DISCLAIMER: Los personajes utilizados en esta historia pertenecen a Gintama y a su autor, no son de mi pertenencia.

Para mucha gente, el clan Yagyuu siempre ha sido sinónimo a respeto, generación tras generación, el clan había enseñado sus técnicas al heredero del clan, que a su vez se las transmitiría a su hijo y así seguiría la cadena. Pero el último Yagyuu tenía algo bastante particular, era cierto que sus habilidades con la katana eran excepcionales y destacaba por su avanzada técnica, pero pocos conocían la verdad… Yagyuu Kyuubei era una mujer.

Desde que murió su madre, el padre de Kyuubei decidió criarlo como a un hombre, provocando la burla de todos los niños. Pero no todos se reían de él, Otae Shimura apoyó a la pequeña Kyuubei y siempre estuvo a su lado, defendiéndola delante de todos los abusones. Todo esto hizo que a lo largo de los años Kyuubei fuese desarrollando sentimientos hacia Otae, sentimientos que se hicieron más fuertes después de confesarse ante ella.

Como casi todos los días, Kyuubei solía pasearse hasta la casa de Otae siempre que tenía alguna hora libre. Solían merendar juntas y charlar de cosas triviales, de vez en cuando salían a pasear e iban al cine, cualquiera diría que eran una pareja perfecta. Pero para Otae, Kyuubei era su mejor amiga.

Pero aquel día Kyuubei se sentía muy insegura, necesitaba preguntarle algo a Otae, necesitaba desahogarse, llevaba algunos días intranquila pensando en su relación con ella. Aprovechó que estaban solas en el salón de Otae para liberarse de todo aquello que estaba carcomiéndola por dentro.

-Oye Tae-chan, he estado pensando… ¿Si fuese un hombre de verdad te casarías conmigo? –Dijo Kyuubei mientras jugueteaba con sus dedos bastante nerviosa.

-¿A qué viene esa pregunta, Kyuu-chan? –Otae no se molestó, sin embargo se levantó del kotatsu para sentarse junto a Kyuubei y tomarle la mano.

-Estaba pensando en que quizá podría operarme, cambiarme de sexo completamente… Ser un hombre y no una mujer que se siente hombre.

-Recuerdo que una vez me confesaste que te gustaba llevar kimono, hacer cosas de mujeres y ser como eres. –La castaña intentó tranquilizar a su amiga frotándole suavemente su mano, estaba llena de callos por los entrenamientos intensivos que tenía que realizar, pero esto a ella no le importaba.

-Quizá no esté tan mal del todo… Pero si fuese un hombre tú me querrías… Tae-chan y yo podríamos casarnos y estar juntos… -Titubeó Kyuubei sin lograr mirar a los ojos a su compañera, estaba demasiado avergonzada como para poder hacerlo.

Otae se limitó a suspirar y sonreír con una sonrisa en la cara. – ¿Aún no te has dado cuenta Kyuu-chan? Yo te quiero tal y como eres, seas hombre o mujer.

Kyuubei no se podía creer lo que acababa de oír, sus ojos se llenaron de lágrimas y enterró su cabeza entre sus brazos y el kotatsu, no quería que la mujer a la que amaba la viese llorar como a una niña pequeña.

-¿Cómo puedo ser tan tonta? ¿Por qué pienso en estas estupideces? –Se limitaba a decir una llorosa Kyuubei. Otae se acercó más a ella, abrazándola y consolándola.

-Te quiero, Kyuubei. Y me casaría contigo, fueses hombre o mujer, porque me estaría casando con la persona a la que amo. –El llanto de la joven morena aumentó, sus manos abrazaban con fuerza a Otae, no quería que aquel momento terminase, Otae la quería, su felicidad había llegado.

Y es que el amor… No entiende de sexos.