entrar al hombre que la contrató, alto, delgado, de rostro anguloso y aunque no tenía el ceño fruncido siempre parecía estar de mal humor, ese era el verdadero señor King-Forest, uno de los abogados más temidos en el tribunal, según había escuchado, su especialidad se centraba en divorcios y soluciones jurídicas, como en testamentos y patrimonios, el hijo por lo general trataba asuntos empresariales, los demás abogados del lugar debían de tener el resto cubierto pero ella nunca se interesó en averiguar de qué iba todo ese trabajo, después de todo ella solo estaba ahí temporalmente.

No fue su intención escuchar lo que sucedió, incluso pensó que era la clase alboroto normal que se podía dar en un lugar lleno de abogados, el Señor King-Forest preguntó por su hijo después de que recibió un mensaje y de que realizara una llamada, él no sabía que no se encontraba y no le importó cuando le dijeron que estaba fuera, ordenó que lo localizaran de inmediato. Marianne pretendió que no se enteraba y siguió su trabajo como si nada pasara o trató de hacerlo, al menos así fue hasta que oyó al abogado de grave voz gritando, lo que era inusual, King-Forest padre nunca había gritado en los meses que ella tenía en ese lugar.

— ¡Localízalo, AHORA! — él se giró hacia el ascensor, el cual se cerró mientras él clavaba su fúrica mirada en la joven asistente que había contratado hacia poco.

Marianne se estremeció interiormente, tal vez no fuese nada más que su carácter y un mal día combinados, tal vez, lo más probable a estas alturas, fuera que se enteró de lo que ocurrió en el estacionamiento entre ella y su hijo un rato atrás ¿Por qué otro motivo la estaría mirando de esa forma? Ella suspiró suavemente, tenía mejor sueldo del que podía pedir considerando el trabajo que hacía, tenía un horario flexible y no tenía que soportar a nadie que la conociera, además de que era un puesto completamente lejano a lo que había estudiado y le habían ofrecido la oportunidad de escalar puesto, "No creerías el sueldo que tiene ahí una recepcionista" le había dicho a su hermana después de su primera semana de trabajo. Por otro lado buscar otro empleo sería complicado, nadie que supiera quien era iba a contratarla, el señor King-Forest la contrató sabiendo quien era y aceptando el cambiar su apellido para que nadie más se enterara, ella no quería perder eso, necesitaba el empleo un poco más, solo unos meses más hasta que pudiera ahorrar lo suficiente como para mudarse a otra ciudad y reiniciar de cero debidamente, ya que ella no quería contar con la ayuda de su padre ni de nadie de su familia.

Lo peor vino cuando la señora Welther, la secretaria de Del Jefe, la llamó, "El señor King-Forest quiere verla de inmediato, señorita Woods" le había dicho.

Ese anuncio hiso un hueco en su estómago ¿Qué iba a hacer ahora? Tal vez si ella le explicaba lo ocurrido, aunque ni ella misma estaba segura de que pasó en realidad, él no la despediría, quizás una disculpa sincera y dulce lo convencería de no ser tan duro con ella, imitar a Dawn no podía ser tan difícil, también podría ser que, considerando el carácter del padre y del hijo, la dulzura lo molestara más. Un enfoque más agresivo podría funcionar o podría ir pidiendo un arreglo funerario de una vez.

La puerta de madera de doble hoja estaba frente a ella, era sencilla, sobria, elegante, todo al mismo tiempo gracias a esos toques oscuros en las orillas y a ese gravado de finas líneas en su superficie que no eran visibles a menos que uno las mirara muy de cerca o detenidamente. Se regañó a sí misma, no tenía caso posponer más lo inevitable. Tocó la puerta suavemente, sujetando con fuerza el sobre sellado que la señora Welther le dio para entregarle Al Jefe ya que estaba de camino a su oficina de cualquier modo.

