Heridas


Capitulo 1: Llagas


Miraba por la ventana, le gustaba ese lugar del salón, estaba suficientemente lejos del profesor y podía ignorar abiertamente la lección que este intentaba impartir, desde los otros lugares se topaba con la monótona pared del aula o con los rostros de sus compañeros. Sí, sin duda ese lugar era el mejor. Justo a esa hora llegaba la tenue luz del sol, entraba el viento desde fuera y podía ver el paisaje exterior. Ahora mismo se encontraba fascinada viendo un pequeño pájaro volar, se estaban alistando, el invierno pronto llegaría y ellos inmigrarían. Como los envidiaba, soñaba con que alas aparecieran en su espalda y pudiera emprender el vuelo lejos de ahí, donde su instinto la llevara, más que nada en el mundo deseaba esa libertad, sin embargo era más bien como aquellas tontas aves mascota, encerradas en una jaula para diversión de algún idiota que admiraba la belleza de la criatura. Siempre se decía que el pájaro era igual de estúpido que el amo idiota, ¿Por qué simplemente no picoteaba la mano del bastardo mientras lo alimentaba y escapaba de allí? Sus alas debían ser igual de fuertes que las otras aves, pero no, seguía atrapada entre esos diminutos pero fuertes barrotes. El poderío que ejercía sobre la mascota al parecer pesaba más que el ansia de libertad. Un golpe sobre el escritorio la llamo de vuelta a la realidad.

– Señorita, ¿podría seguir con la lectura? – subió lentamente su mirada chocolate a los ojos del tipo que se atrevía a regresarla a la miseria. No respondió, y aquellos ojos intimidantes incomodaron al educador. No pudiendo resistir más le soltó – Si no está dispuesta a prestar atención retírese, espéreme en el salón de profesores –

Todos la miraban, sus ojos aún no dejaban de desafiar a aquel profesor, se esperaba que un estudiante pidiera perdón por no poner atención o rogar al menos que no lo citaran después de clase para reprenderlo, pero no, contrario a lo que se pudiera esperar se levanto de su silla y en silencio, con una actitud altiva para su posición inferior frente al educador caminó hasta la puerta sin decir una sola palabra. Cuando cerró la puerta al salir los demás estudiantes soltaron conjuntamente un suspiro, sin darse cuenta habían dejado de respirar, el aire dentro del salón se había puesto denso durante aquella batalla y pudieron respirar aliviados cuando una de las partes abandonó el lugar.

Caminó sin prisas hasta el lugar de castigo, iba a ser aburrido esperar a que la clase acabara y llegara el momento del sermón que se venía. Nada más correr la puerta del aula se encontró con una mirada igual a la suya, unos hermosos ojos color azul se enfocaron en la persona que iba entrando. Sintió que por un momento dejaba de respirar, no había visto nunca a nadie con aquella mirada aparte de si misma. Se sentó frente al escritorio que tenía la placa con el nombre de su tutor de cabecera, estaba al lado de aquellos penetradores ojos azules, el brillo gris que desprendían sólo los hacía ver aún más frío para ella. Por primera vez se sintió intimidada de aquella manera. Pretender ignorarlo lo daría por vencedor y no iba a darle ese placer, nadie iba a hacerla sentir inferior. Giró su rostro tan rápido que estaba segura se había hecho daño en el cuello, le respondió desafiante, dos podían jugar el mismo juego, ella no iba a retirar la vista.

– Pfff... – el muchacho rió luego de un par de segundos. ¿Acaso creía que aquello era un juego de niños? Pasó de verse arrogante a un tanto infantil en segundos, la confundió al punto de querer preguntarle si acaso era idiota. Sin embargo sólo alcanzo a abrir la boca para reclamar cuando nuevamente un profesor la devolvió al mundo real.

– ¡Hey, hey!, ¡Saotome, que esto no es un juego! ¿Te das cuenta que pudiste quebrarle las costillas? – el regaño del profesor al parecer también retorno la actitud soberbia del chico a su lado.

– Momento, momento. ¿Acaba de decir "quebrarle las costillas"? – pensó la chica. Lo escuchó resoplar molesto.

– ¿Qué hay con esa actitud chico? – volvió a la carga el maestro, él por otro lado no respondía. Pasó una mano por su cabello hasta dar con una trenza perfectamente formada en su nuca, jugar con ella lo distraía. – ¡Hey!, ¿cuántas veces te he dicho que te cortes el cabello? – iba con intenciones de agarrarlo por la trenza y obligar a encararlo.

– En el reglamento no dice nada contra el cabello largo – habló por primera vez. – Por otro lado profesor, debe saber que no fui yo quien comenzó la pelea, no esperará que me quedara quieto a que alguien me golpeara ¿cierto? Fue totalmente defensa propia. – se reclinó sobre la silla relajado, sabía que estaba ganando.

