Allí estaba él, sentado sobre una roca con los brazos tras la cabeza. Tomando el sol despreocupado, como si ni siquiera los hubiera percibido, como si los más de cien marines que le rodeaban apuntándole con sus armas no fueran más que un reguero de hormiguitas que no tenía ni por qué mirar.

El capitán reprimió una sonrisa, por fin conseguiría tener un enfrentamiento que le aportara algo de diversión. No estaría mal entregar a ese idiota en su primera semana en el cargo.

Su segundo al mando dio la orden de atacar… no recordaba bien como se llamaba… Kiwi, sí, probablemente fuera algo así.

No se molestó en advertirles de que eso no serviría de nada, ya eran mayorcitos, lo descubrirían por su cuenta. Portgas D. Ace no caería tan fácilmente.

Y como suponía así fue, él ni siquiera se dignó a esquivar las balas. Miles de ellas atravesaron su cuerpo en un segundo convirtiéndose en pequeños proyectiles llameantes que herían a los marines que se encontraban al otro lado del disparo.

Está bien, se acabó. Vale que fueran un poco inútiles pero eran sus subordinados y estaban bajo su responsabilidad, no podía permitir que salieran heridos… bueno, más bien no podía permitir que hicieran tanto el ridículo ¿por qué se les había ocurrido que atacar a un usuario de logia sin Haki era buena idea?

La vocecilla cansina de su cabeza le indicó que probablemente lo hubieran hecho tratando de impresionar al nuevo capitán que acababa de llegar del Nuevo Mundo. Se rascó la cabeza incómodo, al parecer era algo así como medio famoso ahora que estaba de vuelta en el Paraíso; nunca se lo había planteado, no era su culpa, simplemente se lo pasaba bien luchando y combatiendo… y si los que se enfrentaban a él resultaban ser temidos piratas con altas recompensas… bueno, no era su problema que acabaran con su culo en Impel Down en dos golpes, después de todo había tenido un buen (u horrible según la Carta de los Derechos Humanos) entrenador.

Resopló y se dirigió hacia la multitud con calma, dispuesto a acabar de una vez con ese imbécil de sombrero naranja. Sin embargo, el pirata pareció decidir que ese era un buen momento para hacer algo de ejercicio. El marine entrecerró los ojos, sería entretenido observar el poder de un comandante del viejo Shirohige.

El chico bostezó y estiró sus brazos desperezándose mientras la lluvia de balas no cesaba de caer sobre él. Los músculos de su espalda resaltaron la marca de su temible tripulación. Sonriendo arrogante puso sus dedos en forma de pistola (por lo visto tenía sentido del humor) y de ellos salió una ráfaga de proyectiles de fuego.

"¡HIGAN!" gritó, y uno por uno sus hombres fueron cayendo bajo la fuerza de sus disparos.

El tal Kaki le miró, el pánico vibraba en sus ojos. Con un gesto, el capitán asintió mientras una sonrisa aterradora se dibujaba en su rostro; finalmente había conseguido averiguar cómo sus nuevos subordinados actuaban frente a un hombre peligroso y su conclusión era que les faltaba mucho, mucho entrenamiento. A partir de ahora se encargaría él.

De lejos, escuchó las voces de los demás marines ordenando la retirada hacia la nave pero de nuevo, como cada vez que se enfrentaba a alguien interesante, todo lo demás desapareció.

El pirata por fin le percibió. Con una presuntuosa sonrisa inclinó la cabeza hacia un lado analizándole, un destello juguetón brilló en sus ojos cuando su Haki le informó de que sería una pelea divertida.

Antes de darle tiempo a reaccionar, el marine saltó hacia delante. Sus movimientos eran ligeros y pragmáticos como los de una pantera acorralando a su presa. Ágilmente Portgas le esquivó, dio un paso atrás y cargó su puño. El fuego crepitó a escasos centímetros de su gorra de capitán pero no tardó en realizar su contraataque, un puñetazo directo al abdomen volvió a hacer retroceder al pirata.

Nada se escapaba de la aguda mirada del marine. Portgas saltó sobre su pie para impulsarse en una poderosa patada pero el capitán le estaba esperando, con una mano tiró de su pierna para hacerle caer. Impulsándose en el suelo, el pirata se deslizó hacia atrás y volvió a ponerse en pie.

La tierra retumbó cuando ambos contendientes se lanzaron uno hacia el otro a una velocidad sorprendente haciendo impactar sus puños en el aire.

Los dos salieron despedidos unos metros hacia atrás, pero ninguno de ellos pensaba ceder.

El marine cargó su puño izquierdo hacia delante sin embargo, el Haki del comandante de Barbablanca le advirtió de sus intenciones y, girando la cadera, esquivó su agarre y le encajó un puñetazo directo a su mandíbula. Una llamarada salió de su cuerpo y se propagó por su brazo. La fuerza del impacto le arrojó al suelo. El capitán notó las rocas que se clavaban dolorosamente contra su espalda y soltó un gruñido de dolor mientras sacudía la cabeza para recuperarse.

Sin darle descanso, Portgas ya estaba de nuevo sobre él. Colocó sus dedos en forma de cruz y disparó. El cuerpo del marine se sacudió al sentir el fuego atravesándole de lado a lado. La sangre brotó de sus labios.

Antes de que pudiera volver a atacarle se deshizo de él y rodó por el suelo hasta alcanzar uno de los fusiles que sus compañeros habían abandonado.

Portgas arqueó una ceja decepcionado, pero el capitán tenía otros planes para el arma. Poco a poco su Haki de armadura se fue extendiendo por el rifle cubriéndolo de negro. El marine saltó hacia su oponente y cargó todo su peso sobre él, golpeándole con toda su fuerza en pleno pecho. El pirata salió disparado hacia atrás haciendo una grieta en el suelo al que intentaba aferrarse.

Ambos se enderezaron, Portgas limpió la sangre de su rostro. El marine se colocó en posición de ataque, utilizando su nueva improvisada arma. La diversión se acabaría si utilizase un arma de fuego en un combate cuerpo a cuerpo… y se lo estaba pasando demasiado bien como para permitirlo, pero ese idiota estaba utilizando literalmente "fuego", y estaba siendo muy molesto. Ya iba siendo hora de dejar las cosas claras, no necesitaba mucho para equilibrar la balanza.

Solo se oían sus pesadas respiraciones mientras se evaluaban mutuamente, poco dispuestos a rendirse.

Esta vez fue el pirata el que inició con furia el ataque. Corriendo, se dirigió hacia él y saltó con los pies por delante. Sus piernas, que ardían en calientes llamas, chocaron con el arma del marine frenándole en el aire, pero eso no le paró. Impulsándose en ella con un pie, saltó para dar una voltereta y golpearle con el otro. Pero de nuevo, más rápido que un rayo, el arma del capitán estaba allí para rechazarle.

Dando un sonoro grito de batalla, Portgas volvió a arrojarse sobre él encadenando numerosos ataques. Patadas, puñetazos, explosiones. La isla entera temblaba ante el poder que emanaba de la intensa batalla.

La culata del fusil consiguió alcanzar las costillas del criminal al mismo tiempo que una ola de fuego se abría paso para devorar al marine.

Su gorra blanca, con el símbolo de la marina grabado en ella, salió volando y fue arrastrada por el viento. El arma saltó de sus manos y fue a clavarse en el suelo, lejos de allí.