Un tipo grande, fornido y mal encarado le abrió la puerta, Julio Magnus asistente personal del abogado. Ella saludó con una tímida sonrisa e ingresó a la oficina. Todo seguía igual que la última vez que estuvo ahí, limpia, impecable e intimidante.

— Señorita Fairwoods — la voz ronca sonó menos hostil de lo que ella había esperado — Me parece que tenemos un asunto que hablar — señaló el cómodo sillón frente a él para que ella tomara asiento.

— Bueno yo… — ella vaciló un momento antes de tomar asiento, dejando el sobre sellado en el amplio escritorio — Le aseguro que puedo explicarlo, señor King-Forest — dijo de pronto, teniendo más una mueca que una sonrisa, él elevó una ceja ante su declaración, ella pensó por un momento que los gestos del hijo se parecían bastante a los del padre.

— La escucho, señorita Fairwoods — él hizo énfasis en su apellido de forma sutil, aun considerando su fuerte acento escoces.

Ella tragó antes de comenzar a explicar lo ocurrido en el estacionamiento, durante su corto relato el feje no cambió su aburrida expresión ni un poco, aunque el asistente de él, Julio Magnus, abrió los ojos por un breve momento pero como ella estaba dándole la espalda no lo supo. Marianne se había metido en un lío mayor sin saberlo.

EL "Seamair" estuvo a la vista en menos de veinte minutos, era demasiado tarde para correr ahora. Los tres se bajaron e ingresaron al restaurante, se veían como tres condenados a la horca, caminando casi arrastrando los pies y buscando con la mirada alguna salida. Griselda fue personalmente a escoltarlos a su mesa, hablando sin cesar de una preciosa chica que la había acompañado a comprar algunos vestidos y que tenía unos ojos azules tan claros como un cielo despejado de un día de primavera. Los tres rodaron los ojos, haciendo su mejor esfuerzo por no escuchar.

Apenas estuvieron a la vista una joven rubia se puso en pie, saludando alegremente y con una radiante sonrisa dividiendo su rostro. Bog se quedó estático por un momento, la reconoció como la joven de esa mañana, la que estaba junto con la nueva asistente, la grosera nueva asistente. ¿Cómo es que su madre la conoció? ¿Quién diablos era ella? ¿Qué estaba pasando? Ese dolor de cabeza había crecido monumentalmente en segundos, ahora estaba seguro de que algo estaba en curso y él simplemente estaba en medio de la tormenta.

— Bueno ¿Y dónde están tus modales? — Griselda se dirigió a su hijo con el ceño fruncido — Bog esta señorita es Dawn Fairwoods — ahora estaba sonriendo encantadoramente — Dawn, este es mi precioso bebé, Bogel — la chica parecía muy emocionada de conocerlo.

— Hola — la rubio extendió la mano con delicadeza, como si ninguna de las situaciones incómodas la afectaran — Es un gusto verte de nuevo, Bogkin — ante el apodo las dos mujeres mayores elevaron una ceja, hacía mucho que no habían oído ese apodo.

— Buenas tardes señorita Fairwoods — él tomó su mano con bastante cautela, las manos de esa niña eran tan pequeñas — Y ya nadie me llama de esa manera — malditos años de estudiante, él quisiera poder borrarlos de la historia — Bogel o Bog estaría bien — sonrió por cortesía estaba seguro desde ya que esa jovencita no sería muy de su agradado, ella parecía derramar miel por todos sus poros.

— Oh, llámame Dawn, eso de "señorita Fairwoods" es tan formal y anticuado — ella estaba sonando como una niña mimada en ese momento — Este es mi mejor amigo, Sunny — ella señaló al chico a su lado con un gesto elegante y suave, como toda una damita.

— Mucho gusto señor King-Forest — él sonrió extendiendo la mano con cierto temor, lo conocía, a él y a su padre, estaba al tanto de que ninguno tenía buen carácter.