– Pe... pero eso no justifica que lo dejaras inconsciente – replicó. - ¿Qué es esto? ¿Por qué pareciera que fuera yo quien tiene que dar explicaciones? Los jóvenes de hoy no respetan a sus mayores, si nos dejaran educarlos como antes podría darle unos golpes para que aprendiera su posición. – pensaba incomodo. Una risa aguda terminó por colmar su paciencia. – ¿Acaso ella se ríe de mi? – Con aquel pensamiento en mente se levanto furioso, iba a enseñarles un par de cosas a aquellos chiquillos.

– No creo que pegar a una alumna sea adecuado... profesor – le paró el chico previendo lo que iba a hacer el adulto.

Aquello estaba resultando divertidísimo para ella, y pensar que momentos antes se estaba quejando por lo aburrido que iba a ser esperar su regaño. Ahora hasta pensaba que intencionalmente se hubiera dejado castigar para ver este espectáculo. Escuchó molesta la campana que anunciaba el término de clases e inicio del receso.

– ¿Acaso va a acabar aquí el show? – se preguntó en silencio.

– Puedes retirarte Saotome, Sin embargo mañana quiero a tus padres aquí, esto no se acaba así. –

Como si imitara lo mismo que había hecho ella antes, el chico miró a su interlocutor, se paró en silenció y comenzó a caminar hacia la salida, cuando se giró para cerrar la puerta del lugar sus ojos volvieron a chocar con los de la muchacha. De algún modo ella sintió que no quería perder el contacto con aquella mirada. Él se veía como un gato callejero, un salvaje gato callejero, uno indomable. Lo vio curvar sus labios en una media sonrisa y cerrar la puerta.

– Wow, sin duda este ha sido el mejor castigo... – o al menos eso pensaba hasta que entró aquel hombre que iba a darle un discurso sobre respeto y educación.

– Bien, he estado revisando tu historial, nunca has sido de las brillantes pero al menos prestabas atención, ahora ni siquiera te esfuerzas en fingir que escuchas las clases. Tus notas están cayendo también. – Ella no tenía ganas de tener esa discusión, no era la primera vez y dudaba que fuera la ultima, era agotador, ¿cuántas iban ya en el mes? Al menos cinco, y podía recitar el discurso que el profesor le estaba dando de memoria, siempre era lo mismo. Se estaba cansando de fingir que todo iba bien. – ¿Al menos me estas escuchando ahora? Akane, en este mundo no basta con ser bonita, tienes que... –

– ¿Y ahora que le pasa a este hablando de ser bonita o no? – pensó enojada, mirándolo por primera vez desde que entrará. Ya no escuchaba lo que él tenía que decir. – ¿Acaso cree que no lo he notado? Como me mira cada vez que me cita en este lugar, lo sé, sé que me ve como un pedazo de carne que le gustaría degustar. Al final todos los hombres son lo mismo, Para todos importa si una mujer es linda o no, si pueden sacar provecho de eso para su deleite personal lo harán, los conocía bien, tenía dieciséis pero no era ninguna mocosa. – mientras meditaba sobre la actitud de su profesor decidió usar aquello, si algo había aprendido era a manejar a los que querían manejarla a ella.

No era una simple muñeca, podía convertirse en el titiritero si lo deseaba también. Manejar a los hombres era tan fácil, hacerles creer que eran superiores y manipularlos sin que se dieran cuenta. El tipo seguía hablando y ella ya quería irse, hoy debía volver luego a su casa. Sí, volvería a actuar para salir de esa. Suavizó sus expresiones, mostrándose casi indefensa, pestañeó un par de veces para llamar su atención y entonces usó toda la sensualidad que pudo.

– Lo siento profesor Asano, últimamente he tenido problemas para dormir, he estado estudiando para la universidad pero la verdad no ha ido muy bien y sólo he logrado agotarme. – respondió dócil, usando el tono de voz que oía de las demás chicas en su clase – No volveré a distraerme en su clase. La verdad es que me gusta mucho... su clase... profesor – culminó, con sus ojos y cejas en señal de vergüenza y un puchero en sus labios dándole un toque entre infantil e insinuante. Una mezcla entre niña y mujer que hizo sonrojar al profesor.

– Claro... – se le notaba nervioso, revolvía un par de hojas que tenía entre las manos intentando no mirar a su estudiante.

– Bien, entonces me retiro profesor Asano – exclamó alegré levándose de golpe. Victoria para ella, tal como lo predijo, actuar un poquito y ya estaba en su saco.

– Es... espera. – tartamudeó el educador aún sin poder mirarla. – Llévate esto, es un citatorio para padres, necesitamos una entrevista de a tres para hablar sobre tus planes a futuro. Estoy tratando con alumnos problema primero, así que tu reunión será mañana. Asegúrate que alguien de tu familia venga. – dijo mientras extendía uno de los papeles con los que jugueteaba antes.

– Está bien, informaré a mis padres esta noche profesor, me retiro – se reverenció y salió rápido del salón.

No alcanzó a recorrer mucho cuando chocó en una esquina con una de sus compañeras de clase. Junto a ella un par más de muchachas parecían hacer de escoltas. No soportaba a los hombres, pero tampoco aguantaba a las chicas, tan poco inteligentes, todas ellas eran cínicas, capaces de fingir que alguien les agradaba con tal de obtener algo a cambio. Al final la amistad para ella era una cordialidad que se da siempre y cuando puedas obtener un beneficio de ella. Unos estaban dispuestos a usar y otros a ser usados, así funcionaban las cosas.

– Akane, que bien, estábamos buscándote, pensábamos ir al karaoke, ¿por qué no te nos unes? Será divertido – mencionó quien lideraba a las muchachas.

– ¿Divertido? Sí, seguro. No soy estúpida, seguramente quieren preguntar sobre mi actitud últimamente o si finalmente voy a salir con alguien. – pensó mientras sonreía de manera hipócrita para aquellas chicas – No, gracias, hoy veré a mi padre así que debo estar pronto en casa – les respondió finalmente.

– Debes llevarte realmente bien con él para rechazar a tus amigas Akane – aquel comentario le asqueó al punto que su sonrisa fingida simplemente se deformó durante un par de segundos.

– Claro que no chicas, lo normal, hoy toca que me den la mensualidad y mientras antes mejor – les dijo cordialmente. Actuar se le daba de maravillas, sólo esperaba que no siguieran insistiendo o su control se acabaría rápido, como venía siendo durante el último mes.

– Pero Akane... – Su compañera no alcanzó a completar la frase cuando el sonido de un móvil las distrajo.

– Un momento, es el mío – dijo Akane, agradeciendo internamente a quien fuera que llamara, o al menos agradecía hasta que vio el nombre en el identificador, igualmente contestó. – ¿Dime? En unos momentos. Sí, voy en seguida. – cerró su télefono rudamente sin fijarse que aún tenía espectadores, intentó volver a la calma.

– ¿Tu novio? – se aventuró a preguntar una de las chicas del montón.

– ...No... Mi padre... viene a recogerme... – la voz de Akane apenas audible, sus ojos opacados en miedo. Daba igual mostrarse así, nadie nunca notaba lo que había detrás de aquello, nadie sabía lo que pasaba.

– Oh, supongo que debe ser molesto que un papá a nuestra edad nos venga a buscar. – escuchó decir a una de sus compañeras.

– Claro... molesto... – intentó recobrar su papel y respirando profundamente volvió a escudarse. – Me voy chicas, otra vez será lo del karaoke, no quiero que padre se enoje por esperar. –

El grupo de jovencitas la vieron alejarse del lugar, un par de ellas se acercaron a la ventana que daba hacia la entrada del establecimiento. Akane corría hacia un auto, un adulto la esperaba en él, no paso mucho tiempo entre que ella entro en el elegante coche y que este partiera a gran velocidad.

– Su padre debe tener mucho dinero ¿Viste el auto? – preguntaba una chica a otra.

– ¡Claro que si! Quizás por eso la actitud de Akane sea tan prepotente. –

– Sí, debe creerse mejor que nosotras. –

El grupo siguió hablando durante unos minutos más de la chica que iba camino a su tortura ocasional. Para Akane no era nada de grato irse con aquel hombre millonario, sin embargo era una condena autoimpuesta para purgar sus pecados.


Camino a su departamento vio una pequeña casita de niños en una de las plazas cercanas a su edificio. Deseaba volver a ser niña, poder huir y vivir ahí sin preocupaciones. El lugar tenía un par de ventanas y una puerta que aunque pequeña sabía podía entrar un adulto sin problemas. Nuevamente estaba en su propio mundo y no fue consciente que ya habían parado hasta que el sujeto a su lado se acercó a besarla. No podían hacerlo ahí, en el estacionamiento, donde cualquiera podría verlos. Se bajó del auto y caminó hasta su puerta, en cuanto entraron al lugar el hombre se le abalanzó desesperado.

– Espera un poco – expresó Akane, carente de emoción, cansada de esa rutina.

Aquel hombre no hacia caso a sus palabras y ella se encontraba asqueada, asqueada de aquel día, aquella vida, de aquel hombre sobre ella, besándola, babeándola. ¿Acaso encontraba aquello algo sensual? Ella sólo sentía asco por él, pero no podía decirlo, no ahora.