— Un gusto también — correspondió al saludo, con una sonrisa de cortesía, estaba seguro de que lo había visto en algún lado, solo que aún no recordaba donde o cuando — Éstos son mis amigos — señaló a sus dos acompañantes — Stuff Sweet y Thanglen Slinder — ambos sonrieron y tendieron sus manos para saludar cortésmente.

— Stuff está bien para mí y a él pueden llamarlo Thang — ella hablaba con un tono aburrido, como todo ese rollo fuera de diario.

Antes de que algo más pudiera acontecer una voz chillona y conocida se dejó oír, ella venía corriendo, tenía ese vestido azul brillante que contrastaba con su tez morena, una figura conservada a pesar de su edad.

— ¿Y a mí no vas a saludarme? — tenía una gran sonrisa, pero eso era normal, ella parecía vivir en un mundo aparte, donde todo parecía ser de color rosa chillón y la meta de todos era ser feliz, o algo como eso.

— Tía Caramelo — dijo entre dientes, no la odiaba pero estaba cerca de ese margen — ¿Cómo has estado? Espero que bien — eso último sonó más a un reclamo.

— Uhh, claro que sí cariño — ella le dio un abrazo y luego miró a sus invitados — Siempre a ha sido un cascarrabias — susurró mientras lo señalaba sutilmente — Si lo hubieran visto de bebé, alimentarlo era toda una odisea —

— No es necesario aburrir a nuestros invitados con esas viejas historias, tía — dijo entre dientes, por eso odiaba reunirse con ella, nunca sabía cuándo mantener la boca cerrada.

— Ya, ya, mi cielo —habló su madre ahora — No hagas bilis que te vas a enfermar — ella lo llevó al asiento junto a la rubia — Recuerda lo que le pasó al tío Hewie — por supuesto se refería a un tío de su esposo, no a uno de sus cuñados.

— Murió de un ataque de rabia — Caramelo comentó para dejarlo claro — Pobre tío Hewie, todo el tiempo estaba de mal humor y haciendo rabietas —

— Le dio un infarto — Bog comentó de inmediato, tenía la costumbre de corregir a las personas cercanas a él, al igual que lo hacía su padre.

— Por la rabia — dijo caramelo de regreso, sonriendo con autosuficiencia — Por eso hay que aprender a vivir esta vida con una sonrisa, sobrino querido — los demás se quedaron en silencio mientras miraban, era casi un partido de tenis verbal.

— Sí, pero eso está en el pasado, lo enterramos hace diez años — Griselda comentó sonriente — Pero ahora estamos a punto de almorzar y hay que hablar de cosas más felices — a su señal los meseros comenzaron a poner los platillos — Estábamos hablando de esta linda y tierna jovencita — dijo refiriéndose a Dawn — Estudió diseño de interiores y al parecer es experta en arreglos florales — su hijo solo rodó los ojos en dirección opuesta — Dinos, linda ¿Alguna vez has hecho preparativos de boda? — su hijo casi se atragantaba con si bebida.

— Sí, iba a ser hermoso, con tantas flores blancas y las rosas — ella decía soñadora — Pero desafortunadamente pasaron algunas cosas y la boda se canceló — ella y Sunny compartieron una mirada ligeramente triste — No hubo tiempo de hacer nada en realidad y, a decir verdad, no lo hago profesionalmente, peor espero hacerlo pronto, aunque ya no podré organizar la boda de mi hermana, nunca más — lo decía con tanto pesar, aunque parecía más triste por no poder organizar la boda que porque su hermana no se casara.

— Oh, pero aún podrías organizar su propia boda ¿No es cierto, cielo? —

— Madre — Bog solo la miró como si quisiera desvanecerla con su mero pensamiento.

— Pero tu hermana se casará algún día, ¿No es así? — Caramelo intervino de nuevo, los demás estaban solo comiendo, tratando de pretender que no estaban ahí y rogando que las mayores y el más alto se olvidaran que también estaban ahí — No es como que no puedas planear su boda nunca más —

— No lo creo — la rubia dijo con ese toque resignado — Ella cree ahora que el amor es para los tontos y los débiles — eso último sonó más como un reclamo — Piensa que es algo que no tiene cabida en su vida y que será muy feliz estando ella sola — ahora parecía estar enojada con su hermana.