– Tatewaki, espera un poco, quiero ir a ducharme primero – sólo esperaba que aquel bastardo le diera un tiempo a solas, alargar la tortura un poco mas, darle coraje para enfrentar eso.

– Pero Akane, hueles tan bien, hueles a juventud – ella sabía que el 'viejo' no se iba a detener.

– Hoy tuve práctica, me siento mal, estoy sudada – Akane sólo quería algo de tiempo. Sus palabras parecían carecer de sonido, como si se desvanecieran en el aire o el interlocutor fuera sordo. Suspiró resignada – Bien, al menos deja que me quite el uniforme.

– No, preciosa, así te ves mucho mejor, me enciendes más de esta manera. – dijo él desabrochando uno de los botones de la blusa.

– Viejo asqueroso, cómo puede encenderte una niña, una estudiante, si no fuera por ella… no haría esto si no fuera por ella. – pensaba conteniendo el aliento mientras sentía como él lamia sus senos como si fueran un manjar – Eres asqueroso ¿sabías? – no pudo retener las palabras más tiempo y las dejó salir, sintió una bofetada que no esperaba. Había sido tan fuerte como para voltear su rostro y dejar su labio sangrando.

– ¡Cállate, tú eres la que me provoca! Tú eres la cerda, la única pervertida aquí Akane. – Le gritó Tatewaki con furia, agarrándola fuerte del cabello para que sus rostros se encontraran de frente.

– Ja, ¿estás seguro? – rió sin gracia, ya habituada a aquellos cambios en él, los golpes eran algo normal en esa situación, su relación siempre era violenta, él decía amarla pero constantemente dejaba su cuerpo con moretones y rastros de sangre.

– ¿No me digas que quieres más golpes, princesita? Dime, ¿quieres que te golpee más fuerte? O qué te corte en algún lugar, ¿Te parece eso? – Decía mientras volvía a lamer su cuerpo – Dime… qué es lo que quieres que te haga hoy Akane-chan. – jaló su cabello para exponer su cuello y besarlo a gusto.

Akane guardó silencio y dejó que aquel hombre hiciera lo que le entrara en voluntad, siempre era así, ella cerraba los ojos y lo dejaba hacer. Intentaba pensar en Soun y su madre, en aquellos días donde ambos la cuidaban, recordaba lo feliz que era con ellos. Y a veces el dolor se hacía soportable.


Caminaba de vuelta a su departamento, esperaba que cuando llegará ahí él ya se hubiera marchado, cuando decidió salir él hombre dormía tranquilamente. Ella por su parte tenía la mejilla roja y el labio hinchado, si no aplicaba algo iba a quedar una fea marca, así que caminó hasta una tienda cercana, compró algo de medicina y algunos víveres para comer. Sus pasos la llevaron a aquel parque que recorriera rápidamente desde el auto hace un par de horas, se encaminó sin quererlo hasta la pequeña casa que llamara su atención antes. Ya que estaba ahí dar un vistazo no sería malo. Asomó la cabeza por una de las pequeñas ventanas del lugar, curiosa por que encontraría dentro. Para su sorpresa lo primero que vio fueron los mismos ojos azules que tanto le habían hecho sentir hace horas. Al parecer el dueño de aquellos iris estaba igual de sorprendido, lo vio boquear y finalmente sonreír.

– Dos veces en un día – escucharon decir a coro lo que desato la risa de ambos.

– ¡Ouch! – se quejó Akane, su labio aún dolía.

Llevó su mano libre a la zona para verificar si aún sangraba, afortunadamente no era así. Volvió la vista al chico para ver su reacción, lo normal sería alarmarse de ver una chica así. Lo vio tenderle una lata, no dudo en recibirla, no sabía que era debido a la poca visibilidad, estaba fría.

– ¿Y ahora que hago? – pensó dudosa, sosteniendo la lata, con medio cuerpo dentro de la diminuta construcción La confusión en su rostro y lo ridículo que se veía aquella "gigante" intentando entrar en ese lugar hizo reír al muchacho.

– Ponlo así – dijo acercándose a ella y tomando la lata nuevamente entre sus manos – Está fría así que debería bajar un poco la inflamación – colocó la lata, de lo que ahora distinguía como una cerveza, sobre su labio herido. A pesar del frío objeto sintió como su cara se ponía caliente de pronto. Agradecía que ya estuviera suficientemente oscuro como para que él no notara su sonrojo. El sonido del móvil de él la despertó del letargo. – Cógela, tengo que responder –

Lo escuchó hablar con alguien de manera formal y finalmente colgar con un suspiro. Hubiera querido prestar más atención a lo que él decía mientras hablaba por teléfono y no divagar tanto como lo hacía últimamente, así al menos podría intuir con quien hablaba. No se atrevía a preguntar, ni siquiera se conocían, así que no era adecuado, en lugar de eso necesitaba encontrar algo más de que hablar, quería alargar aquel encuentro todo lo que fuera posible.

– Gracias... – dijo finalmente, tanto tiempo pensando y sólo se le ocurría eso.

– No te preocupes – le respondió él – tengo que irme a trabajar, cuídate eso, se ve doloroso. –

– Ummm... sí, lo haré... – vio como él se preparaba para salir – ¡espera!... espera un momento – intentó no mostrarse muy emocionada pero estaba fallando completamente. Retiró su cuerpo de la casita para buscar entre la bolsa que llevaba en una de sus manos. – Ten – dijo asomándose nuevamente por la ventana y tendiéndole una lata. – Sé que no es cerveza y debe haberse enfriado, pero... –

– Gracias... me gusta éste café – mencionó aceptando el regalo de la chica.

Salió de su improvisado escondite y se despidió con la mano de la chica de la cual desconocía el nombre. En cambio ella quería quedarse ahí, volver a su hogar sería volver a verle a él y realmente no era agradable.

Retomó el camino al departamento como si fuera una condena a muerte. Al girar el pomo de la puerta se topó de frente con el intruso, hablaba por télefono con alguien, suponía quien podía ser, pero realmente a ella le daba igual. Dejó las bolsas en la encimera de la cocina estilo occidental del lugar y se dirigió a prender el televisor de la sala. No estuvo prendida más de treinta segundos hasta que el tipo que seguía invadiendo su departamento lo apagó molesto mientras comenzaba a gritar por el móvil. Ahora estaba segura con quien hablaba. Volvió a encender el aparato, indiferente a la discusión que se llevaba a cabo por teléfono, pero nuevamente el hombre lo apagó, esta vez regañándola con su mirada.

– Cuando termines de hablar, vete – le dijo en voz baja para que la persona detrás de la línea no escuchara.

La muchacha tomó una toalla y algunas prendas para meterse al baño a darse una ducha, ya no aguantaba sentir el olor de él en su cuerpo, necesitaba borrar la sensación de su roce, el rastro de la saliva que había dejado en su cuerpo. Frotaba con rudeza aquellas zonas que habían sido besadas por él, su blanca piel cubierta de manchas rojas productos de la "desinfección" como lo llamaba ella, algunas zonas sangraban pero incluso con eso no se sentía limpia, si pudiera sacarse la piel lo haría.

Había pasado suficiente tiempo, quizás media hora, rogaba porque aquel hombre ya hubiera dejado el lugar, lo más seguro es que así fuera si con quien discutía antes era esa mujer. Un poco más segura salió del baño sólo en bragas y la blusa que llevará antes, su cabello envuelto en una toalla. Pánico sintió cuando vio que él seguía ahí, sentado en su cama, esperándola, invitándola. Su cuerpo comenzó a temblar, sabía el motivo por el cual él aún estaba ahí y la miraba de ese modo. No había tenido suficiente. Miró hacia el suelo desesperanzada y caminó hacía él, quería terminar con todo lo más pronto posible. Dejó caer la toalla en el camino, liberando su cabello húmedo, cuando llegó a su lado él ya se había despojado de su camisa y alzaba las manos ansioso por desnudarla. Se sentó a horcajadas sobre él, podía sentir sus manos recorrer su cuerpo con deseo, desesperado por consumar la unión. Cuando lo sintió entrar en ella y morder su cuello, cerró sus ojos, intentó pensar en otras cosas como siempre hacía, se repetía una y otra vez como un mantra que aquello iba a terminar pronto.


Caminaba rápido intentando alejarse de ese hombre. Ya era pasada la media noche. ¿Acaso pretendía quedarse a dormir con ella? La sola idea mandaba escalofríos a su cuerpo, demasiado desagradable como para imaginarlo. Quería llegar a la tienda y poder comprar unos cigarrillos para calmar su ansiedad, dentro del local lo más seguro es que parara de seguirla y la dejara tranquila. Tercera vez en el día que la casita para niños del parque la distraía, mientras pasaba cerca de ella sus pasos se hicieron más lentos sin notarlo siquiera, Tatewaki la tomó del brazo en el pequeño descuido.

– Maldición... este no es mi día – pensó enojada, girándose para encararlo.


Su jefa lo había llamado para un reemplazo, aun si hubiera querido seguir compartiendo con la muchacha de ojos chocolate en esos momentos importaba más el dinero que podía conseguir ese día. Trabajaba como mesero y ayudante de cocina en un restaurante familiar de ramen, la paga no era mala, y no era un trabajo desgastante, sus jefes eran bastante agradables, el único problema era la nieta de ellos. No era una mala chica, pero su obsesión con él le molestaba, era una chiquilla caprichosa que lo tenía como objetivo amoroso y se valía de cualquier método para acercarse a él.