— Eso es algo muy triste de oír —Griselda compartía su opinión, igual que caramelo — Estoy segura de que hay algún hombre perfecto para ella en algún lado y aparecerá en el momento justo — declaró con énfasis — Así como sé que la mujer perfecta para mi hijo llegará — ella sonrió con la esperanza de que su mensaje fuera muy claro, él solo la miró y le mostró los dientes en una mueca — Tiene la sonrisa de su padre ¿No te lo dije? —

— Es la sonrisa de los King — dijo Caramelo, recordando a sus parientes más viejos, ya difuntos por supuesto, todos eran de gestos rudos y hombres toscos con mucho carácter.

— ¿Qué no sería los King-Forest? — Sunny preguntó valientemente, movido por la curiosidad.

— Ay no, el abuelo fue el primer King-Forest, el bisabuelo, Naughton King, decía que era "la marca" de los King — ella señaló a su sobrino mientras sonreía tratando de imitar el gesto mostrando los dientes — Los Black-Forest somos los "lindos y dulces" de la familia — ahora ella sonreía , de nuevo, para demostrar su punto

— ¿Black-Forest? — Dawn preguntó intrigada, le gustaban las historias familiares complicadas porque siempre tenían su buena parte de intrigas, romance y misterios.

— Creo que ya tuvimos suficientes historias de la familia —dijo mirando a su madre ya su tía — ¿Por qué no, mejor, nos habla un poco de su familia, señorita Fairwoods? — le sonrió a ella, esperando que cayera y se alejaran del terreno peligroso. Su celular estaba vibrando dentro de su bolsillo pero él prefirió ignorarlo, dejar a las dos mayores sin supervisión con esa jovencita sería peor para él después.

— ¿Vez lo que te digo? — Caramelo susurró hacia Griselda — Esa es su buena parte de los viejos Forest y más de los Rellihan —los Rellihan eran la familia de Griselda. Bog les dedicó una mirada de advertencia, odiaba cuando ellas eran tan groseras, más que nada porque siempre era él objeto de sus cuchicheos.

— Bueno — Dawn se tocó la barbilla con su dedo índice, como si no se enterara de que las mayores estaban susurrando a menos de un metro de ella — Nosotras, mi hermana y yo, somos las última generación de los Fairwoods, juntos con otras tres primas y dos primos — ella estaba haciendo un esfuerzo por recordar algo de las generaciones anteriores, pero simplemente ningún detalle se le hacía muy interesante — Aunque Marianne se parece más a la familia de mi madre —

En ese momento el celular de Stuff sonó, interrumpiendo el relato. Ella contestó de mala gana, después de unas breves palabras su piel adquirió un tono pálido y pareció dejar de respirar, ella miró hacia su jefe, dejando la boca entreabierta, unas palabras más y le entregó el teléfono a Bog haciendo un par de señas extrañas.

— Sí — él miró a las personas de la mesa con una disculpa forzada y se levantó para andar un par de pasos — ¿Qué? — su acento salió a relucir un poco más fuerte de lo habitual — Yo no… — su voz bajó un poco ahora — ¡No! —subió el tono una vez más — ¿Cómo iba a saber algo así? Ni siquiera sabía quién era antes de… — la otra persona debió gritar muy fuerte porque todos alcanzaron a oír su voz aunque no entendieron lo que estaba diciendo — ¿Qué? — ahora estaba rodando los ojos y luego colgó — Madre, tengo que irme.

— Tu padre estaba al teléfono — eso fue una declaración y él asintió — Voy a marcarle de inmediato — ella sacó su propio celular y se alejó de la mesa en lo que sonaba el tono e marcación.

— Solo va a empeorar las cosas — él se quejó entre dientes, tomando su asiento de nuevo.