– Ya puedes irte muchacho, yo me encargaré de la limpieza, has hecho un buen trabajo – la pequeña anciana miró hacia su nieta y de vuelta a él con picardía – podrías usar este tiempo para ir a dar una vuelta con Shampoo. Me encantaría tener de yerno a un muchacho como tu. Jiajiajia... – rió exageradamente la mujer.

– Gracias, pero me temo que debo rechazar la oferta... esta vez – agregó finalmente Ranma al ver la cara de enfado de su empleadora. – Estoy en semana de exámenes y quiero aprovechar cada minuto que pueda para estudiar – mintió.

– Déjalo, mujer. El chico no esta interesado en nuestra nieta, si sigues insistiendo sólo lo espantaras y luego nos quebraremos la cabeza buscando un trabajador tan bueno como él. Ten Ranma. – dijo un anciano saliendo desde la bodega y entregándole una bolsa – Son sobras pero pueden servirte para comer luego, estas ahorrando ¿no? Cualquier ayuda es buena. –

– Gracias señor Happosai, señora Cologne – expresó Ranma, inclinándose en agradecimiento. Se quitó el delantal y arregló sus pocas pertenencias – Nos vemos mañana –

A pesar de que dijera a sus jefes que iría a casa a estudiar prefirió cambiar el rumbo. No estaba mal ahí, pero se sentía incomodo, como un intruso. Regresaría a ese lugar, era pequeño pero lo cubría del frío, casi nadie pasaba por ahí, incluso de día estaba desierto, era su propio lugar privado. Pasaría la noche ahí, no era primera vez que lo hacía, si ella no lo llamaba regañándolo se quedaría en ese lugar.

Después de despistar a Shampoo por fin pudo comer tranquilo su cena en su nuevo escondite. La chica era linda, quizás si no fuera tan absorbente, si no fuera tan caprichosa, si no fuera tan tramposa... nah, realmente no le gustaba, aun cuando siempre estaba sobándose, dándole regalos o siguiéndolo como segundos atrás, él no quería complicaciones en su vida, nunca se había sentido interesado en alguna mujer.

– Quizás eso pueda cambiar... – pensó recordando los ojos almendra que lo desafiaran horas atrás.

Muchos lo habían molestado por su nulo interés en el sexo opuesto, reconocía la belleza de algunas, como la de Shampoo por ejemplo, pero no iba a llegar más allá por algo físico. Al recordar a la nieta de sus jefes no pudo evitar mostrar una mueca de desagrado. Odiaba a las personas como ella, de esas que tenían todo, que eran tratadas como mascotas de quienes las mimaban, siempre obedeciendo y sólo haciendo ruido cuando uno de sus pedidos no eran cumplidos, como una estúpida muñeca de adorno. Linda por fuera, vacía por dentro. Si alguna vez decidía hacer a una mujer suya, sería una que luchara por su libertad como él, junto a él. No quería una mujer pegada a las normas que alguien más imponía, quería una antagonista que lucha contra todo, alguien tan imperfecto como él mismo. Sabía que pedía demasiado, las mujeres de su edad estaban más interesadas en el maquillaje o de alguna Boy's Band. Bueno, tampoco es como si estuviera desesperado por alguna mujer, estaba bien solo, atesoraba esos momentos así, sin tener que fingir para nadie. Sentía que podría vivir toda su vida solo sin lamentarse de ello. Empezaba a caer dormido, iba a pasar la noche ahí, la tranquilidad de la noche lo llamaba. Tranquilidad que se vio destruida por el sonido de su móvil.

– ¿Diga? – contestó Ranma.

– Ranma, terminaste con el trabajo ¿no? – era Kasumi

– Sí…– respondió Ranma algo adormilado.

– Estaba preocupada, aún no vuelves a casa y pensé te había sucedido algo, el ultimo tren ya debe haber pasado, ¿no? ¿Cenaste? ¿Volverás? ¿Donde estas? – comenzó a atacarlo con preguntas.

– Lo siento, olvidé llamar, estoy en la casa de un amigo, cené con todos acá, me quedaré a pasar la noche. –

– Es una pena, ya casi no cenas con nosotros... – debido al silencio del chico decidió continuar – No te prohíbo que salgas con tus amigos, pero no sigas llegando tarde a casa. Me preocupas, lo mejor es que hoy te quedes allá, ya pasa de la media noche y sería peligroso. Espero que mañana si vengas a casa. Cuídate. –

– Sí, nos vemos en unas horas, iré a cambiar mi ropa. Adiós – se despidió.

Odiaba mentirle a ella, pero no había otra forma de llevar bien las cosas, por ahora no quería pensar en que haría mañana para zafarse de volver a casa. Iba a retomar su siesta cuando la voz de una mujer lo terminó de despertar.

– ¡Vete pronto! – escuchó gritar a una mujer bastante cerca de ahí al parecer.

– Vamos preciosa, regresemos a retomar donde estábamos – le oyó decir ahora a un hombre.

– ¿Un acosador? – pensó Ranma. Decidido miró por la ventanita, frente a él la pareja forcejeaba. Iba a salir en defensa de la mujer cuando vio que el hombre la besó a la fuerza.

– Al menos ten esto – apenas distinguía sombras, pero notó como el tipo mayor le daba algo en las manos luego de romper el beso y hablarle con angustia a la chica.

– ¡No lo quiero! – le gritó la muchacha, lanzándole algo al rostro.

– Sabes que lo necesitas, preciosa. – dijo el hombre recogiendo los billetes que la chica había tirado.

– Genial, tuve que encontrarme con una prostituta y su cliente – pensó molesto Ranma.

– Akane, lo que te dí antes no es suficiente, toma más dinero y regresemos a casa. – el hombre desesperado volvió a tomar a la chica por los brazos.

– Es suficiente, vete a tu casa – dijo Akane ya cansada, quería volver a su departamento y descansar.

– Te amo, Akane, quiero ayudarte, quiero estar contigo... – Tatewaki abrazó a Akane.

– Vete a casa, tu mujer te espera, sé que te llamó antes. – la voz de Akane sonaba triste y Ranma no pudo apartar la mirada de aquella silueta.

El hombre mayor parecía no entender razones, alzó el rostro de ella y la beso con lujuria. A él no le importaba donde ni cuando, siempre tenía lo que deseaba, sabía que ese juvenil cuerpo tampoco podía negarse a él. Desde su posición Ranma distinguió como el hombre intentaba desnudar a la muchacha, iba a girarse para intentar seguir durmiendo cuando el hombre mayor llevó a la chica a una zona con mayor visibilidad y sus miradas se encontraron. Por tercera vez en el día volvían a verse.

– Para, Kuno – pidió ella, llamándolo formalmente – Aquí no, para... por favor – rogó con lagrimas en sus ojos, sin poder dejar de mirar a Ranma.

Ninguno desviaba la mirada, sintiendo como algo se rompía dentro. A ella no le importaba como la vieran los demás pero su pecho dolió cuando distinguió el asco detrás de los ojos azules. Tatewaki no se detenía y no iba a detenerse en ese punto. Cerró los ojos, dejando caer algunas lágrimas y decidió que lo mejor sería provocar que él dejara de ver tan desagradable espectáculo. Haciendo uso de toda la fuerza mental que pudo abrazó a Kuno, miró a Ranma y sonriéndole besó el cuello de su pareja sin dejar de observarlo. Ya no lo soportaba, Ranma volvió a recostarse en el piso, no iba a seguir mirando eso. Prostitución o no, era desagradable, aquella no podía ser la chica de la tarde, quizás alguien que se parecía mucho a ella. Cerró sus ojos, intentando ignorar los gemidos del hombre a un par de metros suyo. En cambio ella intentaba no llorar, por primera vez desde que había comenzado todo eso se sentía sucia y dolió aún más saber que el chico de ojos azules probablemente pensara lo mismo de ella.


Ranma y una joven mujer se encontraban sentados frente al escritorio del tutor del chico.

– Realmente lo siento profesor Kuroda, Ranma lamenta mucho haberles causado problemas a todos. – expresó la mujer, inclinándose.

– No entiendo como un buen estudiante puede ser tan problemático, sus notas podrían llevarlo a cualquier universidad pero su actitud esta a punto de dejarlo expulsado del establecimiento. – vociferó el educador.

– Le he dicho muchas veces que no fue mi culpa, él me golpeó primero.- se defendió el chico de trenza.

– No debes responder a tus adultos – gritó el hombre – A esto mismo me refería con su actitud, cuando los adultos hablan los niños deben mantenerse en silencio, no deben dar su opinión a menos que se les ordene hablar. Usted señora, como su madre debería enseñarle eso. – culpó a la mujer.

– ¡Ella no es mi madre! – gruñó Ranma, respirando agitado.

– En una semana más quiero que traigas una lista con las tres carreras que deseas estudiar, las universidades que las imparten y las razones por las que deseas seguirlas. – enumeró, ignorando el reciente berrinche de Ranma – Espero no verte involucrado en otro caso de violencia o quedaras suspendido y sujeto a expulsión. –

– Yo... yo no quiero estudiar, quiero trabajar tan pronto como pueda. – intentó explicar el chico ante la mirada reprobatoria del profesor.

– Dentro de una semana estaré esperando tu informe. – repitió, ignorando nuevamente al muchacho.