— ¿Pasó algo? — Dawn tenía la preocupación pintaba en su rostro.

— No te preocupes — Caramelo le sonrió con diversión en las pupilas — Todos los hombres de la familia tienden a ser tan dramáticos como cascarrabias — ella soltó una risita cuando su sobrino solo gruño a su comentario — Seguramente es solo un asunto de trabajo, se lo toman muy en serio —

Desde la mesa solo pudieron ver la cara de Griselda, ella estaba haciendo un montón de gesto y manoteando, gruñó un par de veces y luego miró a su hijo mientras entrecerraba los ojos. Tenía muy mala pinta desde la perspectiva de Stuff y Thang.

— Ve a ver a tu padre ¡Ahora! — ella le ordenó a su hijo en lo que pareció más un ladrido.

Los laboratorios Fairwoods se encontraban en una zona retirada y protegida de la ciudad, los altos y blancos edificios con la insignia de una hoja dorada eran visibles desde calles de distancia. George Fairwoods era al actual CEO* y dueño mayoritario de los laboratorios en las divisiones farmacéuticas. Había varios laboratorios dedicados a cosméticos, bioquímica y otros campos más arriesgados, los cuales le pertenecían a hermanos y parientes.

George era el padre de Marianne y Dawn, era de carácter gentil y generoso cuando uno estaba en su mejor lado, de lo contrario se convertía en un tipo insufrible, para fortuna de los que lo rodeaban era casi imposible quedar en su peor lado.

Él había tenido algunas "diferencias" con su hija mayor, la cual se había mudado a otro lugar a vivir y eso había causado un dolor en su corazón, pero entendía, más o menos, que ella era mayor y había lecciones en la vida que ella tenía que aprender por sí misma aunque a él le doliera verla crecer. Desafortunadamente algunas de esas lecciones le pasaban factura directa y ni entendía cómo es que esas cosas acababan pasando. Justo esa misma tarde tenía un buen ejemplo, claro que él no tenía en ese preciso instante que todo ese lío venía por parte de Marianne, indirectamente en realidad pero los platos se habían roto y alguien tendría que pagar por ello.

— ¿De qué se trata esto? — él miró a su asistente personal, un hombre joven, rubio de ojos azules, que le devolvió la mirada atónita idéntica a la que el CEO tenía en ese momento.

— Llegó hace unos minutos, viene del Bufete de abogados Royal Amber, emitido por el Señor King- Forest — su entonación parecía ser más una respuesta que una pregunta, hasta dónde él sabía su jefe y King-Forest tenía una especie de arreglo desde hacía años, desconocía los detalles pero, por la cara del CEO debía tratarse de algo grave.

— ¿Y de qué asunto indicó en su carta? — él estaba preocupado por su hija ¿Y si le había pasado algo? No creía, ya le habrían hablado directamente a él pero ¿Y si ella se metió en algún problema con algún cliente? O pero ¿Con algún abogado?

— Indica que desea hablar con usted por una demanda por daños materiales — eso igual sonó a pregunta — ¿Cómo sería eso posible? —

— ¿Daños materiales? —ahora sí se temía lo peor ¿Qué había hecho su hija mayor ahora? — Comunícame inmediatamente con él, es mejor arreglar esto antes de que se agrave — al menos podía contar con que Bogart King-Forest estaría dispuesto a aceptar un arreglo antes que un escándalo. Con lo que no contó es que se había equivocado de abogado.


Es todo por ahora y sí, el papá de Bog vive porque en todos los fics que he leído (mm menos de 300 por desgracia) Siempre está muerto y quería algo diferente.

La mamá de Dawn y Marianne no está muerta, es solo que aún no ha entrado en escena. No puedo prometer nada sobre ella, porque la historia está tomando forma aún y sin embargo ella no será la única sorpresa.

Cualquier comentario o sugerencia saben dónde dejarlo.

Hasta la próxima.