– Tu profesor tiene razón, Ranma. Puedes pensarlo con calma. Ir a la universidad te ayudará mucho, puedes tener un trabajo de medio tiempo y trabajar luego de graduarte. – aconsejó la mujer, intentando disipar la tensión.

– Pero Kasumi... yo... – no pudo continuar al ver la cara afligida de la joven mujer.

– Gracias por preocuparse de Ranma, profesor Kuroda, en casa intentaré que piense las cosas con claridad. – dijo Kasumi, preocupada por la reacción del chico si es que el tutor volvía a regañarlo.

Ambos se despidieron del hombre y caminaron a la salida del salón.

– Ranma, si es por el dinero... –

– No... no es eso Kasumi – la interrumpió el muchacho – es sólo que hace tiempo tengo decidido que haré con mi vida... –

– Pero Ranma... –

– Se te va a hacer tarde Kasumi, Kanna debe estar esperando. –

– Tienes razón cariño... debo ir a darle de comer. Te esperaré en casa hoy, no tardes mucho. –

– Akane, puedes entrar con tu padre – se escuchó gritar, mientras un profesor desconocido para Ranma se acercaba a la puerta junto a ellos. – Lamento la demora – pronunció el hombre luego de abrir la puerta.

– Descuide profesor Asano – contestó el padre de Akane.

– Es tarde profesor, llevamos esperando mucho – Ranma giró al oír una voz conocida para él. Era ella... la chica del salón de profesores, la chica del café... la chica que estaba prostituyéndose.

– Ranma, ¿puedes indicarme donde están los sanitarios? – pidió Kasumi, despertando a Ranma de su letargo.

– Claro... bajando las escaleras, sigue el pasillo por la izquierda. – señaló, volviendo a mirar a Akane y encontrándose con sus ojos.

La muchacha había girado al oír la voz que la tuvo inquieta toda la noche, ambos se miraban en silencio, no sabían que decir, ella quería explicarle lo que había visto la pasada noche y él olvidar el agradable encuentro la tarde anterior.

– ¿Un amigo, Akane-chan? – ambos fijaron su vista en el hombre. Asqueado, Ranma reparó que aquel tipo era el mismo que la besaba la noche anterior.

– Akane, es el turno de tu y tu padre. – indicó el profesor.

– ¿Padre?... no es un cliente... es su padre... – pensó Ranma.

– ¿Qué pasa Akane-chan? – volvió a preguntar Kuno, pero ella seguía sin responder. – Deprisa Akane, el profesor Asano nos espera. –

– S... sí – respondió apenas., no podía dejar de mirar al chico de ojos azules. – ¿Ahora que creerá de mi?... – pensó temerosa, quería darle una explicación, él moviéndose al fin, sólo le dirigió una sonrisa burlona y le dio la espalda para ir en dirección a las escaleras. – Padre, entra sin mi, ya vengo – gritó Akane mientras desaparecía por las escaleras en busca de Ranma, sin esperar respuesta del adulto.

– Espera – escuchó Ranma, pero siguió su camino, no dándose por aludido – ¡Espera! – gritaron nuevamente.

– ¿Yo? – preguntó volteando hacia la chica.

– Sí, tengo que decirte algo. – suplicó ella.

– Da igual – respondió con desaire.

– No, no da igual, déjame explicarte. – bajó los últimos escalones que los separaban hasta llegar a él. – ¡Espera! – volvió a pedir ella cuando él comenzó a caminar nuevamente.

– No se lo diré a nadie, quédate tranquila. – dijo Ranma, aún rehuyéndole – No me interesa, no es asunto mío. –

– Te dije que esperaras – gritó Akane tomando el puño de su gakuran, un giro brusco por parte del chico provocó que el uniforme se levantara hasta la altura del codo, dejando expuesto su brazo, Akane descubrió una gran herida en el, un corte que iba casi desde su muñeca hasta donde ella podía ver, daba la impresión que seguía más arriba de su codo, envolvía el brazo del chico como una especie de serpiente. Asustada alargó su otra mano y toco la cicatriz, aún incrédula, el roce los hizo temblar a ambos. Se miraron a los ojos en silencio, indiferencia en él, tristeza en ella. Sin saberlo aquel era uno de los primeros lazos que los habían comenzado a unir.


Fin Llagas


Gakuran es el uniforme escolar masculino.

Por fin, el primer capitulo editado. Un gran logro para alguien tan vaga como yo, me llevo meses completarlo y darle la forma que quería. Empecé pensando en una adaptación y sin quererlo se volvió en una vil y odiada copia, así que me propuse modificarlo. No es una historia fácil y puede llegar a asquear a muchos, pero son cosas habituales que me han tocado vivirlas de bastante cerca. Espero contar con el apoyo de los que seguían la anterior versión. Se les agradece haber leído este capitulo y son bienvenidos los review.